Fly to my room

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A mi socia B., quien algún día se hará cuenta aquí y que sabe que esto es para ella.






Quiero irme, pero no hay manera. La habitación lo es todo, ok, entonces, tan sólo convirtamos este lugar en nuestro propio mundo.









Kim Taehyung vivió para contarlo. Literalmente. No era una forma de decir, de exagerar vivencias. Salió huyendo de la muerte, o quizá esta le dio la ventaja de que lo hiciera, y despertó en el hospital con más dolor que sentido de orientación, pero, lo importante, vivo. Aunque tampoco podía ser descorazonado al presumir de ello cuando hubo víctimas fatales del accidente de avión, lo que supo la primera vez que estuvo consciente y exigió respuestas.

La habitación era pequeña, de paredes claras y ventanales que con sus cortinas beige proyectaban una luz amigable para sus ojos legañosos. Debido a la gran cantidad de heridos tuvo que compartir habitación, por lo que se interponía entre él y la otra cama del cuarto una mesa de noche alta, y a su derecha el suero y algunos artefactos médicos de los que no supo función hasta que lo desconectaron porque estaba estable.

Sin embargo, su cuerpo le exigía descanso y durmió tanto que, al despertar nuevamente, estuvo desorientado. Y, sin otra cosa que hacer, observó al muchacho —también sobreviviente— junto a él que se arrancaba la intravenosa, toqueteaba los aparatos médicos que causaban un alboroto al activar una alarma.

Supo que ese bullicio lo arrebató de su plácido descanso.

—¿Ocurre algo? —Preguntó, y la voz le raspó los oídos por lo seca que se escuchó y lo mucho que le dolió pronunciar—, ¿te sientes bien?

—Del asco, pero quiero mear.

Como no tenía respuesta para eso, continuó viéndolo hasta que el muchacho, una vez libre, corrió al baño. Volvió minutos después —largos minutos después—, decidido, como si fuese a salir. Cojeaba un poco, su pierna izquierda parecía incapaz de responder al comando de caminar. Tenía el rostro hinchado y amoratado, y el cabello castaño, húmedo y peinado con los dedos lo mostraba ridículo, pero bastante enérgico.

Taehyung lo observó rebuscar en sus pertenencias, arrojar la ropa hecha jirones que seguramente traía en el avión antes de que este se precipite al suelo, y ponerse con demasiada dificultad unos pantalones y una remera. Cuando fue turno de las zapatillas de correr, forcejeó con ellas y al final se rindió de hacerlo. Por lo que, encogiéndose de hombros, tomó del armario pequeño del cuarto las pantuflas que el hospital proporcionaba a los ingresados.

—Saldrás —quiso preguntar Taehyung, pero sabía que era estúpido cuando era evidente.

—Este sitio es aburrido —dijo el otro, acercándose al lado de Taehyung donde revisó un carrito de medicinas que este no había notado antes porque estaba cerca de sus pies. Leyó con atención las etiquetas y de una tomó dos píldoras que se tragó sin agua. Sonrió al ver el rostro pasmado de Taehyung y le guiñó un ojo—. ¿No te importa cubrirme...?

—Taehyung, Kim Taehyung —seguramente estaba también bajo efectos de fármacos porque de pronto no quiso que el extraño se fuera y se sentó, gimiendo de dolor como un cachorro apaleado—. ¿Cuál es tu nombre?

—¿Por qué importa eso?

El otro, que estaba ya junto a la puerta,  regresó y le ayudó —con brusquedad, pero sin intención de lastimarlo— a quedar sentado en la cama. Taehyung le agradeció el gesto con una sonrisa tirante, demasiado concentrado en apretar los dientes cuando un dolor sordo latió en su espalda y estómago. La pierna fue peor.

—Tu nombre —dijo, sin él mismo estar seguro de por qué insistía.

—Kim Seokjin —proporcionó el extraño, ahora revisando la mesa junto a Taehyung y robándole las golosinas y algo de efectivo que había sobre ella—. Te lo devolveré.

La mirada brillante y la sonrisa ladina le dijo a Taehyung que no era cierto.

—No sé dónde encontrarte —ni por qué debería buscarte, pero solo pensó esto último.

—Oh —Seokjin rascó su cabeza, dejando ver que el brazo estaba sangrando en hilillos desde donde se había arrancado las agujas—, estaré en la máquina de peluches.

Y se fue.

+

Descubrió que estaban varados —no encontraba otra forma de decirlo— en Portugal. Debido a que el avión se estrelló en los límites del país, tuvieron que ser trasladados a un hospital de la zona donde los alojarían hasta que fuese seguro y posible tramitar el viaje a casa. Por esta razón, Kim Taehyung tuvo un pequeño ataque de ansiedad. Estaba lejos de su hogar, en un sitio del que no sabía nada, sin poder comunicarse con su familia y con un compañero de habitación que era tan inquieto como exasperante.

Este, para colmo, disfrutaba de fastidiar al personal:

—Ya, ya —le decía Kim Seokjin al enfermero que trataba de meterlo en la cama—, puedo solo.

El enfermero, un hombre robusto de mirada amable, tensó la boca en una sonrisa antes de repetirse en un portugués de sílabas enredadas y veloces. Kim Seokjin no entendía tampoco el idioma, pero se divertía haciendo de cuenta que sí.

—En serio, Nicanor, no puedo dejarte dormir conmigo sin que antes pidas mi mano a mis padres —se atajó el cuerpo, cubriéndose el pecho en un ademán de exagerado pudor y lo despachó con un ligero empujón—, ¡por muy guapo que estés, quiero conservar mi flor!

—Haz caso —gruñó Taehyung, moviéndose en la cama y lamentando tener la pierna rota porque así no podía escabullirse lejos de la presencia colorinche y bulliciosa que era Kim Seokjin—. Uhm, excuse me, sir? —intentó en inglés, idioma universal del que sabe poco—, could you lend me a phone charger?

El enfermero asintió y enseguida volvió a forcejear con Seokjin hasta que este se dejó caer en la cama.

—Eres pésimo pronunciando.

Taehyung lo ignoró y agradeció cuando pudo conectar su celular y ver las llamadas y mensajes de sus familiares y amigos. Tranquilizó a todos, negándose a videollamar porque no quería que viesen su rostro descompuesto por los hematomas y, además, porque Kim Seokjin había hecho lo posible para encontrar el juego de celular más ruidoso que había en la playstore y lo acompañaba con gruñidos y lamentos cuando perdía.

Dos veces tuvo que pedirle silencio antes de grabar audios y mandarlos. Dos veces más rogó que baje el volumen. Dos veces también fue enviado a callar con gesto grosero.

—¡Basta ya! —Gritó, sin importarle que le doliera la garganta—. Eres un desconsiderado, ¿sabes? Hay más personas aquí y queremos relajarnos.

—¿Oh?

—Lo digo de verdad, si queremos convivir —ya llevaban cinco días juntos—, necesitamos ser tolerantes uno con el otro y establecer reglas. La primera, sonidos y palabras bajos.

—La segunda —siguió Seokjin animado—, postre doble para mí a cambio del sonido bajo y palabras susurradas.

—Está bien —aceptó, rodando los ojos—. Tres, no molestar al personal. Hacen demasiado por nosotros.

—Nicanor me ha dado baños, creo que puedo tener confianza con alguien que lavó mis golpeadas bolas.

—No se llama así, y no importa qué haya hecho, es su trabajo y le haces perder el tiempo cuando te encaprichas en levantarte. Tenemos que hacer reposo, dijeron.

—Regla cuatro —Seokjin era bueno ignorándolo—, nada de enamorarnos, aunque accedo a un par de besos.

—¿Eh? —Estuvo confundido hasta que vio a Seokjin aguantarse la risa—. Idiota.

Pero tuvo que admitir que al menos Seokjin se mostró más cooperativo que días anteriores.

+

Nicanor, el enfermero, —Taehyung sabía que se llamaba Benedito— era especialmente atento con Kim Seokjin. Así que cuando vio que su compañero de cuarto bromeaba y se retorcía lejos del hombre, entendió que era apenas para enviarle una clara señal al enfermero de que no había nada más que ver en sus acciones que simple simpatía. No que esto restase profesionalismo a Nicanor, pero por alguna razón, Taehyung sintió tranquilidad al entender el comportamiento de Seokjin y ayudó a este distrayendo al hombre.

Aunque también notó lo joven que era el hombre, solo parecía mayor por su gran contextura física y sus rasgos duros, pero cincelados. Positivamente apuesto. No del tipo de Seokjin, según le comentaba este a Taehyung mientras cruzaba a su cama y le robaba el postre de gelatina de manzana. Todas sabían lo mismo, a excesiva cantidad de azúcar artificial con colorante, pero Seokjin extrañaba los dulces.

—Si estuviera fuera de esta prisión hospitalaria, te aseguro que podría pensarme lo de aceptar salir con Nicanor —contaba, a la par que se sentaba a un lado de Taehyung y le ayudaba a acomodar sus almohadas—, pero no estoy tan desesperado para eso. ¡Oh! Y prefiero a los chicos menudos, de rasgos afilados, como tú. Todo modales y etiqueta.

—Ajá —dijo por decir—, por cierto, ¿de dónde eres? Yo soy de Daegu, Geochang.

Seokjin se llevó a la boca una cucharada colmada de gelatina verde que temblaba graciosamente.

—Nunca he estado más allá de Gyeonggi, Gwangcheon, este era mi primer viaje fuera. Quería llegar a para tomar unas vacaciones y disfrutar mis últimos días de libertad.

—¿Libertad? —Ladeó la cabeza, confundido, soplando su flequillo cuando le cubrió los ojos—, ¿a qué te refieres?

—¿No te lo dije? ¡Qué extraño! —la sonrisa no era realmente brillante, aunque sí bonita; lo cierto es que Seokjin hablaba mucho, pese a que Taehyung era poco conversador—. Estoy comprometido, me casaré cuando regrese a casa con una chica que no conozco, pero que mis padres tienen en su lista de aprobadas.

—¿Y no te parece mal casarte sin amar?

Seokjin no respondió, en su lugar, le ofreció de sus chocolates. Golosinas que Nicanor le traía a escondidas.

—Ten, el chocolate hace feliz a todos, ¿no es lo que dicen? Así quitas esa expresión de que estás por cagarte encima, pero no tienes el valor para ello.

—Ewww —hizo una mueca asqueado—, deja de decir eso.

—Es la verdad, seguro ni has hecho bien pipí porque sabes que alguien viene a recoger tu meo.

No desmintió lo cierto, y se sonrojó profusamente.

—Vete, me has quitado el apetito.

—No, aguarda —la expresión de Seokjin cayó un poco, pero sus cejas se alzaron incrédulos—. ¿De verdad te aguantas? ¡Eso te hará daño, tonto! Anda —saltó de la cama, con la bata de hospital abriéndose y mostrándole el trasero pálido, para volver con una silla de ruedas—, vamos a llevarte al baño y harás lo que tengas que hacer.

—Seokjin hyung, en serio no creo que...

—Shhh, calla ya —acercó la silla y luego lo destapó, sin inmutarse por verle las partes que se quedaron expuestas al tener la bata levantada—, vamos, ¿o prefieres que te lleve un enfermero? Puedo llamar a alguien.

—¡No! —Se lo pensó bien, y sí, Seokjin tenía razón, le estaba doliendo un poco la panza por no ir bien de cuerpo así que decidió que, antes que estallar en una bomba de defecación, mejor aceptaba la ayuda ofrecida—. Solo ayúdame a llegar al retrete y luego puedo solo.

—Oh, diablos, había estado listo para sostener ese tremendo pedazo que cargas —bromeó, consiguiendo otro sonrojo furioso de Taehyung, que se tensó en sus brazos antes de ser sentado en la silla—, no es cierto, amigo, soy un hombre comprometido, ¿recuerdas?

—Y existe la cuarta regla —dijo Taehyung, sonriendo también—, no debes enamorarte de mí y te aseguro que si tuvieras un trocito de mí, sería tu fin.

—Si lo tengo todo, eso seguro, ¿has visto esa cosa? Pensé que tendría que traer otra silla solo para ella.

Taehyung se relajó un poco, aunque no había ninguna tensión sexual entre los dos. Menos cuando estuvo seguro que Seokjin lo escuchó desechar lo que se aguantó por días. Eso mataba cualquier dote de erotismo.

+

Nicanor había traído pastel de cumpleaños. Una mujer que sobrevivió con ellos al accidente cumplía cincuenta años, y aunque estaba ingresada en cuidados intensivos, tuvo la gentileza de enviarles a todos sus compañeros de vuelo un trozo del dulce.

Seokjin estaba extasiado, al punto de que no le importó tener que ser enviado a cama temprano. Una vez solos, sin embargo, se levantó y fue hasta Taehyung que había rechazado el postre y la cena.

—Amigo, come algo —espetó, levantándolo para acomodar las almohadas y dejarlo sentado—, lo digo en serio, debes comer y nutrirte o perderé mi fuente de ingresos.

Llevaban varados ya casi dos semanas y si no habían sido dados de alta la mayoría era porque estaban todos en el hospital, y en general por lo que veía en las noticias internacionales, inquietos por un virus que tenía una fuerte propagación y era severamente letal hasta el momento. Taehyung no era estúpido, reconocía lo que era un principio pandémico aunque nunca hubiese vivido uno y quería permanecer tranquilo, no entrar en pánico, pero sus nervios le cerraban el estómago y lo privaban varias noches del sueño.

—No tengo apetito —respondió sin alzar la cabeza, suspirando agotado.

Le dolía el cuerpo de yacer en cama por tanto tiempo. Aunque Seokjin lo levantaba y arrastraba hasta la máquina de peluches y otra veces a la de golosinas para distraerlo. Y pedirle prestado. Las familias de los que estaban varados habían llegado al acuerdo de establecer un sistema de fondos para cada ingresado y pagar los servicios, así como tener extras por si deseaban comprar algo más. Taehyung había visto que Seokjin no recibía más que lo suficiente para cubrir sus ingresos de internación. Por eso recurría a él para chucherías. Y tal vez era demasiado blando de corazón, pero no podía negarse cuando veía el anhelo en la mirada de su amigo de internación cuando Taehyung contaba sobre lo que le decían sus padres o amigos tras llamarlo.

Nadie contactó a Seokjin y él tampoco buscó llamar a nadie.

—Tu interés por mi bienestar es tan conmovedor —dijo, aunque sonrió por ver la preocupación sincera de Seokjin. Comenzó a cortar un trozo de pollo, midiendo los cortes precisos.

Cuando Seokjin vio esto rodó los ojos y le arrebató los cubiertos.

—Tardarás años así y se endurecerá hasta parecer que masticas plástico.

Seokjin lo hizo deprisa, con maestría, y luego rompió con los dientes uno de los envoltorios de aderezo que había robado de la cafetería para echarle encima. Metió al plato con cuidado parte de la verdura hervida de la sopa que acompañaba el pollo, y lo condimentó con sal —también cortesía de la cafetería— para ofrecerle ahora sí el tenedor a Taehyung.

—Uhm, gracias —no supo por qué se sonrojó, pero sí que tuvo que esforzarse en no sonreír como tonto cuando Seokjin le sonrió en grande, complacido de verlo comer con entusiasmo—. Wow, con que así sabe el sabor.

—Eres tan tonto, tú, pequeño tonto, tonto —pero Seokjin estaba distraído con algo que veía por la ventana—, parece que volverá a llover, ¿será que podremos salir a tomar el fresco?

Lo estudió, viendo que las heridas de su cara estaban menos enrojecidas y le habían retirado los puntos que tenía encima de la ceja.

—No lo creo. Además, se pondrá helado una vez caiga la lluvia.

—Podemos llevar mantas con nosotros —dijo enseguida, ya animado con su idea—, he visto que a dos pisos por encima hay un patio de luz para guardería hospitalaria, desde ahí podremos ver la lluvia sin mojarnos. ¿Quieres que comamos el postre allá? ¡Puedo escabullirme a la máquina de golosinas y traer chips para el flan!

—Hyung —quiso protestar, pero en serio sonaba agradable el plan—, podrían pillarnos.

—¿Y? Nos traerán de vuelta y aguardamos para volvernos a escapar —agregó al ver la mirada escéptica—, si creen que nos sentimos regañados y mal por desobedecer, no pensarán que volveremos a escaparnos.

—Eres incorregible.

—Gracias, ahora, termina tu cena en lo que voy por mantas a la enfermería.

+

La lluvia cayó con estruendo, pero no detuvo la conversación entretenida de los dos amigos. Seokjin había sido especialmente atento con Taehyung, procurando que no tome frío y que su pierna enyesada estuviera cubierta. Y Taehyung no rechazó la ayuda porque sí, era probable que esta preocupación por él le genere un calorcito en el pecho, que se traducía en un leve sonrojo. Más aun cuando era pillado por Seokjin, que sonreía coqueto y le guiñaba un ojo.

—Deberíamos volver —dijo Seokjin algo desganado, aunque ya había bostezado un par de veces—, si fuera por mí me daría un chapuzón en la lluvia para espabilar y seguir aquí contigo. Lo digo en serio, tonto, ¡eres divertido e inteligente! ¿Cómo es que sabes tanto de arte y aun así trabajes en una oficina archivando papeles y aplastando las nalgas en una silla por ocho horas?

—Lo sé —trató otra vez de ignorar la calidez que le proporcionó saber que le agradaba a Seokjin—, es lo que sucede cuando quieres tener lujos como comida, techo y abrigo.

—Pero sé sincero conmigo, ¿pintas, tocas música, haces algo artístico para dejar ir el estrés laboral? —Insistió, aunque distraídamente estaba acomodando la manta sobre los hombros de Taehyung, quien sintió electricidad allá por donde los dedos de Seokjin rozaban su piel—, yo la tengo difícil, cuando salgo del restorán suele ser muy tarde y debo volver al día siguiente temprano a cubrir el desayuno.

—Me dijiste que trabajabas en una empresa de telecomunicación.

—Lo haré cuando me case y deba mantener a un hijo. Por el momento, estoy a gusto ayudando a mi hermano descarriado en su restorán —el afecto con que pronunció esto fue evidente, y le indicó a Taehyung cuánto Seokjin lo extrañaba—, pienso que es mejor que no sepa dónde estoy ni qué sucedió, se lamentaría no poder socorrerme —rodó los ojos, exasperado al parecer por la protección de su hermano—, siempre fue así, incluso cuando dejó de ser el favorito y se volvió el despreciado Kim.

—Pero le va bien —conversó, queriendo alejarse del tema espinoso—, ¿no dijiste que tiene un restorán propio?

—Sí, y es maravilloso. Aunque mucho se debe a mí —se jactó, volviendo a ser el mismo y resplandeciendo graciosamente bajo la luz de un relámpago­—, mi Sundubu jjiga atrajo hasta celebridades. Te daré una tarjeta, para que lo compruebes por ti mismo.

—Por eso comes tan bien y tratas de sazonar todo —adivinó, logrando que el brillo en los ojos de Seokjin aleje la tristeza que los cubrió por un momento—. ¿Eres hermano menor o mayor?

—Menor, ¿se nota?

No respondió, pero sonrió haciéndole saber que sí. Y siguieron un rato más, en silencio cómodo.

+

No había vuelto a suceder un avance del enfermero y Taehyung había visto que Seokjin se relajó al punto de no prever el roce de una mano en su cintura cuando pasaba junto a Nicanor para ir al baño. Saltó y chilló gracioso, pero su rostro se  recompuso cuando vio la sonrisa ladina del enfermero y cómo lo siguió al baño.

Taehyung sintió impotencia al no poder moverse de la cama y la silla de ruedas estaba lejos como para arriesgarse a moverse hasta allá. Por lo que tuvo que soportar los sonidos que le llegaban amortiguados y luego ver a Seokjin salir con el rostro rojo, despeinado y luciendo agitado. Nicanor parecía encantado con lo que sea que ocurrió dentro del baño y volvió al rato con un postre extra para ambos.

—No, gracias —rechazó el dulce, asqueado por la mirada encantada del enfermero cuando dejó una caricia en el cabello de Seokjin antes de irse.

—Come, a caballo regalado...

—Es para ti, no quiero su gentileza.

Lo dijo con tal seriedad que fue obvio que lo estaba juzgando y Seokjin levantó una ceja impresionado por su contestación. De no tener un leve puchero, sería seductor, pero se redujo a un rostro adorable, para martirio de Taehyung.

—Con que así, ¿eh? ¿Acaso estás celoso o te doy asco?

No era Seokjin quien le daba asco, era... diablos, era la situación. Pero no sabía qué ocurrió, y tampoco era quién para meterse en ello y creerse juez de moral.

—Lo siento, pero de verdad no quiero  —movió la bandeja a un lado.

—No pasó nada más que un beso —suspiró Seokjin, levantándose y yendo, como de costumbre, a comer con él—, bueno, más de uno y un par de manos. Pero le dije que ya no me buscara y creo que lo entendió.

—Yo creo que no —replicó mordaz, logrando que Seokjin ladee la cabeza y enarque una ceja—, ¿qué?

—Solo me pregunto si lucirías igual de molesto si te besara ahora a cambio de más monedas para golosinas.

Se paralizó y luego reaccionó con torpeza, tratando de decir algo y fracasando al no saber qué. Pero fue suficiente para que Seokjin lo acerque hasta él y lo abrace con fuerzas, dándole un sonoro beso en la mejilla.

—¡Aparta!

—No te enfades, ya pasó. No estoy prostituyéndome por postre, en serio no volverá a buscarme —y luego se distanció para despeinarlo—, aunque si comienzas a cobrarme la deuda en besitos y abrazos, contigo estoy muy dispuesto a pagar.

—Idiota —meneó la cabeza, tratando de serenarse por lo mucho que le gustó la propuesta y fingiendo que no sintió alivio de saber que Nicanor ya no sería un problema.

Pero, ahora sí, ¿desde cuándo suponía un problema el coqueteo de Seokjin con el enfermero?

+

A la semana diez en el hospital, Taehyung estuvo listo para retirar el yeso. Y ya era lo último en heridas visibles. Aun debería permanecer en el hospital, ahora en un aislamiento preventivo a razón del virus mundial. Kim Seokjin hacía tiempo había sido dado de alta, pero retenido en la habitación con Taehyung hasta que a los dos se les asigne una pensión pagada por la embajada surcoreana.

—Vaya, pareces un osito —se carcajeó el mayor, haciendo que la doctora lo mire con reproche.

Es que la carcajada de Seokjin era extravagante, ridícula y contagiosa. No pudo él mismo evitar reír y, claro, darle la razón. Su pierna peluda tenía mucho que hacer para verse otra vez atractiva y no paliducha y delgada por la presión del yeso.

—Tonto hyung.

—Pero no te preocupes, sigues siendo bello —sonrió y esperó, pero Taehyung no entendió—, ¿captas?, vello corporal, sigues siendo bello... Ah, olvídalo.

—No recurras a la comedia para subsistir, por favor.

Seokjin rodó los ojos, pero luego pidió permiso a la doctora antes de arrojarle a Taehyung un almohadazo. Aunque la alharaca se detuvo una vez Nicanor entró al cuarto y pidió hablar con Seokjin, quien lo acompañó al pasillo y no regresó por horas.

Solo pudo distraerse cuando la doctora le explicó su tratamiento de rehabilitación. Y claro, todavía debía ser cuidadoso tal como lo fue para evitar estropear el yeso antes. Luego lo dejó y Taehyung decidió jugar un juego desde el teléfono, que Seokjin le había instalado. Tenía que aceptar que, tal como sus amigos le decían, esto podría tomarse como unas vacaciones de todas formas, donde perder el tiempo, quedarse en cama y no tener la presión de hacer algo. Seokjin lo ayudaba en esta tarea de aprovechar el rato en cualquier cosa que no fuese preocuparse.

Cuando su amigo volvió, estuvo callado un rato, aunque enseguida inició una conversación y continuó como si nada. El enfermero había tomado costumbre de llamarlo para conversar, lo cierto es que Taehyung no podía reclamar y no se atrevía a preguntar.

Kim Seokjin no mencionó nada al respecto y esto comenzó a generar distancias entre los dos, por mucho que se esforzaran en pretender que no.

+

Hubo una vez que Seokjin no salió de la cama en todo el día y tampoco habló demasiado. Para ese momento, Taehyung había hecho del sonido de pasos empantuflados, del parloteo constante y de la risa estruendosa su música de ambientación, por lo que la ausencia de ellos sumió la habitación en el más aplastante silencio.

Todavía no era el horario del almuerzo, pero Taehyung se preocupó por su compañero de cuarto. Solo dejó de intentar hablarle cuando Seokjin murmuró algo inentendible, se puso auriculares, se cubrió los ojos con un tapabocas oscuro para evadir la luz de la ventana y se dedicó a ignorarlo.

No era que lo ignore, más bien, se había apartado de él. Y Taehyung sospechó que era una respuesta a las evasivas que él le había estado dando desde que la situación con el enfermero y Seokjin le afectaba. Ya no escondía su mueca de disgusto cuando veía a Benedito entrar en la habitación sin excusas de atenderlos y llamar a Seokjin, que iba con él y regresaba mucho rato después.

Sin embargo, se aferraba a lo que Seokjin le había mencionado. Que nada estaba sucediendo. No que su amigo debiese comportarse de acuerdo a cómo le parezca, pero Taehyung nunca fue bueno para los celos. Así que se quedó junto a la ventana, observando un cielo soleado que, en otras circunstancias, habría animado a Seokjin a dar un paseo.

Los espacios verdes del hospital permanecían cerrados y exclusivos para el personal de salud y los pacientes que requerían salir a tomar aire para no agobiarse por la crisis mundial y su propio padecimiento. Era cuestión de cuidado mental evitar que la angustia nuble la paciencia y la esperanza. Por eso es que Taehyung, tal vez, se aferró a Kim Seokjin y su inagotable optimismo y buen humor.

Ese día en que el chico de cálidas sonrisas y mirada juguetona no sale de su cascarón de mantas, pues nota cuan equivocado estuvo en poner el peso de sus inquietudes a cuesta de los hombros de su amigo. Y se sintió triste sin poder evitarlo cuando se percató de que él no sabía qué hacer para ayudarle a estar mejor.

Seokjin sabría qué hacer para que una sonrisa, sea de exasperación o melancólica, naciese en su boca.

Pensó duramente hasta dar con que tal vez podría ir por dulces y quizá... No. Dulces no, los había rechazado de Nicanor esta mañana y seguro lo haría con él también. Música alegre para romper el silencio, descartado; había dicho que su cabeza dolía. La televisión era programada en otro idioma y no que hacer zapping fuera buena idea. Así que, sin opciones, se acercó a la cama de su amigo y trepó junto a él.

—Estoy aquí —dijo, con una voz pequeña y temerosa, reflejando su propia incertidumbre aunque subrayando que, pese a todo, no lo dejaba solo. Que no estaban solos, se tenían el uno al otro.

Lo abrazó cual oso, sintiendo el aroma al shampoo de hospital, el jabón y desinfectante de las sábanas y mantas, pero el tibio perfume que era propio de Seokjin. Cerrando los ojos, se quedó con él y fueron minutos más tarde que Seokjin volteó para devolver el abrazo y hundir la cara en su pecho, donde lloró calladamente tristezas que había en su pecho guardadas por demasiado tiempo.

Por ese día, la distancia que se instaló entre ellos se borró y fueron expuestos, de un lado y del otro, a la evidente atracción y necesidad de estar juntos. Incluso sí, sabían bien, estaban pronto a separar sus caminos.

+

Pasó otra semana y fueron por fin anunciados los vuelos de regreso a Corea del sur. Pese a que muchos, como Taehyung y Seokjin, se dirigían a otros sitios, a menos que fuesen viajes esenciales y de locación permanente, debían regresar a su país a guarecer bajo los protocolos de cuidado de cuarentena que cada Estado estableciese. Aún era incierto el destino de cómo defenderse del virus o prevenir, en tal caso y con mayor efectividad, un número de contagios elevados, pero podían abrir las fronteras y recibir a todos los que estuvieron varados en el extranjero.

La noticia alegró el ambiente de todos los que sobrevivieron el accidente. Y sí, todavía había cierta culpa ante el alivio por los que no pudieron volver con ellos. Nadie tendría de esa experiencia una sonrisa completa, aunque sí una enseñanza si es que eran inteligentes de aprovechar. Por lo que subieron al avión en respetuoso silencio y se sentaron temblando ante la sensación de miedo por estar otra vez a punto de volar.

Taehyung disimuló mal su terror por el ruido de despegue y se arropó en el asiento, dejando escapar sus lágrimas sin molestarse en limpiarlas. Seokjin lo atrajo a sus brazos y le susurró palabras tranquilizadoras, bromeó y al final decidió simplemente platicarle cosas absurdas sobre la película de superhéroes que habían elegido ver para distraerse.

—Creo que Black Widow no debería dejar pasar oportunidad con el Cap, ¿has visto ese hombre? Y lo mismo digo del Capitán, ¡esa mujer es preciosa y golpea como nadie! Podría caer enamorado por ella si me diera un bofetón.

Taehyung rio, un poco más repuesto una vez el vuelo se estabilizó.

—¿Eso basta para conquistarte?

—Depende, si se trata de ella sí. Él solo tiene que verme con su cara de perro mojado y yo cedería.

—Uhm —por alguna razón, sintió el impulso de ser osado. Será porque los últimos días el trato entre ellos se vio afectado, será porque al fin pudo admitir Taehyung que quería a Seokjin—, ¿qué tengo que hacer yo si quisiera...?

Calló, dejando implícito el resto de la pregunta. Seokjin lo apretó más cerca, suspirando en sus cabellos y dejando caer un beso en su frente, pero no respondió.

Y Taehyung intentó de verdad no sentirse peor cuando supo que, bajando el avión, ellos dos no volverían a estar así. Había acabado y Seokjin era un chico comprometido.

+

Tuvo razón, Kim Seokjin se alejó de él, no sin antes darle un sentido abrazo y un beso en la mejilla que duró sonrojada hasta horas después. Habían hecho escala en Busan, y desde ahí se separaron. No se dijeron mucho, ni siquiera intercambiaron números o correos. Taehyung pensó que sería mejor no empujar los límites y al final también para sí mismo era un modo de protegerse.

Tardó un par de horas en llegar al hogar y esta vez el viaje fue crudamente aterrador sin la presencia reconfortante de Seokjin.

Eventualmente, se olvidaría de Kim Seokjin. Y Seokjin de él. Y estaba bien, ¿no?

+

Por fin estuvo en su centro cuando entendió que la rutina que le funcionó todos estos años lo estaba asfixiando. Se encontró a sí mismo dándole pequeños, pero constantes, cambios a sus días. Y muchos de ellos, no pudo mentirse, gracias a la influencia de Kim Seokjin.

Cuando no trabajaba por la mañana, se quedaba remoloneando en la cama, viendo programas o películas o series —cosa que antes no hacía, siempre diligente en recomponer su departamento, en gastar las horas en algo productivo— y se arrastraba lo suficiente de la habitación a la cocina para comer y abrir las cortinas para que entre el sol. Así fue como, más atento al entorno ya no como contención del orden, se percató de la bonita vista que tenía desde su balconcito y arrastró la mesa para comer allí viendo a la ciudad.

Por supuesto, los cambios también fueron en otros planos de su vida y no solo en el hogar y el trabajo. Ya no se preocupaba por cumplir expectativas de sus padres ni darle falsas ilusiones de que establecería una vida como la que ellos esperaban. Estaba convencido de que merecía libertad para ser quien era, y extendió un agradecimiento a Seokjin por ello. Solo que evitó pensar en que, si bien este le enseñó tanto en tan poco y le insufló valor, posiblemente no siguió su propio consejo.

También se halló siendo quien incentive planes con sus amigos, que nunca le reprocharon ni resaltaron esto, sino que aceptaron que él quisiera reunirse más, salir del departamento. El virus mundial había llegado para quedarse y lo que sucede con todo mudanza del orden conocido, tuvieron que acostumbrarse a vivir con ello, teniendo cuidado y respeto por el otro. Así que apenas pudo reunirse, según informó el protocolo, aprovechó cada oportunidad. Fue entonces que notó cuán feliz era simplemente llegando tarde a casa, solo o acompañado, antes que estar temprano en la cama para recuperar el sueño.

Y si el cambio inició internamente y él se movió para externar la nueva proyección de vida hasta modificar lo que creyó necesario, también hubo rastros de esto en su apariencia física. Comenzando con su cabello, ya no peinado con esmero y fijado en su sitio con productos estéticos. Ahora tenía rizos, dado el largo de su cabello, que se enroscaban en torno a su rostro y lo hacían lucir atractivo y menos rígido. Su atuendo no abandonó las camisas y los pantalones elegantes, pero sí hubo alteraciones en cuanto al modo de llevarlo; ahora no usaba la corbata como medidor de formalidad, sino accesoria, desprendida y marcando un aviso: estoy cómodo, pero estilizado.

Era otro, y tuvo que corregirse apenas lo pensó: no era otro, era él, sin tantos límites coartando su libertad.

Y ocurrió que, en una revisión de armario para ver qué desechar y qué conservar, halló en el bolsillo de un pantalón que trajo del viaje, una tarjeta de presentación de un restorán. Y supo qué haría a continuación.

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Habían pasado casi dos años cuando Taehyung volvió a ver a Kim Seokjin, pero si él esperaba ver cambios evidentes como los suyos, se decepcionó un poco al encontrar al chico exactamente igual. Aunque no duró demasiado esta sensación ya que brotó de sí una alegría chispeante, porque aquel rostro era tan dolorosamente familiar que pareció que el tiempo lejos no existió. Misma sonrisa juguetona, mismos ojos brillando con la picardía del travieso.

Se animó a entrar al restorán y no escaparse cuando el corazón saltó contento y dichoso al encontrar a Seokjin llevando una bandeja de comida. Le alivió verlo allí, en el restorán de su hermano, según le había contado una vez, y no en un trabajo que no deseaba. Pero no quería conjeturar demasiado sobre cómo había sido este tiempo para su amigo de hospital porque un picotón de nervios —o tal vez la espina de miedo de saber si el compromiso sucedió— lo hizo estremecerse.

Caminó con pasos confiados, pese a no estarlo en absoluto, y tomó asiento en una mesa junto a la ventana. Allí estudió el lugar, dando con que la calidez hogareña era la adecuada para la familia, así como la distinción elegante y moderna para tener reuniones de empresa o festejos. Luego tomó el menú y leyó con atención los platillos, recordando cómo solían conversar con Seokjin sobre sus platos favoritos y decidió ordenar el que una vez su amigo le dijo que era su especialidad. De vino no sabía demasiado, pero pediría recomendación.

—Buen día, bienvenido a Abyss, ¿qué puedo ofrecerte?

—Seokjin hyung —exhaló, y la calma que reunió para no hacer el ridículo se escurrió de su cuerpo y lo dejó sacudido por la cercanía del otro—, ¿me... me recuerdas?

—Kim Taehyung, anda que te has puesto más guapo con el tiempo —le sonrió, y su voz no titubeó, ni hubo una inflexión extraña, sonó como si los años no pasaron realmente—, ¿acaso vienes a cobrarme lo que te debo? Aigoo... mira que caducó cualquier deuda. Aunque hay descuento para amigos que no llaman —guiñó.

—Eh... —se rascó la mejilla, avergonzado.

—Bromeo, ¿quieres probar el especial del día?

—No, quisiera comprobar qué tan cierto es que el mejor Sundubu jjiga de Corea del Sur estaba a tu cargo —sonrió.

Y Kim Seokjin hizo lo propio, aunque fingió indignarse por la duda. Comieron juntos, y no se dijeron nada importante. Pero Taehyung lo prefirió así, incapaz de abordar temas serios cuando todavía no podía creerse que estaba con Seokjin y que este le sonreía afectuoso como lo hizo durante su tiempo viviendo juntos.

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Volvió cada que pudo, dejando que su tensión se disipe a medida que Kim Seokjin lo recibía con bromas, con abrazos y con esa sonrisa enorme que no podía esconder cuánto le gustaba tenerlo allí. De esto llevaba unos cuatro meses, escapando cada fin de semana y, esto porque podía abandonar a sus amigos sin culpa. Amigos que, sin que él les dijese nada, lo animaban a que persiga lo que lo mantiene todo el restante de la semana sonriendo, distraído y pendiente del teléfono.

—¿Continuas en tu trabajo de archivero?

—Sí —respondió, suspirando satisfecho tras un banquete exageradamente delicioso—, pero ya no hago horas extras y fui ascendido por lo que mi jornada se redujo un par de horas. Y tomo clases de pintura, además.

—Con razón tienes mejor pinta —Seokjin le sirvió más soju; había tomado su descanso con él, mientras los empleados cuchicheaban sobre ellos, pese a que fue presentado como un amigo.

—Bueno, ¿quién luciría guapo con la cara accidentada?

Seokjin rio.

—Tú, antes y después del accidente me lo parecías —dijo seguro, causando que Taehyung se sonroje—, te recuerdo del vuelo y me pareciste incluso entonces muy atractivo, todo nerd y correctamente peinado.

—¿Me recuerdas del vuelo antes de...?

—¡Claro! Tuve que ir al baño y te vi sentado con la espalda recta, corbata y frunciendo el ceño ante un libro.

Eso sonaba como él, aceptó.

—No te vi —se apenó por ello, le habría encantado conocer a Seokjin antes del accidente.

Aunque no restaba lo mucho que se conocieron luego, por supuesto. Sintió que hubiera sido diferente. Tal vez sin el accidente, él ni siquiera hubiera reparado en Kim Seokjin y esa posibilidad le hizo retorcer la boca. El panorama de y si... lo llevó a concluir que lo ocurrido debió tener alguna razón.

—Si me veías antes, te habrías enamorado de mí enseguida. Yo soy muy atractivo sin la cara llena de moratones, que sepas.

—Lo sé, te veo ahora.

Las cejas de Seokjin se dispararon mientras sus ojos parpadeaban tan rápido que era cómico.

—¿Me ves? Pues gracias, hombre, pensé que tenía que peinarme distinto y ser más persistente en mi coqueteo, lo que sea.

—¿Eh?

—Ajá, ni así lo notas. Supuse que el accidente te volvía lento, pero eres tú siendo tú.

—¿Acaso me coqueteabas?

—Bueno, puede que sea malo en ello —admitió Seokjin, con una risa fuerte—, es que no he tenido que hacerlo antes, ¿sabes?

Tuvo que morderse los labios cuando le entró risa.

—Vaya modestia que te cargas.

—No la necesito, sé quién soy, cómo me veo y qué quiero. Hay que ser seguro, decidido o un día te arrepientes de lanzarte a lo que te hace sentir pleno.

—Lo haces sonar fácil —jugueteó con la servilleta, aunque se esmeró en levantar la vista y sostener la mirada de Seokjin—, pero me costó mucho tiempo animarme a venir. Sobre todo porque no sabía si sería bien recibido.

—Podría haberte salido terrible, que vinieras y yo pasara de ti como si fueses un simple cliente —se estiró sobre la mesa, para sostenerle la mano—, ¿pero no te pareció el doble de genial que no? Ese riesgo, esa incertidumbre, hace que la experiencia tenga más valor.

—Me podrías haber buscado —reclamó, con un ligero puchero.

—Sí, pero no quería incomodarte. Créeme que fue difícil. Normalmente me arrojo a lo que me interesa sin pensarlo. Pero quise darte espacio, y que si fuese posible volver a vernos sea porque así lo deseas y no porque yo me puse en tu camino y te exigí que me hagas caso.

Taehyung quiso besarlo. Y eso hizo.

Se levantó de su sitio, y atrajo a Seokjin para estamparle un beso agresivo de protesta, por dejarlo marchar sin hacerle notar que lo quería y dulce, agradecido, porque le permitió tomar su propio camino.

Era cierto que si Seokjin le hubiera dado esperanzas se habría estancado allí y no hubiera hecho lo posible por cambiar, por olvidarlo. El razonamiento resultaba absurdo, por supuesto, pero reconoció que en el proceso de entender la nueva normalidad, y tratar de dejar atrás a Seokjin, pudo tomar las riendas de su vida mejor que si se hubiera apoyado en alguien. Lo hizo por sus medios, porque él lo quería y porque no dependía de nadie.

Creció, y ahora este crecimiento le dejó en claro sus sentimientos. Y sí, como dijo Seokjin, cobró valor cada acción, cada paso dado hasta el hoy porque le demostró a él mismo lo valiente que era, lo capaz de manejar su vida y responder por sus actos. Fue libre, tan asustadoramente libre, que quiso llorar por ello, pero solo imprimió más cariño en el beso.

—Te quiero —dijo, tras separar sus labios. Pero no esperó respuesta antes de sumergirse en otro beso, ahora con la boca exigiendo entrada en la de Seokjin, gozando en primera fila del quejido de gusto de este cuando sintió su lengua chocar con la suya.

—Y yo, tonto.

Seokjin se alejó del beso, luciendo más precioso con los labios enrojecidos y las pupilas destellantes de dicha; las pintas rosadas de sus mejillas se sumaban al encanto del chico. Taehyung pudo escuchar los suspiros y festejos de los demás en el restorán por el gesto, pero no tenía ojos para nadie más que para el chico.

Tan cerca de nuevo, ya no solo físicamente, sino que volvían a renovar la amistad compartida en la habitación del hospital de un país extranjero y, para maravilla del presente instante, le dotaron de una sinceridad que les faltó cuando estuvieron allí. Y sí, posiblemente tenían otro trayecto largo que recorrer hasta que su relación funcione, pero Kim Taehyung supo que, sosteniendo con firmeza la mano de Kim Seokjin, esta vez no se quedaría quieto y haría lo suyo para obtener y conservar su felicidad.



Fin.





Nota:

No es el primer Jintae que publico, pero se siente así, no sé por qué.

Se suponía que era un Songfic, pero creo que no califica como tal. Da igual, me pareció chachi así que, nada, lo compartí. Espero te distraiga un ratito de to'.

¡Gracias por leer!

:)

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