El vacío ella sentía no sólo era interno, sino que de su cuerpo sobresalía.
  Las lágrimas caían de su rostro enrojecido porque ella sufría.
  Los pensamientos la atormentaban, ella los ojos cerraba, sentía que moría.
  Se miró en el espejo, fingió una sonrisa y se quebró su reflejo.
  Las heridas no daban (vaya que eran profundas) el miedo la carcomía; su mundo se derrumbaba.
  Intentó curarlas, limpiar y sanarlas, pero seguían lastimadas.
  Las noches fueron desvelos, ella no dormía, sus sueños desaparecieron.
  Ella temblaba de temor, estaba cubierta de pavor, sola se encontraba aterrada.
  Su mirada se ensombreció, ella sólo observaba y la gente la ignoró.
  Su expresión cambió cuando a un grupo de personas escuchó, patidifusa se quedó.
  A sus oídos el sonido entró, sin presencia de la mano la tomó y con la letra y la música la apoyó.
  De repente ella lloró, se cobijó con las canciones de aquellas personas.
  Ella calor y comodidad sintió, sentía y siente, y con el tiempo su sonrisa volvió y de forma permanente.