El reencuentro🗨

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  Llevaba más de 10 minutos en el parque y aún no había señales de él, y tampoco ninguna respuesta a mis llamadas. ¿Por qué no bajaba? Le había pedido a Javier vernos aquí, porque la charla iba a ser mucho más incómoda en su habitación, pero si seguía tardando, tendría que subir.

  Una brisa de mediados de septiembre me erizaba la piel de los hombros descubiertos. El lugar estaba desierto a esta hora. Iba a abrir un surco en la tierra de tanto caminar de un lado para otro.

   Estuve a punto de cruzar la calle para entrar en su edificio cuando vislumbré la inconfundible maraña de cabello rubio detrás de la reja de la planta baja. Mi estómago dio un vuelco cuando nuestras miradas se encontraron. Lo vi batallar un poco con las llaves y salir unos segundos después.

   La escena era tan familiar que solo por un momento no me pareció que lleváramos dos meses y medio sin vernos. Pero la sensación de familiaridad desapareció cuando lo detallé un poco mejor. Vestía unos jeans y un pulóver ajustados; algo inusual en él porque siempre había preferido la ropa holgada. Su cabello también tenía algo diferente, pero no podía definir el qué.

   Miró hacia ambos lados de la callejuela antes de cruzarla. Volvió la vista hacia mí y me dedicó una amplia sonrisa que me pegó directamente en la culpabilidad. Hubiese preferido una expresión de reproche, pero no una sonrisa.

  —Hola —me saludó antes de que, sin darme tiempo a reaccionar, me estrechara entre sus brazos y me levantara del suelo como una muñeca para darme un abrazo en el aire.

  Él notó mi desconcierto cuando me dejó en el suelo.

—Vaya, por lo que veo, yo soy el más feliz aquí.

—No, no es eso —Le sonreí para aliviar un poco la tensión—. Es que me cogiste desprevenida.

Recuperó su buen humor y me escaneó de arriba a abajo.

—Estás lindísima. —Sus ojos tenían un brillo sincero.

—Tú también —lo decía en serio. Estaba más guapo que la última vez que lo vi.

—Te vi en YouTube, dando como un discurso o algo así. No me podía creer que fueras tú. Te veías tan increíble. ¡Dios! Tengo una novia famosa...

  Se inclinó en un intento por darme un beso pero yo lo detuve a tiempo poniendo las manos en su pecho.

—Eh... ¿podemos hablar primero?

Él se puso más serio pero no abandonó su sonrisa.

—Hum, me imaginaba que no todo podía ser tan bueno.

Apreté los labios y le señalé nuestro asiento favorito del parque.

—¿Estás segura de que no quieres ir arriba?

—No, no, prefiero que sea aquí. —Ya había venido a visitar a Olga los días anteriores a la llegada de Javier, así que no se me había perdido nada allá dentro.

  Sus hombros descendieron.

—Me niegas un beso y eliges una zona neutra para hablar... Esto pinta mal.

  Esperé a que se sentara a mi lado. Me resultaba extraña esa actitud tan cómoda de su parte, teniendo en cuenta que no nos habíamos despedido en muy buenos términos hace dos meses.

—Por cierto, me fue bien en España, gracias por preguntar.

—Sí te iba a preguntar, Javier, pero es que no me diste tiempo. Además, estuve hablando con tu madre todos estos días.

—Bueno, da igual. No quiero discutir. —Se recostó al espaldar del asiento y dejó descansar el brazo en el borde del banco, a mi espalda—. Mejor cuéntame, ¿cómo te fue en el campamento? ¿Cómo es que acabaste en YouTube?

—Me fue bien.

  Él arqueó una ceja por lo tajante de mi respuesta.

No podía. No podía hablar con él de manera casual, ignorando al "elefante gigante de la habitación".

—Conocí a alguien. —No me permití mirar a otra parte. Mantuve los ojos fijos en él.

—¿Alguien? —Arrugó el entrecejo pero al instante las arrugas desaparecieron y apartó la vista. Su tono, en cambio, seguía siendo el mismo—. Ya. Por la manera en la que me lo estás diciendo, supongo que no fue una "amiga", ni un "amigo gay".

—No —Me sentía como un ectoplasma de fantasma por mi traición, pero al mismo tiempo, me molestaba su reacción tan... moderada, como si estuviésemos hablando del clima.

—Y... ¿fue en el campamento ese?

—Sí... —No pude aguantar más—. ¡¿Por qué estás tan tranquilo, Javier?!

—¿Qué? —Me miró asombrado.

—¡Te estoy contando que conocí a un chico, que te jugué sucio, y tú estás tan campante como si te estuviese hablando de los pajaritos de colores!

—A ver, Claudia, claro que no me pone feliz que hayas conocido a otro chico. Pero estábamos distanciados. Y yo... también conocí a una chica.

—¡¿Qué?!
 
  No podía creer lo que había dicho. No podía creer que lo hubiese dicho tan tranquilamente. No podía creer que yo me estuviese remordiendo la consciencia en el campamento mientras él andaba masacoteándose con otra chica.

—Espera —Me giré hacia él y crucé los pies encima del asiento—, ¿lo estás diciendo por salvar tu orgullo después de lo que te dije o…?

—No, es verdad —confirmó mirándome a los ojos sin rastro de risa—. Estuve con una chica. Pero fue algo pasajero.

—¡Javier, pero eso no es así! Nos dimos un tiempo… sí… pero no para que lo "aprovecharas" de esa forma.

—Pero si tú también lo aprovechaste —contraatacó—. Me acabas de decir que conociste a un chico, ¿o yo escuché mal?

—Sí, pero yo al menos me sentí mal después de hacerlo. —Fui descendiendo el tono a mitad de frase al darme cuenta de lo estúpido que sonaba.

—¡Ah mira! Entonces yo también me sentí mal.

Su cara era puro sarcasmo, sin ningún vestigio de arrepentimiento, y eso era lo que más me molestaba.

—Sí, ya veo lo "mal" que te sientes.

—A ver, Claudia, no vengas ahora con tu superioridad moral. —Él también se giró un poco más para tenerme de frente. Su expresión se tornó más grave—. Cuando nos dimos un tiempo no pensé ni por un momento en tener algo con otra persona, eso que quede claro, y conociéndote, sé que tú tampoco tenías esa intención. Pero pasó. Me dejé llevar con otra persona y tú también. ¿Que estuvo mal? Sí. Claro que estuvo mal. Pero nos equivocamos los dos —Hizo énfasis en esta última palabra—. Que haya arrepentimiento o no, no cambia las cosas. A lo hecho pecho.

  Entendía un poco lo que quería decir. Yo no tenía derecho a recriminarle nada. Y en el fondo, tal vez hacerlo sentir culpable a él era mi intento miserable de expiar mi propia culpa. Pero aun así, él había querido darme un beso nada más verme, como si nada hubiera pasado.

  —¿Y pensabas contármelo, lo de la otra chica? —me atreví a preguntar.

Él desvió la vista hacia un punto del parque y demoró en responder.

—... No. No te lo iba a decir.

Pensé que me dolería más escuchar eso, pero no fue así.

—Esa chica no significó nada para mí —agregó.

  Se me escapó una risa ácida. Hubiese preferido que no dijera eso último. Me pregunto qué pensaría la otra pobre chica al saber que no había significado nada para alguien con quien seguro había compartido más que saliva.

—Bueno ese es el problema —dije sin titubeos—. Que para mí él sí significó algo.

  Mi declaración pareció descolocarlo. Abría y cerraba la boca como un pez, hasta que al fin habló:

—¿Te enamoraste de él?

Dejé escapar el aire y asentí.

—Me gusta. Y sí... creo que me estoy enamorando un poco de él.

  Su expresión pasó de la seriedad al abatimiento. No quería verlo sufrir, pero también me hubiese entristecido que él no hubiese demostrado ninguna reacción. Se mojó los labios resecos con la lengua.

—Si sentiste cosas fuertes por él... significa que ya no estabas enamorada de mí.

—Yo sí estaba enamorada de ti, Erik... ¡que diga!... Javier —Me tapé la cara con las manos. ¡Qué idiota! ¡Cómo pude confundir los nombres! Ahora sí había metido la pata hasta el fondo.

Hubo un silencio en el que no me atreví a mirarlo.

—Al menos ya sé cómo se llama el otro —dijo él con un tono de derrota.

—Perdóname, Javier, de verdad. Yo sí te seguía queriendo. Pero...

—Ya, olvídalo, no te esfuerces. Ya lo entendí todo.

Se inclinó hacia adelante y enterró la cara en las manos. Por un segundo creí que estaba llorando, pero no. Apartó las manos del rostro y se alisó el cabello rubio con visible frustración.

—Si te soy sincero, no me esperaba esto.

—¿Y qué... esperabas entonces? —murmuré.

—No sé. Esperaba que lo de darnos un espacio nos aclarara la mente a los dos. Pero creo que fui muy optimista. Creí que después de todo íbamos a volver.

—¿Eso lo pensaste antes o después de darle un beso a ella? Porque cuando yo lo besé a él supe que todo se había acabado.

  Él no me miró. Nos quedamos un rato en silencio, solo interrumpido por las risas de un grupo de chicos que se acercaban en patineta al parque.

  No quería darle falsas esperanzas, como tampoco quería que él me las diera a mí. Incluso si lo mío con Erik no tuviese futuro, ya había tomado la decisión de terminar con Javier.

—¿Tanto te gustó él como para tirar por la borda nuestra relación? —Él miraba a los chicos en patineta—. ¿Por qué? ¿Porque es un friki de esos? ¿Porque te habla de esas cosas que te gustan?

Observé su perfil con detenimiento. El aire le había revuelto el cabello y lucía más como el chico sencillo con el que había compartido diez meses de relación.

—Es que no es solo eso, Javier. No es ni siquiera él. Somos tú y yo. Creo que... no éramos tan buenos el uno para el otro como creíamos. Por eso en parte los dos actuamos...

—No pongas más excusas, Claudia. Reconoce que estás rompiendo conmigo porque te gustó más él. Ya, perdí, lo admito.

—No es...

  Me contuve de seguir discutiendo. Si Javier creía que la causa de todo era únicamente Erik, tal vez es que ni siquiera había llegado a conocerme tan bien.

Él hizo un largo suspiro.

—Así que ¿este es el fin? —dijo en un tono bajo.

—Es lo mejor para los dos.

—No, realmente no es lo mejor para mí pero... ya tú tomaste tu decisión. Y no hay nada que yo pueda hacer.

  Guardé silencio y él se levantó del banco. Descrucé los pies algo entumecidos y lo seguí. Se aclaró la garganta para hablar, aunque se veía muy incómodo. 

—Eh... eres mi segunda relación estable y la primera no terminó en muy buenos términos que digamos así que... no tengo idea de lo que se hace en estos casos. Pero te deseo lo mejor. Lo digo en serio. Espero que ese... Erik... sí te pueda hacer feliz como te mereces.

  No pude resistirlo más y me fundí con él en un abrazo, esta vez sí, el último. Apreté los ojos y dejé salir una lágrima.

—No quería decirte un adiós definitivo —susurró él cerca de mi oído, y sus brazos me apretaron más fuerte.

"Perdón" era la palabra que estuve a punto de dejar salir. Pero ya estaba cansada de pedir disculpas por mis sentimientos.

—Adiós, Javier —murmuré con mi boca pegada a su hombro.

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