𝗦𝗘𝗜𝗦

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

¿ como sobrevivir a los intensos
entrenamientos y problemas amorosos ?





Los próximos días Cassidy no pudo averiguar si sus preocupaciones tenían base, o solo estaba exagerando las cosas. Los entrenamientos se habían vuelto cada más intenso y la chica no pensaba en nada más que aquello. Incluso durante clases, mientras prestaba atención a las palabras de sus profesores, podían encontrarla practicando movimientos bajo la mesa.

El dojo pronto se había vuelto en su lugar seguro, dónde podía aliviar todo su estrés mediante golpes y patadas, y a pesar de fallar, sabía que su sensei haría todo lo posible para ayudarla a triunfar.

—Estabilízate, Hawk —espetó Johnny, enseñándole cómo debía estar posicionado—. Mantén el equilibrio, rota al golpear.

—Sí, sensei. —y aplicó lo enseñado.

Pasaron un par de segundos, nada más largo que un minuto dónde la rubia se aseguraba de que su técnica fuera correcta. Nunca quitaba la mirada de su reflejo. Fue por eso que no se dio cuenta de que fue lo que ocurrió.

—Mierda, estamos llenos de miedosos eExclamó su sensei, obligando a Cassidy a buscarlo por el reflejo—. Levanten la mano si nunca les pegaron en la cara.

A través del espejo Cassidy pudo observar cómo toda la clase levantaba la mano, a excepción de ella y Miguel.

—Bajen la mano —pidió el hombre, sin sentirse orgulloso de lo que vio—. Toda la vida han evitado peleas para no romperse la nariz ni perder un diente. Por la estupidez de lastimarse. Así que hay una solución: antes de irse del dojo, todos recibirán un puñetazo muy fuerte en la cara.

Johnny miró a su alrededor, y una leve sonrisa apareció cuando miró a Cassidy.

—Señorita Hawksley, prepárelos —le ordenó—. Quíteles el miedo

—Si, sensei.

La chica hizo tronar los huesos de sus dedos mientras se acercaba al primer afectado, no se disculpó antes ni después de darle un fuerte puñetazo en la nariz. Sintió a Miguel pasar detrás de ella e ir junto al sensei, que se dirigía a su oficina, mientras ella fue con el siguiente estudiante.

A Cassidy no le parecía del todo bien que todos los chicos recibieran un golpe solo por nunca haberse metido en peleas, pero admitía que le satisfacía ver a los chicos caer y quejarse por el dolor; todo gracias a ella. La hacía sentir segura de su fuerza. E incluso de ella misma, más de lo que nunca se había sentido con el ballet.

Al día siguiente nadie le mostró resentimiento y ningún tipo de mala actitud, todos entendían que ella no tenía la culpa de nada. Durante el calentamiento Miguel aprovecho el tiempo libre para pedirles ayuda.

—Necesito un lugar no demasiado romántico. —les pidió Miguel, luego de explicarles todo lo que había ocurrido entre él y Samantha en la escuela.

—¿Por qué me miras? —preguntó Cassidy, al sentir la insistente mirada del chico sobre ella.

—Bueno, entre nosotros, parece que eres la que tiene más experiencia en esa área.

La rubia se carcajeó mientras terminaba de estirar.

—No sabes de lo que hablas, Miguel —le dijo ella—. Nunca he salido con alguien, ustedes son mis primeros amigos. Los únicos lugares que conozco son la escuela y el estudio de ballet.

—Vamos Cassy —pidió el pelinegro—. Debes saber de algún lugar.

—Está bien, está bien —exclamó ella, tomándose unos segundos para pensar—. Bueno, solíamos ir al Teatro abandonado, es un buen lugar porque nadie va allí.

—¿Un teatro abandonado? Quiero un lugar no tan romántico, no uno donde vivan fantasmas.

—Exageras —le aseguró—. Es bellísimo por dentro, y el lugar perfecto para una sesión de besos. Te lo digo por experiencia.

—¿Por experiencia? —repitió Hawk de forma brusca—. ¿Con quién te besaste? —ella no respondió.

—Las parejas de baile solíamos ir para practicar y mejorar la confianza y química entre nosotros, lo que es muy importante para el ballet —explicó la rubia—. Aunque también está la pista de patinaje, es divertido.

—Vayan a hacerse tatuajes. —sugirió entonces Hawk, de la nada.

—¿Qué?

Entonces el chico se levantó de un salto, desató el nudo de su gi y al darse media vuelta se descubrió la espalda, enseñándoles el gran halcón que se había tatuado, con la cresta de color azul, tal como su cabello.

—Un tipo que conozco me conectó con un chico malo.

—Mierda. —soltó Miguel.

—Es genial. —aprobó Aisha.

—Sí, ¿no?

—Catorce horas sentado.

Cassidy de pronto se sintió incómoda, no entendía bien por qué. Evitó observar a Hawk y se puso de pie con prisa, excusándose con necesitar ir al baño. Aunque no era cierto, sólo necesitaba un momento a solas para pensar, o no. Necesitaba silencio y calma. Más, el repentino grito del sensei mientras caminaba por el pasillo no la ayudó a terminar su propuesta.

—¿Prohibición? ¿De qué habla?

Cassidy fue de inmediato hacia la oficina de Johnny, donde se encontraba discutiendo por teléfono. Miguel llegó a su lado casi de inmediato.

—A mí no me prohíben. ¡Yo los prohíbo! —y colgó el teléfono con estrépito.

—¿Qué fue eso, sensei? —preguntó la chica.

—A Cobra Kai lo prohibieron de por vida en el torneo de karate.

—¿Qué? —soltó, recordando la breve explicación que Miguel le había dado el día anterior mientras se dirigían a sus hogares—. ¡Eso no es justo!

—No lo es.

—¿Qué haremos? No podemos permitir esto. —espetó la chica, molesta con la idea de no competir.

A pesar de enterarse hace menos de veinticuatro horas del Torneo, era en lo único que había estado pensando.

—No puedo hacer nada.

—¿Qué pasó con nunca aceptar la derrota? ¿Con no hay un no?

—Fue un consejo —replicó el sensei a Miguel—. Esto es diferente, es el mundo real. Hay reglas.

—Puede hacerlo sin romper las reglas —le recordó Cassidy, siendo la voz de la razón en aquella oficina—. Vaya con esas personas, explíqueles su caso, muéstrese emotivo y problema resuelto. Si habla de niños indefensos siempre van a ceder.

—¿Sabes qué? Tienes razón.

Y salió de la oficina para dar comienzo con el entrenamiento, dejando a los dos amigos detrás.

La mañana siguiente Cassidy despertó con buenas noticias en su celular. Miguel le había enviado un mensaje mientras ella dormía, explicándole que el sensei lo había logrado: Cobra Kai había entrado al Torneo de Karate.

La chica no necesitó ningún otro incentivo para comenzar a prepararse. No creyó que tendría la oportunidad de probar sus habilidades en tan poco tiempo, pero tampoco se daría por vencido sin siquiera intentarlo. Durante los últimos meses había progresado bastante con sus habilidades, y sabía que si se esforzaba un poco más y se tomaba el karate más en serio, podría ganar un puesto alto en el Torneo.

No era necesario para Cassidy ganar el primer, no cuando estaba recién comenzando con una práctica totalmente nueva para ella, pero tendría que estar entre los cinco mejores, eso como mínimo.

Los días siguientes se trataron de un completo cambio de entrenamiento, uno más pesado y exigente. Entrenar para el torneo era su única forma para mejorar y llegar a su mejor forma, e iba a hacer todo lo posible para hacerlo bien y ser la mejor. Además, podía usarlo como excusa para intentar ignorar la decadente situación en su hogar.

Tal como hubiera hecho con el ballet, comenzó a dedicarse al cien por ciento al karate. No había momento en el que no estuviera practicando o estudiando sobre esto, porque Cassidy sabía bien que entrenar no era la única forma de mejorar, a veces la teoría también era de ayuda.

Y parecía que Johnny, su sensei, también creía que existían otras formas de mejorar. Desde Cobra Kai había entrado al Torneo, sus entrenamientos se volvieron poco comunes. Desde llevarlos a un depósito abandonado para destruir los autos viejos que se encontraban allí, hasta probar su resistencia y velocidad al ser que fueran perseguidos por perros rabiosos. Era peligroso, pero efectivo.

Claro que aquello era cuando se encontraban con el resto de la clase. En ocasiones, el sensei la citaba únicamente a ella y Miguel para entrenar más duro. En sus propias palabras: "son la única chance que tengo de ganar el Torneo", y aquella afirmación por su parte no hizo más que motivarla. Era agradable tener la confianza de Johnny, nunca antes había experimentado algo así en el ballet.

Aunque pronto aquella satisfacción se vio reemplazada por un sentimiento más negativo, el miedo. El miedo que su padre le provocaba cada vez que entraba a la sala o cuando escuchaba su voz, ya era común en ella paralizarse por unos segundos ante su presencia. Era algo que no podía evitar y que odiaba, no le gustaba como su relación estaba evolucionando.

Y todo parecía empeorar cuando pasaban más de diez minutos en la misma habitación, cuando él dejaba de lado su desagrado hacia ella y se dignaba a verla, solo para encontrar el que alguna vez fue el "delicado" y "hermoso" cuerpo de su hija cubierto de hematomas por todos lados. Su enfado era mayor cuando veía costras o heridas aún sanando.

—Cúbrete las manos, Cassidy.

La chica levantó la mirada de su plato de comida, confusa por la petición de su padre. Estaba al tanto del disgusto que sentía al ver los efectos de su entrenamiento, pero era absurdo. ¿Qué quería que hiciera? ¿Qué se colocara guantes para almorzar? Prefirió ignorarlo.

—¿No me escuchaste?

—Estoy comiendo —respondió, intentando responder con un tono regular—, los guantes me incomodaran.

El hombre resopló con impaciencia, quitando la mirada de la mesa por unos segundos. Sus ojos se cerraron con fuerza, como si estuviera intentando contener sus propias acciones.

—Ve a comer a tu habitación, entonces. —espetó, volviendo a mirar a su hija.

—¿Qué? —soltó Cassidy con incredulidad.

—Scott, por favor —hablo su madre, que generalmente no interfería en sus discusiones—. Ya está por terminar, deja que acabe.

—¿Qué acabe? —repitió con un bufido de gracia—. ¿Así que ahora estás de su lado, Hadley? Porque sabes muy bien lo que pienso de su... de lo que hace.

—No te quiero contradecir, cariño. Pero...

—Entonces no lo hagas —y volvió a dirigir su dura mirada hacia Cassidy, que había estado evitando observarlo—. A tu habitación, ahora.

Ella no se movió. No estaba segura de que era lo que debía hacer a pesar de estar recibiendo ordenes directas, tenía miedo de molestarlo aún más si se movía. Fue entonces que sus manos y antebrazos impactaron contra la mesa, rompiendo los platos que tenía bajó él con tanta facilidad que algunos trozos de loza saltaron de la mesa. Prescott se ocupó de lanzar el resto mientras se ponía de pie.

La reacción de Cassidy fue rápida, saltó de su asiento y se agachó contra la pared más cercana, sintiendo su respiración acelerada.

—¡Prescott, ya basta! —el agudo grito de su madre resonó en el comedor, el hombre con el rostro rojizo de la rabia se volteó a ver a su esposa, sorprendido por escucharla decir su nombre completo, el cual no solía utilizar—. Vas a lastimarla.

Los parpados de Cassidy se habían mantenido cerrados con su rostro escondido entre sus hombros, al igual que el resto de su cuerpo que se había encogido, escuchando los objetos romperse uno tras otro sobre su cabeza, temiendo finalmente que alguno de ellos impactara contra ella. A pesar de que cada parte racional de su mente le decía que debía mantenerse allí: inmóvil para que nadie la viera, decidió arriesgarse. Con todo su cuerpo temblando, levantó el rostro para ver lo que ocurría cerca de ella. Su madre estaba frente a Scott, con ambas manos sobre sus brazos, le hablaba en un intento de tranquilizarlo, más, no estaba segura de que estuviera funcionando.

Sin querer quedarse para ser testigo de lo que sucedería luego, Cassidy fue tan rápida como cuando escapó de los perros rabiosos. Se escabulló en silencio hasta el ventanal más cercano y lo atravesó con rapidez, corriendo por el jardín para alejarse lo más posible de aquel lugar.

Sus piernas seguían débiles por el miedo pero intentó ignorarlo. Corrió por las calles del vecindario sin siquiera ver a ambos lados al atravesar las calles, no le importaba que tan malo fuera ser arrollada por un auto, al menos eso le daría un par de días lejos de su casa.

Miguel era una persona dulce y preocupada, probablemente el mejor amigo que Cassidy pudo pedir. Por supuesto ella no le había contado sobre la realidad en su hogar, pero sabía que a sus padres no les agradaba su decisión de practicar karate, fue por eso que siempre le hacia saber que siempre estaba dispuesto a distraerla cuando fuera necesario.

Aquel día la rubia no tuvo otra opción que enviarle un mensaje, el cuál fue respondido de inmediato. En poco más de media hora el grupo de amigos se encontraba reunido en una sala de cine disfrutando de las palomitas, aunque no mucho de la película pues cada uno parecía estar en su propio mundo.

—Oye, ¿qué pasa? —escuchó a Aisha preguntarle a Miguel.

—Pienso en lo que dijo el sensei sobre el papá de Sam.

—El sensei y su papá se pelearon. ¿Qué tiene que ver contigo?

Cassidy volteó para ver a sus amigos, más interesada en su conversación que en la película o en tener que observar a Hawk lanzarle palomitas a las chicas que se encontraban delante de ellos.

—¿Debo explicártelo en detalle?

—Eso sería bueno —comentó la rubia—, yo tampoco entiendo que tiene que ver contigo.

—El papá de Sam odia a Cobra Kai, yo estoy en Cobra Kai —les explicaba el moreno—. Por propiedad transitiva, el papá de Sam me odiará.

—Cielos, eres tan cerebrito. —dijo Hawk a su lado, quien también prestaba más atención a ellos que a la película.

—Eso es ridículo —espetó Cassidy, ignorando las palabras del otro chico—. El papá de Sam es un adulto, no puede ser tan inmaduro como para catalogarte como un chico malo solo por pertenecer a cierto dojo.

—Te digo que no me lo imagino. Sam se puso incómoda cuando pasó su papá.

—Escucha, conozco al señor LaRusso desde tercer grado. Es un buen tipo, solo habla con él. —dijo Aisha, actuando como la voz de la razón.

—Ni siquiera me invitaron —replicó Miguel—. Debe tener miedo de presentarme.

—Amigo, ve allí. Es un movimiento alfa.

Movimiento alfa. A la chica se le revolvió el estómago. Había escuchado innumerables veces aquella palabra salir de la boca de su padre, sobre todo cuando su hermano aún vivía con ellos y le intentaba dar consejos amorosos. Siempre había sido así, un fiel creyente de la superioridad masculina, de que lo agresivo y la fiereza era para los hombres. Por suerte Reece nunca escuchó sus palabras.

Pero ahora escuchar a Hawk decir aquello la había descompuesto, era algo desagradable para ella. Una vez más se sintió incómoda allí, sentada entre Miguel y Hawk. Intento ignorar aquella sensación que recorría todo su cuerpo pero le fue imposible. Terminó por levantarse de su asiento y salir de la sala con rapidez, sin decir ni una sola palabra.

La luz del pasillo la cegó por unos segundos pero se sintió aliviada al notar el silencio de ese lugar, era justo lo que necesitaba para sentirse mejor.

—¿Estás bien, Cassy?

El cuerpo de la chica se sobresaltó ante aquella sorpresa, no había escuchado al chico detrás de ella.

—Sí, lo estoy. —respondió, mirando hacia la pared.

—¿Por qué saliste de la sala?

—No es nada Eli, vuelve a la sala. —dijo, dando media vuelta para mirar al chico.

—No me llames de esa forma —le pidió el peliazul, intentando no ser brusco con ella—. Soy Hawk ahora, no Eli.

Cassidy, por razones que aún no comprendía, se sentía abrumada. Bufó con gracia ante su extraña actitud, no le gustaba sentirse de esa forma y no saber que era lo que le ocurría con ella.

—¿Qué es tan divertido? —espetó entonces Hawk, deseando que sus pensamientos no fueran correctos: que la chica que tenía frente a él no estuviera burlándose de él.

—No es nada.

—¿Ahora te burlas de mí?

—¿Qué? —exclamó Cassidy con sorpresa—. ¡No! Yo nunca...

—¿Entonces que sucede contigo? —inquirió Hawk casi con desesperación—. Has estado actuando de forma extraña por semanas, creí que todo iba bien entre nosotros hasta que... —fue entonces que la actitud del chico pareció decaer— cambie mi estilo. ¿Es eso, Cassidy?

—No lo entiendes Hawk —le aseguró, porque ella tampoco lo hacía—. Estoy más que feliz por ti, la confianza y seguridad que has ganado durante este último tiempo ha sido increíble.

La rubia se acercó a Hawk, sus cejas estaban levemente fruncidas y sus ojos demostraban algo de angustia.

—Pero ya no eres el mismo chico de antes.

—Ese era el punto, evolucionar. Cambiar de piel.

—¿Y está nueva evolución de ti aún está interesada en mí? —preguntó Cassidy, sintiendo su rostro enrojecerse por la vergüenza que le causó decir aquello en voz alta.

—¿De qué hablas?

—Has estado actuando tan distinto estás semanas que ni siquiera has notado que ya no me hablas, no como antes —soltó la rubia con la voz quebrada—. Ahora solo te interesa hablar de cosas rudas, de karate y así; no hablas de ti ni preguntas por mí, cómo si la conexión que estábamos formando ya no te interesara. Entonces te pregunto, Hawk, ¿sigues interesado en mí?

Ella estaba tan concentrada en la angustia que sentía que no reparó en el hecho de que el chico estaba mirándola con ternura, una leve sonrisa ladina apareció en su rostro. Fue por ello que la tomó desprevenida cuando Hawk se acercó a ella de manera rápida, casi brusca, posando una de sus manos en su espalda baja para acercarla a su cuerpo y luego sostener su mentón con la mano libre, uniendo por segunda vez sus labios, aunque está vez de manera impetuosa, besándola con agresividad y avidez.

Podía sentir los dedos de Hawk recorriendo su espalda baja, aplicando presión en ciertos puntos que le provocaba una serie de corrientes eléctricas que recorrían su cuerpo y la hacía desear más de aquel tacto. Necesitaba más intensidad, más de aquella humedad en sus labios, tanto más que creyó que se volvería loca en aquel pasillo.

Más, pronto el aire les faltó. Se separaron con respiraciones agitadas pero sin separar sus cuerpos el uno del otro.

—Espero que con eso haya quedado claro lo que siento por ti. —le murmuró, sintiendo su respiración caliente chocar contra su rostro mientras la observaba sin vergüenza alguna; sus labios estaban algo rojos.

Cassidy sonrió, sin romper el contacto visual.

—No del todo —respondió ella, sin poder disimular una sonrisa traviesa—, pero podrías intentarlo de nuevo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro