012

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Eros

—¿Dónde coño estabas? Te he estado llamando toda la tarde para entrenar juntos. —levanto la cabeza encontrando a un Adrik con una cara de pocos amigos viniendo hacia nosotros.

—Por ahí. —murmuro desviando mi atención al móvil, esperando a que ella vuelva al dormitorio.

Tal vez también debería de haber puesto cámaras en el baño.

A mi izquierda del alargado sofá Vanya ignora nuestra existencia tecleando algo en su ordenador, mientras que Nik en un sillón no deja de pulsar los botones de un mando de consola y maldecir con sus ojos en la televisión.

—Jodida mierda con eso. ¿Con quién me estás sustituyendo? —pregunta con una diversión que no le llega a los ojos.

—No te preocupes, tu siempre serás mi puta favorita. —respondo indiferente, él me dirige una sonrisa irónica que ignoro comenzando a golpetear la parte de atrás del móvil con el dedo medio.

Cuando no viene apago la pantalla y lo guardo en el bolsillo de mis vaqueros.

—¿Y tú? —pregunto sabiendo de sobra la respuesta a eso.

Pensó que era lo suficientemente idiota como para no enterarme de su pequeña cita con Alana esta mañana después de advertirle que no se acercara a ella, pero su acercamiento a ella ahora me es útil.

Me servirá para hacer de cupido entre ellos dos y así ganarme un poco más la confianza de Alana, la necesito de mi lado para poder acercarme a Aubrey las veces que me de la gana. Por ella soy capaz de echarla a los mismos lobos si hace falta. Es más, ya lo he hecho. Daños colaterales se llaman.

—Por ahí. —repite con una sonrisa que le hubiera quitado de un puñetazo si no hubiera sido por los tacones que retumban del otro lado, en la sala principal.

Poco después la puerta se abre dejando ver una cabellera rubia y una cara con los rasgos parecidos a los de Vanya.

—Ya estoy lista. ¿Nos vamos? —habla clavando sus tacones kilométricos rosas en el suelo frente a nosotros y cruzándose de brazos haciendo que sus tetas resalten entre el escote que lleva.

—No. Tu te quedas aquí. —refuta Vanya quitándole la sonrisa que traía en la cara sin apartar la vista de su MacBook.

—Y una mierda. Si Eva va yo también voy.

—Veronika. —advierte con la misma frivolidad de siempre formando una grieta en la frente de su hermana.

Con los años a su lado llegabas a aprender el lenguaje de sus ojos.

—Os espero fuera. —responde ella sonriente antes de darse la vuelta haciendo que la mini falda de volantes rosa que trae puesta se levante un poco.

—Tu hermana es una mala influencia para la mía. —replica a mi lado una vez se ha largado por la puerta. Encojo los hombros y me levanto del sofá moviendo mis pies hacia la camioneta que nos espera fuera.

Luego cierro los ojos y echo la cabeza hacia atrás sintiendo el coche ponerse en marcha con las voces de Nik y Adrik peleando por algo de fondo.

Por la forma en la que me cuesta respirar al recordar sus ojos pienso en que tal vez la estoy empezando a echar de menos, algo jodidamente estúpido teniendo en cuenta que apenas hemos hablado un par de veces, pero eso no es un impedimento para que recuerde su voz reproduciendo las pocas interacciones que hemos tenido una y otra vez como si fuera un disco rayado.
Después abro los ojos cansado de escuchar a los demás a mi alrededor. Ellos no son ella.

Me bajo del coche segundos antes de que Adrik lo detenga frente a un edificio que por fuera se asemeja a un almacén y entro al lugar apresurándome a entrar a los camerinos. Mis manos se mueven más rápido de lo normal mientras me desvisto quedando solo en mis pantalones vaqueros.

Detrás mío la puerta se abre y Eva entra junto a Veronika y un colgante de mariposa negra en mano. El tiempo que tardó en disecarla y ponerla en el colgante hace que valga más que el oro. No puedo evitar sonreír cuando envuelve sus brazos alrededor de mi cintura y yo hago lo mismo llevando mis manos a su cabello dando suaves caricias hasta que se aleja.

—Siempre se te olvida. Comienzo a pensar que no te gusta. —habla con burla mientras engancha el colgante alrededor de mi cuello. Tengo que agacharme un poco para que pueda llegar.

Después dejo un beso en su mejilla, ella muerde su labio inferior dubitativa antes de hablar.

—Prométeme que ganarás. —habla en un bajo murmullo. El brillo de sus ojos hace que mi estómago se tuerza con incomodidad. Odio verla mal.

—Siempre lo hago. —respondo acariciando una de sus mejillas con mi dedo pulgar.

—Más te vale. —suelta de sopetón recuperando la sonrisa. Mis labios se curvan hacia arriba.

Eva engancha su brazo en el mío y ambos salimos a la aglomeración de personas que rodean el estadio hecho de arena y unas vayas eléctricas rodeándolo. Adrik está esperándome junto a Nik y Vanya en la esquina donde la vaya está teñida de un rojo intenso.

Pero toda mi atención va a unas lentillas azules que consigo distinguir entre las butacas de la primera fila, o mejor dicho, al brazo que la rodea por encima. Hago un esfuerzo por ignorar al idiota que tiene al lado y darle una sonrisa cordial a modo de saludo. Hoy conocería uno de mis tantos talentos, y no sé porqué eso hace que la sangre por mis venas corra más rápido con una inquietud extraña.

Por primera vez en años estoy jodidamente nervioso. Es como tener a la chica que te gusta a punto de ver y juzgar qué tan bueno eres en lo que se te da bien.

Aubrey

—¿Este es el sitio al que querías traerme? —pregunto mirando a mi alrededor con una mueca.

Estamos en mitad de la nada con tan solo un edificio que parece estar a punto de caerse a trozos frente a mí y cientos de coches aparcados. La mayoría de lujo.

—Anda, deja de quejarte. Te gustará. —responde guiñándome un ojo y bloqueando las puertas de su Audi.

—Sorpréndeme. —digo sonriente. Él pasa su brazo por mis hombros y nos lleva a la entrada, donde hay un hombre trajeado esperando a que le enseñemos nuestras entradas.

—Gracias. —murmura Henrik a mi lado cuando nos abre la puerta.

Dentro nos recibe un pasillo alargado con las paredes siendo sustituidas por espejos y una alfombra roja nos lleva a otra puerta que Henrik abre con un código. Supongo que no es su primera vez.

Tuerzo los labios en una mueca cuando al abrir la puerta todo el ruido de dentro se cuela en mis oídos. Luego me fijo en el círculo que hay en mitad con una especie de vaya, alrededor solo hay butacas siendo ocupados por personas charlando o con un botellín de cerveza en mano.

Nadie parece prestarnos atención al bajar unas escaleras hasta la primera fila, sonrío cuando Henrik hace una especie de reverencia enseñando nuestros asientos.

—¿Quieres algo de beber? —pregunta una vez que estamos los dos sentados.

—Una cerveza estaría bien. —respondo fijando mis ojos en un grupo de chicos que hay a un lado de la arena. Son sus amigos.

Pronto Eva y una rubia se unen al grupo y mi corazón comienza a bombear con rapidez de tan sólo pensar que él pueda estar aquí también. Sería lo más lógico. Lo que no es lógico es como se me cierra la garganta ante el recuerdo de sus labios estando a pocos centímetros de mi piel. Debería asquearme. Si fuera alguien con más sentido común lo haría.

—Aquí tienes. La mejor del mercado. —habla Henrik a mi izquierda haciendo que de un pequeño salto del susto. Su sonrisa divertida me ayuda a relajar mis músculos tensos.

—Gracias. ¿Cuánto ha sido? —dejo el botellín de cerveza a un lado y abro la cartera que está dentro de mi bolso cruzado.

Arrugo el ceño al no encontrar el billete de veinte dólares que tenía guardados.

—No seas tonta. —responde a mi lado volviendo a poner su brazo sobre mis hombros y dándole un largo trago a su cerveza.

Las butacas a mi alrededor comienzan a llenarse haciendo que olvide el tema al menos hasta regresar a casa. Tal vez lo dejé en el bolsillo de alguna chaqueta.

—¿Quiénes pelean hoy? —pregunto a la vez que muevo mis ojos curiosos a su grupo de amigos otra vez.

Dejo de escuchar la respuesta de Henrik cuando todo lo que veo es un azul intenso. Sus palabras de la última vez que nos vimos retumban en mi cabeza como un eco extraño haciendo que un escalofrío levante los pelos casi invisibles de mi brazo.

Cuando sus labios se inclinan en una sonrisa sé que me ha visto entre la multitud y mi corazón empieza a latir más fuerte sabiendo lo que significa esa sonrisa. La anticipación a algo muy jodido a punto de pasar.

—¿Ese no es Easton? —habla Henrik a mi lado arrugando las cejas.

—¿Quién? —respondo desviando mi mirada hacia él haciéndome la desentendida.

—El engendro del infierno. Parece que es uno de los que pelearán hoy. —no sé porqué ese descubrimiento hace que un nudo apriete mi garganta provocando que mi temperatura baje unos grados.

Es solo una simple pelea y muy probablemente se merezca los golpes que vaya a recibir.

—Si al final pierde por fin volverá a su cálido hogar. —añadió a mi lado con una sonrisa divertida acompañando su mofa.

—¿A qué te refieres? —pregunto con ese nudo subiendo por mi garganta como si fuera la bilis que estoy a punto de echar.

—Solo puede quedar uno en pie, así que uno de los dos tendrá que morir. Te lo expliqué antes, ¿No me estabas escuchando? —reprocha moviendo una ceja.

Paso mi lengua por mi labio inferior en un intento de eliminar el inesperado temblor de mis dedos.

—Si. —musito antes de tragar y forzar una sonrisa en mis labios. —Parece interesante. —admito con la mirada al frente.

Aunque si uno de los dos no fuera mi compañero de clase que plantó una inquietud en lo más profundo de mis entrañas alimentando mi obsesión por su persona a cada día que pasa sería mucho más interesante de ver.

Las competiciones de lucha poco legales son otro de los pasatiempos nocturnos favoritos de Henrik. La primera vez que me trajo a una casi vomito, y a la tercera la adrenalina me salía por los poros haciendo que me levantara de la silla a dar voces junto a él, pero nunca me había traído a una así.

Las voces de la gente se reducen a unos murmullos y la mayoría de luces se apagan siendo el círculo de en medio lo que más luz tiene. No dejo de buscarlo hasta encontrarlo en el mismo lado de antes examinando una especie de daga con el mango de un oro brillante. Suelto una exhalación cuando coloca la punta sobre su lengua y la desliza provocando un pequeño hilo de sangre que parece saborear con deleite y sin una pizca de dolor.

Después mueve la cabeza diciendo algo que desde aquí no llego a escuchar y le entrega la daga a un hombre. En un par de minutos el mismo hombre regresa y le entrega una daga nueva, él vuelve a hacer lo mismo esta vez pasando el filo por la parte inferior de su lengua y sonríe humedeciendo su labio inferior.

El piercing ahora es poco visible por la sangre, pero ni a él ni al resto de sus amigos parece importarle su tan sádica actitud. Mierda. El hijo de puta tiene la cabeza más jodida de lo que pensaba.

Aparto la cabeza con rapidez antes de ver sonrisa dirigida hacia mi. No me gusta verla, menos me gusta lo que me hace sentir y mucho menos me gusta que los escalofríos se estén convirtiendo en una sensación de familiaridad que me hace sentir cómoda. Odio eso.

Le doy un largo trago a mi cerveza ignorando las palabras del altavoz que anuncia la entrada de un hombre llamado Bestia. Muy original. Hasta que levanto la cabeza y casi salto de la silla al ver su tamaño, es el doble de Eros. Lo va a matar. Pienso a la vez que mi estómago se retuerce amenazando en echar la cerveza.

—¿Estás bien? —me obligo a borrar todo rastro de mi pánico con una sonrisa forzada y asiento con la cabeza.

Después la sala casi se queda en un silencio sepulcral de no ser por la respiración y cuchicheos de los demás a nuestro alrededor. La atención de Henrik pasa de mí a la arena donde ahora se mueve él.

Espero ansiosa a que los megáfonos digan alguna información, pero no dicen nada. Cuando él queda frente a frente con aquel hombre corpulento algunas personas se levantan de sus asientos y se marchan con pasos rápidos, como si estuvieran huyendo de algo.

—¿Por qué se van? —las palabras salen de mis labios antes de siquiera poder controlarlo. Henrik mueve los hombros como una especie de respuesta que no me tranquiliza una mierda. —¿Lo has visto pelear antes? A Eros. —aclaro con un interés que disfraza a la perfección mi estúpida preocupación. Él solo sacude la cabeza.

Sus cejas se juntan en una expresión curiosa mientras mantiene su vista al frente y yo hago lo mismo clavando mis uñas en la palma de la mano. Cuando él hombre corpulento empieza a acercarse a él siento un ardor desagradable y algo deslizándose por la piel de mi palma izquierda, pero lo ignoro fijándome en los anillos de cuchillas que tiene "Bestia" en sus dos manos.

Siento mi corazón saltar de mi pecho al verlo esquivar los anillos de la mano derecha que iban directos a su costado, pero tan pronto como consigue rozar la daga en el brazo de su oponente provocando una pequeña herida mis labios se van curvando en una sonrisa de la que no soy consciente.

Un par de minutos después algunos comienzan a vociferar mientras que otros siguen en silencio viendo cómo se esquivan e intentan dañarse el uno al otro. Eros usando su daga y el hombre corpulento moviéndose con rapidez y sus manos formadas en puños. El grito furioso que sale de su garganta acompañado del azul intenso de sus ojos hace que algo dentro de mi vientre se remueva, como una especie de cosquilleo.

Jadeo cuando Eros consigue propinar un puñetazo en su pómulo con la misma mano que sostiene la daga, tras ese vienen un par más a su rostro y estómago que consiguen aturdirlo lo suficiente como para hacerlo caer al suelo. Antes de que pueda reaccionar y levantarse Eros ya se ha puesto encima suyo.

—¡Joder, si! —exclama uno de sus amigos al otro lado de la vaya moviéndose de un lado a otro sin apartar sus ojos de la pelea. Parece un animal enjaulado.

Los rápidos latidos de mi corazón se trasladan a mis oídos mientras veo cómo clava la daga en su yugular una y otra vez salpicando su rostro y pecho que ya están lo suficientemente manchados con su sangre.

Todo a mi alrededor empieza a desaparecer dejándolo sólo a él y el cuerpo que ahora yace sin vida recibiendo las tantas puñaladas. Su rostro se va distorsionando hasta conseguir unos rasgos más femeninos y su cuerpo se convierte en el de un niño.

Es entonces cuando bajo la mirada hasta mis manos y éstas aparecieron llenas de sangre fresca. Es una ilusión. No es verdad. Me repito una y otra vez con los ojos cerrados y mis párpados ligeramente humedecidos.

—Pero. ¿Qué está haciendo? —la voz incrédula de Henrik a mi lado hace que abra los ojos y vuelva a la normalidad.

Él ahora está deslizando la daga por el torso del hombre abriendo su estómago y dejando a la luz sus órganos. Después mete su mano y empieza a sacar sus entrañas dejándolas a un lado de la arena para rebuscar algo dentro. El olor a sangre es tan fuerte que llega hasta aquí.

La gente a mí alrededor comienza a tener náuseas, algunos se la aguantan, otros salen corriendo y solo un par se agachan para vomitar. Esto último me da más asco que verlo con un corazón en la mano levantando el brazo con una sonrisa que enseña su blanquecina dentadura, como si quisiera mostrarle a todos su victoria. Aunque su mirada está fija en mí.

—Es un sádico hijo de puta. —murmura Henrik con una expresión aterrada mientras sacude la cabeza. Lo normal teniendo en cuenta lo que acaba de ver.

Pero a diferencia de él mi cara no refleja ni una pizca de terror o asco. A diferencia de él, tu alma si está podrida, como la de los demonios. Susurra esa voz en mi cabeza haciendo que de repente tenga muchas ganas de vomitar.

—Voy al baño. —digo antes de recibir cualquier respuesta de su parte.

Sólo al estar a punto de entrar a un pasillo es cuando me acuerdo de que no tengo ni puta idea de dónde está.

Como si hubiera sido algún tipo de milagro Eva aparece al otro lado moviendo su mano de un lado a otro saludándome.

Cuando me acerco a ella su sonrisa es lo primero que me recibe. Supongo que estará contenta después de no haber visto a su hermano morir. Su abrazo me pilla por sorpresa, pero solo dura dos segundos.

—¿Qué hay? —pregunta curvando sus labios hacia arriba.

—La verdad es que ahora mismo necesito un baño urgente. ¿Sabes por dónde queda? —ella mueve la cabeza asintiendo antes de hablar.

—Creo que está por ese pasillo. La  tercera puerta de la izquierda.

Le doy las gracias y salgo casi corriendo esquivando los cuerpos que se me ponen por delante. Mi móvil en el bolsillo de mis pantalones cortos vibra posiblemente con un mensaje de Henrik, pero lo ignoro de momento abriendo la puerta de los aseos.

En un clic enciendo las luces y me adentro a la sala sin siquiera fijarme bien por donde voy, mis ojos están pegados al suelo como si no quisiera levantar la cabeza por vergüenza a que alguien me viera, sabiendo perfectamente que estoy sola y no hay nadie mirándome.

Sin embargo, cuando por fin levanto la mirada mi mandíbula está a punto de dislocarse. La habitación frente a mí es de todo menos un aseo público, se asimila a una zona de descanso para los luchadores, como unos vestuarios. Jodida Eva. Mascullo para mis adentros mientras mis pies se anclan al suelo por la presencia de alguien más a mis espaldas. Sus pasos en un principio fueron silenciosos, pero ahora son más fuertes, llamando mi atención.

Con un suspiro me doy la vuelta. Otro error, porque al hacerlo mis ojos van directamente a su cara ensangrentada. No puedo evitar barrer su cuerpo semidesnudo por simple curiosidad de saber si la sangre es lo suficientemente espesa como para cubrir la tinta negra de los diferentes dibujos de su piel, y en efecto lo es. Casi.

Rojo, azul y negro.

—Lo siento. Me he equivocado de lugar, ya me iba. —musito con palabras atropelladas bajo su atenta mirada.

Tampoco puedo culparlo, ahora mismo somos dos personas analizándose el uno al otro como si fuéramos dos insectos de laboratorio.

Retrocedo un par de pasos metiéndome más en el vestuario cuando él planea acercarse a mí.

—No huyas. —a pesar del tono bajo de su voz su demanda sigue teniendo el mismo toque autoritario.

—Adi... —no consigo terminar de despedirme porque sus dedos adornados con una sangre que empieza a secarse se aferran a mi muñeca, evitando que de un paso más y siendo el hierro todo lo que puedo oler a mi alrededor.

Mi corazón nunca había latido de forma tan extraña hasta ahora. Un momento parece detenerse, otro va con tanta rapidez que parece que se me va a salir y otro creo que no está y se me ha salido por la boca. Eso es lo que he estado intentando evitar de Easton. Lo que la intensidad de sus ojos y su cercanía ocasiona sobre mi.

Quiero decirle que me suelte, pero parece que está tan dentro en su mundo interior que me temo que no lo vaya a escuchar, así que tiro de mi muñeca liberándola de sus garras solo para que un segundo después traslade sus dedos a mi barbilla, afianzando mi cara para que no la pueda mover y pueda seguir siendo inspeccionada.

—Tus dedos. —suelto en una exhalación sin ser capaz de respirar con normalidad. Él los mira de reojo antes de volver a centrar sus ojos en mi, esta vez con una sonrisa asomándose a sus labios.

—Te acostumbrarás. —murmura a muy escasos centímetros de mis labios con indiferencia.

Hago el intento de girar la cara queriendo ignorar la tienda de sus pantalones, pero sus dedos no me dejan.

—¿Me sueltas? Me están esperando fuera. —hablo con más dureza de la intencionada. Enseguida sus rasgos se endurecen haciendo que trague saliva.

Después desliza su mano hasta mi cuello y me atrae hacia él juntando nuestros labios. En menos de un segundo tengo a su boca moviéndose alrededor de la mía con ferocidad, dejándome saborear la sangre de sus labios, robándome todo el aire que había podido recuperar después de sus palabras y haciendo que me duela el pecho por la rapidez de mis latidos.

Mis ojos, ahora más abiertos de lo normal, se fijan en sus pestañas alargadas y mis músculos rígidos son incapaces de moverse cuando sujeta mi rostro con ambas manos pegando su cuerpo al mío hasta que no queda ni un centímetro que nos separe. Estoy congelada, siendo incapaz de reaccionar.

Sus dientes se incrustan en mi labio inferior sacándome un jadeo para hacerse camino a mi boca, queriendo saquear hasta la última gota de mi saliva, y cuando su lengua se encuentra con la mía algo dentro de mí se derrite calentando la sangre de mis venas. Mi corazón que antes estaba a punto de explotar por la velocidad a la que iba por fin lo ha hecho dejando un rastro de cosquillas en la boca de mi estómago que va hasta la planta de mis pies.

Empiezo a mover mis labios alrededor de los suyos siendo consciente de lo que significa, de las consecuencias que tendré que afrontar después. Los suyos son mucho más crueles pero a él parece no importarle que no estemos al mismo nivel.

Doy pequeños golpes a su hombro cuando me siento a punto de desfallecer por la falta de aire, como única respuesta recibo un gemido que muere en mi boca. Poco después mueve sus manos hasta mi cintura levantándome en el aire, aprovecho eso para separarme de sus labios y coger una bocanada de aire con mis manos en su cuello para no caer.

Luego muevo la cabeza a un lado al ver sus intenciones de besarme de nuevo, y por si no fuera poco con el beso de antes pasa su lengua por mi clavícula succionando la piel de allí. Pongo mi mano sobre su pecho queriendo empujarlo, pero lo único que consigo es que se apriete más a mí.

—Eros. —murmuro con un gemido ahogado. Él se detiene abruptamente posando sus ojos en los míos con un brillo extraño.

—Repite eso. —responde con una voz ronca en un susurro. Le doy una mirada confusa sintiendo mi estómago dar una voltereta cuando mis labios se mueven por si solos pronunciando su nombre una vez más.

En cuanto lo hago me deja en el suelo soltando una palabra que no llego a escuchar bien y pasando sus manos por su pelo sucio.

—Me iré a duchar. Tú espérame aquí. —dice abriendo una de las taquillas y cogiendo una toalla de allí. Antes de desaparecer por una puerta me mira una última vez y habla. —No te vayas.

Como la mierda que lo haré.


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