Capítulo 10

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«Al día siguiente, a comparación de otras veces, el cuento tuvo lugar en la mañana, cuando Violeta y Peter, los hijos de Flox,  pasaron por las niñas. 

Pétalo trataba hacer que las niñas se pusieran las capas, pues hacia un frío horrible; Clío también las seguía, ella con guantes y gorros. 

-Creo que hemos llegado en mal momento, ¿no es así? -Peter preguntó, entrando al jardín. 

-¡Nos quieren obligar a ponernos eso! ¡Y no queremos! -Reprochó Lili, corriendo de un lugar a otro. 

-¡Niñas, niñas! -Les llamó Clío, sin saber a que chica dirigirse. 

-¡Lili! ¡Iris! ¡Hagan caso a la tía Vi! -Dijo Vainilla, saliendo de la casa-. Tengo que llevarle el desayuno a Jim... Tal vez, tarde más de lo usual; visitaré a los abuelos. 

-¡Prometiste contarnos la historia cuando llegaran Peter y Violeta! -Reprochó Iris, aceptando su derrota con las hadas y poniéndose la capa. 

-¡N-no hay problema! -Se apresuró a decir Violeta. Sus mejillas sonrojadas a causa del frío y la vergüenza la hacían tener un aspecto realmente adorable e indefenso-. Podemos oírla después de clases... 

-¡Uy! Yo no podré después de clases... -Recordó Peter-. Tengo partido contra el equipo de Max. 

-¿Ah? ¿No era el de Roseto? -Pregunta Iris decepcionada, pues no podría ir a ver a Max. 

-No. Recuerda... Te dije ayer, cuando... 

-Niños, no agobien a Vainilla -rió Grisam, saliendo de la casa-. Entren, aún falta más de treinta minutos para que se vayan, y terminarán cogiendo un resfriado al estar ahí. 

Susurrando un "gracias" Vainilla salió de la propiedad y procedió a ir hacia el trabajo de su marido. 

-Eso es injusto... -Renegó Lili, ya adentro de la casa. 

Clío y Pétalo, quienes ya había cumplido su misión de poner sus prendas de invierno a las niñas, fueron hacia la cocina para ayudarle a Pervinca. 

-¿Qué es lo que les molesta en realidad? -Preguntó Grisam-. No necesitamos a Babú para la historia hoy. Recuerden, ayer les dije que yo tendría mucho protagonismo. 

-Eso no tiene nada que ver, tío Grisam -rió Iris-. Mi mamá no podrá contarnos la historia porque se fue. 

-Creo que el tío Grisam quiere decir que él contará la historia -dijo Peter. 

-¿En serio? ¿La tía Babú no se molestará por hacer eso? -Preguntó Violeta preocupada. 

-Ella personalmente me dio el permiso de hacerlo -guiñó un ojo, antes de ir a sentarse-. De acuerdo. ¿En dónde se ha quedado...?» 

Esa misma noche, en la que raptaron a Pervinca, no podía dejar de pensar en qué había pasado. 

¿Quién la pudo haber raptado? 

-¿Hijo? ¿Puedo pasar? -Preguntó mi madre desde afuera de la habitación. 

Suspirando, me levanté de mi silla y fui a abrirle la puerta. 

-Hola... -Murmuró. Tenía en sus manos una pequeña bandeja con un vaso de leche y unas galletas a su lado-. Te traje algo para cenar. 

-Mamá, ya no soy un niño... -Dije, riendo un poco. 

-Yo... He pensado que querrías que las compartiéramos como antes -susurró, observando la bandeja. 

Sabía a dónde quería llegar con todo esto, pero yo no estaba de humor para hablar; al contrario, quería estar solo en mi habitación para pensar en lo ocurrido. No podía dejar de sentirme culpable por lo que le había ocurrido a Pervinca.
Sus últimos gritos resonaban en mi cabeza. No lograba pensar en otra cosa, pues aparecía de repente Vainilla. Sus ojos rojizos y ligeramente hinchados a causa de su llanto, me hacían sentir peor. Odiaba verla así, destrozada y vulnerable. 

Había sido mi culpa que le arrebatarán a su hermana... Por segunda vez. 

-No es tu culpa, Grisam -mi madre pareció leer mi mente, pues entró en acción. 

-Dije que era seguro salir, y que estaba bien -objeté-. Y, sin embargo... 

-Todo el mundo se equivoca, hijo. 

-No a tal punto para que te roben a tu novia, y destrozar el corazón de su hermana -dije, alzando los ojos al techo. 

Ella rió un poco. Tal vez quería hacer desaparecer la tensión que había en ese momento. La observé durante unos segundos; lucía más cansada de lo normal, y parecía querer hablar conmigo a pesar de eso. 

Suspirando, la dejé pasar a la habitación. Una pequeña sonrisa apareció en su rostro. 

-¿Vas a querer una? -Preguntó, tendiéndome la bandeja. 

-No -respondí de inmediato-. Quiero decir, ahora no. No estoy de humor.

-No comiste nada cuando regresaste, Grisam -recordó-. Y ahora pasan de las tres de la mañana y sigues igual. 

-No creo que al tío Duff le diera hambre cuando el enemigo le arrebató a su prometida -mascullé, mientras me iba a sentar a una silla cercana al escritorio. 

-No estamos hablando de tu tío -suspiró-. Aunque, ahora que lo mencionas, él y tu padre regresaron hace unos minutos... -Me giré al instante hacia ella. 

-¿La han... 

-No. -Respondió, haciéndose lugar en mi cama- Solamente venían a decir que Jim tenía razón. Hay mucho movimiento en los bosques, al igual que robos. 

-¿Han ido a visitar a Shirley...? -Pregunté. Ella podía saber algo. 

-Sí -asintió-. Fueron a su casa... Aseguraron el tema del movimiento, y agregaron que había huellas de caballos en las mañanas. 

-¿No son los suyos?

-No -decepcionada, suspiró-. Dijeron que no dejan a sus caballos afuera de los establos durante la noche... Ahora Shirley está en casa de los Cordibock. Se quedará en el pueblo unos días, hasta que sepamos con exactitud qué está pasando en... 

-¿Que no es lo suficientemente obvio? -Pregunto con ironía-. Es claro que Él ha vuelto. Él ha sido quien se llevó a Pervinca. 

-No podemos tener decisiones tan apresuradas. Puede ser que...

-Mamá, sabes que tengo razón. -La observé unos instantes a los ojos, antes de apartar la mirada- Está más claro que el agua; el enemigo volvió. 

Ella no dijo nada, solo guardó silencio y me vio con lástima. Odiaba esa mirada en su rostro. 

-Tengo que ir a visitar a Babú -dije, tomando algunas cosas. 

-¿Eh? Pero, Grisam... ¡Pasa de media noche! Estará dormida, ella es bruja de la luz -me recordó. 

-Vainilla es su hermana, mamá -dije, caminando a la salida de mi habitación-. Ella estará despierta. Y sino, hablaré con Jim... O con quien esté con ella. 

-¡No dejaré vayas solo! -Dice, saltando de la cama-. Puede pasarte algo. En el último ataque estuviste muy involucrado... ¿Y si el enemigo va tras de ti? 

-¿Y si el enemigo va tras Babú? -Pregunté, antes de salir-. ¡Quédate cerca del radio, utilizaré el de Cícero si pasa algo! 

No pude oír con claridad a mamá, pues ya estaba en la primera planta. 

Tomando uno de los cuadernos de nota que había dejado en el estudio de mi tío, salí de la casa y me dirigí al hogar de las gemelas. 

Durante el camino, no podía evitar preguntarme el por qué de lo que estaba pasando. ¿Por qué el enemigo había vuelto? Mejor dicho, ¿cómo es que volvió? 
Estábamos seguros de haber acabado con él. Estábamos seguros de que la paz podría reinar nuevamente en el valle... Pero no. Él volvió a atacar, llevándose consigo a Pervinca. ¿Quién podría ser el siguiente? 

Al llegar a la casa de la familia Periwinkle, golpeé con los nudillos un par de veces la puerta. 

-Vamos, Vainilla. No puedes estar dormida... -Murmuré con desesperación. Mi madre tenía razón,  pasaba de media noche. Claramente eran más de las cuatro de la mañana. 

Empezaba a inquietarme. Toqué una vez más la puerta, con la esperanza de que alguien abriera. 

-¿Grisam? 

Alcé la cabeza hacia la ventana de las chicas. Jim se asomaba por esta, y tenía el ceño fruncido. 

-¿Qué haces aquí? -Preguntó. 

Me le acerqué volando. 

-Abre más la ventana -murmuré-. Tengo un plan que, posiblemente, le guste a Vainilla. 

-Ella no está aquí -respondió, mientras hacía lo que dije. 

-¿Qué? ¿Cómo que no está? -Pregunté una vez dentro-. ¿Le ha pasado algo? Jim, tenías que habernos dicho. Nosotros... 

-Ella no está aquí, está en la cocina -alzó los ojos al techo, antes de reír un poco-. Dijo que quería un vaso de agua.

-Si ella está abajo, ¿por qué no me abría...? 

Como si nos estuviera oyendo, Vainilla entró corriendo a la habitación 

-¡¡Jim!! -Chilló-. ¡¡Alguien estaba tocando la... -Calló justo cuando me vio. 

-Era Grisam -respondió Jim, apuntándome con el pulgar-. ¿Estás bien? -Preguntó. 

-Pensé que... Ay, santo cielo... -Suspiró, sosteniéndose el pecho-. ¡Me metiste un gran susto, tonto! -Reprochó, lanzándome un almohadón. 

-¡Ay! ¿Qué te pasa? -Pregunté, esquivándolo-. Terminarás despertando a todos. 

-No hay nadie más aquí -respondió Jim-. Su madre salió hace unos minutos para ver si encontraba a Cícero. Vainilla y yo nos hemos quedado aquí... 

Ella negó, como si tratara de organizar sus ideas. 

-Bueno, pero, ¿qué haces aquí tan noche? -Preguntó-. Pensé que estarías dormido, o que acompañarías a tu tío para buscar a Vi...

-No me han dejado salir -suspiré-. Sin embargo, como le dije a Jim, tengo un plan que, posiblemente, te guste... Es para salvar a Pervinca.

Ella guardó silencio durante unos largos segundos.

-De acuerdo. Te escucho -se cruzó de brazos.

Sonreí.

Operación Pervinca, fase uno. 

 «-¿Niños? ¿Qué hacen aquí todavía? -Preguntó Pervinca, entrando a la sala-. ¡Deberían estar en la escuela ya! 

-Papá nos está contando la siguiente parte de la historia, mamá -explicó Lili-. Continúa, papá. 

-¡Sí, continúa tío! -Apoyó Iris, sonriendo. 

-Uy, creo que tendremos que cambiarlo para mañana... -Lamentó Grisam, viendo la hora-. Pervinca tiene razón, faltan menos de diez minutos... 

-¿¡MENOS DE DIEZ MINUTOS!? -Preguntaron alarmadas las pequeñas hadas, quienes también se habían agregado durante la historia. 

-¿Qué? ¿Tan pronto? -Preguntó Violeta, decepcionada-. Yo quería seguir escuchando... 

-Me ha dejado en suspenso -Peter admitió, yéndose a despedir de los padres de Lili-. Adiós, señores Burdock. Vamos, Violeta... Las esperamos afuera, chicas. 

-Gracias por la historia, señor Burdock -agradeció la pequeña, antes de salir de la casa, tomada de la mano de su hermano. 

-¿Ya nos tenemos que ir de verdad? -Preguntó Lili-. ¿Tan pronto? 

-Sí, Lili -rió Grisam-. Pétalo, Clío, cuídenlas. 

-Sí, señor Burdock -asintieron las haditas, antes de salir junto con las niñas. 

-Parece que te llevas bien con los niños, ¿no? -Pervinca sonrió, sentándose a un lado de su marido. 

-Son el futuro de Fairy Oak, Pervinca. Son nuestro futuro». 


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