𝟭𝟭. weeds never die

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╭── ➳ 🕷️ ⦁ 🌊 ⦁ capítulo once
hierba mala nunca muere ──





🕷️


LA MAÑANA DE LOS JUEGOS DEL HAMBRE FUE LLUVIOSA. Me desperté con el repiqueteo de las gotas de lluvia contra mi ventana y Fallon abrió la puerta de mi habitación con una expresión preocupada que no consiguió disimular. Dejó el traje que debería usar sobre mi cama y me pidió que me apresurara.

Al principio creí que las gotas de agua que caían del cielo eran sangre y que se habían filtrado fuera de mis sueños. Durante toda la noche mi mente fue plagada de pesadillas de muerte y espadas atravesando mi pecho. Mientras me cambiaba sentía que iba a vomitar y la inevitabilidad del sitio al que me dirigía inhibió mis sentidos por completo.

Apenas registré que Fallon me condujo hacia el aerodeslizador que nos llevaría hacia la arena. Su mano en mi espalda era lo único que identificaba en la neblina que se formó en mi mente. Eso, y la lluvia empapándonos de pies a cabeza. Cuando subimos, una mujer con un atuendo médico me inyectó algo en el brazo que me hizo volver en mí.

—Rastreador.

Fallon se sentó a mi lado y no emitió palabra durante todo el viaje. Lo cual era para mejor, porque no creía poder digerir nada que intentara decirme si insistía con un último intento de hacerme recapacitar. Ya debía saber que era una batalla pérdida.

Solo cuando llegamos a mi habitación en los pisos inferiores de la arena fue que Fallon decidió hablar.

—Tu traje es extraño, pero seguro que la arena será un lugar más cálido que frío. Átate el cabello.

Le hice caso mientras analicé el traje con mis propios ojos. Más temprano me lo había puesto como acto reflejo, con mi cabeza aún reproduciendo las imágenes macabras de mis sueños. Ahora que lo veía bien entendía a qué se refería. Era un pantalón marrón claro que se me pegaba al cuerpo, una camiseta blanca sin mangas debajo de una liviana chaqueta del mismo color que el pantalón y unos zapatitos negros que apenas tenían suela.

—¿Un desierto? —propuse y temí por la deshidratación.

—Lo dudo. La última vez que la arena fue un desierto los Juegos terminaron demasiado rápido por la falta de árboles.

—¿Y si hacen un desierto con árboles?

—Entonces no sería un desierto.

—Según tú.

Eso le provocó una pequeña sonrisa que se me hizo muy necesaria. Fallon era quien tenía esperanza, no podía permitir que la perdiera ahora cuando más lo necesitábamos.

—Recuerda: busca agua, es lo más importante. Y la comida, sabes hacer las trampas por los entrenamientos y cuidado con los frutos y hojas venenosas.

—Y un cuchillo —dije con los ojos clavados en mis manos que en poco tiempo se cubrirían de sangre—. Agua, comida y cuchillos.

—Y Dexter.

—Obviamente, y Dexter.

Por un momento, pensé que me abrazaría y no me hubiera molestado. En cambio, ajustó más la coleta que me hice, acomodó el cuello de mi chaqueta y me tomó la mano. Le dio un apretón. Le devolví dos. Entonces él me dio tres.

—Estaremos cuidando tu camino, Willow.

La puerta se abrió y entró Ronald con una mirada privada de su usual diversión. Ni él se salvaba de la muerte que emanaba el día lluvioso que solo podía significar un mal agüero.

—Ve a hablar con el niño, Fall. Yo me quedo con la niña.

No se me pasó de largo el hecho de que usó la palabra "hablar" en lugar de lo que en verdad sucedía. Estas no eran conversaciones, eran despedidas y los últimos minutos en los que podrían memorizar nuestros rostros y voces antes de que la arena los cambiara para siempre.

Fallon dejó ir mi palma y me miró por un segundo más antes de retirarse.

—Fallon —lo llamé antes de que no lo viera nunca más.

Se dio vuelta con la mano en el picaporte e intenté demostrarle la confianza con la que él me había admirado apenas nos conocimos en el tren partiendo del Distrito 8.

—Eres el mejor mentor que nos pudo haber tocado.

Era la verdad, dudaba mucho que a otro mentor le interesara tanto que su tributo decidiera ir a morir a los Juegos. Nadie me habría insistido tanto para que luchara, para que no me rindiera, como el faro de esperanza que era Fallon Reveler. Sabía que desde afuera haría todo lo que estuviera a su alcance y lo siguiente para ayudarnos a sobrevivir. Costara lo que costara.

Fallon asintió y fue a despedirse de Dexter. Era el turno de Ronald de decirme adiós. Se sentó junto a mí en el banco contra la pared y seguí su mirada hacia la plataforma que me elevaría hacia la arena.

—Nunca me preguntaste —comenzó con la voz hueca, sin ningún tipo de emoción—, sobre tus hermanos.

Ciertamente no me esperaba que ese fuera el tema de nuestra última charla. Abrí la boca y la cerré como tres veces antes de encontrar las palabras adecuadas que no fueran a trabarse en mi garganta.

—Ya que tú nunca los mencionaste pensé... pensé que no habías sido su mentor.

—Lo fui. Me despedí de ambos en este mismo lugar y les prometí que haría todo lo que estuviera en mi poder para que volvieran a casa.

Las lágrimas empezaron a caer sin que pudiera contenerlas. Pensar en mis hermanos sentados aquí mismo unos años atrás a la espera de ascender hacia su muerte solo me recordó mis pesadillas. Me atravesaba un tridente y escuchaba mi propio grito porque al mirar mi reflejo en el agua era Harlow. O era una espada y la sangre caía a borbotones por mi boca para formar un charco que reflejaba a Sol. Tal vez alguien soñaría con mi muerte de la misma manera en la que yo soñaba con las de mis hermanos.

—Sol me dijo que Harlow lo mataría si no volvía y no quería que tú lloraras en su nombre. Harlow me juró que iba a ser el vencedor porque tú lo estabas esperando y no iba a decepcionarte. Pero fui yo el que los decepcionó a los dos. Y a ti.

—Ronald, no...

—Pero no voy a decepcionarte de nuevo, Willow Fortunati. Te lo prometo.

Acto siguiente me entregó dos objetos que creí que se quedarían con Selis. Eran pequeños y brillantes y me sacaron una sonrisa especial que solo podría aparecer en la presencia de mi bisabuela. O de su espíritu.

—Los tributos tienen permitido llevar algo de su distrito si es inofensivo. Selis creyó que te gustaría tenerlos.

No fue necesario que respondiera para que Ronald me los colocara con la delicadeza que las reliquias se merecían. Mi bisabuela Wendy me había dado sus gemelos en secreto y me hizo prometer que no se los mostrara a nadie. Al crecer comprendí que me lo advertía porque si mi padre llegaba a encontrarlos, me los robaría para venderlos sin inmutarse. Eran muy valiosos, de una calidad que jamás había visto en el Distrito 8, y debería haber seguido las malas intenciones que habría tenido mi padre y batallar un mes o tal vez dos más con las ganancias que podrían darnos. Pero nunca me atreví a deshacerme de ese recuerdo de ella y estaba segura de que su fantasma me agarraría de los pies mientras dormía si lo hacía.

Ahora me acompañaría en los Juegos del Hambre.

—Veinte segundos.

La voz de mujer anunció por los parlantes los segundos que quedaban antes de que todo iniciara. Ronald me hizo pararme y me dio un abrazo que me dio más energía y fuerza de la que tenía. Sus brazos seguramente también habían envuelto a Sol y Harlow, era medio poético que conmigo se cerrara el ciclo de los Fortunati dirigiéndose a su muerte.

—Sé la maleza, Willow.

Me acordé de Selis comparando mis ojos con el color de la maleza y diciendo "hierba mala nunca muere". Y que yo no era mala pero que esperaba que no muriera. A pesar de todo lo que había dicho, Ron se mantenía firme en su postura de no dejarme morir. Tampoco quería que yo me dejara morir, que permitiera que alguien se aproximara por mi espalda y el encuentro terminara en sangre.

—Diez segundos.

—Dexter —fue lo único que salió de mis labios.

No podía olvidar que esa era mi prioridad y la única razón por la que esperaba salir viva de estos primeros instantes que se me avecinaban. Dexter debía ser el vencedor.

Me subí a la plataforma antes de que el tiempo se acabara y un cristal se deslizó delante de mí. Ron quedó del otro lado y apoyó una mano sobre su corazón sin decir nada. Entendía el mensaje, aunque podía tener muchos significados. Que me prometía de corazón que haría que Dex ganara. Que lamentaba con todo su ser la muerte de mis hermanos. Que con todo lo que él era confiaba en mí, incluso cuando yo misma no era capaz.

Sea lo que fuera, imité su postura y puse la mano en mi pecho para sentir a mi corazón latir con la rapidez que solo un próximo encontronazo con la muerte podría causar. Antes de que alguno de los dos pudiera hacer o decir algo más, la plataforma inició su lento ascenso hacia la arena y la lluvia una vez más volvió a caer sobre mi cabeza.

Empezaron los 72 ̊ Juegos del Hambre, el evento más mortal de la historia de la humanidad y la tumba de la última generación de hermanos Fortunati. 

La muerte estaba a solo diez segundos y un cañón de distancia.










🕸️. espero que les esté gustando la historia!!! gracias por los votos y comentarios, willow y finnick se los agradecen. como verán es un slow burn muy slow, pero cuando pasen los juegos ya van a empezar los inconvenientes románticos (snow hijo de puta). y hablando de los juegos, empiezan AL FIN en el próximo capítulo. no se encariñen con NADIE. 🩶

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