El chico misterioso🥷

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La hierba se sentía fría bajo mis pies.

Caminaba sin rumbo por aquel inmenso océano verde como un barco a la deriva. La sensación de mareo y el malestar en mi estómago estaban retornando después de mi carrera.

—¿Estás bien, linda? ¿Quieres que te acompañe?

  Di un respigo al escuchar una voz susurrante. Traté de enfocar a la figura parlante a mi lado pero su cara era una mancha borrosa. Por el uniforme escolar, el pelo rojizo y un aura negativa, pude reconocer a "Light Yagami", el personaje que charlaba con Melisa y su novio en la fiesta.

—No gracias, no quiero morir todavía —murmuré, haciendo referencia a su particular estilo de matar en la serie.

—Qué graciosa eres —Me sujetó el brazo—. Perece que no te sientes nada bien. Te voy a hacer compañía.

  Intenté liberarme de su agarre pero su mano aferraba mi brazo como una tenaza.

—Suéltame… Yo sola me hago compañía.

El muchacho reía por mis pobres intentos de desembarazarme de él.

  Me apresó la cintura entre sus brazos y me acercó peligrosamente a su cuerpo.

  Mi corazón comenzó a latir muy deprisa ante lo horrible de la situación. ¿De veras los otakus podían hacer este tipo de cosas? Fue el único pensamiento absurdo que me cruzó la mente antes de que el chico se apartara de mí de forma brusca.

  Al verme libre, caí sobre mis rodillas y vomité sobre el pasto el escaso contenido de mi estómago. El broche de oro de esta horrible noche.

  No podría decir qué sucedió delante de mí porque mi mundo era un tiovivo giratorio. Me pareció escuchar un forcejeo y unos pasos que se alejaban corriendo, y lo siguiente que supe es que alguien pasaba mi brazo alrededor de sus hombros y me colocaba en la posición más erguida posible.

—Tranquila. —Su voz, a diferencia de la anterior, me inspiraba paz—. Es la 37, ¿verdad? ¿Tu cabaña?

  "¿¿Cómo lo...??" La reflexión se me quedó a medias. En ese momento lo único que deseaba era una cama donde yacer por los próximos tres días.

—Sssí, es esa —atiné a decir.

   Llegamos a la entrada de la cabaña y el individuo tuvo que tomar las llaves del bolsillo de mi chaqueta, porque mis manos eran inútiles.

  Al entrar me invadió una reconfortante sensación de calor. La persona me guio con cuidado hasta la cama más cercana y me ayudó a sentarme. Con esmerada paciencia, fue quitando uno a uno los pasadores que sujetaban la peluca. Elevó mis fríos pies con delicadeza para colocarme en línea con la cama y me cubrió con la colcha.

  Unas lágrimas comenzaron a correr por mi rostro sin que pudiera reprimirlas.

—¡Perdóname mamá! ¡Perdóname papá! —comencé a decir entre sollozos—. Lo siento, de verdad. Yo no quería emborracharme.

—No hiciste nada grave. —Una aterciopelada voz me arrullaba desde las sombras.

—Lo siento, Javier… de verdad —seguía diciendo sin poder contener las lágrimas que fluían a raudales, mientras una cálida mano me acariciaba la frente.

La persona me calmaba con palabras dulces, y poco a poco, me fui desvaneciendo entre las sombras del sueño.
                                                                                                    ********

   —¡¡¡Claudia!!!

   El grito me catapultó desde el mundo onírico hasta la realidad. Mi cabeza era un pesado bloque que no podía levantar de la almohada.

—¿Qué pasa? —alcancé a decir, mientras mis ojos trataban de adaptarse a la explosión de luz y lograban vagamente discernir cuatro rostros a mi alrededor.

—¡¿Cómo que qué pasa?! —dijo una inconfundible voz alterada—. ¡Que te emborrachaste y te escapaste por la ventana del baño! ¡Eso es lo que pasa!

—¡Nora, no le grites! Acaba de despertarse.

—Es verdad, Nora. Relájate. A lo mejor fue por eso que se escapó ayer.

—¡¿Perdona?! ¡¿Me estás echando la culpa?!

—Solo estoy diciendo que te calmes, nada más.

Escuchaba las voces más alto de lo normal, y mi cabeza daba vueltas sin cesar como un trompo.

   Alguien me tendió un vaso de agua y elevó mi cabeza para que pudiera beberla.

Unos minutos después volvía a ser casi una persona. Me senté con la espalda pegada a la cabecera de la cama y, sin ser capaz de mirar a alguien a la cara, solo murmuré:

—Lo siento.

  Era la primera vez en mi vida que me sumía en este deplorable estado. Y me sabía mal que ellas hubiesen tenido que presenciarlo.

—No tienes que disculparte, Clau —se apresuró a decir Vanesa—. Estabas un poco nerviosa por el baile y no almorzaste bien. Por eso te afectó tanto la bebida.

—¡Pero no tenía que haber bebido nada en primer lugar! —rebatió Nora, en cuya cara desencajada  y pelo revuelto se evidenciaban las huellas del estrés de las últimas horas—. Ella no sabe beber.

—¿Cómo llegaste aquí? —preguntó de repente Melisa.

—Ah bueno… —La interrogante me había tomado desprevenida—, por mi cuenta. No me sentía tan mal, así que pude llegar aquí sin problemas.

  Ella y Caterin me miraron con recelo. No parecían muy convencidas con mi argumento. Y a pesar de las insistencias de Nora por sonsacarme la verdad, me negué a contar la versión real de lo que había sucedido.

—Perdón por… todas las tonterías que dije ayer —dije al fin.

No recordaba ninguna de las atrocidades que había dicho, pero sabía que había esparcido unas cuantas granadas.

—Tranquila —me calmó Melisa—. No eras tú misma.

—Al contrario —discrepó Caterin con una sonrisilla—. Creo que, por primera vez, estaba diciendo lo que realmente pensaba.

No pude decir nada y me limité a bajar la cabeza, con la vista fija en las palmas de mis manos que aún tenían restos de pasto.

—Bueno, ha llegado la hora de hacerlo —dijo Caterin rebuscando en su maleta sin fondo.

—¡Oh, no! —se quejó Melisa, que había comprendido a su amiga.

—¿Hacer qué? —preguntó Nora intrigada.

—El juramento —sentenció Caterin sacando un grueso libro.

—¿La Biblia?

—Casi, pero no. —Vino hacia mí y me mostró la sencilla pero hermosa portada.

  Era "Fangirl" de Rainbow Rowell. Una historia preciosa que bien podría considerarse el manifiesto de la comunidad de fans.

—Pon tu mano sobre él y repite mis palabras —me ordenó Caterin.

—¿En serio? —pregunté incrédula.

—Sip, en serio, pon tu mano.

Acaté su orden.

—“Juro solemnemente por la diosa del fangirleo Cath, y por sus fieles discípulos Simon y Baz…” —Hizo una pausa para que yo repitiera sus palabras.

Reprimí una risa y lo recité:

—“Juro solemnemente por la diosa del fangirleo Cath y por sus fieles discípulos Simon y Baz”

—“…que no volveré a beber alcohol en cantidades que nublen mi juicio y dañen mi salud”.

—“…que no volveré a beber alcohol en cantidades que nublen mi juicio y dañen mi salud” —obedecí.

—“Travesura realizada”

—“Travesura realizada” —repetí.

—¡Hecho! —concluyó ella—. Si, en cuales sean las circunstancias, incumples este juramento, serás cortada de todo fandom.

  Asentí con la cabeza. Vanesa y Nora reían por la genialidad de Caterin.

Al parecer todo había vuelto a la normalidad, pero mi mente todavía estaba agitada por un extraño recuerdo.

  ¿Quién era el chico que me había traído hasta aquí? Tenía el presentimiento de que pronto lo descubriría.
                                                     

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