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"La suave brisa y el olor a tierra mojada hacían que me estremeciera, pero esta sería la última vez que me sentiría así"

Las vacaciones habían llegado a su fin y yo tenía que volver a la universidad. Para mí era algo bueno, me encantaba aprender y conocer cosas nuevas, pero tenía otra razón, y era alejarme de mí padre, estando a su lado me sentía agobiada, era como literalmente estar atrapada. Trataba de verme feliz. No podía permitir que los demás se preocuparan por mi, ¿estaba siendo egoísta? No, yo no lo veía así, solo reservaba mis sentimientos.

Despertar temprano era parte de mi rutina diaria, a veces salía a correr, otras veces me quedaba en casa entrenando, cuando no me sentía con ánimos simplemente leía un poco, esto hasta que se acercara la hora de vestirme para irme a la universidad.

Para los demás yo tenía una vida envidiable, para otros no. Ser parte de una mafia no era el estilo de vida que yo quería. Anhelaba escapar de casa y alejarme de todo, pero la mala suerte acompañaba a mi alma.

Luego de prepararme, bajar a desayunar en familia era lo siguiente en mi lista. Solo podía articular un "buenos días", ya que mi padre no permitía conversaciones mientras comíamos. El ambiente en la mesa era horrible. Mi madre temblaba y si cometía un error lloraba, mis hermanos  ya estaban hartos de tanta presión y silencio y yo, odiaba ver el rostro amargo de mi padre, así que básicamente la hora del desayuno era una hora de tortura para todos.

Al terminar pedí permiso para retirarme. Subí a mi auto y mi destino era la universidad, por suerte había llegado unos minutos antes de la primera clase. Al llegar noté que habían estudiantes nuevos, sus ojos se posaron en mí y en mi auto, pero aquella ocasión no se alejaba de tantas otras.

Desde la lejanía pude observar a mí mejor amiga Irina correr hacia mi. Tenía la misma edad que yo, pero a veces actuaba como una niña, era enojona, pero muy natural, divertida y aventurera, le encantaba ir de comprar y hablar de chicos, aún esperaba a su príncipe azul, pero hasta ahora solo le habían tocado imbéciles, de esos que solo se acercan a las chicas por su posición social. Ella no merecía eso, era una chica confiable y dulce, por eso desde el último chico que estuvo con ella, decidí que al próximo le haría una investigación a fondo.

También estaban esos chicos que solo la querían por su físico, después de todo, Irina tenía un cuerpo esbelto, un hermoso cabello anaranjado, ojos pequeños color avellana y una radiante sonrisa.

Recuerdo que nos conocimos gracias a nuestras madres, las cuales eran grandes amigas cuando estudiaban. Ambas quedaron embarazadas el mismo año, pero Irina nació un mes antes que yo. A veces cuando la regaño me recalca que ella llegó primero y que por ende es mayor. Todos dicen que se comporta como un bebé, pero en situaciones serias cambia totalmente.

Vi como había llegado a mi lado, pero no pude articular un buenos días, ya que se había lanzado encima de mi, haciendo que ambas nos desplomaramos en el suelo.

—¿Te quitarias de encima? —le dije rodando los ojos.

—¿Ni siquiera un buenos días? —se quejó haciendo un puchero.

—Sabes que te lo iba a decir antes de que actuaras como los gorilas cuando tienen hambre.

—No puedo decir nada en contra de eso.

—Lo sé, señorita Sóbolev.

—No me llames por mi apellido, sabes que no me gusta.

—Lo hice para que te movieras, pesas demasiado —dije burlandome.

Ella me miró indignada y se levantó, pero me estrechó su mano para ayudarme.

—Con amigas como tú, ¿para qué enemigas? —refutó cruzando sus brazos y mostrando una cara de enojo.

—Oye... —iba a decirle algo, pero me distraje al ver dos figuras masculinas, muy parecidas a nuestros mejores amigos.

Irina y yo caminamos hacia ellos y al acercarnos lo suficiente los vimos, Iván Alekséyev, un chico de 20 años, con mentalidad de 15, era un chico alegre y cariñoso, siempre estába lleno de energía, incluso en situaciones desastrosas, siempre positivo y dispuesto a ayudar a los demás, pero cuando se trata de su relación amorosa, se vuelve negativo. Siempre tuvo buena musculatura, cabello negro azabache y unos ojos azules cautivadores, muchas chicas intentaban hablarle, pero el siempre fue muy tímido.

Justo lo contrario de Nikolai Korovin, su novio de 21 años, pero con mentalidad de 40, siempre fue un chico reservado y frío, además de tenaz. No era de muchas palabras y eso sumado a su mirada, te hacía sentir pura agonía. Su cabello rojizo como el fuego, desprendía rebeldía con tan solo verlo de reojo, acostumbraba a usar vendas en sus manos, ya que practicaba boxeo.

Y en definitiva mis amigos no eran normales, a Iván lo conocí hace 8 años en una reunión, tuvo un problema con un chico y yo fuí quien lo ayudó, desde entonces somos amigos.

A Nikolai por el contrario lo conozco desde hace 11 años, nuestros padres son socios y amigos por así decirlo, entrenabamos juntos y íbamos juntos a reuniones, en aquel entonces no sabría decir si éramos amigos, pero con el tiempo todo se fortalece y ahora ya no pongo en duda nuestra amistad.

—Alyona, Irina, ¿cómo están? —dijo Iván abrazándonos.

—Estamos bien, ¿y ustedes tortolitos? —dijo Irina con mirada picarona.

—No lo digas tan alto, alguien puede escucharte —dijo Iván nervioso, mientras que Nikolai estaba de lo más calmado.

Y no es dato nuevo, ambos son pareja, si, una pareja homosexual, a Irina y a mí no nos importa eso, pero a los demás si, los padres de Iván son comprensivos y se dieron cuenta de inmediato que a su hijo no le gustaban las chicas, no les molestó en absoluto, pero pidieron discreción, ya que las paredes tienen oídos y si eso sale a la luz, la familia Alekséyev se irá a la ruina.

Para Nikolai es todo lo contrario, el es quien manda en su familia, obviamente todos están en contra de su decisión y su madre le consigue citas a ciegas con chicas de familias influyentes, a las cuales envía a su hermano menor en su lugar.

—Lo siento —susurró Irina agachando la cabeza.

—No pasa nada, solo ten más cuidado, ¿si? —dijo Iván y Irina asintió con la cabeza.

—Mejor entremos —dije yo—, solo quedan 3 minutos antes del timbre.

Entramos a la universidad, miramos nuestros horarios y a todos nos tocaba algo distinto, nos despedimos y cada uno se fue a sus clases.

Yo aún necesitaba sacar unos libros de mi casillero, por lo que me quedé sola en el pasillo, busqué mis cosas y caminé a mí clase, pero al doblar por un pasillo, sentí un fuerte golpe en la cabeza y caí al suelo.

—Lo siento —dijo una voz masculina— No me fijé por donde iba, ¿estás bien? —me preguntó y me ofreció su mano para levantarme.

Por el acento del chico sabía que no era de aquí, claro, como alguien en esta universidad para niños mimados pediría disculpas por hacerte caer.

¿Pedir disculpas?

Usualmente te echan la culpa, sin haber sido tuya. Por eso me sorprendí bastante.

—Está bien, no me pasó nada —dije levantandome.

—Me alegro —dijo y miré su rostro.

¿Un niño?

En definitiva era un niño, no debía de tener más de 15 años.

—¿Puedo preguntarte algo?

—Si —dijo el mirándome extrañado.

—¿Cuántos años tienes?

—Emm, tengo 14 años.

—Gracias por responder, es solo que se me hacía raro ver a un niño en la universidad y por tu acento puedo notar que no eres de aquí.

—Tienes razón, soy de Estados Unidos, vine aqui a hacer el papeleo de mi hermano, él es quien vendrá a estudiar aquí.

¿Papeleo? ¿Estados Unidos?

Desde cuando Rusia se había vuelto tan amable para aceptar gente de Estados Unidos, pero peor aún.

¿El menor le hace el papeleo al mayor?

¡Ridículo!

—¿Por qué haces tú el papeleo? ¿Y tus padres?

—Ellos me enviaron antes para preparar todo, aún están en Estados Unidos.

—Entiendo, ¿puedo saber tu nombre?

—Si, soy James Oldson, mucho gusto —dice muy educadamente. Hay muchos estadounidenses amables y educados, pero aquí en Rusia los hacen ver como malas personas, yo no estoy de acuerdo con eso.

—Es un gusto James, soy Alyona.

—Tienes un hermoso nombre.

—Gracias —digo un poco avergonzada-. Entonces James, ya que me hiciste perder mi clase —dije un poco seria y el agachó su cabeza— ¿Qué tal si me invitas algo de tomar?

—Claro, sería un honor, pero mis guardias no me dejaran, tienen órdenes de traerme a la universidad y llevarme a casa.

—Umm, escapemos —dije yo sujetando su mano y corriendo hasta salir de la universidad, subimos a mí auto y yo aceleré, a lo lejos pude visualizar los guardias de los que hablaba, me pareció divertido, ya que no se dieron cuenta de nada.

—¿Estás loca? —me gritó y yo me sorprendí.

—Puede que un poco si.

—Esto es como secuestrar a un mafioso.

—¿Eres de la mafia? —le pregunté sorprendida y curiosa.

Él se mantuvo en silencio todo el rato, hasta que llegamos a un Starbucks, yo me bajé y abrí su puerta.

—Lo siento, seguro no querrás ir a tomar algo conmigo.

—¿Por qué dices eso?

—Porque vengo de una familia de mafiosos, pero la verdad es que no me gusta mi vida y quisiera una vida normal —dijo y me recordó a mí, siempre he anhelado alejarme de la mafia y este chico es como yo.

—Ven —dije yo y nos adentramos al local, enseguida una mesera nos atendió.

—Un zumo de naranja —pidió el.

—A mí un descafeinado.

La mesera se fue y yo miraba a James, no sabía si decirle que yo también era parte de una mafia, por un lado dudaba y por otro sentía que podía confiar en el.

¿Confiar? Apenas le conoces.


¡Vaya! Hace mucho no te escuchaba.


Es porque estaba de vacaciones.


¿Vacaciones?


Si, ¿algún problema?


No sabía que los subconscientes tomaran vacaciones.

Ser tu subconsciente es un trabajo difícil y sin paga.


Deberías renunciar.

Si pudiera ya lo hubiera hecho.


Estoy indignada.


Lo sé, pero volviendo al tema, te recomiendo no confiar tanto en el chico.


¿Por qué?

Solo hazme caso.


Esta bien.

—James tú... —iba a decir algo, pero me interrumpió.

—Lo siento mucho, seguro te desagrada estar con alguien que viene de una familia de asesinos.

—James...

—No, no digas nada, sé que quieres que me vaya, me iré.

—¡James! Déjame hablar —exclamé ya cansada de que me interrumpiera— Yo también vengo de una familia de mafiosos —dije y el abrió los ojos sorprendido, estaba a punto de decirme algo, pero la mesera volvió con nuestros pedidos.

—¿Eres mafiosa? —me preguntó cuando la mesera se fue.

—Si y no.

—¿Qué quieres decir?

—Provengo de una familia de mafiosos, pero tampoco me gusta, yo también deseo una vida normal.

—Somos iguales.

—Así es, creo que se cuentan con una mano, los mafiosos que quisieran una vida normal.

—Tienes razón, en Estados Unidos tengo algunos amigos que también están en el negocio y a ellos les encanta la vida que tienen.

—Así son las cosas, entonces, ¿qué tal si me cuentas un poco de ti?

—Pues uno de mis sueños era viajar a otro país.

—Eso es genial, estás en el mejor lugar, Rusia -dije yo sonriendo, pero a él le cambio la cara.

—Si, Rusia es un país hermoso, pero mi primer viaje tuvo que ser para preparar el papeleo de la universidad de mí hermano, el cual también se va a casar.

—¿Se casara estando en la universidad?

—Así es.

—¿Cuántos años tiene?

—Tiene 21, pero no se casará por su propia voluntad, nuestro padre tiene un socio aquí en Rusia y comprometió a su única hija con mi hermano.

—Eso es horrible, espera... —dije y empecé a recopilar información. El padre de James tiene un socio aquí en Rusia, ese socio tiene una hija y la única familia de mafiosos que tiene una hija es la mía.

—¿Qué pasa?

—James, ¿te sabes el apellido de esa familia?

—Si, si mal no recuerdo son los Vólkov.

Y ahí fue cuando mi mundo se vino abajo.

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