27. Egoísmo

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Un sábado más, el circuito estaba abarrotado tras la hora de comer; las gradas rugían, muy por encima de los motores de los monoplazas, que ya se encontraban dando las primeras vueltas de clasificación.
Era la primera vez que el Gran Circo pisaba el asfalto del circuito de Zandvoort, y como era evidente, la acogida de los aficionados holandeses había sido máxima.
Prácticamente todos vestían de naranja, y coreaban a viva voz el nombre del joven piloto holandés, Max Verstappen, quien desde su ya afianzado asiento en Red Bull daba vueltas al circuito como una exhalación.
Kimi estaba marcando buenos tiempos, era de los pocos que no dudaba al encarar la nueva peraltada del circuito.
Muchas veces me daba por pensar el poco aprecio que le tenía el finlandés a la vida; nunca le daba miedo nada, y si algo no le convencía, tampoco lo pensaba, pisaba el acelerador y a ver qué pasaba.
Ambos coches de nuestro equipo entraron al pitlane, y por ende, a sus respectivos garajes. Yo daba vueltas a un bolígrafo entre mis dedos, mientras fingía escuchar la barbaridad de datos que estaba soltando Ryan.
-Nenita, ¿me estás escuchando?
-No- suspiré -Lo siento-
El coche de Kimi volvió a salir a pista.
-Estás en las nubecitas, cielín.
-Estoy en un coche a 300 km/h.
-Pensaba que eso te daba miedito- me dijo Ray, sin entender la metáfora.
-Y me aterra- respondí, refiriéndome a Kimi.
El tiempo final de la Q2 había sido muy bueno, aunque de los dos coches del equipo, solo Raikkonen había sido lo suficientemente rápido como para entrar en Q3.
Mordía los pianos, el coche rebotaba, y yo me mordía las uñas pensando en lo que estarían sufriendo las pobres suspensiones. Era el precio que había que pagar, a cambio de rodar junto a grandes equipos como Mercedes, o Ferrari, aunque en realidad, contra ellos no tuviéramos nada que hacer.
La vuelta rápida que marcamos en Vietnam no había resultado un problema con Ferrari, al ser nosotros su equipo filial, pues se la quitamos a Red Bull cuando las gomas de Leclerc y Vettel estaban demasiado gastadas como para hacer buenos tiempos.
Kimi quemaba la pista por donde pasaba, los tiempos de los McLaren caían de la tabla fulminados cada vez que el finlandés hacía su paso por meta.
Yo no tenía mucho que hacer, aparte de comprobar tiempos, estadísticas, telemetría, y demás; a Kimi no le gustaba nada que se encendiera la radio en qualy, y eso en el equipo, lo respetábamos a rajatabla.
En uno de los pasos por meta del Alfa Romeo con el número 7, me fijé en como decenas de chispas escapaban del alerón frontal, que parecía haberse soltado de sus ejes, y rozaba con el suelo generando una fricción exagerada.
No había excusa, había que abrir radio.
-Kimi, llevas arrastrando el alerón delantero.
-Vale.
No vi en sus tiempos una bajada que indicara que el piloto estaba levantando el pie.
-Raikkonen, frena, y box, box en cuanto puedas.
No contestó, aunque tampoco esperaba que lo hiciera.
Mi vista estaba fija en los tiempos; Kimi seguía pisando, y aunque estaba claro que aún llevaba el alerón a rastras, sus tiempos no empeoraban, todo lo contrario, estaba recortando un par de décimas por sector.
Para cuando entró al box, no hizo falta ni quitar el alerón, se cayó solo.
Había hecho un tiempazo; quinto en qualy por delante de Albon.
Ahora solo había que cruzar los dedos para que no se nos comiera la FIA, por haber continuado en pista con el plus de peligro que implicaba el temita del alerón.
El coche llegó al garaje, y ayudé a los mecánicos a correr el biombo que lo separaba del pitlane.
Parque cerrado, ya no había nada que hacer allí.
Di un salto desde el muro para encaminarme al garaje de al lado, que como de costumbre, era el de Haas.
Allí, Kevin se quitaba el casco todavía apollado en el monoplaza, revolviéndose el pelo con la mano. Cuando me vio, sus ojos color mar se posaron sobre mí, sonriendo.
-Buenas tardes ingeniera- sonrió -No sé qué le has hecho al coche de Raikkonen, pero a nosotros nos pasa como un avión- se rió.
-¿Cómo estás? - le pregunté acercándome, mientras él posaba su mano en mi cintura.
-Te sorprenderé- suspiró -¿Ves este coche?- me preguntó señalando su Haas -Pues estoy seguro que los del Mario Kart corren más- dijo con notable ironía, y una sonrisa amarga.
No pude evitar reír.
Me fijé en que pese a ir con la ropa de mi equipo, allí no llamaba la atención, nadie me miraba como si viniera de otro planeta.
-Steiner dice que hay que tratar bien a los invitados- me susurró Kev como si me leyera la mente -Para él son siempre posibles adquisiciones en el mercado de mecánicos e ingenieros-
-Perdóname, pero yo no trabajaría aquí ni loca- me reí.
Él sonrió, como si fuera lógico.
-Quiero hablar contigo Kevin...
Levantó una ceja, me sonrió, y dándome la mano me llevó al reservado de los pilotos.
-Esto suena mal- dijo -¿He hecho algo?-
-Llevo unos días pensando, Kev.
Él me apretó la mano con fuerza.
-Y...- no me salían las palabras, no sabía explicarme bien.
-Tranquila, nena, te escucho- dijo, pasándome la mano por la cara con suavidad.
Su sonrisa me tranquilizaba.
-Creo que... Deberíamos ponerle nombre a esto ¿no?- sonreí.
El gesto del chico se relajó, y conservando la sonrisa me abrazó por la cintura.
-¿Quién me iba a decir a mí, que aquella noche en Australia, me iba a llevar a alguien tan bonita como tú?- susurró.
-¿Novios?- sugerí, sonriendo y arrugando la nariz mientras él me pasaba la mano por el pelo.
-Novios- sonrió él besándome con cuidado.
No tardé en irme del garaje de Haas; el briefing de mi propio equipo estaba a punto de empezar.
¿La verdad?
La reunión me daba igual, solo era una excusa para volver al trabajo, para centrarme en los números y las curvas de telemetría, y dejar de pensar en todo lo que tuviera que ver con mi vida personal.
Cualquiera en mi situación rebosaría alegría.
Yo me sentía una egoísta, y sinceramente, pensándolo de forma fría, es el único adjetivo que se ajustaba a lo cruel que estaba siendo en aquel momento.
No quería a Kevin.
Claro que no.
Y yo lo sabía perfectamente.
Pero también sabía que era mi única opción para distanciarme de Kimi, y de todo lo que lo rodeaba, y a mí tan poquito me convenía.
-Esa piedrita está menos brillante de lo que debería, cielín- me susurró Ray, sacándome de mis pensamientos.
-¡Vosotros! ¡Los de pista!- la voz de la bola 8 del billar era inconfundible.
Nos regañaba, como si fuéramos niños en el colegio.
Asentí, bajando la mirada como disculpa, mientras que un indignado Ryan se recostaba sin cuidado en su silla.
-Martín- me llamó la chillona voz de Frederic.
-¿Sí, señor?- mi voz sonaba temblorosa, me daba hasta miedo lo que pudiera decirme el jefe, no estaba en mi mejor momento y sabía que me derrumbaría a la mínima.
-Visto que estás tan habladora nos vas a hacer un favor a todos.
Mierda, mierda, mierda.
-Ya lo hago yo, señorcito- se ofreció Ray.
-¡Siéntate!- le espetó el jefe.
Ryan lo hizo.
-Como iba diciendo, señorita Martín- dijo, arrastrando las palabras al pronunciar mi nombre -Nos vas a hacer un favor-
-Claro... - suspiré -¿Qué necesita?-
Odiaba a aquel hombre con toda mi vida.
-¿Tienes planes para esta noche?
-No.
-Hay una fiesta- empezó -De Ferrari y Alfa Romeo- dijo -los pilotos irán, desde luego, acompañados por sus parejas, como no iba a ser menos-.
Me esperaba lo peor.
-Por desgracia, no podemos contar con una de las parejas de nuestros renombrados pilotos- continuó.
"Que sea Giovinazzi" pensé, cruzando los dedos bajo la mesa.
Los ojos de Ryan alternaban entre la bola 8 del billar y yo, como si fuera un partido de tenis.
-Martín- dijo, esperando unos segundos que a mí me resultaron eternos -Irás con Kimi-.

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