Capítulo 26

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"SEXO
DROGAS
Y
ROCK AND ROLL".



Bien, John me había acorralado contra la pared, y no solo eso, sino que había metido mano bajo la sudadera y había enredado sus ardientes dedos en mi cintura.

Éramos nosotros dos contra el mundo. No había nadie más que ambos viviendo la adrenalina de no ser encontrados bajo ese alumbrado garzo. Desesperados y ardientes, no hacíamos nada más que besarnos con énfasis. En un abrir y cerrar de ojos, una de mis piernas estaba siendo atraída hacia su cadera y mi cuello devorado lenta y tortuosamente por sus labios.

John comenzó a arañar mi muslo con desenfreno. Solté un gruñido cuando él volvió a mis labios con una delicadeza fogosa y excitante. Una de sus manos se atrevió a pasar por mi clavícula y, lenta y de una manera afectada, se posicionó en uno de mis pechos por encima de aquella sudadera. La palma de esa cálida mano apretó a uno de mis senos y jugó con ellos mientras profundizaba el beso. John estaba sufriendo, y yo también al sentir como la dureza de su pantalón cada vez se colocaba más caliente por encima de mi calzón. Miré hacia las escaleras, acordándome que estábamos metiéndonos mano en el pasillo.

—¿Qué? ¿Te asusta que alguien nos vea? —inquirió con una voz divertida. Mordió su labio inferior y colocó su mano bajo mi muslo que estaba incrustado en su cadera para meterse de una manera más profunda.

—No —negué, ronca—. Podemos disimular.

—No creo que pueda disimular —rió un poquito. 

Fuertes confesiones. 

Sonreí, le sonreí, juguetona. Creo que el silencio después de ese instante bastó para que nuevamente volviera a atacar sus labios bajo una sonrisa. Y no solo eso, sino que lentamente, comencé a bajar mi mano desde su abdomen hacia la cremallera de su pantalón. John interrumpió el beso y miró hacia abajo con los labios entreabiertos.

No resistió en subir su mirada y posarla en mi boca nuevamente para darme una mordida excitada y espesa.

Lancé su cinturón al suelo y él no rechazó la oportunidad para tomar de mi trasero y empujarme hacia él. Me vi obligada a colocar ambas piernas en sus caderas, sintiendo como aparecía la dureza en medio de su pantalón. Quedé más expuesta a ese roce caliente del que comenzábamos a jadear. 

—Mi habitación está a unos pasos. 

—¿Deberíamos ir? —Gemí cuando se colocó en puntillas y hundió aún más mi cintura hacia la pared para un roce más profundo. Besó mi oreja—. ¿Tú... qué... qué piensas?

—Sí, porque te juro que estoy a un paso de hacer a un lado tu ropa interior y hacértelo aquí mismo.

—Hazlo.

—¿Estás segura? —susurró en mi oído.

—Ok, vamos. 

John tomó de mi mano y me dirigió hasta allá. Apenas entré, él colocó llave para que nadie nos interrumpiera. Sin demora y a paso rápido, levantó mi cuerpo para ubicarme arriba de su escritorio de una forma tan determinada, que botamos accidentalmente algunos cuadernos y lápices que habían a su alrededor.

Se posicionó en medio de mis piernas y abrazó todo mi dorso con un brazo mientras que su mano nervuda sobrante se centraba en pellizcar mi muslo. Él me inclinó tan hacia atrás que me vi obligada a afirmar mis codos sobre la superficie. Mis piernas abiertas dieron paso a que su erección chocara con mayor facilidad por encima de mi interior. Apreté mis labios tratando de que no me afectara tanto, pero, joder, ambos estábamos malditamente desesperados.

Él se separó para sacarse el pantalón y su sudadera. Su cabello y su respiración tenían algo en común: estaban hechas un desastre. Yo, en esa misma posición, me digné a mirar esa silueta tonificada. John no era alguien donde abundaran los músculos, es más, era algo flacuchento, pero lo suficientemente trabajado para quedarme embobada mirando las venas marcadas producto de la tensión.

Me quedé sin aliento cuando su bóxer gris abultado comenzó a posicionarse nuevamente entre mis piernas. Sus manos tomaron con fuerza mis caderas para atraerme duramente hacia su regazo hinchado. Continuó besando mi oído. 

Desesperada, me saqué la sudadera con su ayuda, quedando solo con mi brasier cuyos senos subían y bajaban agitadamente.

—Si... si te sientes incómoda, me dices, ¿vale?

Asentí con las piernas hechas un desastre.

Entonces él comenzó a dar besos cortos en medio de mis pechos. Mi cabeza involuntariamente miró hacia el techo y mi espalda se arqueó en un gesto desesperado. John me atrapó por la cintura mientras su boca bajaba hacia mi estómago, hacia mi vientre... hacia mi...

¡DIOS MÍO!

Hice una mueca de dolor y tomé de su cabello mientras ahogaba unos gritos. Tener su boca ahí me produjo un hormigueo desesperante.

Él levantó su cabeza con el cabello revuelto y me besó de inmediato para meter su mano y sacarme la ropa interior. No puse resistencia, así que solo le correspondí a ese roce de labios desesperado, doloroso e increíblemente estimulante.

Apenas su mano bajó por mi silueta hasta llegar a mi muslo, apreté una hoja de cuaderno que estaba encima de escritorio. 

—John... —solté un grito ahogado, juntando las cejas—. Se... Se siente jodidamente bien, pero llévame a la cama porque tengo un lápiz debajo del trasero. —Traté de correr los lapiceros con mis manos.

—¿Qué? 

—Que hay un lápiz que me está pinchando el culo. 

—Aaaah... Oka, oka. 

Tomó de mis húmedos muslos y me cogió para sentarme arriba del edredón.

Su cabello se tornó salvaje y sus mejillas carmesí dejaron en su piel lechosa un brillo único y fogoso.

Y todo eso en su oscura habitación que emanaba limpieza y olor amaderado.

—¿Puedo? —preguntó.

Ya a horcajadas no podía decirle que no. Tanto como él y como yo sabíamos que no podíamos evitarlo; por lo que asentí apretando mis labios. Esperé a que se pusiera el condón sin poder de dejar de mirar ese rostro lleno de malicia, pero con cierta ternura que me volvía loca.  

Entonces clavó su mirada en mí a su vez que empuñó su miembro y lo introdujo en mi entrepierna. Apenas gemí y coloqué un rostro de dolor, él soltó una sonrisa de satisfacción. 

Puso sus cálidas manos en mi cintura y comenzó a moverme. 

No pude evitar gemir sobre sus labios. A ese punto nuestras respiraciones se unieron y nuestros cuerpos se conocieron de una manera que el destino no pudo evitar. John comprobó en mí que estaba disfrutando tanto como él lo hacía y eso no solo nos daba placer, sino que también cierta vulnerabilidad por el otro. 

—¿Qué? —emitió un susurro ronco y divertido sobre mis labios—. ¿Vas a negar que no tenías ganas de hacer esto? Porque yo sí me imaginé que te montabas de esta forma.

—¿Te lo... Te lo imaginaste? 

—Como mil veces... —Mordió mi labio inferior.

Giró mi cuerpo y se posicionó arriba. Sentía que mi cuerpo ardía en llamas, que mis labios estaban calientes y mis mejillas abochornadas. 

Estábamos llegando al clímax, al punto donde ambos cuerpos se retuercen en la plenitud. Lo deseaba tanto que agradecí que los estuviéramos siendo tan débiles el uno del otro en ese momento.

¡Pero sonó la alarma de la policía!

Miré hacia la ventana cuyas cortinas se iluminaban de un color azul y rojo. La sirena iluminaba esos colores cada vez más cerca. Pero no me lamenté por aquello, no esa vez.

—Ni en broma abras la puerta —ordené.

—No pienso abrirla. —Besó mi cuello.

—Mhm... Continua, rápido —sufrí—. Por favor.

—¿Quieres así? —Colocó uno de mis brazos por encima de mi cabeza. Puso su mano contra la mía y la apretó a la vez que comenzó a acelerar los movimientos.

Fue ahí cuando sentimos gritos de gente arrancando, pero no nos detuvimos. Apreté su mano ocupada y con la otra arañé la sábana, desesperada.

Yo emití sonidos imposibles de descifrar debido a mis labios tapados. Él mordió su labio inferior bajo una fogosidad indescriptible. Era evidente que ya no aguantábamos más, así que con un movimiento duro, pero bien formado y una mano que apretó con una fuerza imperiosa a la mía, hizo que provocara un cortocircuito agonizante en mi cuerpo acompañado con unos temblores llenos de placer que se arrastraron conmigo.

¡Santo cielo y todos los Ángeles que te acompañan en su reino! ¡Joder...!

Mi cuerpo involuntariamente se inclinó hacia adelante, pasando a gemir cerca de su oído. Reposé ambas manos en el colchón y puse un rostro de dolor cuando llegué a ese punto. Tal presión liberada me hizo mirar hacia el techo. Uf.

Hundí mi cuerpo nuevamente hacia la cama y lo miré. Estábamos llenos de deseo y plenitud. Él, por un instante, cerró esos ojos tan brillantes y dilatados, que su rostro fue indescriptiblemente hermoso y genuino. También cerré los míos con excitación para pasar ambas manos por su cuello, rozando su barbilla, sintiendo como aún estaba dentro.

—Evacuen todos ahora el recinto, si no, serán detenidos —exclamó un policía a través del megáfono—. Abran todas las puertas. Un joven ha sufrido una sobredosis y necesitamos buscar indicios de drogas.

Traté de pararme, pero quedé un poco delicada.

—Abran la puerta. —Tocaron la de nosotros—. Necesitamos inspeccionar y no dudaré en abrirla en un par de segundos.

Apenas se puso de pie y se sacó el condón, me estrechó la sudadera. Me la coloqué rápido, al igual que mis pantaletas. Tomé mi vientre y esperé a que John se colocara pantalón deportivo y su sudadera holgada color mostaza. Me lanzó también un pantalón deportivo para que me lo colocara debajo.

—¿Estás bien? 

 Asentí con las piernas temblorosas y con una de mis manos en mi barriga.

No puedo caminar, pero gracias. 

—VOY A ABRIR LA PUERTA.

—Tiene que ser una maldita broma —regañó John tirando de la manilla—. ¿Acaso no sabe acerca de la palabra privacidad? 

—Tengo a uno de sus amigos completamente intoxicado allá abajo.

—Y yo estoy aquí arriba. Gracias por venir, adiós. —Quiso cerrar la puerta, pero el policía colocó la palma de su mano sobre esta.

—Oye, no me interesa lo que sea que estén haciendo. Vengo a inspeccionar tu maldita habitación. Así que debes ir abajo. AHORA.

—Si llegas a sacar una sola palomita de maíz de mi escritorio, me las pagarás.

Me dio una mirada para que fuera con él, así que tímidamente me adelante hasta la puerta y el tomó de mi espalda delicadamente para que avanzara primero.

Bajé la escalera un tanto adolorida, siguiéndolo. apenas avisté la salida del baño, nos encontramos con Marcos mirando a nada más ni nada menos que a Alex arriba de la camilla.

—Joder... ¿Qué demonios pasó? —Se acercó John, preguntándole a Marcos.

—Y yo que sé. Vine al baño y lo encontré poco menos convulsionando y con la nariz llena de polvo.

—Joder... ¿Qué demonios pasó? —apareció Chris haciéndose la misma pregunta que su hermano, posicionándose al lado de Alex.

En un suspiro, el pelinegro se enfocó en mí y me repasó con la mirada, observando cómo vestía. Tal parece que sacó sus conclusiones en un par de segundos. 

Tragué saliva, fuerte.

Sí, bueno, me acosté con tu hermano... 

Me enfoqué en Alex, quien estaba más pálido de lo habitual. Sus ojos infectados hacían contraste con su aspecto perdulario. Estaba algo espástico, pero consciente. Jamás perdió aquel toque cómico de su personalidad. Era algo similar a estar muriendo y disfrutar por aquello.

—¡Al fin me voy a morir! ¡Yujuu!

—Sí, genial... —le respondió Marcos mirando al policía. 

—Debo morirme, ya estoy cansado, he hecho muchas cosas en esta vida. 

—Demasiadas —continuó Marcos. 

—¡Alex! —Me preocupé tratando de verlo, pero los paramédicos ocuparon ese espacio revisando sus ojos hinchados. Me limité a dar pequeños saltos para mirarlo—. ¿Estás bien? ¿Me escuchas? ¿Puedes oírme? ¿Sentirme? ¡ESTAMOS CONTIGO, ALEX!

—Soy un ángel, Callie —balbuceaba— ¡Mírame! —Comenzó a mover sus manos como si fueran unas aletas—. Marcos eres un idiota. ¿Por qué no me dejan morir?

Mi hermano rodó los ojos.

—Cocaína, jefe. Encontramos cocaína —dijo uno de los uniformados dirigiéndose hacia donde su superior mostrando una bolsa. Tragué fuerte al verla—. Debemos llevarlo rápido a la clínica; puede ser una intoxicación leve.

—¡Eso no es mío! Estaba en la casa del perro.

—¿Estará bien? —inquirió Chris.

—No lo sé.  ¿Algún familiar que lo acompañe?

—Vamos nosotros —volvió a decir Chris mirando a John.

—No, no. Yo no tengo familiares. Qué mierda es eso. ¡Oficial, este muchacho me vende la droga! —apuntó hacia John, a lo que él simplemente hizo un mohín como si Alex estuviera diciendo una absurdez.

Tanto Chris como John me miraron mientras avanzaban siguiendo a la camilla. Yo, por otro lado, desvíe la mirada.

—¡ALEX! ¡Qué ha pasado! —gritó Javiera dirigiéndose a mí—. ¿Estará bien? ¿Cómo lo viste? ¿Estaba consciente?, ¿letárgico?, ¿drogado?, ¿fatigado?

—De seguro estará bien... —dijo Marcos entornando los ojos— O... eso espero. ¿Tú dónde estabas? —Me miró—. ¿Y por qué demonios vistes con ropa que dobla tu altura?

Javiera me repasó con la mirada y comprimió una risa.

Oh, Bloody hell...

—¿Y a ti qué? —Me puse a la defensiva.

¡Pfff! Javiera soltó la carcajada retenida.

—¡No me molesten! —Me puse colorada subiendo la escalera.

—¡Callie, no te enojes! —volvió a reír— ¡¡Vuelve!! 

(**)

Detective Sofía Rymer:

Las cosas habían estado muy calientes por aquí. Un día encontré a Gastrell encima de Gómez.

En su escritorio.

Gastrell solo me dirigía la palabra para cosas puntuales sin evitar sonrojarse en el intento. Creí que nuestra relación podía mejorar, pero estaba perdiendo las esperanzas. Ambos me miraban como si hubiera descubierto los archivos secretos del gobierno.

La cámara de los secretos, ha sido abierta.

Dejando de lado el cotilleo: Tiempo presente, se comenzaron a revisar las huellas dactilares de las prendas encontradas en el bosque.

—Tengo noticias —dijeron desde los análisis, haciéndonos pasar a mí y a Gastrell para que miramos la computadora—. Hay un pequeño problema con lo de las huellas dactilares. La máscara tiene huellas de Oliver Flinn.

—¿Oliver? —preguntó Gastrell mirando la pantalla con atención mientras la chica tecleaba a una velocidad inigualable.

—Sí... Y también de De Meredith Koch; De Sera Montgomery, de Alex Brown, de Moon Kler, de Charlie Vern, de Javiera Koch, de John y Chris Freeman, etc. —Se tomó una pausa para después explicarnos—: Ese día, todos tomaron la máscara del asesino, lo que nos lleva a que el homicida estaba ese día en la fiesta y luego la cargó para ir a matar a Callie Morgan.

—¿Y la gabardina?

—Nada aún. Ya vuelvo, iré a ver otros análisis.

—Pero Javiera dijo que no estaba en la fiesta —aporté.

—O mintió o de alguna manera llegó esa máscara hacia ella.

Me quedé pensando... Ya me estaba comenzando a mentalizar que todos se pusieron de acuerdo para asesinarla. Era algo similar al Asesinato en el Canadian Express, de Agatha Christie. Pero quizá solo estaba siendo sensacionalista.

La escena del crimen en mi mente sonaba más o menos así:

1)Ese día Callie estaba en la fiesta, ebria y con bastantes drogas de por medio. Algo pasó ¿Alguna discusión con John?..., tal vez... Lo que la hizo querer retirarse del lugar. Chris se ofreció a llevarla a las tres de la madrugada, pero también discutieron y ella se dirigió sola para su hogar.

2)El guardia ya había sido sobornado a las tres con cinco. Alguien le dijo que apagara las cámaras para que no quedara registro. Esa persona sabía que Callie se dirigiría hasta ahí e interfirió de esa manera a Erik. Pero, ¿quién? ¿Quién la estuvo vigilando?

3) Se estima que el asesino llegó minutos después que Callie siendo conducido hacia su habitación de mano del ama de llaves. Y claro, después de llegar, Callie no pudo defenderse porque estaba ebria. ¿Si hubiera estado sobria, se hubiera podido defender de nuestro misterioso asesinx?

Resoplé. Resultó ser que Patrick Freedman salió victorioso de los interrogatorios, mostrando pruebas suficientes que estaba en un viaje de negocios en Kingston Upon Hull. No tenía idea de que habían sacado esa arma de su colección.

Ahora lo que debía averiguar era: ¿Cómo llegó esa máscara a las manos de Javiera?

Más que preguntarle a ella misma, primero quería hablar con otra persona que estaba lo suficientemente vulnerable como para darme una pista.










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