xi. monster

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Unas días después, la mañana del Equipo Flash estaba siendo algo extraña. Empezando por el hecho de que Wells —H.R., como tanto insistía ser llamado— les llevó el desayuno a STAR Labs, luego estaba el hecho de que Caitlin había ido a quién sabe dónde y Audrey no le respondía las llamadas a Barry.

Barry se había mudado de la casa de Joe y ahora vivía con su mejor amiga ya que de todos modos ahí era como su segundo hogar, al principio todo iba bien pero después Audrey empezó a comportarse extraño e intentaba evitar a toda costa a Barry, hacía lo que podía por no coincidir con él y poner excusas para no ir a STAR Labs en momentos donde la necesitaban. Últimamente pasaba más tiempo con Julian y H.R. que con todos los demás. Ella y H.R. parecían estarse entendiendo perfectamente y nadie sabía por qué, ninguno de ellos se llevaba tan bien con el nuevo integrante.

Y Julian...

A Barry le molestaba la idea de que su mejor amiga empezaba a hablarle más al rubio que a él y esa mañana cuando despertó y no la encontró en ningún lado se preocupó, le llamó al trabajo, a Thalia y unas cien veces a su celular pero o no sabían dónde estaba o no respondían la llamada.

Y Caitlin se había marchado a algún lugar. La falta de ambas chicas era demasiado notoria ese día.

Ahora vayamos a lo que seguramente están preguntándose, ¿dónde estaban en realidad las chicas?

La doctora Caitlin Snow había ido a visitar a su madre para que le ayudara a frenar de alguna manera aquellos peculiares poderes de Killer Frost que habían aparecido.

La editora Audrey Cooper había tenido un sueño extraño la noche anterior que le hizo querer viajar al bosque de Central City.

Audrey había ido a dormir tarde porque estaba aferrada en terminar un libro, para cuando fue a la cama Barry llevaba dormido unas dos horas y media. Cuando ella aceptó que su mejor amigo fuera a vivir a su casa todo iba bien hasta que la chica empezó a tener sueños recurrentes de cosas que quizá pasaron en Flashpoint porque no recordaba haberlas vivido. Luego de los sueños vinieron aquellas visiones, de nuevo, en una de ellas Barry estaba discutiendo con Julian sobre un metahumano y cuando él llegó a casa le contó a Audrey acerca de aquella discusión.

A la chica le dio vueltas todo, lo peor de todo vino aquella misma noche cuando estaba cepillándose los dientes y el espejo empezó a empañarse para que luego apareciera escrito ALQUIMIA. No gritó, ni siquiera le comentó a Barry, muy a su pesar lo dejó ir aunque no del todo.

Entonces vino la noche anterior, ella leyendo hasta tarde. Cuando pudo conciliar el sueño una imagen apareció en su mente dormida; estaba en el bosque de Central City, confundida y aturdida por algo.

Audrey empezó a ver por todos lados hasta que escuchó un ruido de su lado derecho haciéndola ponerse a la defensiva.

Audrey Cooper —habló una voz.

Ella no vio nada pero su nombre hizo eco en todos los sitios habidos y por haber del bosque, alterándola aún más.

Quería despertar pero no podía, algo no la dejaba. El sueño se sentí perturbantemente real, sentía la adrenalina en sus venas y el corazón acelerado, podía jurar que ese no era un sueño de ni haber estado consciente de que en serio había ido a dormir.

Su nombre volvió a escucharse, ella sintió que se encogía por la desesperación de no saber qué demonios estaba pasando hasta que vio una figura de pie entre los pinos del bosque. Ella entrecerró los ojos un poco para poder enfocar bien a la figura.

—Audrey Cooper —repitieron el nombre, pero esta vez no hizo eco— Neûron.

Ella frunció el ceño y de alguna manera se obligó a caminar hacia la figura la cual ella ya tenía una idea de quién se trataba debido a su extraño comentario.

—Oh, Dios, ¿eres Alquimia? ¿Qué demonios quieres?

—Te lo he dicho, quiero darte lo que se te fue arrebatado en Flashpoint.

— ¿Mi compromiso con Barry?

—No seas grosera con tu amo, niña.

— ¿Mi amo? —Audrey se rió— Disculpe, señor Alquimista, aquí nadie es el amo de nadie.

Se estaba pasando. Ella sabía que estaba portándose relativamente mal con aquel ser tan extraño y misterioso pero no le importaba. Barry le había dicho que ella no tenía poderes en Flashpoint.

Pero...

—Tu destino es ser poderosa, Audrey Cooper, ¿no quisieras tener lo que no pudiste?

—A ver, ¿y por qué no pude tenerlo?

—Porque estabas tan concentrada en cosas tan poco relevantes que tu mente bloqueó tus poderes —le respondió Alquimia—. Acepta y te lo devolveré.

La chica ladeó la cabeza. Se suponía que Alquimia le otorgaba poderes a los metahumanos de Flashpoint. Según esto ella era una y lo único que la diferenciaba de aquellos metahumanos del universo alternativo que el idiota de su mejor amigo creó era que ellos aquí no tenían poderes.

Pero ella...

Ella en serio podía estar desarrollando sus poderes sola.

— ¿Qué clase de poder tenía?

—Mentales —dijo Alquimia—. Visiones, telequinesis, controlar a la gente con la mente.

Audrey ladeó la cabeza, ¿cómo demonios era posible que ella misma estuviera obteniendo los poderes que aparentemente tenía en Flashpoint? Ella tronó la boca antes de encogerse de hombros.

—Eh, suena tentador pero paso, no quiero ser uno de tus títeres —dijo—. Y con telequinesis creo que el término correcto es psicoquinesis. 

—No siempre vas a poder rechazarme.

—Ya lo hice. Dos veces.

—Audrey Cooper, eres una...

Y de alguna manera se obligó a sí misma a despertar. Ahí, en medio de su cuarto oscuro, llegó a la conclusión de que necesitaba ir al bosque sin razón aparente. En su sueño antes de escuchar su nombre por primera vez había sentido una clase de extraña paz y concentración y algo le decía que ir ahí le ayudaría a sacar sus poderes de una vez por todas.

Además ya sabía cuáles eran gracias a Alquimia.

Así fue como esa mañana despertó luego de dormir unas cinco horas, se bañó y vistió tan rápido como pudo, tomó de la alacena un tetrapack de leche con chocolate, una barra energética y una manzana, buscó una mochila para meter más cosas y se marchó del departamento antes de que Barry despertara. Además de rezar a todo tipo de dioses: a la Santísima Trinidad, a los dioses nórdicos, egipcios, griegos y los que pudo recordar que Alquimia no la encontrara en el bosque por ser demasiado tonta y predecible.

En el camino le llamó a Thalia para decirle que aquel día no iba a aparecerse en ningún momento en la editorial porque necesitaba estar sola, acto seguido apagó su celular, lo guardó en la guantera y condujo hasta su destino.

Al llegar estacionó el carro entre los árboles, sacó las llaves, se colgó la mochila en los hombros y se dispuso a salir para comenzar a caminar rumbo al río que había ahí. En serio esperaba que aquella sensación de tener que ir al bosque fuera cierta y no simples alucinaciones porque realmente ella sentía algo.

Caminó y caminó sintiendo el aire golpear su rostro y mover su cabello, despeinándolo más de lo que ya estaba, inhaló y exhaló con profundidad recordando cuando sus padres solían insistirle tanto en que lo hiciera al ir de paseo a algún lugar con muchos árboles; su madre decía que era bueno para los pulmones respirar el aire fresco, su padre decía que al inhalar todas las buenas vibras de la naturaleza entraban a tu interior.

Audrey parpadeó varias veces evitando que las lágrimas que había comenzado a sentir salieran de sus ojos, sorbió la nariz y continuó con su recorrido esta vez tarareando una canción de One Direction.

Al llegar a la orilla del río donde se podía escuchar perfectamente el sonido de la cascada y del agua corriendo se detuvo. Se descolgó la mochila dejándola caer en la tierra y esperó.

No sabía qué demonios estaba esperando.

¿Acaso los poderes iban a llegar de la nada? ¿Ella tenía que hacer algo? ¿Dejar de pensar tanto? Sus poderes eran mentales, ¿no? ¿Qué tenía que hacer para que sus supuestos poderes se pusieran en acción?

Audrey recordó las palabras de Alquimia en su sueño. Visiones, telequinesis, controlar a la gente con la mente.

Telequinesis.

La chica echó su cabeza hacia atrás antes de saltar de un lado a otro según ello calentando para estar lista. Volteó a la tierra justo donde había dejado caer su mochila y miró el objeto con determinación intentando lograr algo, lo que sea, pero después de varios intentos la mochila ni siquiera se movió un centímetro.

Ella gruñó.

Bueno, este sería un día largo.

(...)

Central City era un caos y el corredor escarlata no encontraba explicación alguna para el monstruo que había aparecido en plena ciudad. Ni él ni Cisco. Después de un intercambio de palabras con Iris con quien se había topado intentando abrir las puertas de un autobús para que la gente saliera, Barry volvió a comunicarse con Cisco.

—Cisco, ¿a dónde se fue?

—No puedo verlo ni seguirlo.

— ¿Sabes qué puedes hacer? —Habló H.R. alzando un señalador que no dejaba de usar desde que llegó— Usa tu oído.

— ¿Mi oído...?

— ¿Qué es ese sonido? —Le preguntó H.R. a Cisco.

El muchacho prestó más atención al ambiente del lugar donde estaba Flash.

—Alarmas de autos —respondió—. Las usaré para ver a dónde va el monstruo.

Cisco oprimió un botón y en la pantalla del computador apareció un cuadro localizador.

—Lo tenemos. Va tres cuadras al norte.

Flash hizo caso a las indicaciones de su amigo pero en eso algo pasó en STAR Labs y lo único que pudo escuchar fue un "Lo perdí" por parte de Cisco, el corredor escarlata se detuvo.

—Sí, yo también —dijo él, mirando a todos los lados que pudo sin encontrar rastro alguno del monstruo.

Luego de un largo silencio donde los tres hombres estaban confundidos sobre lo que acababa de suceder, Barry decidió volver a STAR Labs, cambiarse el traje e ir al córtex con los otros dos.

—No entiendo —habló Cisco—. Cada metahumano que encontramos ha Sido eso: metahumano. ¿De dónde salió esta cosa?

H.R. caminaba de un lado a otro a la vez que Barry se encogía de hombros.

—No sé de dónde salió —dijo el superhéroe en respuesta y luego chasaueó sus dedos mientras continuaba—. Sólo sé que se desvaneció.

—Pero en mi experiencia —interrumpió el otro hombre—, las cosas son diferentes...

Dejó la frase en el aire.

Cisco, quien estaba sentado dándole la espalda a H.R. miró sobre su hombro enarcando una ceja en espera de la continuación. Barry movió su cabeza.

— ¿Qué? —Instó.

—... de lo que parecen. Debe haber una razón por la que esa cosa desaparece así —continuó H.R.— Tal vez tiene un mecanismo de encubrimiento.

Sí, en definitiva ni Barry ni Cisco entendían por qué Audrey se llevaba tan bien con él.

—Es buena idea —opinó Barry—. Pero, ¿cómo lo detenemos?

— ¿Cómo...?

—No sé —dijo el nuevo Wells.

—No tenemos un lazo mágico para metahumanos.

— ¿Saben? Lo que podemos... —Wells se interrumpió a sí mismo— No. Perdón. Lo olvidé. Solo estoy observando.

—H.R., por favor. Escucharemos cualquier idea.

El aludido hizo caso al comentario de Barry y se dispuso a explicar: —En mi Tierra hay cuerdas hechas de fibra de carbono. Son ultraligeras pero capaces de detener un barco de guerra. Podríamos detenerlo con eso, ¿verdad? ¿Qué piensan?

El superhéroe ladeó su cabeza y su amigo le lanzó una cuestionante mirada, ambos en serio estaban considerando la idea de H.R.

—Bueno, es...

— ¿Bueno?

—Podemos hacerlo en mi taller —aceptó Cisco, H.R. levantó los brazos.

—Sí. Bueno —celebró el hombre golpeando la mesa con su señalador, asustando a Cisco y haciendo que parpadeara varias veces.

—Pero había algo más que era raro —añadió Barry—. Vi un transformador explotar mientras esa cosa pasaba.

— ¿Qué tiene de...? —H.R. dejó de hablar dándose cuenta que Cisco había empezado a preguntar lo mismo y dejó que terminara la pregunta.

—... raro?

—El monstruo no lo tocó. Explotó antes.

—Como la película de Hitchcock donde el tipo se tapó los oídos.

— ¿Tienen a Hitchcock? —Les preguntó H.R. con emoción, Cisco asintió— Genial. Asesinato en el Titanic. "¿Quién lo hizo? ¿Qué importa? Nos ahogamos". La bestia emite un pulso. ¿Puedo ver el transformador?

—No —le dijo Barry negando la cabeza, extrañado por su referencia al Titanic el cual al parecer era diferente en la Tierra de H.R. —. El lugar es una escena del crimen a cargo de Julian. Si tan solo Audrey no estuviera desaparecida...

—Julian —se quejó el hombre—, ¿quién es? El forense que no te cae pero que Audrey ama, ¿verdad?

Barry entrecerró los ojos y titubeó cruzándose de brazos.

—Bueno, no sé si Audrey lo ame pero... espera, ¿ella te dijo algo?

— ¿A mí? No —El hombre negó— ¿A ti?

—No —respondió Barry— ¿te... comenta algo sobre él?

—No.

—Bueno.

—Bueno —repitió H.R.

Ahora fue Cisco quien entrecerró los ojos mirando de manera extraña a Barry e incluso lo siguió mirando cuando él simplemente salió del córtex sintiendo los ojos de su mejor amigo sobre él.

¿Había sido demasiado extraño? Sí.

¿Le importaba? Un poco.

El forense soltó un suspiro antes de sacar el celular de su bolsillo para desbloquearlo y llamar al contacto al que ya le había llamado unas cincuenta veces. Lo mandó directamente a buzón, lo que significaba que Audrey todavía tenía su celular apagado.

Ahora buscó otro contacto. Dio clic en el número y esperó que respondieran.

—No, Allen, no voy a darte información del caso.

—No la necesitaba —mentira—. Julian, ¿de casualidad sabes dónde está Audrey?

—No, pensé que tú sabías —respondió el rubio—. Le llamé en la mañana porque tiene algo que necesito y no respondió.

— ¿Qué tenía?

— ¿Disculpa?

—Lo que Audrey tenía, ¿qué era?

Hubo silencio del otro lado de la línea.

—Me pidió unos archivos de algunos metahumanos —respondió—. Pensé que los quería para ti.

—Pues no fue así —dijo Barry—. Y... ¿de qué eran los archivos?

—De cuando los metahumanos aparecieron por primera vez usando sus poderes —habló Julian—. Mira, Allen, so no tienes algo más importante que hacer te digo que yo sí lo tengo así que me voy. Si encuentras a Soph le dices que los necesito.

Y colgó la llamada. Barry miró el celular con extrañeza. ¿Julian acababa de llamar a Audrey Soph? El muchacho movió su cabeza como si aquella acción fuera a eliminar todos esos pensamientos de su mente, se aguantó las ganas de correr a buscar a Audrey y en vez de eso se dispuso a concentrarse en el misterioso monstruo de Central City.

(...)

Audrey lanzó un grito exasperado y se sentó de mala gana sobre una gran roca que había encontrado durante su estadía en el bosque. Llevaba cerca de tres horas intentando sacar sus poderes de telequinesis a flote y lo único que había conseguido hasta ahora eran las ganas de lanzarse por el borde del río.

Intentó mover su mochilas, piedras, varas, su celular, las llaves; todos los objetos que podían moverse que estuvieran a su alcance y no había logrado mover ninguno.

Todavía.

No estaba lista para rendirse. Ella de veras sentía que lo lograría, el que persevera alcanza.

Intentó concentrarse una vez más pero se dio cuenta que cuanto más se esforzaba, más le costaba así que pensó en algo más mientras miraba el objeto a cuatro metros de ella: su mochila.

¿Cómo estaría yendo el día del Equipo Flash? Se preguntaba si estaría siendo un día agitado, esperaba que no. También esperaba que Barry no estuviera tan preocupado —y enojado— por ella, el muchacho era capaz de mover cielo, mar y tierra para encontrarla pero todavía no lo hacía. Tal vez sí estaba enojado, tal vez tendría que hacerle de cenar algo que le gustara demasiado para que más o menos la perdonara, o también podía leerle. Desde que despertó del coma que lo convirtió en Flash el chico amaba que Audrey le leyera lo que fuere que tuviera en mano. Ella lo encontraba extraño, él no tanto por aquel secreto que ustedes ya saben: él solo escuchaba la voz de Audrey leyéndole.

Durante los últimos días ella había notado algo en Barry, pese a que al fin Barry consiguió que la chica de sus sueños le hiciera caso, él a veces —por no decir la mayoría del tiempo— prefería quedarse con Audrey, tampoco era que a ella le importara pero le sorprendía. La llevaba al trabajo, le preparaba el desayuno y se la pasaba diciéndole que con toda la ropa que se ponía ella siempre lucía bien.

Era extraño. Pero el tipo de extraño del que puedes acostumbrarte.

Y demonios, Audrey en el fondo sabía que quería acostumbrarse a eso. A Barry tratándola de una manera distinta.

Entonces en plenos pensamientos sobre su mejor amigo, la chica notó un cambio a su alrededor y es que la mochila a cuatro metros de ella estaba volando. La muchacha se sobresaltó y se levantó de la roca con la respiración agitada hasta que miró a otro lado y la mochila se movió con su mirada.

Telequinesis.

A Audrey se le pasó el susto de inmediato y lo reemplazó por total orgullo, alivio y sorpresa. Ella en serio tenía poderes. Pensó una sola cosa: traer la mochila hasta donde se encontraba parada y segundos después, la mochila flotante empezó a ir hacia ella.

La chica soltó una risa incrédula.

—Oh, por Dios —dijo—. Soy la maldita Matilda.

De repente ya no solo estaba moviendo con telequinesis a la mochila sino también a las rocas y ramas de la tierra tomándose su rol de Matilda en serio.

Una día pasó por su mente con la rapidez misma que el corredor escarlata tenía al correr, Audrey sonrió antes de dejar de mover todas las cosas que estaba moviendo y correr de regreso al lago deseando que funcionara lo que quería hacer. Si funcionaba... Dios, Audrey estaría más maravillada de lo que ya estaba.

Suspiró y puso sus manos hacia enfrente con las palmas hacia abajo dirigidas al agua que corría, se acomodó un poco y tamborileó los dedos en el aire antes de concentrarse en lo que necesitaba.

Dio grandes inhalaciones y exhalaciones intentando concentrarse lo más que pudo con su psicoquinesis y entonces sus palmas empezaron a sentirse mojadas haciendo que la chica se atreviera a mirar a ellas para toparse con un gran chorro de agua que parecía una fuente llegando hasta sus manos.

—Debo regresar —habló—, ¡los chicos deben de saber esto!

La muchacha salió corriendo en dirección a su mochila, la tomó y se la colgó en los hombros para seguir corriendo a su próximo destino que era el auto.

Por primera vez en lo que parecían siglos no estaba pensando en la muerte de sus padres o en cómo su hermana la abandonó después de eso, mucho menos en las cosas extrañas que últimamente su mejor amigo le estaba haciendo sentir. Ahora lo único que ella podía sentir era una felicidad inmensa.

Ella, Audrey Cooper, en serio era una metahumana. Quizá lo haya sido gracias al cambio en la línea temporal que Barry había hecho pero prefería eso a vivir sabiendo que no consiguió poderes en la explosión del acelerador, o peor, haberlos conseguido porque Alquimia la convenció.

Condujo durante una hora hasta que llegó a STAR Labs donde por alguna razón no había nadie. La chica frunció el ceño con extrañeza.

¿Acaso nada estaba pasando en Central City?

No conforme con el hecho de que no hubiera nadie en el córtex, la chica se dispuso a aventurar gran parte de las habitaciones en el laboratorio hasta que escuchó voces provenientes del lugar de H.R. trabajaba. Audrey se encogió de hombros antes de correr hasta la entrada llegando apenas a escuchar a Barry preguntándole al hombre si era científico y novelista.

Oh, entonces Audrey se iba un día y Harrison soltaba toda la verdad porque se le daba la gana.

Atención. La verdadera razón por la cual Audrey se llevaba bien con él era porque ambos tenían la misma pasión: la escritura y los libros. Lo primero que H.R. le dijo cuando estuvieron solos por primera vez fue que necesita su ayuda porque él no era un científico sino un escritor y quería escribir una novela sobre su experiencia viajando a través de las Tierras. Audrey había querido contarle a los demás pero él le hizo prometer que no lo haría y no tuvo más opción que prometerlo y cumplirlo.

Hasta hoy, claro.

Ella siguió escuchando la plática rodando los ojos al darse cuenta que H.R. les estaba diciendo la verdad a medias. Científico y novelista, ya, claro.

—No pensé que revisarían mis pertenencias.

— ¿Revisaron sus cosas?

La voz de la chica ocasionó dos cosas: la plática fue momentáneamente interrumpida y Barry sin querer soltó un suspiro de alivio. H.R. saltó por la sorpresa que le causó escuchar la voz de una de las dos desaparecidas del equipo pero antes de que él pudiera decirle algo, Cisco habló.

—No fue a propósito, no confiamos en él.

— ¿Por qué no pueden tenerle confianza y ya?

— ¿Confianza? —Preguntó una voz nueva que, de nuevo, hizo pegar un grito de susto a Harrison.

—Basta, me dieron un susto de muerte ambas —dijo él.

— ¿Confiar en quién? —Preguntó Caitlin con un extraño tono de voz.

Barry frunció el ceño mientras que Audrey se cruzaba de brazos y volteaba a verla expectante.

No había estado solo unas horas, por Dios, ¿qué pasó?

La plática fue nuevamente interrumpida cuando la alarma de metahumanos empezó a sonar haciendo que Cisco hiciera un gesto de fastidio.

—Es la aplicación.

—El monstruo regresó.

— ¿Monstruo? —Preguntaron las recién llegadas al mismo tiempo.

Audrey arrugó la nariz y señaló a Caitlin con su dedo índice: — ¿Acabas de llegar?

—Fui a hacer unas cosas —respondió la doctora—, ¿y tú?

—Me fui por ahí.

—Se perdieron de mucho —dijo Barry mirándolas y pasando de ellas cuando caminó fuera de la habitación.

Su mejor amiga frunció el ceño mirando a los otros dos hombres que posiblemente podrían explicarles a ambas lo que estaba pasando pero nadie lo hizo así que solo fue al córtex junto con los demás donde el traje de Flash ya no estaba sin embargo Barry los esperaba de pie en medio del córtex.

— ¿Y qué estás esperando? —Preguntó Cisco, apresurándolo a irse.

Detrás de Cisco apareció H.R. y después Iris quien seguramente acababa de llegar. Luego entró Caitlin y por último Audrey con los brazos cruzados y una mala cara. Flash la miró un rato antes de regresar su vista a su amigo, asentir con la cabeza, poner sobre su hombro lo que Audrey identificó como una cuerda y salir corriendo de ahí para ir a donde estaba el monstruo.

Segundos más tarde se escuchó la voz del corredor escarlata.

—Muy bien, chicos, estoy aquí.

—Dinos todo lo que ves ahora.

H.R. jugaba con un palo con una mano y con la otra sostenía una taza de café, Audrey miró a Caitlin quien se notaba un tanto nerviosa y despistada.

—Caos y al monstruo —le respondió Barry al hombre.

— ¿Cuál es el plan? —Preguntó Iris.

—Buena pregunta —dijo Harrison—. Hicimos la cuerda de fibra. Pero corríjanme si estoy mal... nunca dijimos cómo iba a usar esa cuerda, ¿o sí?

La editora ladeó la cabeza.

— ¿Enviaron a Barry allá sin saber cómo funciona aquella cosa?

—No, no —se apresuró a decir Cisco—. Bueno, sí.

Audrey dio un paso hacia adelante de manera amenazadora pero Caitlin la sostuvo del brazo.

—Barry, haremos Imperio.

Imperio del Sol, Barry.

La chica entrecerró los ojos mirando a Harrison quien seguía jugando con el palo dando vueltas.

—Se refiere a El Imperio Contraataca.

—Oh, El Imperio Contraataca, Barry.

—Derríbalo como un AT-AT.

—Como un AT-AT.

Iris se quedó pensativa ante lo que sucedía en ese momento mientras que Audrey solo quería golpear a H.R. por ser tan idiota y no dejar de repetir lo que Cisco ya había dicho.

—Cuanto más grandes son, más fuerte caen —habló Caitlin—. Hasta yo vi Imperio.

—Eso me gusta —dijo Harrison.

—Aquí vamos —dijo Barry.

—Siempre quisiste ser un Jedi —le dijo Audrey haciendo sonreír al superhéroe mientras se preparaba para atrapar al monstruo.

Corrió hacia un poste enrollando la cuerda en él, después corrió al contrario e hizo lo mismo empezando a hacer eso repetidas veces para crear una manera de hacer caer al monstruo y cuando el susodicho pasó por la cuerda intacto, Barry habló a sus amigos.

—Chicos, es un holograma. Atravesó la cuerda.

—Eso explica todo —dijo Cisco, mirando al computador—. Las diez cuadras y los transformadores.

—No estoy entendiendo.

—Se requiere de mucha energía —le dijo Cisco a Audrey aunque ella siguió sin entender.

—La policía envió tiradores —habló Iris.

—Si no es real...

—Las balas lo atravesarán —terminó Audrey la oración de Caitlin.

—Chicos, se fue. ¿Dónde está?

—Espera un momento —Cisco miraba como loco la pantalla en busca de la señal del holograma.

—No tenemos un momento —exclamó Barry alterado.

—H.R., triangular la señal enviada al monstruo.

Audrey miró expectante al recién nombrado a sabiendas de que él en verdad no sabía qué significaba aquella tarea que Cisco le había mandado a hacer.

—La computadora no triangular de la forma... no la... es un tamaño distinto.

—Oh, Dios mío, lo sabía —dijo Cisco, mirando a Harrison.

La mejor amiga de Barry agachó la cabeza.

Pero qué desastre.

— ¿Qué?

—Eres un farsante.

Harrison dejó de hacer lo que según hacía y volteó a ver con cara de sorpresa al chico, Audrey llevó su mano a su frente con fastidio.

— ¿Qué? —Dijo Iris seguido de otro ¿qué? de Caitlin y Harrison.

—Actúa como si pudiera ayudar. No puede porque no sabe.

—De acuerdo —interrumpió Audrey—. Mi mejor amigo está allá afuera esperando nuestra ayuda para resolver esto y no pienso esperar a ver qué pasa porque ustedes se dieron cuenta que H.R. es un farsante y si en este mismo momento no ayudan a Barry voy a golpearlos. A todos.

Cisco analizó las palabras de Audrey, apretó su mandíbula y asintió un par de veces empujando lejos a H.R. para hacer lo que tenía que hacer.

—Lo encontré. Segunda y Fulton.

Barry corrió hasta esa dirección, al llegar todo lo que pudo ver fueron patrullas y a un montón de policías listos con su arma de fuego para dispararle al monstruo que atacaba la ciudad. De un momento a otro un oficial le disparó al holograma, la bala lo atravesó y Flash corrió a tomarla para evitar que impactara en una persona.

Después se puso a gritar que no dispararan porque era un holograma. El monstruo se esfumó.

—Detective West —dijo Barry—, ¿dónde está Julian?

—Estaba aquí.

—Cisco, necesito la ubicación.

—Edificio Hamilton, piso veinticinco.

—Va más energía allí que a otros lugares —dijo Audrey con voz alterada.

Barry miró a todos lados, preocupado. Si esta situación lo alteraba el saber que posiblemente Audrey estaba mil veces más preocupada que él debido al maldito monstruo creado a computadora hacía que se alterara un poquito más.

En medio de su repentino pánico se dio cuenta de algo entre los edificios.

—Se pueden ver todos los ataques. Ahí debe de estar.

El Equipo Flash se quedó esperando más actualizaciones por parte de Barry mientras él ya detenía al chico que controlaba al monstruo. Lo había salvado de un disparo de Julian.

— ¿Barry? —Llamó Audrey en el micrófono.

No hubo respuesta durante unos segundos.

—Voy para allá.

(...)

Momentos más tarde el Equipo Flash se encontraba mirando de manera acusadora a H.R. mientras él les enseñaba su información personal en una pantalla. Iris estaba sentada en una silla frotando su frente con sus dedos, fastidiada. Audrey por otra parte estaba recargada en los computadores a un lado de Caitlin escuchando a H.R.

Cisco y Barry cuestionaban la información de Harrison.

—Así que se te ocurren las ideas —habló Iris a modo de comprensión a lo que H.R. les estaba explicando.

Oh, bueno. Audrey no tenía nada que opinar sobre tal asunto, de todos modos ella ya sabía todo sobre la mentira del hombre.

—No resolviste el criptograma que te enviamos —dijo Caitlin.

—No, fue mi socio en STAR Labs en mi Tierra —respondió, luego señaló su rostro con las manos—. Soy la cara de la compañía. Soy más la inspiración detrás de la compañía. Pero me expusieron. La gente pensó que era algo que creo que no era. Como sea, todo se desmoronó para mí.

Barry se cruzó de brazos procesando estas cosas nuevas que estaban descubriendo sobre el reemplazo de Harrison Wells. Cisco quería golpear al hombre. Y Audrey de veras quería ir a comer una hamburguesa.

—Entonces recibiste el mensaje —dijo ella, caminando hacia él—. Te daba la oportunidad de venir y escribir un maldito libro.

Su mejor amigo entrecerró los ojos, cambió su postura y empezó a unir algunas piezas sueltas.

—Oh, por Dios, Auds, ¿sabías algo de esto?

Audrey se encogió de hombros rascando su nuca y haciendo una mueca.

—Tal vez.

— ¡Audrey! —Exclamó Barry— ¿Por qué no nos dijiste nada?

—Le pedí que guardara el secreto —se adelantó a responder H.R.—, cuando el otro Harrison dijo que ella era editora supuse que podría ayudarme y... le dije.

—Por eso se llevan tan bien —Cisco lanzó un suspiro de comprensión pero luego sonrió con ironía—. Tantos planetas en el multiverso y elegimos al único Wells que no es científico.

—Tienes razón —apuntó H.R. y se sentó— No fui totalmente honesto con ustedes. Me sentí mal y lo lamento. Pero les haré una pregunta, ¿no ha habido ninguno de ustedes que tapara la verdad por lo que consideraban el bien mayor?

Audrey casi de inmediato miró a su mejor amigo y enarcó una ceja. Barry dudó un poco al sentir la mirada de su mejor amiga sobre él. Le había ocultado por varios meses que él era Flash y ella se había enterado de una manera no tan grata, estaba trabajando en la editorial cuando un metahumano que ahora ya no recuerda el nombre llegó a atacar, el corredor escarlata acudió casi al instante pero el metahumano ya estaba en el área donde ella trabajaba en ese entonces así que lo primero que hizo fue correr hacia donde sabía que estaba ella para sacarla de allí y le dijo: "andando, Auds".

La verdad él no tuvo que confesarle nada, Audrey lo supo porque en primer lugar solo Barry le decía así y en segundo era imposible que el héroe de Central City conociera su nombre.

—Suenas como un estafador —respondió Wally y Audrey gruñó.

—Tú suenas como tu hermana.

Iris miró de mala gana a Audrey.

— ¿Fui un estafador cuando le mostré a San Francisco cómo rastrear a la bestia usando armas? ¿O cuando le enseñé cómo crear una cuerda con fibra de carbono?

—Fueron mis ideas —exclamó Cisco.

—Salieron de mis sugerencias. Así funcionan las ideas —H.R. golpeó a Audrey en el hombro empujándola un poco hacia adelante—. Diles, Auds.

Ella cerró los ojos: —Que no me digas así. Y... bueno, supongo que es verdad.

—Gente, necesitan una musa —siguió Harrison, luego se señaló—. Puedo ser su musa.

— ¿Y qué tal detener a los metas en tu Tierra?

—Fue un papel de asesor. Pero estuve ahí.

Harrison siguió hablando intentando convencerlos que no era malo y que podría serles de ayuda y finalmente Barry cedió.

—Puedes quedarte unas semanas y tratar de probarte —dijo, mirando a los demás—. Si no, regresarás a tu Tierra.

Al terminar de decir eso, todos se dispersaron a distintos lugares de STAR Labs. Y en lo que Cisco tenía una charla con Caitlin, Audrey se dirigía al ascensor del recinto para marcharse.

Quería contarle a sus amigos sobre sus poderes pero... no era el momento adecuado, además no sabía ni cómo empezar a explicarles porque ni ella lo entendía. Empezó a tener visiones sobre el Flashpoint, luego vio a Alquimia en sueños quien quería persuadirla para aceptar sus poderes de vuelta, afirmando que en Flashpoint no tuvo ni tiempo de desarrollarlos y después ella misma terminó obteniéndolos por su cuenta.

Jugó con sus dedos hasta que la caja metálica se abrió y cuando entró en ella, su mejor amigo corrió hacia adentro también.

—Oh, diablos —murmuró ella.

—Sí, oh, diablos —dijo Barry—, ¿en dónde estuviste todo el día?

—Fui al bosque.

— ¿Para qué?

—Necesitaba estar sola —le respondió—. Pensar. Barry, puedo sonar muy presumida pero quizá yendo al bosque me inspiré para escribir mil historias.

Barry frunció el ceño con gracia, olvidando su enojo con su mejor amiga: — ¿Sobre qué?

—Tú y yo —dijo—, el equipo. Metahumanos. Diablos, podría escribir un retelling de Romeo y Julieta.

—Hazlo.

— ¿Qué?

—El retelling —respondió Barry—, estabas escribiendo uno en Flashpoint.

— ¿De veras?

Barry asintió. El elevador se abrió cuando llegaron a la salida y él dejó que su mejor amiga saliera primero.

—Siento no haber dicho nada sobre mi expedición al bosque —se disculpó la chica—. Fue uno de esos impulsos.

—Está bue —dijo—, pero para la próxima que tus impulsos vuelvan avísame.

—Anotado, coronel.

—Cállate.

Audrey soltó una carcajada antes de hablar de nuevo: — ¿Irás a casa?

—No —respondió—. Debo ir al Departamento de Policías.

—De acuerdo —dijo—, dile a Julian que es un idiota por hacer eso.

—No voy a decirle nada, Auds.

—Apestas.

—Cállate —repitió.

Barry le sonrió a su mejor amiga antes de abrazarla por los hombros, acercarla a él y depositar un beso en su cabello.

Dios, ojalá supiera qué significaba que su corazón latiera tan rápido cuando estaba con ella. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro