𝒇𝒐𝒖𝒓

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝐹𝑂𝑈𝑅  )
𝚙𝚛𝚎𝚘𝚌𝚞𝚙𝚊𝚌𝚒𝚘𝚗𝚎𝚜 𝚍𝚎𝚕 𝚖𝚘𝚖𝚎𝚗𝚝𝚘.

Su último paradero era la Botica de Slug & Níger, lugar donde vendían todos los ingredientes necesarios para pociones. En el suelo habían barriles llenos de sustancias viscosas y botes con hierbas, las paredes están llenas de raíces secas y polvos brillantes, del techo colgaban manojos de plumas e hileras de colmillos y garras. Pero lo que se llevó la atención de Alaska fueron las múltiples ranas muertas, con los cráneos abiertos y vacíos se encontraban sobre el mostrador y a un lado los cerebros de cada una.

El rostro de Alaska perdió el color por completo, un fuerte desagrado y disgusto hacia la escena apareció en el cuerpo de la chica y sintió la necesidad de expulsar el contenido del estómago. No se sentía nada bien.

—¿Estás bien? —Escuchó que alguien le preguntaba.

Quitó su mirada de las ranas y levantó la vista, Draco estaba a su lado y había notado la incomodidad de la chica en el lugar. Miró de reojo el mostrador antes de devolverle una mirada de preocupación.

—¿Por qué no esperas afuera? Yo comprare tus ingredientes, ¿sí?

—Creo que es lo mejor, gracias Draco —Le agradeció Alaska—, saldré ahora.

No esperó mucho para cumplir con sus palabras, el aire fresco logró que se recuperará por completo y aguardo por los demás, observando de manera distraída a quienes pasaban frente a ella. Le extraño ver que muchos adolescentes corrían por la avenida muy emocionados por alguna razón.

—Aquí tienes tus ingredientes.

Alaska se sobresaltó cuando Draco le toco el antebrazo con la bolsa de la boticaria, habia estado demasiado concentrada en otras cosas como para notar que ya habían salido. La rubia la acepto y emprendieron marcha. Ya habían terminado sus compras y estaban listos para volver al Caldero Chorreante pero se detuvieron cuando vieron a una multitud observar la vitrina de una tienda.

—¿Qué es lo que ven?

—Es la tienda de Quidditch, ¿creen que algún jugador famoso este dentro? —Aventuró Blaise.

—No lo creo. —Comentó Alaska.

Los tres chicos se abrieron paso a base de empujones para entrar, logrando que los brujos y brujas emocionados se movieran y les dieran una vía libre, fue entonces que lo vieron, en un expositor estaba la escoba más impresionante que habían visto. En el letrero que había al lado de la escoba pudieron leer:

Saeta de Fuego: Este ultimísimo modelo de escoba de carreras dispone de un palo de fresno ultrafino y aerodinámico, tratado con una cera durísima, y está numerado a mano con su propia matrícula. Cada una de las ramitas de abedul de la cola ha sido especialmente seleccionada y afilada hasta conseguir la perfección aerodinámica. Todo ello otorga a la Saeta de Fuego un equilibrio insuperable y una precisión milimétrica. La Saeta de Fuego tiene una aceleración de 0 a 240 km/hora en diez segundos, e incorpora un sistema indestructible de frenado por encantamiento.

Estuvieron un cuarto de hora frente a la maravillosa escoba, observando detalladamente cada centímetro de ella y comentando todo lo que podrían hacer si todo el equipo de Slytherin tuvieran una de ellas. Ganarían cada partido de Quidditch y la copa no abandonaría su casa por años.

—Ya dejen de babear por una simple escoba.

Y con aquel comentario Ann logró que los tres se movieran y dirigieran a la salida de la tienda.

El grupo siguió su camino de vuelta al Caldero Chorreante a pesar de las quejas de Blaise, quien quería continuar observando la nueva escoba. Los tres chicos pronto establecieron una conversación, a la cual Alaska no había estado prestando atención, por lo que miro con las cejas alzadas cuando Draco le dirigió la palabra.

—¿Vendrás con nosotros, no es así?

—¿Ir a dónde? —Quiso saber la rubia.

—¿No le dijiste? Dijiste que lo harías —Espetó Draco, dirigiendole la palabra al moreno—. Mi madre los invitó a pasar la tarde.

Una sonrisa apareció en el rostro de la chica. La idea de pasar más tiempo junto a sus amigos le emocionaba, aunque no estaba segura de que Snape se lo fuera a permitir.

El Caldero Chorreante estaba repleto de magos y brujas dedicándose a comer y charlar con otros, aun así el bullicio del lugar era menor. Blaise se acercó a un brujo de mediana edad que estaba bebiendo un trago de color anaranjado, no parecía muy a gusto de estar en aquel lugar pero aún así recibió al menor con una leve sonrisa y no se quejó cuando recibió las bolsas con todos los nuevos materiales. Por otro lado, Ann y Theo se dirigieron a una esquina donde dos mujeres de aspecto agradable que charlaban animadamente.

El profesor Snape se encontraba justo donde lo había visto la última ves. Sentado en el mostrador mientras leía una copia de El Profeta. Alaska se quedó de pie a su lado cuando llegó hasta allá.

—¿Ya terminaste de hacer tus compras? —Pregunto, mirándola de reojo.

—Si, ya tengo todo lo necesario —Aseguró y se mantuvo en silencio por unos segundos, dudando de cómo debía preguntar—. La madre de Draco nos ha invitado a pasar la tarde en su casa, ¿crees que puedas ir a recogerme más tarde para llevarme de vuelta al orfanato?

Snape no demostró ninguna expresión que pudiera darle una pista a la chica de lo que estuviera pensando. Dobló el periódico a la mitad y lo dejó sobre el mostrador.

—Tengo cosas de las que debo ocuparme esta tarde —Le informó—. Pero seguro Narcissa estará más que encantada en tenerte una noche allí, te recogeré mañana a primera hora.

Y sin más Snape recogió los materiales de la rubia y salió del Caldero Chorreante, despidiéndose toscamente.

El grupo volvio a reunirse, esta vez alrededor de una de las dos chimeneas que estaban disponibles en el lugar para viajar a traves de Polvos Flu. Draco fue el primero en entrar en ella y desaparecer tras las llamas de color verde esmeralda. La rubia pidio ser segunda, a pesar del rechazo que le provocaba trasladarse de esa manera no tenia otra opcion. Y tal como acababa de ver, el fuego era totalmente inofensivo.

Alaska se adelantó frente a la chimenea, agarró un puñado de polvos mientras su brazo temblaba y sentía todos sus sentidos ponerse alerta, estaba temerosa. El solo hecho de pensar en el fuego que surgiria le provocaba nauseas.

 —Vamos Lasky, Draco se molestara si nos demoramos mucho. —Le apresuró Blaise sin malas intenciones.

—¡Ya voy! —Espetó la chica con más brusquedad de la requerida—. Ya voy, ¿sí? —Repitio.

No lo vio para asegurarse, pero sabía que Blaise la estaba mirando extrañado con su modo de actuar. No le importo y se volvio a concentrar en los polvos que tenía en su mano, respiro hondo intentando relajarse y desvio sus pensamientos. Pensó en Narcissa, quién seguramente la recibiria con mucho gusto en su casa, también en Draco y en todo lo que harían para divertirse aquella tarde, tal vez podrían jugar Quidittch... Entonces lanzó los polvos.

—¡Mansión Malfoy! 

Con los ojos bien cerrados y el color verde esmeralda cubriendo sus parpados entró en la chimenea, entonces la sensación de ser succionada apareció en su cuerpo, se mantuvo girando a gran velocidad y con los brazos apegados a su cuerpo por unos segundos que parecieron eternos. Entonces finalmente sus pies parecieron estar firmes en el suelo y pudo ver el salón de la Mansión Malfoy al abrir los ojos.

—Alaska, querida. Pasa por favor. —Le pidió Narcissa Malfoy, recibiendola en su hogar con una clara felicidad.

—Es un gusto volver a verla —Dijo Alaska adentrandose en la Mansión, siendo guiada por la mujer—. Me alegró saber acerca de su invitación, y espero no ser molestia esta noche.

—Todo lo contrario, puedes quedarte aquí los días que desees —Aseguró Narcissa—. Sé que a Draco le encanta tenerte aquí.

La rubia asintió con los labios apretados en una sonrisa. La forma en la que había pronunciado esas palabras le dio una extraña sensación, pero prefirió no hacer preguntas. Se encaminaron por el ya conocido camino hacia la habitación en la que Alaska se había acomodado el verano anterior.

—Preparé un conjunto para que te cambies, tu atuendo actual ha quedado manchado por el hollín.

No encontró ninguna excusa para evitar hacer aquello. Cuando Narcissa salió de la habitación para dejarla sola se resigno a hacer aquel favor por ella, acercandose a observar el atuendo que había dejado sobre la cama. Unos pantalones rectos de color negro y una tela que parecia ser bastante resistente junto a una blusa blanca que debía llegarle por arriba de la cadera, por ultimo tenía un jersey con patron de rombos de colores neutros. Alaska no se podía quejar, era ropa de buena calidad y parecia ser de su medida.

Luego de una merienda, el grupo salió de la Mansión y se dirigió hacia unas colinas lejos de la ciudad donde podían volar con libertad, sin preocupación de ser vistos por muggles. Jugaron por toda la tarde, a excepción de Ann, y al final del día terminaron cansados gracias al juego.

—¿Creen que atrapen pronto a Black? —Dijo Ann mientras guardaban las pelotas de Quidditch en su lugar—. Mi madre ha estado muy preocupada estos últimos días, creyó que no tardarían tanto pero ahora duda de las capacidades del Ministerio.

—Escapó del lugar más seguro Ann, dudo que se deje atrapar tan fácil. —Comentó Blaise.

—Y si pudo burlar a los Dementores, los aurores no serán un trabajo tan dificil.

—¿Dementores? ¿Pueden recordarme que eran? —Pidió Alaska con el ceño fruncido, sabía que había leído sobre ellos pero no podía recordar que decía el libro sobre ellos.

—Son unas criaturas nauseabundas que se alimentan de la felicidad y recuerdos alegres, son los guardias de Azkaban. —Le explicó entonces Theo, con una expresión de disgusto.

—Mi madre y mi abuela temen de que vuelva a Hogwarts, creen que puede aparecerse por allí. —Ann parecía tan preocupada como el resto de sus familias y Theo le sugirió una leve sonrisa para calmarla.

—¿Por qué un asesino en masa iría a Hogwarts? Digo, no hay mucha gente interesante allí. —Comentó Alaska, creyendo que así podría quitarle las preocupaciones a su amiga.

—No lo sabes porque no has estado en el mundo mágico estos últimos meses pero... —Ann se tomó un tiempo antes de decir las siguientes palabras—. Han surgido rumores.

La rubia cerró los ojos por unos segundos mientras bufaba con frustración.

—Me lo advertiste —Recordó la nota que le había enviado días atrás—. ¿De qué manera me están relacionando con el problema esta vez?

—Dicen que se dirige a Hogwarts para reencontrarse con la heredera del que alguna vez fue su amo, y así comenzar con nuevos tiempos de oscuridad.

Aquel comentario fue el responsable del silencio de los siguientes minutos, todos los presentes sabían que era un tema complicado del cual hablar. Los padres de dos de ellos eran seguidores de Voldemort, la bisabuela de Ann había tenido que esconderse durante la primera guerra mágica y Alaska había sufrido mucho con los rumores de su descendencia que resultaron ser ciertos.

Cuando volvían a la Mansión Alaska se dio cuenta de algo, Draco se había mantenido callado desde que salió el tema de Black y no parecía estar cómodo cuando tocaron el tema de su antiguo amo, cosa que le extraño a la chica. Sabía que el chico era un purista de sangre como toda su familia y nunca tenía miedo de mencionarlo o hacerlo notar, pero parecía ser que Voldemort era un tema con el que no parecía estar de acuerdo. ¿Estaba asustado de él o sólo no estaba de acuerdo con sus acciones? No estaba segura de la respuesta pero aquello generó una nueva duda en ella.

¿Y si Draco dejaba de ser su amiga gracias a los rumores que siempre parecían estar rodeandola y se alejaba como Daphne?

Aquel pensamiento no dejó su cabeza durante el resto de la tarde y cada vez que su mirada encontraba al chico aquel temor parecía aumentar. Y es que a pesar de que no estuvieran de acuerdo con un par de cosas, Draco había sido su primer amigo en Hogwarts y quien le había proporcionado un lugar seguro al cual visitar en vacaciones, y no estaba segura de que pasaría con ella si el rubio no volviera a hablarle.

—Hay algo que tengo que decirte. —Dijo entonces Alaska.

Ya era de noche, el resto de sus amigos se habían ido a sus casas hace un par de horas y ella se encontraba recostada sobre su cama mientras que Draco estaba sentado en una silla cercana.

—Es algo importante y creo que puede afectar nuestra amistad. —Declaró la chica.

Fue entonces que Draco levantó la mirada y dijo:

—¿Estás saliendo con alguien?

—¿Qué? —Soltó con confusión—. ¡No, claro que no! ¿Y por qué eso arruinaría nuestra amistad?

Pero Draco no le dio una respuesta.

—El año anterior, lo que todos saben que ocurrió en la Cámara de los Secretos, no fue todo —Comenzó a decir luego de un silencio—. Ayude a Potter con el Basilisco pero no éramos los únicos allí, es dificil de explicar pero Quién-tu-sabes nos estaba acompañando, a un recuerdo más bien.

—¿Un recuerdo? —Preguntó.

—Es difícil de explicar —Repitió la chica antes de continuar—. Pasaron muchas cosas y descubrí otro par, cosas de gran importancia.

—¿A qué vas con todo esto?

—No puedo darte detalles Draco, pero eres uno de mis mejores amigos y debes saberlo —Alaska tomó una gran bocanada de aire antes de soltarlo—. Aquel día él mismo confirmó que soy su heredera. Él es mi padre.

La expresión de Draco podía leerse con facilidad, estaba pasmado y parecía que un cubo de agua fría acababa de caerle encima. Alaska temió cuando no dijo ni una sola palabra. Su primer movimiento fue levantarse de la silla con nervios y de manera torpe, finalmente se acercó a la cama y recostó junto a ella. Su rostro aún demostraba que estaba procesando todo lo que conllevaba aquella información.

—¿Alguien más lo sabe?

—Dumbledore y el profesor Snape, también Potter y Weasley quienes seguramente le comentaron a Granger.

—Esta bien.

Fueron simples palabras, no era mucho pero Alaska sabía que Draco no era un chico que le gustaba alargarse mucho o demostrar sus emociones, así que con eso le bastó. Fue lo suficiente para saber que de ahora en adelante todo estaría bien entre ambos.

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