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Aubrey

En la tarde del día siguiente todo sigue igual, lo único que cambia es que ahora en vez de morderme el labio inferior me muerdo las uñas estropeando aún más mis cutículas.

Después de poner la habitación patas arriba buscando y preguntado hasta el cansancio si alguien ha visto mis cosas lo único que me queda por hacer es esperar a que se haga de noche para hacerle frente. Fue él, no podía ser de otra forma, y esta vez no dudaría en acabarlo si hiciera falta. Al final de su estúpido juego solo quedaría uno en pie.

Miro la hora en el reloj, faltan veinte minutos para las ocho y quedé en verme con Trent a las ocho y cuarto.

Si voy a llegar tarde ¿Porqué no hacerlo oliendo bien? Maldigo internamente al no encontrar nada decente que ponerme bajo la ropa, lo único que me queda es llevar algo tan jodidamente sexy que le haga olvidar la ridiculez de ropa interior que llevara debajo. Con una sonrisa adornando mi cara voy al baño y deslizo mis ropas al suelo, las bragas tienen una mancha rojiza que me hace arrugar los labios en un mohín.

Una de las cosas que odio de mi menstruación es no saber cuándo va a llegar por la falta de síntomas y dolor, aparte de lo irregular que es. Cuando me meto bajo el chorro de agua caliente evito cerrar los ojos al sentir el agua caer en ese punto placentero de mi cabeza para no verlo.

No ha aparecido en clase en todo el día y tampoco he vuelto a verlo, aunque tampoco hace falta.

Durante el día mi cabeza se ha encargado de que estuviera ante mis ojos incluso abiertos, pero cuando los cierro los detalles de su cara se hacen más nítidos, casi como si estuviera frente a mí, y lo odio. Cuanto más le repito a mi cabeza que no debería de estar ahí más veces me lo pone de por medio, casi como una especie de castigo por ser él el protagonista de mis sueños cada vez que caigo dormida aunque no lo quiera.

La única persona por la que podría sentir algo es Trent. Los dos estamos construyendo algo bonito y no pienso dejar que mí estúpida curiosidad por él lo arruine. Porque eso es lo único que siento por el idiota de Eros y la única razón por la que está en mi mente. Por simple y pura curiosidad. Una que no quiero ni pienso satisfacer así tenga que imaginármelo hasta en los cereales que como a todas horas. Prefiero quedarme con las dudas antes que volver a encontrarlo cerca de mí.

Estando en mi habitación voy directamente al armario cogiendo lo que me pondré, un top transparente que deja ver el sujetador que realza mis tetas y una falda negra aplisada que bien podría tener el tamaño de un cinturón. No sé si sea buena idea teniendo en cuenta que luego me subiré a su moto, pero que más da. Tampoco sería la primera vez.

Cuando me dirijo a la puerta soy lo más sigilosa que los tacones me permiten para no irrumpir la siesta rutinaria de Alana. Ella se despierta hasta con el vuelo de una mosca.

Sabiendo que más tarde Trent me llevaría a casa en su motocicleta decido ir en autobús. El puente en ruinas que se encuentra en mitad de un parque abandonado se ha convertido en nuestro sitio especial, digamos que le da un toque particular a los atardeceres.

Veinte minutos después tengo a mis pies clavándose en el húmedo césped, el barro que mancha las puntas de mis tacones me recuerda el porqué siempre uso zapatillas para nuestros encuentros, pero todo pasa a un segundo plano cuando mis ojos se mueven por todo el lugar buscándolo sin conseguir ni rastro de él. Extrañada me dejo caer en uno de los bancos de madera y saco el móvil asegurándome de que efectivamente eran las ocho y diez minutos.

Muerdo mi labio inferior deteniendo mis ansias por llamarlo y saber dónde estaba. Él nunca llega tarde, nunca de los nunca. Tal vez esté recargando la gasolina de la moto. Me digo a mi misma para calmar mi desasosiego, cuando repetirme eso no es suficiente me levanto y empiezo a caminar siendo incapaz de disfrutar del olor del césped recién mojado por la lluvia y las distintas flores que, a pesar de ser un sitio abandonado, siempre se las arreglan para mantenerse en pie, pero no crecen muchas más. Una pena considerando todo el espacio que hay, está mal aprovechado.

Cuanto más pasan los minutos más aumenta ese mal presentimiento que me oprime el pecho, las oscuras nubes se juntan para empezar a dejar caer pequeñas gotas de agua, algunas caen sobre la pantalla del móvil haciendo que me sea más complicado entrar al chat que tengo con Trent.

Estoy un par de minutos escribiendo y borrando lo que escribo, no tengo ni idea de qué decirle y no quiero que mi inquietud me haga pensar mal o cabrearme con él. Las manos me empiezan a sudar con anticipación al ver los puntitos que indican que él está escribiendo, y al leer el mensaje tengo que sujetar el móvil con fuerza para que no se resbale de mis manos.

Trent: Lo siento, al final no voy a poder ir.

Pestañeo varias veces leyendo varias veces el mensaje.

Yo: ¿Por qué?

Respondo tan pronto como las gotas me permiten.

Mordisqueando mi labio espero una respuesta que nunca llega, la lluvia solo me hace recordar lo estúpida que he sido al venir, y lo estúpido que ha sido él. ¿Por qué no podía habérmelo dicho antes?

Sabiendo que no va a responderme le llamo un par de veces en las que su número me lleva al buzón. Aprieto los dientes tragándome una maldición y me doy la vuelta dispuesta a regresar a la parada de autobús.

Mi ropa está empapada y no puedo decir que los tacones son el mejor calzado ahora mismo. Me abrazo a mi misma en un vago intento de alejar el frío, rogando para que al día siguiente no despertara con un resfriado.

—Estúpida, estúpida Aubrey. —hablo entre dientes afianzando mi agarre. —Y estúpido Trent. —murmuro lo último sentando mi culo en el banco de metal que, por algún milagro de Dios, no se ha mojado. Eso o por el techo que cubre la parada.

No tardo ni un segundo en desbloquear el teléfono móvil al sentir un par de vibraciones, mi corazón comienza a latir con fuerza acompañando la esperanza que no hace más que aumentar mi desilusión al romperse en dos, porque la dueña del nuevo mensaje que recibo es Alana y no él diciéndome que se ha ido a la fiesta.

Por más que le dije que no era buena idea y que Eros era una pésima compañía ella no desistió de ir, poniendo como excusa que iría para curiosear un rato y que solo hablaba con Eros porque era su profesor de bioquímica.

No me lo creí del todo pero lo dejé estar con la condición de tener siempre un ojo encima suyo cada vez que viniera a casa. Cosa que no hizo desde la primera vez que lo vi, y cosa que agradezco mucho.

En realidad no lo agradezco porque no me importa una mierda lo que haga con su vida, por mi puede desaparecer y ni siquiera me daría cuenta.

La única respuesta que soy capaz de mandarle es un emoji con el dedo levantado, después vuelvo a entrar en el chat que tengo con Trent, y sin pensar demasiado pulso las diferentes letras del teclado táctil.

Yo: Sea lo que sea más vale que sea importante.

Tras eso guardo el móvil en mi pequeño bolso de mano y sigo esperando a que venga el también estúpido autobús. Pasando los minutos mi rabia y frustración crecen como una ola de mar amenazando con llevarse el poco autocontrol que tengo en estos momentos para no llenarle el buzón de llamadas pérdidas y el chat de insultos y maldiciones.

Buscando algo con lo que entretenerme le echo un ojo a la dirección en la que se haría la dichosa fiesta, queda cerca de la universidad. Mañana no tengo clase así que para mí hoy es viernes, y tengo dos opciones para pasar el viernes, o me quedo en casa haciendo rituales vudú a mi querido novio por dejarme plantada y volviéndome loca pensando en la sombra o voy a la fiesta con Alana y me pongo hasta el culo de alcohol.

En otro momento hubiese elegido la primera opción ahogando mis pensamientos en vodka mientras veo Mentes Criminales, pero no pienso gastarme ni un duro en alcohol y la botella de vino la acabé junto a Alana en nuestra última noche de chicas.

Así que solo me queda la segunda opción. En parte también por la intranquilidad que me da saber que va a estar en ese lugar ella sola. No me fío una mierda de ellos y por algo se dice que al enemigo es mejor mantenerlo cerca.

Antes de que pueda darme cuenta ya estoy marcando el número de un taxista aleatorio que no tarda más de cinco minutos en venir.

Por el bien de la integridad de mi cabeza ignoro la palidez de su rostro al decirle la dirección, mi cerebro no está para más enigmas extraños ahora mismo, ya tenía suficiente con saber que pronto estaría viéndolo de nuevo, y por una perturbadora razón que no quería saber mi corazón empieza a latir más que cuando vi a Channing Tatum por primera vez.

En un vago intento de alejar cualquier pensamiento sobre él le echo una ojeada a mi Instagram, tengo muchas notificaciones de mis publicaciones, entrando a mi perfil me doy cuenta de que alguien anónimo le ha dado me gusta a cada una de mis fotos y vídeos, incluyendo los ensayos de las canciones que tengo subidos. Pero al entrar en el perfil de la persona anónima no encuentro ningún dato o publicación, su foto de perfil es un círculo oscuro y su nombre de usuario se compone de números y letras sin sentido, solo tiene seis seguidores y yo definitivamente no voy a añadírmele a la lista.

Tal vez es un bot o alguien que está demasiado aburrido y quiere llamar la atención.

—Ya estamos aquí. —avisa el taxista al detener el coche.

Con una leve sonrisa le entrego un billete de veinte euros antes de abrir la puerta y salir del coche. Mi mandíbula queda suelta cuando la extravagante fachada del edificio se levanta ante mi. Las luces que se cuelan por las ventanas tienen tanta intensidad que si te quedas mirando por mucho tiempo tu visión empieza a ser una borrosa.

El jardín es sencillo, con flores y arboles de todo tipo decorando el caminito de piedras que da con la puerta principal, pero ningún ruido proviene de las paredes y sus ventanas no reflejan otra cosa que no sea la oscuridad del exterior.

Da la impresión de que dentro de esas cuatro plantas no vive nadie, pero al mismo tiempo la casa está muy bien cuidada, al menos por fuera.

El motor del taxi al marcharse me saca de mi pequeña ensoñación, mis pies se mueven automáticamente mientras en un intento de eliminar el nudo de mi garganta paso mis manos por la diminuta falda de cuero. El sudor es apenas distinguible de las pocas gotas que caen, pero ahí está. Solo espero que mi maquillaje siga intacto y no me haga ver como un panda.

Nota mental: ir a un baño antes de ser vista por nadie.

—Identificación. —demanda una voz ronca a mis espaldas cuando mis dedos están a pocos centímetros del pomo de la puerta. Aquí es donde mi nota mental se va de paseo.

Al darme la vuelta un par de hombres corpulentos me reciben. No hay un centímetro de piel que no tengan cubiertos por un traje negro, y sus rostros están sustituídos por una oscuridad con la que podían camuflarse con facilidad en cualquier sitio, sobre todo en una noche lluviosa como la de hoy. Supongo que son como los típicos porteros de discoteca encargados del perímetro, pero dan miedo como la mierda.

No creo que nadie que se los hubiera encontrado antes de entrar se atreva a hacer nada problemático dentro sabiendo las posibles consecuencias de eso.

Uno de ellos se acerca con un saco en la mano y un objeto extraño en la otra, teniéndolo más cerca puedo apreciar más los rasgos de la máscara que trae puesta. Sus ojos son dos huecos. Ladeo la cabeza buscando los agujeros inexistentes que se supone deben de estar en sus orificios. ¿Cómo pueden no asfixiarse?

—La identificación. Ya. —no me hace falta ver directamente a sus ojos para detectar lo hostil de sus palabras.

Con dedos algo torpes busco mi tarjeta de identificación dentro del bolso y se la entrego. Un escalofrío hace que suelte una exhalación cuando lo mete dentro del saco junto a los demás después de revisarlo sin mucho interés. Bien hecho Aubrey, ahora no tienes vuelta atrás.

—La mano.

—¿Qué? —musito con un torrente de preguntas aturdiendo mi raciocinio.

Casi puedo jurar ver cómo sus labios se retuercen en una mueca. Tras un parpadeo tengo mi brazo atrapado en la tela de cuero de sus guantes, lo único que puedo visualizar antes de que me suelte es cómo presiona el objeto extraño en la parte interna de mi muñeca dejando un ardor en esa zona.

Con la poca luz que hay apenas puedo ver los cinco símbolos formados por cortas líneas en un color rojo sangre.

Todo mi cuerpo se tensa poniéndose alerta en cuanto el otro hombre está a pocos centímetros de mí, sin embargo, al ver que solo se acerca para pulsar los botones de una pantalla al lado de la puerta me relajo considerablemente.

El pitido que aparece después me invita a cruzar el portón que separa el jardín con el interior de la casa, una invitación que acepto dudosa sabiendo que era tarde para arrepentimientos. El silencio ensordecedor que hay dentro hace que el nudo de mi garganta vuelva, siendo esta vez imposible de eliminar, y con ese nudo las dudas vuelven a dispararse causándome un leve dolor de cabeza.

A pesar de la poca luz puedo ver que frente a mí solo hay otra puerta más con los vidrios polarizados y unas columnas posando a su alrededor haciendo todo más excéntrico, como si no fuera suficiente con las esculturas de gárgolas que hay encima de las bisagras de la puerta.

Giro la cabeza a mi derecha cuando un carraspeo llama mi atención, es otro de ellos sentado en una silla detrás de un escritorio, a sus espaldas hay una estantería gigante con unos cajones que tienen un número en medio.

—El bolso, guapa. No tengo toda la noche. —me habla una voz femenina señalando con la cabeza el bolso que traigo colgado del hombro.

Es increíble lo mucho que pueden llegar a incomodar dos huecos vacíos. Armándome de valor inspiro una bocanada de aire y hablo afianzando mis dedos en la cadena de metal.

—No gracias, estoy bien.

—Son las normas. —refuta ella como si fuera algo de lo más obvio.

Tragándome mis palabras rebusco el móvil y el spray de pimienta dentro del bolso.

—Eso de ahí también. —añade en un tono jocoso señalando con el dedo las dos cosas que había cogido.

Mi mirada de tienes que estarme jodiendo no parece hacerla cambiar de opinión, y yo no tengo argumentos para contrarrestar sus estúpidas reglas, así que termino por entregárselo a regañadientes sin quitar mis ojos de ella en ningún segundo.

Cuando me aseguro de que mis pertenencias están guardadas bajo llave en uno de los cajones me doy la vuelta, pero antes de dar un paso su voz me interrumpe haciendo que tenga que girarme otra vez.

—Tu máscara. —levanto las cejas mirando el trozo de plástico negro que posaba encima de la mesa. —La vas a necesitar. —habla después, otra vez en es tono de voz queriendo recordarme algo que se supone ya debería de saber.

—Como sea. —murmuro por lo bajo tras colocarme la jodida máscara.

Es cómoda y casi imperceptible a pesar de que me cubre la mitad de la cara. Al abrir la puerta todo el ruido que ha silenciado desde fuera cae sobre mis tímpanos como una manada de elefantes corriendo haciendo que tuviera la urgencia de taparme los oídos. Sin embargo, al fijarme más en la vestimenta de la gente y su contraste con la ambientación opulenta de la casa por dentro mi molestia pasa a un segundo plano.

También traen la máscara negra y todo el mundo lleva prendas de negro o de cuero, aunque la mayoría están semi desnudos o con cosas transparentes dejando poco a la imaginación. Los camareros que se pasean por el lugar sosteniendo unas copas con alcohol encima de las bandejas son los únicos que visten medianamente decente, la música, lejos de ser algo típico que se usaría en una fiesta llena de jóvenes universitarios, es suave con un toque refinado.

A través de lo poco que la multitud me permite ver descubro lo más bizarro de todo. Los muebles están intactos en su sitio, ni un jarrón roto, ni una alfombra manchada de vómito, nada. Pestañeo varias veces asegurándome de que no me he metido en una especie de ilusión óptica hasta que siento a alguien a mi lado.

—¿Qué te apetece? Tenemos de todo. —pregunta un chico con un maletín lleno de todo tipo de drogas.

Presa de mi desconcierto e incredulidad abro los labios en una expresión que al chico le parece divertida. Ignorando su sonrisa lo rechazo y me voy a otro lugar esquivando a las personas que hay de por medio hablando o liándose entre ellas con una copa en la mano y a saber qué cosas en la otra.

Lo principal es encontrar a Alana y convencerla de regresar conmigo a casa si es que no lo ha hecho ya. Más que una fiesta este lugar parece ser un sitio en el que la gente aprovecha para ponerse hasta el culo de sustancias y charlar. Y por cómo se tocan algunos, para hacer otras cosas que ya sabemos también, pero eso es lo de menos. No sé cómo ni quién la convenció de venir, ya de por si es alguien que no tiene mucha vida nocturna.

En ese momento su nombre se me viene a la cabeza suplantando cualquier otro pensamiento racional que tenga en mente y trayendo consigo unos retortijones desagradables en la boca de mi estómago. No quiero verlo cerca de Alana, él es mala influencia hasta para Satanás, y no saber qué es lo que quiere de Alana. De nosotras. Es una carta que juega muy a su favor para enloquecerme. Como si no fuera suficiente con el jodido fantasma que tengo encima todas las noches.

Resoplando cojo una copa de uno de los camareros que pasan por mi lado y la termino de un trago. Arrugo los labios en un mohín al sentir el alcohol bajar por mi garganta. Mierda, eso no es champán, es vodka. Y uno jodidamente fuerte además. ¿Quién demonios pone el vodka en una copa así? Esta gente está mal. Céntrate.

Examinando por qué parte de la casa comenzar a buscar primero muevo mis piernas hacia una puerta transparente que da a un patio trasero y una piscina. Hasta que veo una cabeza girar por un pasillo y mis pies se estancan en el suelo.

—¡Trent! —vocifero antes de comenzar a seguirlo lo más rápido que los tacones me permitien.

Esquivando a la gente que se me pone de por medio lo sigo llamando dejándome la voz por el camino, pero en ningún momento se detiene o se gira para verme y eso me hace apretar los puños a cada lado. La idea de que me hubiera dejado plantada para venir a este sitio se asienta en mi cabeza como un mantra por más estúpida que fuera.

Suelto una maldición por lo bajo cuando lo pierdo de vista por culpa del tumulto de gente que hay en la sala en la que sin darme cuenta he aparecido. Todos parecen estar observando algo que hay en medio con mucha atención, y como no puede ser de otra forma me uno al grupo.

Casi me atraganto con mi propia saliva al ver a una rubia desnuda y arrodillada en el suelo recibiendo las brutales estocadas que un chico castaño con mechas rubias y con tatuajes, también desnudo, le da mientras sujeta su cabeza cogiendo un puñado de su pelo y balancea con fuerza sus caderas ignorando que la chica no pueda con su longitud. Los dos están metidos en una caja de cristal siendo conocedores del público que tienen, aunque no creo que les importe demasiado.

Luego estrecho mis ojos en el chico. Lo he visto antes en la cafetería junto a Eros, así que él tiene que estar por aquí cerca. Tal vez es el próximo. Siendo tan amigos no me extrañaría que tuvieran los mismos fetiches raros.

De un momento a otro el chico se detiene y aleja a la chica para después tirarla al suelo bruscamente y darle la vuelta dejando su trasero al aire. La caja está insonorizada, pero las muecas de dolor que la rubia hace y las lágrimas que se deslizan por sus mejillas cuando de golpe él introduce su miembro por su recto sin lubricarlo ni estimularlo antes me hace girar la cara con rapidez y un cosquilleo desagradable recorre mi cuerpo.

Es en ese momento cuando tropiezo con unos ojos azules que comienzan a instalarse en mi cabeza de forma permanente. Al igual que el chico dentro de la caja él no lleva ninguna máscara ocultando su rostro, y no sé si lo agradezco o lo maldigo. Su manera de mirarme ya no es como la que yo a duras penas conozco, ha cambiado a una mucho más intensa, una que guarda secretos que no debo saber, pero que por alguna razón quiero descubrir y ser partícipe de ellos.

Como si se hubiera dado cuenta del torbellino de contradicciones que sus ojos causan en mi persona me guiña el ojo con una sonrisa corta antes de desaparecer por el pasillo contrario por el que yo vine.

Pestañeo un par de veces al darme cuenta de que lo había seguido con la mirada. Céntrate. Vuelvo a repetirme con inquina mientras salgo de aquella sala.

—Necesito encontrar a Alana y salir como la mierda de aquí.






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