࣪ ໒꒱ dieciséis 𓈒

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ELARIAN NO PODÍA EVITAR SENIR FRÍO. Mucho frío. Ya había olvidado lo que era la gira de la victoria y lo odiaba pues eso significaba estar mucho menos tiempo en casa lo que era igual a estar alejada de su hermanito a quien no deseaba dejar solo.

Al menos, la atención del público no estaba sobre ella como la última vez que. En realidad, nadie parecía notar su existencia y eso la hizo sentir más que feliz. Podía respirar sin tener que forzar una sonrisa hasta que sus mejillas dolieran y podía hablar sin tener que medir sus palabras. A nadie precia importarle y eso era genial.

Lo que no era para nada genial, era que Peeta y Katniss ahora pasaban por todo aquello. Podía ver sus expresiones de disgusto y lo incómodos que parecían cuando alguien se acercaba demasiado.

Tanto Haymitch como Elarian intervenían tanto como les era posible pero no siempre lo era. Habían regresado al distrito doce pero sería un corto periodo hasta que la gira de la victoria diera inicio.

Elarian se encontraba en la sala de su hogar, una cobija alrededor de sus sus hombros y una taza llena de café que ya estaba congelado. Su mirada estaba perdida en algún lugar de la habitación. No había podido dormir ni un minuto en toda la noche, ni siquiera estando junto a su hermano.

Un golpe en la puerta de la entrada la exaltó y finalmente se dio cuenta de que había amanecido. Dejó la taza en la mesita de centro e hizo bola la cobija para dejarla sobre el sofá. Se puso de pie y corrió a abrir la puerta.

De todas las personas en el mundo nunca imaginó ni en un millón de años que sería el presidente Snow quien estaría detrás del marco.

Elarian sintió que la sangre se le helaba y un repentino mareo casi la hace desplomarse.

—Presidente Snow —sonó como si hubiera visto un fantasma.

El hombre dejó ver una tenebrosa sonrisa.

—Señorita Kiri —saludó— me disculpo por aparecer sin previo aviso. En realidad vine a visitar a la señorita Everdeen, pero pensé que antes podría hablar un momento con usted.

Elarian sintió que las manos le temblaba pero dejó ver una sonrisa y se hizo a un lado.

—Adelante, por favor —Snow sonrió como si estuviera satisfecho con su respuesta y se adentró a la casa de la chica— ¿le puedo ofrecer algo de tomar o algo de comer? Peeta me trajo ayer algunas galletas hechas por él.

Snow miraba con atención la casa pero finalmente miró a la chica y negó.

—Estoy bien. Será una rápida conversación.

Llegaron a la sala. Hacía frío pero Snow parecía no sentir nada. A Elarian le produjo un fuerte escalofrío.

—¿Está todo bien? —finalmente se atrevió a preguntar la chica.

Snow la miró fijamente durante un momento en absoluto silencio.

—Más que bien, podría decir —se quedó en silencio un momento más hasta que finalmente sacó algo del interior de su saco— es una carta —comenzó a desdoblarla— de parte del joven Geere. No son necesarios tantos detalles, puedo decir que ofrece una cantidad más que generosa para comprarle un boleto permanente al Capitolio.

Elarian lo miró con sorpresa aunque trató de disimularlo. Era algo que Kane había insinuado en el pasado pero nunca pensó que realmente podría hacerlo.

Snow se puso de pie acomodando su ropa.

—No puedo obligarla pero supongo que debo decir que es una oportunidad única. Aunque no tiene mucho tiempo para elegir decidir si acepta la propuesta o no. Será mejor que lo decida antes de que termine la gira de la victoria, este hombre básicamente está dispuesto a comprar su libertad, así que piense con cuidado. Eso es todo de mi parte y no se preocupe, conozco la salida.

Elarian se quedó de pie en medio de la sala mientras Snow salía. Sentía que el estómago se le revolvía y de pronto su vista se nubló por las lágrimas. Se dejó caer en el sillón tratando de respirar y tranquilizarse. Eso había sido aterrador y casi creía que había hecho algo mal y el mismo Snow en persona estaba allí para castigarla por algo.

No pasó mucho cuando escuchó pequeñas pisadas que se acercaban corriendo y pronto vio a su hermano que se lanzó a sus brazos en un cálido y agradable abrazo. Elarian ni siquiera tuvo tiempo de limpiar su rostro cuando el niño la presionaba con fuerza.

—Tienes que aceptarlo —había dicho Aviel, ocultado su rostro en su pecho.

Elarian tenía su mejilla recargada en la cabeza del niño mientras pasaba sus dedos entre los mechones de cabello.

—Sabes que no puedo hacer eso —susurró.

Aviel se separó de su hermana y la tomó de las mejillas para mirarla fijamente a los ojos.

—¿No puedes o no quieres?

Elarian lo miró fijamente y dejó salir un suspiro. Enseguida tomó las manos de su hermano con suavidad y las llevó a sus labios.

—Eres más importante para mi.

Aviel sonrió con tristeza.

—Pero estarás mejor y más segura en el Capitolio. He visto todos los regalos que ese sujeto te da, no te los da porque sean caros, lo hace porque le gustas —a Elarian le sorprendieron las palabras del niño, ya no sonaba como un niño— realmente intenta acercarse a ti pero tú tienes miedo. No debes preocuparte por mi. Aún me quedan algunos años antes de que mi nombre pueda salir en cosecha.

Elarian lo volvió a envolver entre sus brazos con fuerza.

—Te lo prometo que lo pensare, ¿de acuerdo?

—Bien.

Ambos se separaron.

—¿Me ayudas a preparar el desayuno? Podemos invitar a Haymitch a desayunar con nosotros.

Aviel dejó salir una risita antes de asentir con entusiasmo.

—Yo iré a buscarlo.

—De acuerdo. Recuerda que puedes tirarle un bote de agua si no se quiere levantar.

Aviel amplió su sonrisa y salió corriendo en busca del hombre. Elarian se quedó en medio de la sala mientras miraba a su hermanito alejarse. Luego miró la carta que Snow había dejado sobre la mesita de centro y la tomó para leerla.

No había mucho. Era un mensaje corto y conciso. Kane estaba dispuesto a comprar la libertad de Elarian por una cantidad absurdamente alta que ella jamás llegaría a tener en toda su vida ni en la siguiente. Sentía que necesitaba hablar con el hombre pero en ese momento no tenía la manera de comunicarse con él.

Debía pensar las cosas con cuidado.




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