Érase una vez, una niña pequeña, la cual su mayor deseo era hacer sentir orgullosa a su mamá.

Su mamá trabajaba y trabajaba, y así lo veía ella, ella quería ser como mamá.

A veces la llevaba a pasear, a veces no, siempre que iban juntas iban amigos de mamá; a ella le agradaban porque le compraban dulces, y podía jugar videojuegos también.

A veces se aburría, pues su mamá nunca le prestaba atención.

Sacaba 10 en la escuela y su mamá nunca la felicitó.

Mientras ella crecía, ignoraba cosas le hacían daño, y si cometía un pequeño error, mayor era el regaño.

Su piel se consumía en colores, que a las semanas iban curando, aunque unas cuantas cicatrices eran sus más preciados regalos.

Le decía mamá: "son cariños, porque te quiero mucho".

La niña quería ser fuerte, pero a veces  dolían mucho.

Cuando ella lloraba, mamá se enojaba.

Cuando ella sonreía, mamá la criticaba.

Cuando ella estaba feliz, mamá la hacía triste.

Y cuando ella pidió ayuda, mamá le hizo peores cosas, su vida empeoró.

Ella quería mucho a mamá, pero su deseo terminó cambiando.

Ya no quería hacer que se enorgullezca, ya no quería ser como mamá, porque le tenía miedo, pero su culpaba a sí misma.

Ella deseó ser adoptada, no ser de su familia.

Ella no quería ser de la misma sangre que su madre querida.

Ella decidió no tener hijos, porque mucho temía, de que fuera igual a mamá y destruyera a sus pequeños igual que hizo su madre con su vida.

Ahora ella no sabía lo que quería.

Ahora ella no sabe que es de si misma.