Roommates💙🔑

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—¡No hay cobertura! —se quejó ante el grupo la muchacha de los rasgos asiáticos—. ¡Tampoco tengo Internet! ¿Cómo voy a sobrevivir así?

Todos comprobaron sus teléfonos.

"¡Es verdad, no hay! ¿Y ahora qué? "

"¿Será igual en todo el campamento?"

"Deberíamos preguntar en la recepción"

—¡Nora! —Me giré hacia mi amiga tratando de no entrar en pánico—. ¿Cómo se supone que voy a llamar a mi madre?

—No la llames y punto.

—¡Nora! —comenzaba a perder la calma.

—¡Está bien! ¡Relájate, por dios! —dijo poniendo sus manos en alto en un gesto de apaciguamiento—. Ven. Vamos a preguntar en la recepción.
                      

La señora de las gafas de media luna que nos atendió dijo, para mi horror, que nos olvidáramos de los móviles, porque salvo que los usáramos para jugar al Candy Crush, eran inútiles en un lugar sin antenas a kilómetros a la redonda.

La única manera de comunicarse con el exterior era con un extraño y prehistórico artilugio cuyo único espécimen se encontraba en la propia recepción. No me hubiera extrañado que una telefonista de la serie "Las chicas del cable" hubiese atendido la llamada.

Al fin logré contactar con mis padres. A mi madre le aterrorizaba la idea de no poder llamarme a cada hora del día, pero la tranquilicé diciéndole que le daría señales de vida todas las noches. Ella no estaba convencida e insistió en que todavía estaba a tiempo de volver.

—Tranquila, mamá —dije a través del aparato—. Voy a estar bien. Nora está conmigo.

Prácticamente la dejé con la palabra en la boca porque las personas en la fila para el "teléfono" comenzaban a impacientarse.

—¿Hablaste con ella? —preguntó Nora cuando salí.

—Sí, y está histérica.

—Como siempre que la separan de su "bebé" —comentó con tono infantil estirándome los mofletes.

—Ya basta, Nora —La aparté.

Era gracias a mi amiga que había conseguido llegar hasta aquí. Ella había ido a mi casa dos días antes y entre los tres –mi papá también– habíamos puesto nuestras mejores caras de corderito para intentar ablandar el corazón de mi madre, que hasta el último minuto no daba señales de ceder. Finalmente aceptó con la condición de que Nora no se apartara ni un solo momento de mí; a lo que mi amiga respondió con un enérgico "Señora, sí señora".

—¿Y tú? —pregunté—. ¿No vas a llamar a tu tía?

Nora no vivía con su madre porque, según ella, no tenía sentido compartir piso con alguien que nunca estaba ahí. Su padre las había abandonado cuando ella era apenas un bebé y su madre había dividido su tiempo entre trabajo y salidas con amigas. Nora había decidido mudarse para casa de su tía, con quien tenía una buena relación.

—¡Ah sí! Más tarde. —Me tomó del brazo y me arrastró en dirección a las cabañas, no sin antes recoger nuestras maletas de la zona de equipaje—. Vamos a ver nuestra habitación y a conocer a nuestras compañeras.

La palabra "compañeras" cayó como una enorme piedra en mi estómago. Si tuviera que definirme como una figura retórica, esa sería el oxímoron: una contradicción andante. Aunque me gustaba tener amigos y hablar con otras personas, me daba un poco de miedo iniciar conversaciones. Me gustaba más cuando la barrita de la interacción social en Los Sims estaba en verde y ya no corrías peligro de que el otro Avatar rechazara tus aproximaciones. Creo que ese era mi problema: el miedo al rechazo.

Llegamos a la cabaña número 37. La puerta estaba abierta, así que no tuvimos que usar las llaves. El interior de la habitación también era un oxímoron. En una de las tres camas de la izquierda parecía haber explotado una maleta, mientras que en una de las dos de la derecha, todo estaba pulcramente organizado.

Una de las chicas, la de la cama ordenada, nos sonrió en cuanto nos vio. Parecía agradable.

—Hola, soy Melisa. —Tenía unos enormes ojos avellana que resaltaban sobre un rostro pequeño y recogía su largo cabello color miel en una coleta.

—Yo soy Nora, y ella es mi amiga Claudia.

—Mucho gusto —dije intentando sonar lo más natural posible.

Las tres miramos en dirección a la otra persona, que trataba de arreglar, o de empeorar, el desastre en el suelo. Ella se percató de los tres pares de ojos fijos en ella.

—¡Ay, hola! Mi nombre es Caterin. Suscríbanse a mi canal de Booktube —dijo a toda prisa.

Nora y yo cruzamos miradas y acto seguido soltamos una carcajada que, al menos en mi caso, alivió la tensión.

—Perdonen a mi amiga —se disculpó Melisa—. Ella está un poco nerviosa. Es su primera vez en el campamento.

Su "amiga" había vuelto a su empresa de sacar la ropa de la maleta que aparentaba no tener fondo. No hubiese sido raro que saliera de ahí alguna de las bestias de Animales fantásticos y dónde encontrarlos.

—También es nuestra primera vez —dijo Nora, liderando la conversación.

—¡Qué suerte! ¡Yo quisiera vivirlo todo como si fuera la primera vez! —Suspiró Melisa—. Ya este es el tercer año que vengo aquí con mi novio, pero siempre descubro cosas nuevas.

—Ah, ¿viniste con tu novio? ¡Qué bien! —exclamó mi amiga, soltando la maleta sobre la segunda cama de la izquierda, lo que me dejaba a mí la primera, justo en frente de la puerta.

—¡Ese hijo de p...! —La inesperada expresión no provino de ninguna de nosotras tres, sino de Caterin—. ¡Ups sorry! —Se excusó cuando observó nuestro pasmo—. Estaba pensando en voz alta.

Nora rio por el "malentendido", pero algo en la forma en que Melisa miró a Caterin me hizo sospechar que no era tal. El hecho de no ser nunca quien lideraba las conversaciones, me había dado la capacidad de observar.

Unos golpecitos metálicos en la puerta interrumpieron el silencio incómodo que se había producido.

—¡Adelante! ¡Está abierto! —gritó Nora.

La persona no entró de inmediato.

—No puedo —dijo una voz desde afuera—. Necesito un poco de ayuda.

Nora, Melisa y yo nos levantamos al unísono para recibir a la recién llegada, pero al abrir la puerta de par en par nos llevamos una sorpresa.

La muchacha que esperaba afuera tenía un impresionante pelo color fuego. Unos enormes ojos verdes como linternas nos miraban desde un rostro perfectamente ovalado salpicado de pecas. Sus piernas descansaban sobre una silla de ruedas.

—¡Ah, hola! —Nora fue la primera en reaccionar y tomó la silla por un lado mientras que Melisa la imitaba por el otro.

Juntas lograron elevarla por encima del escalón de la entrada, mientras yo me limitaba a apartarme para facilitarles el acceso.

Una vez dentro, Melisa recogió la maleta del regazo de la recién llegada y la colocó en la primera cama de la derecha, justo al lado de la suya.

—El año pasado tenían una rampa en la entrada de la cabaña —dijo con timidez la chica pelirroja, como si viera la necesidad de disculparse.

—No hay problema —dijo Nora—. Hablaremos en la recepción para que pongan algo en la entrada. Y si no, da igual, tengo brazos muy fuertes.

La chica sonrió por el comentario. Un ligero suspiro de alivio delataba que estaba feliz de tenernos como compañeras de cuarto.

—Te recuerdo del año pasado, pero nunca tuvimos chance de hablar —dijo Melisa—. ¿Cómo te llamas?

—Vanesa. Yo también... creo que te recuerdo.

Melisa sonrió, al parecer por el visible intento de la chica pelirroja de no hacer un desaire.

—Tranquila. Es imposible conocer a todo el mundo. Me llamo Melisa. Ellas son Nora y Claudia. Y aquella de allá que luce como si estuviera en otro planeta es Caterin.

—¡Qué tal! —saludó Caterin entre su caos de efectos personales.

—¡Qué tal! —respondió Vanesa—. Me gusta tu look de pelo.

—¿En serio? ¡Gracias! —dijo asombrada Caterin, quien no se esperaba que alguien elogiara su estilo. La verdad es que no lucía nada mal. Se había teñido el pelo de un llamativo color morado con reflejos blanquecinos. Usaba unas medias de rayas a juego y unas botas negras por encima de los tobillos. Era un hermoso desastre.

Una vez que terminamos con las presentaciones, cada una se sometió a la dura empresa de desempacar, excepto Melisa que ya se había adelantado.

Mis ánimos habían mejorado mucho.
Estas cuatro chicas serían mis compañeras de cuarto durante dos meses.
La presión que sentía en mi pecho se había aliviado. Había superado la primera prueba. La barrita de la interacción de mi Sim había pasado de gris a verde, y el proceso no había sido tan espantoso como pensaba que sería.

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FRIKI-DICCIONARIO

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