𐄹 ˒ ꒰ 002 . .

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

chapter :⠀ ✿. two
♥︎ 𓂃 visits ⊹ . ♡ ۫ .

—...entonces, Arturo sacó a excálibur de la piedra y logró derrotar a las criaturas que atemorizaban su pueblo,— Alhena miró impresionada a Kilgarah mientras le narraba la historia— había sido el mago Merlín quien puso un hechizo para que sólo un leal y noble Pendragon pudiera sacar y blandir la espada.

—La única capaz de matar a los muertos— murmuró la niña tras sus cobijas.

—Exactamente —le dirigió una pequeña sonrisa.

—Continúa, Kilgarah, continúa por favor —le suplicó con emoción.

El hombre rió y regresó su vista al libro, buscando el renglón en el que se había quedado.

—La hermana de Arturo, Morgana, estaba furiosa. Había arruinado su plan, había matado a su ejército de muertos— tomó un respiro— Luego de derrotar al ejercito, se enfrentó a Morgana pero al ser un hombre bondadoso y noble, la dejó vivir, aunque condenándola al destierro. Morgana, había sido derrotada y sabía que no tenía oportunidad contra Arturo y mucho menos contra Merlín. Aceptó que debía marcharse de aquellas tierras, sin embargo...— Kilgarah miró a la niña, quien estaba ansiosa por escuchar el resto— sin embargo, ya es hora de dormir, señorita.

Alhena soltó una exclamación.

—Kilgarah, no. Quiero saber qué pasa después.

El hombre rió y acobijó a la niña.

—Lo siento, señorita. Mañana continuaremos.

La niña sabía que por más que suplicara, su tutor no cambiaría de parecer.

—De acuerdo —arrastró las palabras.

La rubia se acomodó en la cama, Kilgarah acomodó las cobijas y pasó su mano por el rostro de la niña, ella dejó salir una risa. Besó su frente y finalmente se puso de pie para salir de la habitación.

—Descansa, Alhena —dijo, antes de apagar las luces.

—¿Es real?— preguntó la niña con mucha curiosidad mirando al mayor.

—¿El qué?

—La historia, excálibur. ¿Realmente pasó todo eso?

—No lo sé, muchos creen que la espada es un mito y hace referencia a alguna clase de varita muy poderosa. Pero se sabe que Arturo no tenía magia y le sería imposible usar una varita.

—Pero tu crees que es verdad, ¿no es así?

Kilgarah sonrió.

—Sí, yo creo que es real y está oculta en algún lugar esperando a que un Pendragon la tome.

—Yo soy una Pendragon— dijo muy orgullosa.

—Es verdad. Tal vez tu la puedas encontrar.

—Lo haré. Lo prometo —aseguró— un día yo encontraré a Excalibur y podré empuñarla.

—Estoy seguro que si.

La niña sonrió, al igual que el hombre.

—Descansa tu también, Kilgarah. Te quiero.

Kilgarah salió de la habitación y se dirigió a su estudio, donde dejó el libro sobre el escritorio y se sentó en la silla mientras servía un vaso de licor. Dejó salir un suspiro y miró fijamente el libro, forrado de cuero y muy desgastado por el paso de los años. Le dio un gran trago al vaso y lo dejó sobre el escritorio de nuevo.

Algunos minutos después escucho un sonido proveniente de la sala y luego, la puerta del estudio se abrió.

—Creí que ya no te vería en mi casa —habló Kilgarah en tono molesto.

—Lo siento —el recién llegado se sentó en la silla frente al escritorio.

—Yo no soy a quien debes decirle esas palabras —Kilgarah sacó otro vaso y llenó ambos. Uno se lo dio a su contrario, quien rápidamente lo tomó, aunque tenía una expresión de tristeza.

—¿Cómo está? —preguntó luego de un momento en silencio.

Kilgarah lo miró fijamente. Sus ojos lo atravesaban como dagas.

—Dormida y más que devastada porque no vinieron hace dos meses a su cumpleaños —se acomodó en su silla— Lo único que deseaba más que a nada en el mundo era ver a su familia. Y claramente no pasó.

Kilgarah se puso de pie. Estaba muy molesto pero no quería iniciar con una discusión en ese momento pues podría despertar a la niña.

—Quería venir, pero Clarissa...—

—¡No hay excusa!— golpeó la mesa con ambas manos— era el cumpleaños de tu hija, Desmond. Sólo tenías que venir y ya. No era cosa de otro mundo. Ella necesita a su familia.

Desmond sintió su corazón encogerse. Bajó la mirada y comenzó a jugar con el vaso en su mano.

—Le traje esto —le dio un paquete— dile que lo lamento.

Kilgarah suspiró resignado. Desmond dejó el paquete sobre el escritorio y también se puso de pie.

—¿Qué haré cuando comience a hacer preguntas? —lo retó con la mirada— ¿por qué estoy contigo y no con mis padres? ¿Ellos no me querían? ¿Me abandonaron? Alhena no será una niña para siempre, Desmond. Y honestamente no creo ser la persona adecuada para criar a esa niña durante más tiempo.

—Es por su seguridad —sus palabras sonaban monótonas, como si lo hubiera practicado desde hace tiempo.

—¿De ella?— miró al hombre con desagrado—¿o tuya? Le tienes miedo a tu propia hija y eso me parece patético.

—Clarissa tenía miedo, igual que yo. Luego de lo que nos dijo la adivina... tenemos miedo de lo que le pueda pasar.

Kilgarah suspiró y se cruzó de brazos.

—Es muy poderosa tu hija. Hay magia muy antigua recorriendo sus venas.

Desmond lo miró con curiosidad y Kilgarah bebió todo el contenido de su vaso.

—¿Qué quieres decir? —frunció el ceño.

—Es capaz de utilizar su magia sin varita —volvió a cruzarse de brazos y se sentó en el borde del escritorio.

—Es normal, algunos niños no controlan su magia.

—No me entiendes, Desmond. Quiero decir que ella domina la magia no verbal y sus ojos se vuelven de un tono ámbar cuando lo hace. Aún no sé de qué tanto es capaz. Sólo he visto algunas cosas.

—Es como... —

—Sí, como le ocurría a Morgana y Merlín —lo interrumpió.

—Mientras menos gente sepa de ella más segura va a estar.

—En eso concuerdo contigo— se quedaron en silencio un momento— Esta noche comencé a leerle uno de los libros que escribió Merlín sobre Arturo.

Se miraron fijamente.

—¿Le hablaste de la espada?

—Sí, parece muy interesada al respecto.

—Es sólo un mito. Nadie la ha visto en cientos de años.

—¿Es así?

Desmond lo miró sin comprender y dio un paso al frente.

—¿Sabes algo que yo no?

—Para nada, sólo quiero decir que el que tu no lo hayas visto no signifique que no sea real. He estudiado los diarios de Merlin toda mi vida y hasta ahora, todo ha sido verídico. Lo único que nunca se ha demostrado es la existencia de la espada, pero dudo mucho que Merlin mintiera.

—Tengo miedo de lo que dice la profecía sobre Alhena.

—Por eso la trajiste conmigo y como te lo prometí, ella va a estar a salvo aquí. Aunque ciertamente es complicado controlar su poder. Le doy algunas pócimas para que esté relajada, pero no funcionará por siempre. No podemos reprimir su poder o en algún momento podría estallar de alguna manera.

—Y te lo agradezco. Pero no se si fue una buena idea.

—¿Alejar a una niña de su familia?, no lo sé... tu me lo dirás.

—Cuando Alhena nació, Clarissa y yo sabíamos que la adivina se refería a ella y decidimos que lo mejor era alejarla del mundo mágico —se quedó en silencio y suspiró— Ya no sé en quién confiar y en quién no. Ni siquiera confío en Lucius, el hermano de mi esposa. Él no sabe nada de Alhena y como fue un mortífago, no confío ni un poco en lo que pueda hacer con la información.

—¿Pero alejarla de sus padres? Desmond, Alhena necesita de una familia y aunque yo trato de darle todo nunca será lo mismo. Yo no soy su padre. Pero tu sí.

—Sé que es absurdo, pero no podíamos simplemente desaparecer del mapa, se vería extraño.

—¿Pero sí era fácil desaparecer a tu hija? —había sonado más como una afirmación.

—No pensé con claridad, Clarissa me convenció de que era lo mejor.

—¿Y lo fue? Ni siquiera vienen a visitarla —comenzaba a sentir enojo nuevamente— ni siquiera una sola carta.

Desmond suspiró cansado. Tomó el vaso para darle un sorbo y observó a su contrario.

—Ya no confío ni siquiera en mi esposa, descubrí que... —la puerta del estudio se abrió y ambos hombres se quedaron en silencio.

Alhena apareció con los ojos llorosos y medio dormida.

—Kilgarah, otra vez tuve una pesadilla —murmuró. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.

Antes de que el nombrado hablara, Desmond se adelantó. Se puso a la altura de la menor y la cargo con cuidado.

—Vamos a la cama, cariño.

Alhena con el sueño inundando su cuerpo, sólo asintió y abrazó al hombre que la cargaba. Recargando su cabeza en el hombro y cerrando los ojos nuevamente. El hombre la llevó escaleras arriba donde no le fue complicado identificar la habitación de la niña.

Desmond dejó a su hija en la cama y la arropó. Se quedó con ella acariciando su mejilla hasta que volvió a dormir. Sonrió al verla y las lágrimas comenzaron a salir descontroladamente de sus ojos. Mordió uno de sus dedos para evitar producir un sonido.

—Lo siento, Alhena. Lo siento tanto— susurró.

—Es mejor que te marches— le dijo Kilgarah desde el marco de la puerta.

Desmond reguló su respiración y sin dejar de ver a su hija se puso de pie, besó la frente de la niña y se marchó con un fuerte dolor en el pecho.     

Se juró que las cosas cambiarían. Costara lo que costara.

✿ :  todos los votos y
comentarios son muy
apreciados. me animan
a seguir actualizando!

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro