Creo que éramos almas gemelas
(una de las que tenemos contadas)
de aquellas de las películas
de esas que se ven en una tarde de primavera
con la grasa de la mantequilla de las palomitas en la yema de los dedos
con la sal en los labios
y el corazón contento,
y el por qué ignorando.

Creo que tú lo supiste primero que yo
los ojos que me regalaste
(por siempre)
en la memoria, los llevo
y en los días que vuelve lo oscuro
me acuerdo de tus palabras y el eco:
no rompieron el vidrio la primera vez que lo tocaron
quizá fue, de las veces, la séptima
o la octava
que te repetí
cuando de fragmentos se llenó el suelo;
En una de esas tardes con la escena en la pantalla
recuerdas un momento de hace millones de segundos
hasta la tierra viajando las lágrimas para regar semillas,
y el corazón contento
y el por qué ignorado.