Mientras más lo piensa uno, uno se estresa más; uno se concentra en la negatividad.
Entonces uno se queda con la idea de que lo planeado o lo esperado terminará mal; que cuando sucede el tan ansiado momento, ocurre de tan buena manera —que a veces resulta choqueante — y te sumes en pánico por aceptar lo bueno.
Y vuelves a darle más vueltas para terminar con una nueva decisión, que te conllevará a tu más dulce o triste destino.
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