Con sabor a Chocolate

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Disclaimer: Los personajes pertenecen a las maravillosas CLAMP. ¡Yo solo juego con ellos!

Era vísperas de navidad y Sakura quería prepararle una sorpresa muy dulce a su novio, lo que Shaoran no sabía era que sus fantasías más sensuales podían volverse realidad con solo una palabra mágica: torta de fresas. 

Contiene LEMONS (+18).

Fantasía o realidad

~ Holiday Bliss ~

Capítulo 1

Abrí mis ojos pausadamente, acostumbrándolos a la oscuridad absoluta. Todo se veía negro a mí alrededor, no podía disipar ninguna silueta conocida; ni siquiera, sabía en dónde empezaba o terminaba la habitación. La luz de la luna debía de estar asombrosa allá afuera, reflejando cada rincón de la ciudad, pero en donde me encontraba el resplandor no llegaba a su propósito... Pestañé varias veces, y seguí adentrándome a la suite.

Unas manos suaves y pequeñas atraparon mis ojos por la espalda, estaba seguro de quién era, quise contenerlas, pero en un segundo habían desparecido, sólo sentí una brisa fría indicándome que ahí, detrás de mí, había estado mi dulce tormento en persona.

De pronto... unas luces, como reflectores de teatro, enfocaron en el centro de la habitación una forma piramidal grande. Avancé unos cuantos pasos más, hasta comprender lo que mis ojos observaban perplejos, ¿era un pastel?

―Tres... dos... uno... ―giré sorprendido sobre mis talones, para identificar aquella voz, o al menos, para saber de dónde provenía. Era un misterio, porque aquí no teníamos ni micrófono ni megáfono, pero... ¿Cómo era posible aquel sonido amplificado?

―¡Feliz cumpleaños, mi amor! ―gritó Sakura, llamando mi atención hacia el lugar donde reflejaba las luces de neón. Y lo que vi, me dejó totalmente idiota: Sakura saliendo de la torta gigante con una gran sonrisa. Sin detenerse un segundo, corrió a abrazarme, y yo seguía volando... apoyé mi cabeza en la piel de su cuello, y me impregné del delicioso olor de su cabello... era una mezcla de chocolate y miel...

Ella era real.

Sólo que... algo no encajaba aquí, puesto que hacia segundos la tuve a mi lado tapándome los ojos y, ahora, como por arte de magia, ¿salía de una torta? ¿Qué...? ¿Pero qué pasaba?

Atrajo mis labios a los suyos, de inmediato sentí un sabor dulce, y sin más remedio, me sumergí en su deliciosa esencia. Cuando me dispuse a besarla, me vi sentado en el sofá y sin Sakura en mis brazos... ¿dónde estaba? Como respondiendo a mi interrogante, sus manos aparecieron por mis muslos, acariciándolos suavemente; dirigiéndolas hacia la pretina de mi pantalón, metió la mano derecha por debajo de mi camisa, tocando mi estómago con delicadeza, hasta empezar a rasguñarme la piel.

Jalé la sábana de la cama con fuerza, escuchaba ya unos leves gruñidos provocándome excitación, la sangre galopaba por mis venas, sus lamidas eran cada vez más intensas, más fuertes, y mi boca ya no reprimió ningún gemido, quería besarla y tocarla... pero cuando quise hacerlo, la sábana se deslizó al lado opuesto con fuerza. Mi amor ya no estaba, había desaparecido sin decir una palabra, dejándome solo, y envuelto en un delicioso olor a chocolate que me hacía recordarla...

¿Qué estaba pasando?

La sábana seguía moviéndose, unas lamidas cortas e interminables en mis pies me hicieron abrir más los ojos.

― ¡Kero! ―exclamó Sakura, y el aludido ladró.

El delicioso aroma a chocolate y castañas se intensificó; sin embargo, mis ojos seguían cerrados.

― ¡Kero, ven para acá! ―la voz de Sakura cada vez más fuerte, hizo que me distrajera, y sentí cómo la sábana voló. El aire barrió mi piel desnuda, y una risa hermosa como sonido de cascabeles angelicales, retumbó en la habitación.

―Lindo trasero, señor Li ―dijo Sakura entre risas, pegándome un sobresalto. Ella sí era real.

―Pero, ¿qué...? ―grité, sentándome en mi sitio, totalmente desnudo, y buscando por reflejo algo con qué taparme. Los estragos de lo vivido anteriormente me tenían mareado.

―Oh... ¿no recuerdas nada? ―me preguntó Sakura, tapándose disimuladamente la boca para seguir riéndose de mi desnudez, y mi aturdimiento.

―¡No te rías! No es gracioso.

―¡Sí, lo es! Kero y tú peleando por una sábana es jodidamente épico―agregó sonriendo, al tanto que desviaba su atención de la alfombra hacia mí.

Vi a dónde se dirigían sus ojos y era hacia una de mis zonas erógenas, que se encontraba inminentemente estimulada. No había nada con qué cubrirme. La sábana blanca estaba tirada en el suelo, siendo víctima de los juegos de Kero, la mordía y peleaba con ella divertido.

―¿Qué pasó? Hace segundos tú salías de una torta, y luego me besaste... ―le expliqué―. Sin embargo, ahora estás ahí, riéndote y con mucha ropa... no entiendo...

―Mi amor, Kero estuvo tranquilo cocinando conmigo, pero se puso juguetón y desapareció. Solo me di cuenta que estaba aquí porque empezó a ladrar desesperado, creo que respondía a los ruidos que hacías—. Se detuvo un momento para controlar sus risas y mirarme sugestivamente―. Porque cuando llegué, estabas hablando sonseras y gimiendo. Cuando quise detenerlo, era tarde, él te jalaba la sábana, y tú se la quitabas gruñendo, era muy gracioso verlos. ―Volvió a carcajearse―. Si no te hubieras volteado, ganabas tú, aunque me gusta que hayas perdido.

Finalizó su relato con una mirada pícara, matadora.

A Kero siempre le encantaba ponerme en aprietos. Pero esta vez, me sentí avergonzado y triste porque todo había sido un sueño.

—Oh... —suspiré. Definitivamente había sido un extraordinario sueño, algún deseo de mi subconsciente, ya que este año no habíamos podido celebrar mi cumpleaños porque tuve que viajar de emergencia a Hong Kong. Había extrañado estar con Sakura y festejar como siempre lo habíamos hecho. Con fresas y chocolate.

Sakura se acercó con una mirada dulce. Me besó la frente suavemente y luego se dirigió a mis labios. El sabor a chocolate regresó, y creí por un instante que nuevamente estaba soñando...

―Sabes a chocolate... exactamente como en mi sueño —le dije.

―Debió ser un muy buen sueño.

―Sí, porque estabas tú... ―Sonrió.

La atraje más a mí, sorprendiéndola y dejándola caer sobre mi cuerpo. La abracé por la cintura, y no me importó quemarla con mi piel. Sus ojos verdes resplandecieron, y se mostraron temerosos a lo que se avecinaba. La iba a hacer mía. Nuevamente. No me importaba nada, quería cobrarme cada beso y cada caricia, que se había profanado en mi sueño.

―Oh no, Shaoran. Debo regresar a la cocina.

―No―gruñí, al tanto que utilicé un poco de mi fuerza para girarla, y apresarla entre mis brazos. Ataqué sus labios de chocolate, mientras mis manos guiaban las suyas hacia arriba, dejándola temporalmente indefensa.

Sakura y yo llevábamos más de dos años de novios. Extraordinariamente, habíamos congeniado tan bien desde el primer día en que habíamos entablado conversación: una tarde mientras ella llevaba dos tazas de chocolate y yo una torta de nata con fresas. Se disculpó tanto por no darse cuenta y haber tirado mi torta favorita al suelo que, al final, el que se sintió mal fui yo y terminé invitándola a la cafetería frente al campus universitario. Desde ese día... no volvimos a separarnos.

―Para Shao... se me va a estropear la torta.

―No me importa ―respondí besando toda la extensión de su cuello, que sabía a vainilla y manjar, para luego mordisquear y lamer los lóbulos de su oreja, incitándola, invitándola a perderse entre mis brazos.

Totalmente desnudo, empecé a mecerme contra su pantalón, con suavidad, separé una de sus piernas con mi rodilla, y la acomodé alrededor de mi cadera, para continuar frotándome contra ella con total libertad, y así sensibilizar mi parte favorita. Sakura comenzó a buscar más fricción como respuesta, y gimió bajito en mi oído haciendo que la desee aún más...

―Shaoran... dejé calentando la leche... y el chocolate... ―susurró contra mis labios. Sus advertencias ya eran tardes, yo solo quería en estos instantes quitarle esas malditas prendas que cubrían su perfecto cuerpo, y devorármela.

―Puedes hacer otra.

―No... Esta es especial...

Gruñí.

―Eso te pasa por deberme siempre una torta―la contradije, y sentí de inmediato una presión extraña en mi nuca.

―¿Disculpa? ―Me detuvo. Su respiración entrecortada y excitada se diluía, dando paso a una voz fuerte de ligera irritación―. Olvídate de tu regalo de navidad, Shaoran. ¡No te daré nada!

―Pero, mi amor... ―respondí espontáneamente.

―¡Pero nada! ―espetó, empujándome a un costado. Se había disgustado. Se sentó sobre la cama y yo la seguí, Kero paró sus orejitas y empezó a mirarnos―. Estoy haciendo la torta de navidad que tanto te gusta, y ¡a ti no te importa si se me estropea todo!

―No es eso, mi vida. Sólo que... ¡yo quería ayudarte! Me lo prometiste. ¿Y tú qué hiciste? Me dejaste dormir―. Crucé los brazos sobre mi pecho, como si estuviera enojado y fingiendo reproche en mi tono de voz. Era divertido verla arrugar su pequeña nariz, y lanzarme miraditas matadoras.

―No es tan tarde, Shaoran, son apenas las cinco. Y si te despertaba para que me ayudes, no me ibas a dejar ni siquiera batir los huevos ―advirtió, totalmente convencida.

―Nunca interferiría en tu arte en la cocina, mi amor ―me defendí.

Alzó una ceja, mirándome incrédula.

―Déjeme recordarle, señor Xiao-Lang Li, que, por su culpa, desde que llegó de Hong Kong, Kero ha tenido que comer tres horas después de lo habitual. ¡Estás incansable!

―Eso pasa porque eres muy deliciosa, como un dulce. ―Me paré de la cama con cinismo, desnudo, y fui a su encuentro―. Y yo nunca me canso de los dulces.

La estreché contra mí, a la vez que preparaba mis labios para besarla; le pasé la punta de mi lengua por la comisura de los suyos, y junté mi nariz con su piel. Sakura se tensó ante mi atrevimiento, provocando que sus mejillas se tiñesen con un tenue color carmín, y haciendo que mis ansias por ella se acrecienten.

―No, no, retrocede... ―Mi amor se estaba resistiendo―. Déjame primero terminar tu torta Kurisumasu keki.

―Te dije que podríamos comprar una y no quisiste.

―¡Obvio que no! Quiero consentirte. Además, aquí, en Japón, la tradición dice que, para navidad, siempre se debe realizar un día antes y artesanalmente.

Bufé.

―¿Y qué tal si adelantamos la celebración de esta noche? ―sugerí con picardía, tentándola, mientras la observaba de arriba abajo. El delantal blanco le quedaba divino, pero sabía que quedaría mucho mejor, si le hacía compañía muy pronto a las sábanas del suelo.

Caminé a su alrededor, exhibiéndome, hasta posar mis manos en sus caderas, y aprisionarlas contra las mías. Jadeó. Era una propuesta que ella no podía negar, lo sabía, más aún si yo estaba casi listo para adentrarme en su interior una vez más. Abrió la boca para responderme, pero unos gruñidos cada vez más intensos la interrumpieron...

―Kero, anda a la salita, tengo asuntos que resolver con tu mamá―le dije, y él ladró un poco más.

Sakura sonrió, y movió su cabeza de lado. Con gran agilidad volteó su cuerpo, al lugar donde estaba el perrito jugando con las sábanas, y con un simple movimiento de dedos, lo tuvo a nuestros pies.

Era increíble como él también caía rendido, ante la belleza y ternura de mi Sakura.

―No seas impaciente, Shaoran. Date una ducha, cámbiate, y te espero en la cocina.

―¿Me dejarás ayudarte?

―Depende. Pero, si te portas bien, te daré un pequeño adelanto.

―Yo sólo te quiero a ti ―confesé.

Se le dibujó una hermosa sonrisa en su rostro, y después de morderse el labio inferior seductoramente, avanzó hacia mí para unir nuestros labios en un beso corto, dulce; fue un simple roce, pero que me hizo anhelar mucho más. Sakura logró esquivar mis brazos rápidamente, y justo antes de que cometiera la locura de no dejarla escapar nuevamente, se alejó.

Kero ladró por última vez observándome molesto. Rodé los ojos y se fue tras ella, dejándome completamente aturdido y ansioso.

¡Llevamos más de tres años saliendo y su perro aún no me quería! Siempre notaba algo raro en él, me hacía recordar a un peluche de felpa.

.

.

―¡No, Shaoran! ¡Así no! ―exclamó, apartando mis manos―. Estás haciendo trampa.

Bufé y me retiré un poco.

―¡¿Qué?! Yo no estoy haciendo trampa, ¡sólo te estoy ayudando! ―me defendí cínicamente, infundiendo inocencia.

Sakura me miró ceñuda, colocando sus manos a ambos lados de su cintura. No había demorado ni diez minutos en la ducha, y vine a su encuentro en la cocina. Estaba tan entusiasmado como para demorarme más, sobre todo porque la iba a ayudar a preparar el relleno de caramelo y manjar de los cupcakes navideños; y debía admitir que tenía doble propósito: sólo un roce por su cadera o sus muslos, y podía seducirla; o al menos eso pensaba.

―Oh... ¿y se puede saber, qué cosa piensas echar a la olla esta vez?

―Quería echarle más vainilla―respondí con seguridad―. Tú me dijiste que el fudge necesita vainilla y cacao y, falta mucho de eso.

―Shaoran... esa no es la vainilla. Eso es azúcar en polvo ―objetó, señalando la cuchara―. Y ya tiene suficiente vainilla, ¿ves que estás haciendo trampa? ¡Eres un terrible mentiroso! Sé tus intenciones.

Rodé los ojos. Ella tenía razón y no podía negarlo. La cocina tenía un aroma a chocolate y ella sabía a fresas, una combinación que nublaba mis sentidos. Me aproximé, acariciándole la mejilla.

—Así no te daré tu regalo, te quedarás con la duda hasta mañana —pronunció, mientras su mirada se volvía más oscura.

—No me importa, Sakura —respondí, acercando mis labios a su cuello. Ella tragó con dificultad. Podía sentir cómo se tensaba a mi proximidad, cómo se excitaba al contacto de mi lengua con su piel, cómo contenía el aliento cuando la acariciaba... Ella se estaba resistiendo, lo disimulaba muy bien, lo negaba descaradamente, y eso no podía quedarse así. Además, ya no había peligro. Mi torta de navidad estaba fuera del horno, a salvo y lista para decorarla con crema y fresas. ¡Así que no podía negarse más! Me estaba haciendo sufrir.

―¿Estás segura? ―pregunté de la manera más tentadora posible, acechándola con la mirada intensamente. Sakura sonrió. Quiso decirme algo, pero no le tomé importancia, sólo me dediqué a arrinconarla, e inclinarla sobre la alacena. Fui rápido. La besé.

―Eres tan caprichoso.

―Y tú mala. Me haces sufrir... ―La silencié con una caricia en su mejilla.

Suspiró largamente.

―Me estás complicando las cosas, Shaoran ―dijo mordiendo su pulgar. En tan sólo dos segundos noté que frunció el ceño, como si estuviera pensando algo, o quizá, tratando de decirme algo. La miré extrañado.

―¿Por qué no vas a dar una vuelta con Kero, mientras yo soluciono todo esto?

―¡¿Con Kero?! —casi grité—. Pero...

―No... nada de peros, mi amor―susurró muy cerca de mis labios, evidenciándome el deseo que sentía por mí.

Su mano derecha empezó a acariciar mi cabello, su boca se abrió paso por mi oreja, mordiéndola, royéndola suavemente con sus dientes, para luego, adueñarse de mi cuello regando unos cuantos besos húmedos sobre él, y haciendo que mi piel se erizara. No demoré nada, y ya estaba besándola desesperadamente... como si no lo hubiera hecho nunca.

Fue un beso muy dulce e incitador, como un pecado de lúcuma. Sonreí para mis adentros... Sakura era un pecado, un exquisito pecado.

―Cuando regreses, los cupcakes ya estarán listos y tu torta sólo para decorarla con las fresas―dijo con voz entrecortada―. ¿Sí, mi amor?

No sabía qué fue lo que me convenció, si sus ojos increíblemente verdes o su hermosa sonrisa, hechizos que le venían funcionando desde aquella tarde en que nos sentamos por una taza de chocolate en la cafetería frente al Campus. Tres años habían pasado y sentía que cada día la quería más.

―Ok, lo haré. Saldré con Kero —dije resignado, sonriendo para mis adentros porque utilizaría ese tiempo para pensar en un plan B, en el que ella tendría que jugar mis reglas y atenerse a ellas—, pero si vuelve a escaparse de mí, ¡no lo buscaré! —apunté.

El aludido me miró unos instantes y gruñó.

—¡Shaoran!

—¿Qué? Sabes que no le gusta pasear conmigo. La última vez que se perdió, tuve que camin... —y no me dejó terminar porque depositó un tierno beso en mi mejilla. Amaba que me callara de esa manera.

Le devolví la sonrisa con un cierto grado de malicia y perversidad y de inmediato fui al cuarto a colocarme una chaqueta para salir y pensar en mi plan B. Estaba seguro que Sakura no se iba a resistir.

.

.

.

Kero y su intención de molestarme era notoria. Ni bien llegamos al parque Tsurumaki, salió corriendo para revolcarse en la arena de la zona infantil. Tuve que cruzar toda una multitud que había venido a visitar la feria de Navidad, para que al fin lo viera jugando con unos niños que admiraban su bien cuidado pelaje dorado.

Con ellos movía la colita. Conmigo, sólo miradas asesinas.

—Peluche —protesté.

Al otro extremo del parque, un camión de KFC se había estacionado, regalando como cada año, su tradicional pollo crocante navideño a los niños. Si me asomaba al centro de Tokyo, las clásicas colas estarían ya formándose en todos establecimientos de la cadena en Japón.

No quise demorar y preferí sacarlo del parque para dar unas vueltas por la zona este, observando los adornos navideños en cada vitrina y la decoración exagerada que tenían algunos negocios; ya algunas luces empezaban a iluminar las portadas y los zócalos y Kero se mostraba entusiasmado en arrancarlos. ¡Ah no! ¡Eso de ninguna manera! Tomé la calle anexa donde corría un aire fresco y silencioso, sobre todo lejos de la multitud.

Para cualquier turista, el barrio de Minaya podía ser laberíntico, pero yo lo conocía tan bien porque vivía ahí desde que llegué de Hong Kong para estudiar Administración de Empresas en la Universidad de Waseda ya que tenía un gran programa de negocios internacionales. Además, vivir cerca al Campus tenía sus ventajas, por ejemplo, conocer a Sakura. Se me hizo tan fácil seguir su ritmo de estudios, que cuando terminaba sus clases de Historia del Arte, yo aprovechaba para invitarla a tomar chocolate.

Casi una hora después, llegué a mi edificio. Ni bien crucé el pórtico, recordé que tenía que llamar a Yamazaki para preguntarle sobre la ponencia que debíamos presentar en las próximas semanas y de paso, hacerle recordar mi invitación para la cena navideña de mañana. Él podía ser el chico más listo de la clase, pero confundía mucho las fechas, supongo que era porque dedicaba gran parte de su tiempo en fabricar historias de fantasía, su hobbie.

—Pero no es japonesa, Shaoran —me refutó, ni bien le dije que Sakura tenía preparado la famosa torta navideña japonesa—. Durante la segunda guerra mundial los dulces eran productos de lujo, y el pastel de nata con fresas nació con la invasión estadunidense a Japón.

—Takashi... —rodé los ojos.

—No todos los asalariados podían consumir postres, Shaoran, pero contribuyeron a popularizar las fiestas navideñas gracias al New Deal, tendrías que conocer la historia de los niños de St. Joseph.

—¡Takashi Yamazaki! —bufé impaciente. Mañana podría escuchar algunos de sus inventos, pero ahora, Kero estaba inquieto otra vez y no dejaba de gruñir. Si no fuera por eso, realmente parecería un peluche.

—En serio, mañana te llevo un libro de Hideyo Konagaya, el repasa la historia de la época imperial de Japón y la invasión americana.

Cuando ya subía por el ascensor, contando los segundos que pasaban para ingresar de nuevo y ver a mi chica, sonó mi celular. Ver el nombre de quién llamaba en la pantalla me sacó una sonrisa, no porque esperara su llamado, sino porque mi interlocutor había logrado su cometido.

―¿¡Adivina quién acaba de llegar a Japón!? —escuché con una voz indescifrable. Parecía misteriosa pero feliz a la vez.

―No puedo imaginarlo ―le contesté en broma―. Tendrás listo mi regalo, ¿no? ―inquirí.

―Por supuesto, querido primo. ¡Será el mejor!

―No tanto como la torta que me hizo Sakura ―aseguré orgulloso.

―Entonces es verdad lo que dijo Fuutie.

―¿Qué dijo esta vez? ―pregunté angustiado.

¡Estos dos siempre hablando a mis espaldas! Mis hermanas y su mala costumbre de hablar de mí.

―Que cuando Sakura y tú sean viejitos, pondrán una pastelería para pasar sus últimos días.

Solté una carcajada.

—Al menos tengo con quien compartir mi vida, Eriol.

—Oh... Touché —murmuró. Me lo imaginaba agarrándose el pecho fingiendo dolor y haciendo un puchero, como cada vez que nos peleábamos en la casa del tío abuelo, en China.

Esta vez, él había decidido dejar la gélida Inglaterra para venir a Japón a pasar las fiestas. Me comentó que tenía un gran plan para año nuevo y que tendría la mansión de los Hiragisawa para él solo. Si no fuera porque estaba terminando su diplomatura en Derecho Internacional, podría decir que su especialidad era y sería ser por siempre bohemio.

―No te olvides que sólo yo puedo salvarte de algún negocio turbio —expresó aclarándose la garganta— soy tu abogado.

Podría asegurar que reprimía una sonrisa mientras acomodaba sus lentes con presunta soberbia.

Parecía que nuestro clan estaba totalmente proyectado y arreglado para mantener el linaje de los Li. Yo, con mi próximo MBA de Waseda tendría que ocuparme de la compañía de mi tío abuelo, y él, sería el abogado estrella.

―Lo pensaré ―le contesté tratando de reflejar incertidumbre—. Aun así, ningún regalo podría superar al de Sakura.

—Bueno, en eso tienes razón —agregó con gravedad—, hay ciertas cosas que yo no hago, Xiao. Creo que tus gustos son... algo —hizo una pausa para agregar con sorna—: peculiares.

—¡¿Seguirás con eso?! —inquirí— ¡Solo me disfracé una vez en la obra escolar!

—Pero fuiste la princesa más linda.

—Estúpido —gruñí y el pelinegro soltó una carcajada.

Kero me dedicó una mirada enojada. "No, no era para ti, querido peluche amarillo". Me ladró y salió corriendo hacia la cocina ni bien las puertas del ascensor se abrieron.

—La libertad es lo único que no estoy dispuesto a perder, Xiao, y para eso será esta fiesta. ¡La pasaremos estupendo!

—Tu gran habilidad para organizar fiestas es lo único que me motiva para ir. Quiero ver el desastre que harás.

Lo escuché reírse.

—Contraté a una señorita capacitada para realizar eventos. ¡Por favor! Con lo ordenado y responsable que soy... mínimo me debía eso.

—¿O será que ya la sedujiste?

—¿Cómo puedes pensar eso de mí, querido primo? —el tono que usó, era de todo un caballero inglés, serio y elegante. Así conquistaba a todas las chicas—. Imposible.

—Contigo, todo es posible, incluso, vía Skype —por más que traté de mantenerme serio, ya no podía aguantar la risa con sólo imaginármelo, tuve que sentarme en el sofá de la sala, para no caer de bruces a la chimenea.

Seguí conversando un poco más con él. Durante esos minutos, no escuché otro ruido que no sea el proveniente de mi voz, la de Eriol y los ruidos agazapados de Kero. Me parecía raro porque Sakura no era silenciosa, siempre andaba escuchando música, bailando o cocinando; y esta vez me había prometido esperarme en la cocina para decorar la torta con fresas.

Todo estaba muy raro.

Luego de concluir la llamada telefónica, me dispuse a recorrer nuestro piso para encontrar a mi chica, y no la hallé. Para mi mala suerte, crucé las puertas batientes del comedor, ilusionado y tampoco estaba ahí. ¿En dónde se había metido? Por último, fui a la cocina y lo que encontré fue peor.

―Pero, ¿qué ha estado haciendo? ―pregunté bajito, casi inaudible, aturdido, abrí los ojos como platos, no podía creer lo que estaba mirando.

La alacena y el repostero estaban iguales, exactamente como los dejé, solo con un poco de harina regada por el piso y los moldes y la batidora haciendo fila en el lavaplatos. En ningún momento preparó el fugde de chocolate de los cupcakes y mucho menos había desmoldado el keke. Registré también que el bol con la nata estaba intacto, tal cual. Y las fresas... las fresas me miraban como si yo fuera una broma. Era obvio que Sakura no había hecho nada después que me fui.

¿Me había engañado?

No... no podía ser posible.

―¡Sakura! ―llamé preocupado.

Kero acompañó mis exclamaciones con un eco de ladridos continuos y olfateando la alfombra.

―¡Sakura! ―volví a llamar, adentrándome por el pasillo que daba al dormitorio. Kero seguía rastreando su aroma, e iba en mi misma dirección.

―¡En el baño, mi amor! ―respondió.

Me adentré a la habitación con paso decidido, vislumbrando una oscuridad poco habitual, muy parecida a la de mi sueño; las cortinas se mantenían cubriendo las mamparas y sólo dejaban pasar finos rayos de luz solar, que justo enfocaban a una mesita ratona que tenía vino, chocolate y fresas.

El cielorraso reflejaba también un efecto tornasolado suave, proveniente de las lamparillas de la mesa de noche y de las velas de colores, colocadas por toda la habitación. Me parecía el mejor efecto visual que podía existir: una mezcla de claroscuro y misticismo acorde al efecto sensual, romántico y trasnochador que impregnaba aquella escena.

Una sensación de calor atacó mi corazón.

El ambiente era perfecto y armónico, todo estaba en su lugar. Las sábanas estaban bien acomodadas y limpias. Ahora comprendía a Sakura, ella quería hacer algo especial, quería sorprenderme, quería crear un ambiente idóneo y mágico. Y lo hizo muy bien, pues la calma y la tranquilidad se apoderaron de mí al inhalar el aroma de chocolate y flores, entremezclado con el magnífico perfume que provenía del baño.

Y yo, que venía con un plan, por poco estropeaba el de ella.

―Es loto rosado, Shaoran ―dijo suavemente Sakura, al sentir ella también el olor delicado, ligeramente dulce que desprendían los aceites aromáticos. Volteé sorprendido, y la encontré apoyada en el marco de la puerta del baño, envuelta con una bata larga de felpa blanca y con el cabello totalmente húmedo. Sus ojos brillaron al presenciar la escena. Los míos hablaron por sí solos, y mi cuerpo corroboró lo que mis sentidos gritaban: quería alcanzar el cielo junto a ella.

―Sakura... No quería arruinar nada.

Traté de acercarme, pero me echó para atrás, no con mucha fuerza, sólo la necesaria para arremeter contra mí, implantando su aliento en mis labios, y presionando su cuerpo con el mío, mis ojos se cerraron para intensificar la sensación. Sus labios comenzaron a devorarme con hambre y deseo, había tanta pasión y necesidad en aquel beso que creí que perdería el sentido. Nos separamos sólo para tomar aire, mi respiración agitada, lujuriosa golpeó contra su cuello. Suspiré y me dejé caer sobre la cama llevándome a Sakura conmigo. Con la picardía y determinación que sólo ella sabía mostrarme, se levantó de mi regazo y caminó hacia la cómoda. Demoré un instante en comprender qué era lo que estaba haciendo.

Prendió su iPod, y una melodía lenta que aún no reconocía empezó a sonar.

Al compás de la música, Sakura deshizo el nudo de su bata de felpa, y la abrió lentamente dejándome entrever su piel, su vientre plano y un atuendo sugestivo, totalmente sexy. La canción cambió a una más rápida y empezó todo...

―Feliz navidad, mi amor ―expuso sus hombros desnudos, y se quitó la bata con erotismo, lanzándola al aire, liberando completamente su vestimenta.

Quedé completamente deslumbrado en ese instante.

Una minifalda que me dejaba ver su sexy lencería negra y una blusa escotada transparente se aproximaron a mí... la luz tenue de las velas me permitía observar su delicado cuerpo y su contorno, sus movimientos sensuales y esa exquisita manera de mover las caderas.

Tragué saliva, mi boca estaba reseca, mis manos se mostraban inquietas, urgidas por tomarla entre mis brazos.

Ella se dejaba llevar por el ritmo de la música, y se animaba sin complejos a despertar la seducción que llevaba dentro, y que sabía me estaba excitando, llevándome al borde de mi autocontrol, explotando de placer.

I'm telling you to loosen up my buttons, babe
But you keep fronting, uh
Sayin' what you gon' do to me
But I ain't seen nothing

La sintonía entre su cuerpo y la música era impresionante... Sakura estaba excitada, y yo rápidamente estaba a tono con ella, sin vergüenza alguna de experimentar las sensaciones que la música me ofrecía.

You been sayin' all the right things all night long
But I can't seem to get you over here to help take this off
Baby, can't you see?
How these clothes are fitting on me
And the heat coming from this beat?
I'm about to blow
I don't think you know

―Oh Sakura... no sabes de lo que soy capaz ―le susurré en respuesta a la letra de la canción, ella me estaba provocando con aquella música, desafiándome, haciéndome fantasear. Quise levantarme para besarla y dar finalizado su baile, pero ella no desistió.

Se sentó a horcajadas sobre mí, desabrochando el cierre y la cremallera de mi pantalón; y el mismo movimiento sinuoso de caderas de su danza, lo ejerció sobre mí, frotándose contra mí, y provocando que mi erección creciera y se volviera cada vez más dolorosa.

Soltamos un mutuo gemido y nos miramos lentamente, ella me deseaba, yo la anhelaba. Sus mejillas estaban con un tenue rubor, y sus ojos verdes me invitaban a sumergirse en límites de seducción insospechados. Adentró sus manos calientes bajo mi camiseta para quitármela, su piel y mi piel eran como una lava caliente, deslizándose sobre nuestros cuerpos.

Ella sabía que ese simple contacto despertaba todos nuestros instintos, la besé con toda la intensidad posible, proyectando la pasión que sentía por poseerla en ese mismo instante.

―No... ―murmuró agitada―. Aún no...

Su excitación era evidente en esos instantes, pero trató de ocultarla para incorporarse y seguir moviendo sus caderas con sensualidad, contoneándose ahora alrededor de una silla, bailando una melodía prohibida.

Tragué en seco con los ojos desorbitados, desordené mi cabello una y otra vez, pensando que quizá fui muy bueno en esta vida, y que estaba soñando nuevamente. Mi pecho subía y bajaba desmesuradamente, mi respiración se iba cortando en el aire, y mi corazón bombeó más fuerte, que parecía que se me iba a salir del pecho. Todo mi torrente sanguíneo se vio invadido por una energía sensual y erótica, imposible de describir... Era el fuego líquido.

Sus piernas perfectas y hermosas dieron una vuelta sexy alrededor de la silla hasta quedarse de espaldas a mí, dejando su derrière ante mis ojos gracias a la pequeña falda que vestía. Volteó sonriendo con picardía.

Sakura estaba muy desinhibida, disfrutando lo que hacía para mí. Amaba verla así en nuestra intimidad, sin importarle nada, desencadenando su criatura sexual interna. Se veía deliciosa, hermosa... y lo mejor era que era mía, sólo mía.

Se volvió hacia mí, acercándose tal cual gatita, hasta subir su pierna derecha al colchón de la cama donde me hallaba sentado. Exhaló en mis labios, y muy despacio, se fue quitando el liguero... mi nariz rozó su pecho y su estómago, y el olor de su femineidad me dio de lleno en los pulmones, no pude evitar posar mis manos inquietas en su trasero dándole una ligera apretada... Me sentí soñar.

―No seas impaciente... ―jugó con mis manos, evitando que la tocara y me apoderara de su cuerpo. Las entrelazó un segundo, y sin perder tiempo, con determinación, me agarró del cabello, sellando mis labios con los suyos. Fue un beso rápido, hambriento, que, en vez de calmarme, me impacientó aún más, mucho más en cuanto se alejó de nuevo.

Mis ojos se nublaron, estaba entre aturdido y extasiado a tal punto, que no había percatado el momento justo en que mi gatita me había lanzado su minifalda al rostro, conteniendo su aroma femenino y quedando sólo vestida con una lencería negra, fina, de encaje. Me relamí los labios, se me hizo agua la boca, mientras que mi ritmo cardiaco aumentaba, y sentía mis músculos tensarse cada vez más.

Ella sonrió y se me acercó. Me tiró suavemente a la cama, mis codos y mi espalda sintieron lo frío que estaba la sábana, mas no le importaron ser víctima de la incitante seducción de mi amor.

Rápidamente me acomodé un poco más atrás, hasta casi tocar el cabecero, para darle mayor comodidad. Sakura gateó, sacudió su cabello y empezó a acariciarme suavemente por encima del bóxer mordiéndose los labios, fue subiendo sus manos paulatinamente por mi estómago, por mi pecho, rasguñándolos, al tanto que mi boca hacía de las suyas con su cuello y su mandíbula. Liberó mi excitación y la envolvió con su mano, ayudándome a aumentar el placer. Gemí, el estímulo viajó a través de mi médula espinal, provocando que el flujo de la sangre en aquella zona aumentara.

―Sakura... ―tragué en seco―. No puedo... más... ―presentía que ella estaba igual que yo.

Entonces se montó sobre mí y ya no pude más y le solté el sujetador, atrayéndola hacia mí para besarla en la boca, y luego, sin cuidado, poseer, jalar y aferrarme a sus pezones como si fueran el único manjar de la tierra.

Gimió en mi oído al sentir mis manos pasearse por sus nalgas, buscando con rapidez su húmedo centro. Pasé mis dedos por la delicada lencería, y la rompí al instante, para en seguida, dirigirme a su intimidad, que estaba caliente, palpitante, al igual que la mía, a la expectativa de fundirse en uno solo.

Mordí, lamí, jalé, succioné e hice todo en un segundo, estaba loco, embriagado, excitado por ella, por el baile más sensual y ardiente que haya visto, había sido el preámbulo perfecto para lo que se vendría a continuación.

No quise aplazar más el tiempo, así que la rodé sobre el colchón, quedando su cabeza en una de las almohadas, con mi lengua tracé círculos alrededor de su ombligo y fui bajando paulatinamente hacia el sur, para oler y saborear su excitación.

Fue el detonante perfecto para que mis instintos salvajes se activaran, y con la poca cordura que me quedaba, junté sus piernas y las llevé hacia mi hombro derecho y de una sola estocada me introduje en ella. Comencé a mecerme marcando un ritmo fijo, mientras aferraba sus manos a mi cadera pidiendo más. La fricción era deliciosa, su interior era perfecto, como un molde hecho a mi medida.

―¡Oh Dios! No doy más...

Sakura movía sus caderas cada vez más rápido, mis movimientos eran delirantes. Me sentí crecer, mientras ella me aprisionaba con mayor fuerza cada vez, emitiendo contracciones y cosquilleos, que recorrían directamente cada rincón de mi cuerpo y el de ella.

Unimos nuestros labios para compartir el aliento, sincronizamos nuestras respiraciones, y mirándonos fijamente, empezamos a movernos al mismo tiempo, cada vez más apresurado, más urgente, potenciando nuestra unión, y construyendo el camino a un clímax espectacular.

―Llega conmigo...

No bastó decir más para perder el conocimiento, y llenar la habitación con nuestros sonidos de placer. Mis músculos se volvieron rígidos, mi respiración agitada. Sakura se removía y tensaba bajo mi cuerpo; me apretó, estrujó las sábanas y se arqueó totalmente, permitiéndome coger uno de sus pezones y morderlo con desesperación, sintiendo cada punto interno de mi ser contraerse, al tanto que con frenesí llegábamos a un increíble orgasmo.

Caí derrotado sobre ella segundos después, cuidando en no lastimarla, y saboreando aún el efecto de sus contracciones alrededor mío, su aliento me quemó la piel, me alcé sobre mis brazos para observarla, y deleitarme con sus mejillas teñidas de un hermoso color carmín. Me abrazó con más fuerza y me acerqué para besarle en los labios con dulzura.

Verla así, no tenía precio.

―Te amo tanto...

―Feliz navidad, mi amor.

―Gracias, mi vida... ―le di otro beso―. Casi malogro mi sorpresa... si lo hacía, no me lo perdonaba.

―Nunca podrías estropear nada, Shaoran... aunque me lo estabas haciendo difícil –me acusó, luego suavizó su tono— Al menos traté que se asemeje a tu sueño.

―No, Sakura... lo de hoy fue mucho mejor, fue perfecto. ―Delineé el contorno de sus labios sonrientes, con la yema de los dedos.

Nos rodé suavemente y le di otro beso. Sakura se acomodó, sentándose con las dos piernas a mi costado, y acercó su boca a mi oreja.

―Prometí darte un pequeño adelanto de navidad, Shao.

―Y lo conseguiste, pero sabes que con tenerte en mi vida es más que suficiente.

Sus ojos, en el silencio, complementaban lo que le había dicho.

Aquella frase se la repetía siempre, cuando la amaba, cuando le hacía el amor, cuando la veía trabajar, cuando se graduó de Curadora, cuando inició a trabajar en el Museo Nacional o cuando sus esmeraldas y sus labios jugaban y me sonreían.

―Oh... entonces... ―murmuró pensativa―. Eso quiere decir que... ¿ya no quieres saber las otras sorpresas que tengo para ti?

―¿Hay más? ―pregunté asombrado.

Esbozó una sonrisa. Ella sabía que amaba las sorpresas...

―Sí... aún falta tu torta favorita.

―Esa es para la cena de mañana.

―Por supuesto... pero... ―se paró de la cama desnuda, y me sentí reaccionar de inmediato. El poderío que ejercía en mí era inaudito, debería ser ilegal.

Caminó hacia la pequeña mesa y divertida me señaló las cosas que traía entre sus manos.

―Esta es crema batida... y este otro, chocolate líquido.

―¿Quieres decir...? ―enarqué una ceja.

―Que dejaré que coloques las fresas dónde quieras, como te lo prometí... ―respondió, mientras que me regalaba una mirada coqueta y juguetona.

Me quedé boquiabierto. Tragué en seco. Era tentativo. Tendría a mi diosa sensual bañada en chocolate, manjar y crema para mí solo... para recolectar cada fresa de su cuerpo y volver a hacerle el amor como si fuera la última vez. ¡Perfecto!

Sin duda, este era el mejor regalo de navidad hasta el momento...

Una realidad hecha fantasía.

.

.


Notas de la autora:

¡Muchas gracias por leer hasta aquí! Espero les haya gustado. Este es el segundo fic que presenté en el proyecto Navideño "Vísperas de Navidad". Es muy diferente al primero que lo pueden ubicar en mi perfil con el nombre "De fresas y chocolate". Quise hacer un Shaoran y una Sakura distintos, pero sin dejar de lado la historia navideña y tradicional de la torta de nata con fresas que menciono en dicho fic. ¡Los invito a leerlo, si es que aún no lo han hecho!

Pronto se viene la continuación....

Besos, Lu.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro