29. Cuestión De Tiempo

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Era, una vez más, domingo por la mañana; día de carrera.
Yo me estaba colando en el garaje de Haas, intentando no cruzarme con Steiner, y también, no os voy a engañar, huyendo de Kimi, que estaba en nuestro box.
Vi cómo Kevin se metía al apartado de los pilotos con velocidad, mirando al suelo, y como os imaginaréis, fui detrás.
-Buenos días rubito- le sonreí.
-¿Qué quieres Mai?- no pensaba que nadie pudiera ser tan frío como Kimi.
-Venía a verte- sonreí de nuevo -Y a desearte suerte para la carrera- dije.
-Claro, porque me hace falta, ¿no?
Yo no entendía nada; normalmente Kev agradecía muchísimo que fuera a verlo antes de que se subiera al coche, aunque solo fuera para desearle suerte y darle un besito.
-¿Pasa algo, Kevin?.
Él se rió amargamente, entre dientes -¿De qué coño vas?- me preguntó.
-¿Cómo?
-Sabía que te gustaba Raikkonen, pero no podía decirte nada, porque no tenía ningún derecho Mai, porque no éramos nada- dijo -Pero tú quisiste que diéramos un paso más, fuiste tú la que dio el paso, ¿no lo entiendes? ¡Novios, Mai! ¡Novios!-
Me saltaba el corazón en el pecho y se me entrecortaba la respiración, no me salía la voz.
-Claro que no lo entiendes- susurró, respondiéndose a sí mismo.
-No he hecho nada, Kevin- dije, intentando que no me temblara demasiado la voz.
-No has hecho nada, claro que no- rió -¿Y anoche? De fiesta juntos oye, qué casualidad- me miraba sonriendo, prácticamente riéndose a carcajada limpia, a mí aquella situación me estaba empezando a dar cierto miedo.
-Mi jefe me obligó a ir- me defendí.
-¿También te puso una pistola en la cabeza para que entraras del brazo con él? ¿Y cuando bailábais? ¿Ahí te amenazó con un cuchillo? No soy estúpido Mai, me he enterado de todo.
La duda me carcomía por dentro, ¿enterarse de qué? ¡Yo no había hecho nada malo! Me había sentido mejor que nunca, sí, mejor que con él, ¡pero era imposible que supiera eso! Ni que pudiera meterse en mi cabeza...
-Mira Mai, no hace falta comerse la boca para demostrar amor, eso me lo habéis dejado claro- dijo, por primera vez sin reír, frustrado.
Respiré hondo, con las lágrimas asomándose por mis ojos.
-No sé qué decirte Kevin.
-No digas nada, será mejor... Está claro que lo nuestro quedó en Australia, y allí sigue, cogiendo polvo en una habitación de hotel.
-Lo siento mucho Kev- susurré.
Y era cierto, lo sentía, me veía como la mayor mierda del mundo, desde el primer momento había sabido que aquello no estaba bien.
-Te voy a dar una última oportunidad- me dijo, mirándome a los ojos -Deja Alfa Romeo, deja al cabrón de Raikkonen ahí, y vente conmigo a Haas-.
Noté cómo por un momento me quedaba sin aliento.
Recordé la conversación con Binotto, y la posterior explicación de Kimi, y pensé en cómo me había tratado Steiner, en Ryan, en mi sueño, que podía estar muy cerca, y a la vez romperse en pedazos. Pensé en Kimi, en Seb, en mis padres y mis amigos.
Y ahora me doy cuenta de que no pensaba en mí, de que solo me cuestionaba el qué dirán, qué sería mejor para ellos, qué los haría estar más orgullosos.
Mi mente barajaba las opciones con velocidad, contemplando decenas de posibilidades a la vez.
-No puedo, Kevin.
Él sonrió abriendo la puerta -Un placer, entonces- dijo, indicándome la salida.
Caminé hacia la zona del Paddock, tanto tránsito de gente me forzaría a no pensar.
Me senté en el suelo con la espalda apoyada en el edificio de Haas y me cubrí la cara con las manos.
-¿Habéis discutido?- no conocía aquella voz.
Levanté la mirada y encontré un par de ojos azules mirándome ¿acaso tenía ya pocos?
-Sí- suspiré.
-¿Puedo sentarme?
Le indiqué el suelo a mi lado.
-Soy Romain, Romain Grosjean- sonrió.
-Lo sé- lo miré -Yo soy Mai-
-También lo sé- rió -No te preocupes por Kevin, a veces es un poco... Impulsivo-
-Ha sido culpa mía.
-Tal vez sí, pero seguro que el tono que usa para echar cosas en cara te ha dejado el cuerpo fatal- me miró, sonriendo de lado.
-La verdad es que lo he pasado mal, era como...
-Como si se riera de tí- me completó.
-¡Sí! ¡Exacto!
-Te aseguro que no se reía de ti, eso solo lo hace conmigo- suspiró.
-¿Y no te sienta mal?
-Me destroza, pero ¿qué voy a hacer?
-¡Mandarlo a la mierda Romain! Igual que me ha mandado él a mí.
Él rió por mi expresión -No quiero estar de mal rollo con él, es muy rencoroso-.
-Entonces ni lo vuelvo a intentar, ¿no?
-Yo no lo haría, Kevin es buen tipo cuando quiere, pero... También puede hundirte.
-Vaya... No lo había visto así.
-No es una imagen que deje ver a todo el mundo.
-¿Tú la has visto?
-Todos aquí la hemos visto- suspiró -¿lo ves?- me preguntó, indicándome para que mirara al danés, del que todos se apartaban como niños asustados.
-Sabes Romain- le dije, mirándolo a los ojos -La Fórmula 1 no merece tan buenas personas como tú-
Lo decía de verdad, con el corazón en el puño, viendo cómo aquel chico sobrellevaba como podía una presión desmesurada que no merecía. Era de esas personas que te sonríen con la mirada, que ves que son tan buenas, que el mundo las pisa y se las come, y aún así siguen levantándose, y, como dice el dicho, poniendo la otra mejilla.
Cuando volvía a mi garaje, Romain me volvió a llamar -¡Mai!-
-¿Sí?
-Si quieres un consejo... Quédate con Kimi- dijo, me guiñó el ojo, y se metió de nuevo a la tortura estadounidense de Haas.
Facepalm.
Todo el mundo con lo mismo.
¿Y yo? ¿Yo qué coño quería?
Ni lo sabía.
Seguía dándole vueltas al tema cuando el semáforo de la parrilla se apagó, y los 20 tipos que se jugaban la vida cada domingo salieron disparados, con Kevin y Kimi entre ellos, claro.
El coche funcionaba bien, sin problema, aunque Kimi no estaba siendo tan rápido como podía, y eso nos desconcertaba. Se había salido ya más de una vez del trazado, y habíamos perdido un par de posiciones.
El pitstop se acercaba, y por primera vez en toda la temporada, Giovinazzi iba más rápido, por lo que, siguiendo normativa Ferrari, tuvo prioridad en estrategia, y paró primero.
Las gomas de Kimi estaban ya bastante gastadas cuando entró al box, justo a la vez que Kevin, cuyo garaje, como de costumbre, estaba al lado del nuestro.
Me giré desde el muro para mirar ambos coches, rodeados de mecánicos.
Nuestra parada fue buena, aunque la de Haas no se quedó atrás. Kevin pisó el acelerador, respetando a duras penas el límite de velocidad del pitlane. Kimi arrancó también, y encarando la recta de los garajes con seguridad, se alineó en paralelo con el coche de Haas.
Todo el mundo miraba la batalla con atención, cruzando los dedos.
Rezaban para que uno de los dos se pusiera por delante, e hiciera al otro morder el polvo, pero no se preocupaban por lo que realmente importaba; un estrecho trazado de pitlane rodeado de gente por todas partes, lleno de cables y chismes en los rincones menos esperados.
Juro por mi vida que un mal presentimiento me retorció el corazón con una punzada de dolor.
Pensaréis que estoy loca, pero lo pasé tan mal que sentí como si se parara el tiempo.
Miré a mi alrededor, y el aire había dejado de agitar las banderas, la grada se había callado de golpe, y los rugidos de los motores no retumbaban en el circuito.
Ray se tapaba la boca asustado, probablemente intentando no gritar.
Los ojos de Frederic se abrían como platos.
Los mecánicos de Williams que rodeaban el coche de Russell no se movían ni un milímetro.
El tiempo se había parado, de verdad, como en las películas, para mi cabeza cuadriculada aquello no tenía lógica, era demasiado difícil de entender, imposible.
Di un salto desde el muro, aterrizando en la calzada del pitlane.
Miré hacia delante, aterrada, temiendo que aquello fuera real y no un mal sueño.
El coche de Kevin estaba como colgado del aire, dado la vuelta sobre el monoplaza de Alfa Romeo.
Kimi, por su parte, iba a recibir el golpe del coche del danés sobre él, y probablemente, justo después chocaría de frente con el muro que daba fin al pitlane.
Estaba aterrorizada, con un nudo en el estómago y las piernas agarrotadas.
No me veía capaz de andar, aunque lo que más ansiaba era correr hasta donde se encontraban los chicos, para poder sacarlos de aquella catástrofe.
Era la única que podía hacer algo, y allí estaba, parada como una imbécil, porque no sabía qué hacer.
Me sentía impotente, no podía hacer nada, estaba demasiado impactada.
Las lágrimas empezaron a manar de mis ojos sin que pudiera evitarlo, y de rodillas sobre el asfalto, el suelo recibió mis frustrados puños, que de alguna forma, buscaban desahogo.
Un grito escapó de mi garganta rasgándome por dentro, y prácticamente partiéndome en dos.
Me concentré, aquello solo estaba en mi mente, era el shock, la culpa...
Efectivamente, de pronto, todo pasó a la velocidad del rayo, todo volvió a la normalidad.
El coche de Kevin cayó dando vueltas de campana sobre el de Kimi, que a su vez, cubierto por el otro coche, se estrelló con la pared que finalizaba el pitlane.
Algunos pensaron que el limitador de velocidad forzaría al accidente a ser menos agresivo, pero por desgracia, las docenas de trozos de fibra de carbono que llenaron el pitlane confirmaron que no fue así.
Los coches fueron rodeados con velocidad por muchísimas personas; sanitarios, curiosos, mecánicos, periodistas... Pero yo no fui capaz de levantarme del suelo, seguía ahí, de rodillas, repitiéndome lo egoísta que era, lo imbécil que había sido al pensar solo en mi miedo a lo desconocido.
Había tenido la oportunidad de salvarlos.
La había tenido al alcance de los dedos.
Y no había hecho nada.
Un mal augurio me acosó con violencia; ¿Y si por mi culpa estaban muertos?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro