𝟬𝟴. the last fortunati from eight

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╭── ➳ 🕷️ ⦁ 🌊 ⦁ capítulo ocho
la última fortunati del 8 ──





🕷️


HOY ERA LA PRUEBA CON LOS PATROCINADORES Y LOS VIGILANTES, mañana la entrevista frente a todo el país y pasado mi muerte. Necesitaba que Dexter quedara bien y por consiguiente, yo debía quedar extremadamente mal. Que todos los sponsors fueran para él. Pero Fallon y Ron adivinaron mi idea porque antes de que nos vayamos me agarraron del hombro y me encerraron en mi habitación.

—Para de querer perder los Juegos —me retó Ron sin ni un atisbo de sonrisa, lo cual solo me enojó más de lo que ya estaba.

—No estoy intentando perder. ¿No se les ocurrió que tal vez no soy buena y prefiero no intentarlo?

—Tampoco nos trates de tontos, Willow. Sabemos que estás al mismo nivel de los del Distrito 1 y 2 en cuanto a lanzamiento de cuchillos, y que estuviste en las clases de supervivencia.

—Gracias por saber mis horarios, Fallon.

—Te dijimos que practicaras con el resto de las armas para que te familiarizaras con ellas.

—Me familiaricé solo con mirarlas.

—¡Willow!

Ronald tomó mis hombros y me dio una sacudida. Quise soltarme pero no me lo permitió. Sus cálidos ojos marrones perdieron la luz amable que los caracterizaba para observarme con la dureza de su rol. Un mentor decepcionado con su pupila. Una punzada en mi estómago me dejó claro que a pesar de tener mis intenciones claras, no podía hacerme la desentendida por su decepción. Él, al igual que Fallon y Selis, me ayudaron, protegieron y guiaron desde que llegué al Capitolio, y yo les estaba devolviendo el favor esperando por mi muerte.

—Creo que ya todos pretendimos lo que quieres hacer y no hay manera de evitarlo —al no contestar, insistió—. ¿No hay manera de evitarlo?

Negué con la cabeza.

—Perfecto —dijo, aunque estaba claro que no era "perfecto" en absoluto—. ¿Pero acaso has pensado en cómo tus acciones pueden impactar en Dexter?

—¿Dexter? Él está haciendo todo bien.

—Sí, pero si pretendes ayudarlo en la arena tienes que saber manejar ciertas armas, ¿no? —se metió Fallon con un tono menos turbulento que el del mentor mayor—. Y también les vendría bien tener sponsors, ¿no?

Puesto de ese modo no me dejaban mucha alternativa. Dos partes de mí peleaban entre sí, la que quería morir apenas iniciaran los Juegos y la que iba a sobrevivir lo más que pudiera para proteger a Dexter. La mayoría de los días esta última ganaba. Pero cuando llegaba la noche, la oscuridad me aplastaba como cuando estaba encerrada en el sótano de mi casa y la soledad me recordaba que eso sería lo que siempre me acompañaría. Nada. Cada noche prometía que me dejaría matar por el primer tributo que se me viniera encima.

Pero Ron y Fallon tenían razón. Debía luchar. Por Dexter. Para que volviera con su madre y le diera una alegría a nuestro distrito. Este equipo que se había conformado por los Juegos del Hambre era lo que único que me quedaba. Haría todo lo que estuviera a mi alcance para darles una victoria.

—Ambas cosas nos vendrían muy bien.

Por eso cuando llamaron mi nombre para que ingresara al cuarto de demostración, tomé aire y estiré los músculos. Dexter salía y nuestras manos se rozaron en un mensaje silencioso de apoyo.

Hazlo por él. Hazlo por él. Hazlo por él.

—Willow Fortunati.

El hombre que pronunció mi nombre vestía un elegante traje negro que combinaba con su extraño peinado. Me habría reído de no ser por la presencia del resto de los hombres y de las armas que me rodeaban a la espera de que las usara. Seneca Crane, o pensaba que debía ser él por lo que me había dicho Selis, me miró con los ojos entrecerrados y chasqueó los dedos.

—Fortunati. Me sonaba de algo. Tus hermanos también participaron en los Juegos.

También murieron en los Juegos, me habría gustado responderle, pero solo asentí.

—Veremos qué nos depara la última Fortunati del 8, ¿no? Puedes empezar.

Pero me quedé congelada en mi lugar. Eso es lo que temía que pasara, que recordaran a mis hermanos, que los trajeran a colación, que me recordaran que habían hecho lo mismo que estoy haciendo ahora. Entrenar para sobrevivir. Prepararme para morir. En pocos segundos, lo que me dominó fue la furia. Hacia estos Juegos que solo traían muerte para nosotros y diversión para ellos, sentados en sus sillones a la espera de su entretenimiento. Mis piernas me condujeron hacia donde estaban los blancos humanos y los alejé hasta apoyarlos contra una pared. Después tomé una banda con cuchillos y me la até como un cinturón. Me paré en la pared contraria y agarré el primer cuchillo con tanta fuerza que mis nudillos se tornaron blancos.

Lancé los cuchillos uno atrás de otro con la mente igual de blanca, con la ira punzando mis sienes. Quería más, quería redireccionar mi brazo y apuntar hacia ellos. Hacia los hombres que se reían mientras comían, sin importar que debajo estuviéramos luchando por nuestras vidas. Hacia el inútil de Seneca Crane que recordó a mis hermanos, pero su arena fue la que los mató y la que me mataría a mí.

Terminé porque al querer arrojar otro cuchillo descubrí que no me quedaba ninguno. Todos estaban en el centro de los cinco blancos con forma humana, pero no solo allí. También estaban clavados en sus cabezas y, como un último añadido, los que me sobraron los apunté hacia los testículos de los supuestos hombres.

Sonreí y me volteé hacia los patrocinadores y vigilantes mientras me quitaba el cinturón y lo revoleaba sobre la mesa. Esperé hasta que decidieran despedirme como Fallon me dijo y empecé a zapatear el pie por su tardanza. Intercambiaron algunos susurros y finalmente Seneca Crane volvió a posicionarse en frente del grupo.

—Puede irse, señorita Fortunati.

Mi sonrisa se agrandó un poco más y me fui antes de que decidieran lo contrario. Solo cuando me subí al elevador me di el lujo de borrar la expresión complacida de mi rostro y apoyé toda la espalda en la pared de cristal. Mi cabeza no paraba de imaginarse a Harlow y Sol en mi situación. Los dos probablemente pensaban en hacer todo lo posible para volver a casa y no dejarme sola. A pesar de todo, no pudieron cumplirlo y ahora estaba acompañada por sus fantasmas en el mismo lugar que los vio por última vez. Que me vería a mí por última vez.

Las puertas del elevador se abrieron y empecé a salir cuando me choqué con un pecho. Las disculpas se escaparon rápido de mi boca por el antiguo temor a cruzarme con un Agente de la Paz. Sin embargo, al subir la vista experimenté otro especie de temor.

—Finnick.

Finnick me sonrió y señaló el número del piso en el que estábamos.

—¿Acaso vienes a visitarme de nuevo, Willow? No puedo decir que no he esperado que golpearas mi puerta otra vez.

—Eres muy gracioso —le dije con una imitación forzada de su sonrisa—. Pensé que era mi piso. ¿A cuál vas tú?

—¿A visitarte a ti?

Mi furia se disipó un poco gracias a su actitud y mis hombros se relajaron, aunque nunca noté cuándo se tensaron. Revoleé los ojos por sus comentarios amorosos y le hice espacio para que subiera junto a mí. Finnick se acomodó a mi lado, dejando una mínima distancia entre nuestros hombros que agradecí.

—Aunque podría sorprenderte y tocar tu puerta, voy a ir a ver a Johanna —admitió mientras apretaba el botón con el número 7—. Es una mentora.

—Es la vencedora de los Juegos del año pasado. ¿Por qué la visitas?

—Me cae bien. Y nunca es fácil el primer año como mentor.

Me pregunté si el año siguiente Finnick ayudaría a quien ganara los Juegos este año. También me pregunté si se acordaría de mí cuando tocara la puerta del piso 8.

—¿Hiciste lo mismo por Fallon?

—De hecho, sí, pero Fallon es tan encantador que no necesitó mucha ayuda más allá de la de Ronald.

Esta vez sonrío porque me lo puedo imaginar. A Ron con ese buen humor suyo prometiendo guiar a Fallon, y Fallon con esperanzas renovadas de que si él pudo salir vivo luego de los Juegos de Ron y la reputación que le ganó al Distrito 8, muchos más pueden hacerlo. Me imaginé a Dexter con ellos el año entrante y le vi todo el sentido del mundo.

—Tuviste la prueba con los patrocinadores, ¿no?

—Sí.

—¿Cuántos cuchillos dieron en el blanco?

Me volteé hacia él con las cejas alzadas y me devolvió una mirada de reojo que casi, casi, me hizo reír.

—Puede ser que Maisie me haya contado tu arma predilecta.

—Deja de usar a Maisie como espía.

—No la uso de espía. Tengo que ayudarla a sobrevivir en la arena. A ella y a Seth. Y para eso es necesario conocer a los otros tributos.

Lo dijo con un tono fáctico, pero entendí a lo que iba. Que más allá de que me reveló la verdad sobre el asesinato de Harlow, esta conversación amigable y la aparente erradicación de mi aprehensión hacia él; Finnick era el mentor de otro distrito e iba a buscar que alguno de ellos sobreviviera. También admitió que pretendía ayudarme a mí en lo que pudiera, pero obviamente sus prioridades eran Maisie y Seth.

Esperaba que lo juzgara o le pegara un grito, o al menos eso pareció por la manera en la que me miró. Asentí, para demostrarle que lo comprendía, y el elevador justo se detuvo en el séptimo piso.

—Buena suerte esta noche cuando anuncien la calificación —me dijo mientras salía y se puso serio—. Espero no decepcionarme, quiero ver un 8 o más con tu rostro al lado.

Por un segundo me planteé si contarle o no, y al final solté:

—Considerando que clavé los cinco cuchillos en los testículos de los blancos, yo no espero menos de 12.

Finnick cambió su expresión, como si me viera por primera vez y la carcajada que se le escapó fue lo más alegre que había escuchado desde que llegué al Capitolio.

—¡Willow Fortunati!

Las puertas del elevador se cerraron en su cara y al estar sola, me permití reír un poco. El enojo con Seneca Crane y la melancolía por la mención de mis hermanos se había marchado sin que lo notara. Una pequeña sonrisa se mantuvo en mi rostro por el resto del día y cuando a la noche anunciaron las calificaciones y Dexter obtuvo un 9 y yo un 8, mi risa fue la más fuerte de todas.

Hasta creí escuchar la carcajada de Finnick cuatro pisos más abajo.

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