024

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng


Aubrey

—Éramos amigos, empecé a tirarme a su hermana, luego dejé de hacerlo y se cabreó. —responde moviendo los hombros a lo último.

—¿No podrías profundizar un poco más? —pregunto levantando una ceja.

Tengo que reprimir las ganas de saber con cuántas personas ha estado mordiéndome la punta de la lengua para no soltar alguna barbaridad.

—¿En qué? —murmura con una sonrisa ladina.

—En todo. No creo que ese haya sido el motivo por el que dejásteis de ser amigos.

—Realmente no sé porqué lo hizo y no me interesa. —la dureza con la que salen sus palabras me deja saber que pasó algo más, algo que no me dirán.

Con un resoplido desvío mi atención a la ventanilla del coche, pensando en qué motivos tuvo Henrik de considerarlo su amigo siquiera.

¿Cómo de bien puede ocultar su verdadera faceta?¿Y por qué empiezo a acostumbrarme a ella cada vez más? Esas preguntas rondan por mi cabeza sin encontrar respuesta hasta que llegamos a lo que parece un centro comercial.

—¿Para qué me has traído aquí? —le pregunto cruzándome de brazos. Él me ignora abriendo su puerta y saliendo del coche.

—Vamos a comprar unas cosas. —dice a mi lado esperando a que me baje del coche.

—¿Vamos? —pregunto con una mueca incrédula. Él asiente con la cabeza.

Con un suspiro termino de levantarme metiendo mi mano en el bolsillo de mi pantalón antes de que pueda cogerla, pero de poco sirve. Un segundo después rodea mis hombros con su brazo obligando a mi cuerpo a permanecer casi pegado al suyo mientras caminamos a la entrada con varios ojos puestos en nosotros.

Dentro la situación con las personas que merodean por allí no es muy diferente. No es un centro comercial al que iría normalmente. Las tiendas que hay son de lujo, exceptuando una tienda para mascotas y una librería, aunque por las pintas que tienen por fuera tampoco creo que tengan precios accesibles a mi bolsillo.

—¿A cuál quieres entrar? —pregunta a mi lado.

—No tengo nada que comprar. —le digo entre dientes.

Cuando quiero alejarme y darme la vuelta él lo evita con su brazo que aún sigue sobre mis hombros.

—Vamos a esa de ahí. —habla señalando una que tiene el cártel Prada arriba del todo.

Antes de poder protestar mis pies se mueven hacia allí. En cuanto estamos dentro mis mejillas se tiñen de rojo bajo la mirada curiosa de una de las dependientas perfectamente arregladas, aunque poco después sus ojos empiezan a escudriñar a Eros como el único trozo de carne que hay en la Tierra.

Mis ojos se mueven por toda la tienda fijándome en unos cuantos bolsos que hay sobre una estantería, luego me fijo en unos tacones hasta que mis ojos vuelven a él.

—¿Ves algo que te guste? —habla a mi lado poniendo sus ojos sobre mí.

—No. —respondo sintiendo mis mejillas más rojas que antes.

¿Qué mierdas se supone que haga ahora? Es más que obvio que no podría permitirme ni siquiera comprar una diadema y pasearme por toda la tienda a rebuscar es una pérdida de tiempo, pero eso él parece no entenderlo.

—Mmmm. —murmura pasando sus ojos por la tienda con ojos curiosos.

Luego se acerca a una de las empleadas y le dice algo que no consigo escuchar. Un minuto más tarde se acerca a la caja y saca una tarjeta negra que acerca al datáfono mientras yo doy un último vistazo a mi alrededor.

Todo es ropa de mujer mayoritariamente, ¿Qué se supone que ha comprado?¿Y dónde está? Me pregunto viendo sus manos vacías.

Él le sonríe a la dependienta que lo atendió previamente haciendo que sus mejillas se sonrojen y viene hacia mi enganchando su mano con la mía mucho antes de que pueda darme cuenta de ello.

—¿A cuál quieres ir ahora?

—A ninguna. ¿En serio me has sacado del campus para esto? —respondo moviendo una ceja.

—¿No te gusta ir de compras? —pregunta arrugando su ceño.

La extrañeza con la que lo pregunta hace que quiera darle una respuesta honesta. A decir verdad, todo de él hace que quiera desnudarme y enseñarle mi verdadero yo.

Su mirada que parece descubrir mis secretos cada vez que la tengo encima y sus dedos sobre mi piel que me hacen sentir cosas indebidas están llevándome cada vez más por ese camino que juré no pisar.

—Me gusta, pero en tiendas más normales. —murmuro ignorando la velocidad a la que ahora late mi corazón.

—¿Normales? —repite él con una sonrisa burlesca.

Muevo la cabeza siguiendo sus pasos a la próxima tienda. Claro que para él esto entra de lleno en su cajón de la normalidad, probablemente ni siquiera haya escuchado hablar de Forever 21 o H&M.

Entrando a la tienda Versace él hace el mismo procedimiento de antes, dejándome sola por un minuto en el que tengo que aguantar la mala mirada de una chica que no deja de mirarme de arriba a abajo con una ceja levantada.

Cuando Eros regresa y envuelve mi mano con la suya su mirada parece más irritada que antes, y antes de cruzar el umbral de la puerta le enseño mi dedo de en medio con una amplia sonrisa.
Eros parece darse cuenta de aquello echándole una mirada de reojo a la mujer con el ceño ligeramente arrugado, pero no dice nada y vuelve a centrar su mirada al frente con un atisbo de sonrisa.

Las próximas dos horas se resumen en más de lo mismo. Incluso entramos a una tienda de ropa interior. Donde tuve que hacer un esfuerzo por no sonrojarme o hacer preguntas cuya respuesta no quería conocer mientras él rebuscaba algo entre las prendas. Y una joyería.

Allí entró a una habitación con un señor y hablaron de algo durante casi un cuarto de hora en el que yo aproveché para leer los mensajes que me había dejado Henrik. A duras penas pude formar una respuesta que no involucrara mis encuentros secretos con los labios de Eros o las revelaciones de sus sentimientos. Si es que él tenía de eso y realmente sabía el significado de que te gustara alguien.

No es verdad. Me digo a mi misma recordando una vez más la noche en la que me lo dijo. Todo esto es solo un juego que yo no pienso perder, pero desde luego que pienso aprovecharme de todo lo que pueda y más mientras dure.

Ahora mismo me está llevando a la zona de arriba, donde hay algunos restaurantes, cosa que mi estómago agradece. Estoy jodidamente hambrienta.

—¿Qué te apetece comer?

—Me da igual. —respondo moviendo los hombros.

Empieza a movernos casi al instante hacia un restaurante japonés.

—No me gusta el sushi. —murmuro estando en la puerta arrugando la nariz.

Él suelta un suspiro mirando a su alrededor como si estuviera buscando algo, hasta que detiene sus ojos en un lugar en específico y yo lo sigo. Es un restaurante de carne.

—Para dos. —se apresura a decir en cuanto se acerca un camarero.

—Muy bien. Síganme por aquí por favor.

Por dentro el lugar tiene unas grandes lámparas colgando del techo, el suelo se ve tan limpio y delicado que me hace sentir mal por estarlo pisando y las mesas tienen los asientos de cuero. Un cuero que no me extrañaría si fuera de verdad.

En cuanto nos sentamos cojo la carta del menú. Mis ojos brillan al leer la sección de hamburguesas y ese mismo brillo se esfuma al leer los precios.

—¿Qué desean beber? —pregunta el mismo hombre de antes con un dispositivo en sus manos.

—¿Qué cervezas tenéis? —hablo cuando sus ojos expectantes caen en mí sin importarme demasiado la impresión que pueda causar.

La cara asombrada del hombre cambia rápidamente a una de concentración mientras nombra unas marcas de cerveza que no he escuchado nunca.

—Utopías de Samuel Adams, Jacobsen Vintage Nº2, Cable Car Kriek Ale...

—La última. —interrumpo con una sonrisa corta.

—Otra para mi. —habla Eros con su mirada fija en mi.

El hombre se marcha y yo sigo leyendo los platos del menú, usando eso de refugio para no encontrarme con el azul de sus ojos directamente.

Al saber la hamburguesa que me quiero pedir levanto la cabeza volviendo a encontrarme con sus ojos en mi cara.

—Es de mala educación mirar tanto a la gente. —me alento a decir controlando el rubor de mis mejillas.

—Menos mal que me importa una mierda. —responde con una sonrisa que me eriza los pelos de la nuca. —¿Por qué no te quitas las lentillas?

—Porque no.

—Eso no es una respuesta. —suspiro mirándolo a la cara.

Su sonrisa ladeada provoca cada vez más revoloteos extraños en mi estómago. Él realmente es un demonio disfrazado de ángel.

—Me es más cómodo así, eso es todo.

—No me gustan.

—Pensé que te gustaban mis ojos. —le digo levantando una ceja.

—Eso era antes de verte sin ellas. —sus ojos vuelven a tener esa intensidad a la vez que me miran como si fuera lo último que existe. —Estás siendo muy egoísta al privar al mundo de poder verlos. Es como si prohíbes a alguien de que pueda ver el mar o el cielo. —hace una pausa bajando sus ojos a mis labios antes de continuar. —Una condena.

—Supongo que entonces no todos tendrán el privilegio de verlos. —bromeo queriendo quitarle peso a sus palabras, pero por su cara seria parece que no es muy partidario de ella.

—¿Ni siquiera yo?

—No. —respondo mirando a mi alrededor, buscando al dichoso camarero.

—Podemos llegar a un trato. —vuelvo a poner mi atención en él. Más bien en el piercing que sobresale cuando humedece su labio inferior. —Cada vez que te haga tener un orgasmo me dejarás verlos. —sentencia con una voz ronca formando un nudo en mi interior.

Mis mejillas vuelven a acalorarse y me aferro al asiento en un vago intento de recordar cómo respirar otra vez.

—¿Qué les gustaría de comer? —la voz del camarero a mi lado me hace pestañear sacándome de mi pequeño trance.

En cuanto pone las cervezas en la mesa mi garganta se seca.

—Una hamburguesa de la casa. —digo con una sonrisa forzada antes de dejar el menú a un lado y darle un trago a la cerveza.

—Lo mismo. —habla Eros frente a mí sin molestarse en mirar al hombre.

Cuando volvemos a estar solos el nudo vuelve a mi vientre haciendo que tenga que apretar mis muslos bajo la mesa.

—¿Eso es un si? —pregunta con una sonrisa sugerente.

—No. —le respondo cortante. Sus ojos me hacen un desafío que rechazo por el bien de mi integridad sabiendo quién será el ganador.

—Me sigues debiendo un beso que me pienso cobrar más pronto que tarde. —musita en una clara advertencia.

—Tu información no me ha servido de mucho.

—Es la única que tendrás. —responde moviendo sus hombros.

Haciendo caso omiso a lo que ha dicho vuelvo a abrir la boca.

—¿Érais muy amigos?

—Parecido a mi amistad con Trent. —su nombre hace que una ola de rabia cruce por mi cabeza ignorándola casi al instante.

No merece la pena.

—¿Eso es que si?

—Tal vez. —habla con una sonrisa ladina.

—Mmm. —respondo jugando con las puntas de mi cabello. Eso parece llamar su atención.

—Todavía tenemos que hacer algo con tu pelo.

—¿Seguís siendo amigos? Trent y tú. —hablo ignorando el hecho de sus insinuaciones sobre mi pelo.

—No lo sé. Ha dejado de hablarme desde vuestra última conversación. Supongo que no. —su tono de voz es bajo y su cara cambia a una más nostálgica haciendo que muerda mi labio con remordimiento.

—Lo siento. No pretendía arruinar vuestra amistad. —murmuro con una mueca. Él solo sonríe cambiando sus facciones a una menos aprensiva.

—No te preocupes por eso, tampoco éramos mejores amigos.

—¿Tienes de eso siquiera? —pregunto con una sonrisa divertida. Me toma desprevenida cuando asiente con la cabeza.

—Tu.

—¿Yo? —murmuro incrédula. Él vuelve a mover su cabeza. —Para eso tiene que ser mutuo, además no me conoces y yo a ti tampoco.

—Conozco a la perfección a lo que sabe tu coño, no creo que me quede mucho por saber de ti. —la cerveza se queda atascada en mi garganta haciendo que tosa varias veces. —¿Qué quieres saber de mi? —pregunta con una voz calmada acercándose más a mi sobre la mesa.

—No lo sé. —musito con las mejillas aún calientes.

Agradezco enormemente al tener la hamburguesa delante de mí, y sin ningún pudor empiezo a devorarla abriendo la boca hasta que me duele.

Aún así a duras penas consigo morder un trozo embarrando mi boca con la salsa, no puedo evitar soltar un gemido en el segundo bocado. Es lo mejor que he probado en años, si no en toda la vida.

Después mis ojos con curiosidad sobre el plato de Eros y los cuchillos que usa para comerse la hamburguesa. ¿Quién se come una hamburguesa así? Me digo dejando la hamburguesa en el plato para después coger una servilleta con mis dedos manchados, siendo consciente del desastre que he hecho en mi boca y parte de mi cara, pero no me siento incómoda o amedrentada por la diferencia de nuestras maneras al comer. Él a veces me hace sentir una comodidad extraña.

—Cásate conmigo. —habla de la nada sin una pizca de burla o duda en su voz.

Mi garganta vuelve a atascarse, esta vez con mi saliva, y le doy un rápido trago a la jarra de cerveza.

El azul de sus ojos parece intensificarse mientras me observa con esa misma firmeza de siempre.

—¿Qué?

—Me has escuchado. —responde con una voz más áspera que la anterior.

En ese momento parece recibir una llamada, su mandíbula se tensa al leer el nombre de la pantalla y luego se levanta yendo a la salida.

Su inesperada oferta sigue rondando por mi cabeza creando un cúmulo de sensaciones. No era una jodida broma, lo dijo de verdad. Iba en serio.

La hamburguesa frente a mi ya no se ve tan apetitosa como antes, pero de alguna forma me la termino comiendo intentando evitarlo a él y sus ojos lo más que puedo cuando regresa a la mesa.

Él no vuelve a decir nada más así que entre los dos ahora hay un silencio que bien puede cortarse con un cuchillo, y yo no tengo la valentía suficiente para sacar el tema o hablar de cualquier otra cosa. Él parece pensativo por lo que sea que le hubiera dicho la otra persona por teléfono. Sus músculos siguen tensos al levantarnos de la mesa e ir a donde tiene aparcado su coche.

Hago el amago de sonreír cuando me abre la puerta del coche. Quiero hablar, decirle algo por más estúpido que fuera a sonar pero mi lengua no se mueve, los latidos de mi corazón tampoco parecen estar de mi lado ahora mismo.


Vuelvo a fijarme en las letras del libro que han perdido todo el significado que tenían. Ponerme a estudiar teniendo sus ojos en la cabeza no ha sido una buena idea, pero estar lejos por lo menos me ha permitido poder pensar en nuestra salida, en su dichosa oferta.

Está más que claro que no lo dijo de verdad, solo está intentando meterse más en mi cabeza para conseguir su cometido. Si tiene que decir cosas para fingir un interés romántico que no tiene, lo hará. Él hará y dirá todo lo posible con tal de meterse hasta en las esquinas más recónditas de mi cabeza y saquear todo lo que encuentre allí.

El timbre de la puerta me hace soltar el bolígrafo que sostenía en mis dedos, y con un suspiro me levanto de la silla yendo hacia la puerta. Después me pongo de puntillas viendo quién está del otro lado antes de abrir. La verdad es que me hubiera ahorrado muchas cosas si hubiera hecho esto antes. Arrugo el ceño al ver a un hombre que no he visto antes con un uniforme azul.

—¿Le ayudo en algo? —pregunto observándolo a través de la pequeña ranura que he dejado en la puerta.

—¿Aubrey Jones?

—Si. ¿De parte de quién? —el hombre saca una hoja apoyada sobre una tabla de madera y un bolígrafo que me ofrece antes de hablar.

—Firme aquí, por favor. Es para una entrega.

Con dedos inseguros cojo el bolígrafo y escribo una firma falsa sobre el papel. Después el hombre se aleja y coge una caja anaranjada que me sostiene esperando a que la coja, cuando lo hago él se va y regresa con varias cajas más que pongo en el salón.

Todas de colores diferentes y con nombres que no leo hasta que mis ojos se detienen en las letras Chanel sobre una de las cajas y mi respiración se corta expectante a que mis dedos desenvuelvan el lazo negro que la decora.

—Esta es la última. —habla el hombre a mis espaldas. Con una sonrisa le arrebato el paquete y lo llevo junto a los demás.

—Un momento. —digo antes de que se vaya rebuscando algo de dinero en la billetera de mi bolso.

Adiós a lo que quedaba de nuestra paga mensual. Me reprocha esa voz antes de entregarle el billete de veinte dólares.

—Muchas gracias. —murmura con una sonrisa antes de cerrarle la puerta.

Mis dedos se mueven con rapidez deshaciéndome del lazo negro y abriendo la caja de Givenchy. Dentro hay más cajas. Abriendo una de ellas encuentro una sudadera negra, debajo hay un par de camisetas sencillas de color blanco, pero a lo que más le presto atención es a la talla. Incluso los pantalones y zapatos que encuentro son justos de mi medida.

Aquello implanta una luz en mi cabeza que no soy capaz de apagar en toda la noche y mi corazón palpita de forma salvaje con la probabilidad de esa idea convirtiéndose en una realidad.

Hoy no tengo clase, así que aprovecho para despertarme un poco más tarde de lo usual como consecuencia de mi insomnio de la noche anterior. Estuve toda la noche esperando a que volviera la sombra y me reprochara sobre mi otra "cita" con Eros, pero nunca vino y tampoco tuve noticias de Eros en el resto del día.

Recordar eso hace que el dulce del café se convierta en algo amargo, pero es entonces cuando caigo en cuenta de algo que pasé por alto ayer. Él me compró un jodido centro comercial sin siquiera pedírselo.

En mis labios empieza a formarse una sonrisa corta que no evito en dejar crecer. Tal vez no me esté molestando tanto jugar a este juego. Vuelvo a revisar por tercera vez en toda la mañana mi chat con él, buscando algún mensaje nuevo, pero no encuentro nada nuevo.

Pienso en ser yo la primera que le escriba dándole las gracias por la ropa, pero al final decido hacerlo en persona. Es una buena excusa para ir al campus más tarde, estar cerca de él y confirmar de que mis dudas son solo estúpidas suposiciones. Él no puede ser la misma persona. Me alento queriendo borrar esa luz que solo se hace más brillante.

Mis dedos comienzan a temblar y tengo que dejar la taza sobre la encimera. Después vuelvo a mi dormitorio y enciendo un cigarro que consumo a la vez que enciendo mi ordenador. La necesidad de encontrar más información sobre él es casi mayor que el miedo porque mis suposiciones sean verdad.

Me paso las siguientes dos horas buscando cualquier cosa que pueda usar a mi favor en redes sociales y en el campus virtual de la universidad, pero al final solo encuentro su horario académico y la fecha de los próximos exámenes.

Con un resoplido cierro el ordenador girando sobre la silla del escritorio. En ese momento escucho la puerta de la entrada cerrarse de un portazo. Extrañada salgo del dormitorio encontrándome a mi madre yendo a su habitación.

—Mama. —la llamo desde la puerta haciendo que se gire. Su cara tiene lágrimas secas y sus labios se fuerzan en poner una sonrisa al verme. —¿Qué pasa?¿Estás bien?

Ella parece pensar en algo antes de mover su cabeza y empezar a llorar. Mis brazos tardan poco en envolverla en un abrazo fuerte dejando que sus lágrimas manchen mi camiseta de tirantes.

—Me han echado del trabajo. —habla un rato después limpiando lo restante de sus lágrimas con la palma de su mano.

—¿Cómo?¿Por qué? —pregunto alzando un poco la voz a lo último.

—Recorte de personal. ¿Te lo puedes creer? Ni siquiera me avisaron con antelación. Nada más al llegar esta mañana me dieron la carta de despido y mis cosas. —habla con una voz amarga.

Mis labios se tuercen en una mueca a la vez que busco algo que decir, pero en mi cabeza solo hay dos palabras. Estamos jodidos.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro