𝒕𝒉𝒊𝒓𝒕𝒆𝒆𝒏

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝐻𝐼𝑅𝑇𝐸𝐸𝑁  )
𝚌𝚎𝚕𝚎𝚋𝚛𝚊𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚍𝚎 𝚏𝚒𝚗 𝚍𝚎 𝚊𝚗̃𝚘.

Con el inicio de clases y la salida de Harry Potter de la enfermería y su vuelta a los pasillos luego de la caída, las burlas de Draco Malfoy volvieron a hacerse presentes cada vez que él estaba cerca. Para Draco no había mayor alegría que la derrota por más de cien puntos que sufrió Gryffindor en el partido.

Al fin se había quitado las vendas y celebraba parodiando la caída de Harry. La mayor parte de la siguiente clase de Pociones Draco la pasó haciendo imitaciones por toda la mazmorra de los dementores, ya tenía cansadas a Alaska y Ann, quienes intentaban avanzar con su poción. Llegó un momento en que Ron tampoco pudo soportarlo más y le arrojó un corazón de cocodrilo grande y viscoso, el cual le dio en la cara, consiguiendo que Snape le quitara cincuenta puntos a Gryffindor.

Blaise soltó grandes carcajadas, contagiando a las chicas. Por suerte el profesor Snape no los reprendió ni les bajo puntos, solo se ganaron malas miradas por parte del rubio, quien estaba limpiándose los restos que habían quedado por todo su rostro.

Aquella tarde Alaska ayudo a Ann a hacer sus maletas, ella junto al resto de estudiantes se irían la mañana siguiente para pasar las vacaciones de invierno con su familia. La rubia sería la única estudiante de Slytherin que se quedaría en el Castillo.

Al despertarse al día siguiente, había hallado el dormitorio desierto, se había duchado y vestido para ir hasta la sala común, donde no había nadie. Fue deprimente pensar en que pasaría las vacaciones sola por completo pero reprimió ese pensamiento, prefiriendo dedicar su tiempo libre en la biblioteca, para terminar con todos los deberes que les habían dejado. Fue una sorpresa para ella que, mientras avanzaba con una redacción de Historia de la Magia, Archer Tonks se acercara a su mesa y en silencio se sentara junto ella.

—¿Terminando los deberes de Runas Antiguas? —Le preguntó la chica.

—Perfeccionándolos, diría yo —Comentó con una engreída sonrisa—. Puedes echarle un vistazo si gustas, para completar los tuyos.

—Mis transcripciones están impecables, gracias.

Alaska le devolvió la sonrisa antes de seguir con su redacción. No se lo dijo, pero agradecía su compañía. Y es que luego de su primera clase de Runas Antiguas ambos habían continuado compartiendo mesa, regularmente se ayudaban en las transcripciones y pasaban un buen tiempo juntos. Archer era un chico inteligente, tenía una gran personalidad y tenía mucha autoestima, características que habían encantado a Alaska.

La profunda tranquilidad de la biblioteca se vio interrumpida cuando las puertas de la estancia se abrieron de manera abrupta y una seri de pasos rápidos y torpes se hicieron presentes, hasta que tres chicos se detuvieron frente a la mesa que estaban utilizando.

—¿Por qué no hiciste algo al respecto? —Le espetó Harry Potter a Alaska con molestia—. Hagrid esta destrozado y tú pudiste hacer algo para evitar todo esto.

Alaska quito la mirada de sus libros y miró a Harry con completa calma, esperando que terminara de gritarle.

—Escucha Potter, no sé si la caída revolvió tu cerebro o algo por el estilo, pero no tengo ni la mínima idea de lo que estás hablando.

Hermione se hizo paso entre los chicos y se adelantó.

—La Comisión de Criaturas Peligrosas ha concretado una vista para decidir el futuro de Buckbeak. —Le explicó la castaña, entregándole luego una carta que tenía el sello del Ministerio.

Alaska la tomó y leyó su interior:

Estimado Señor Hagrid:

En relación con nuestra indagación sobre el ataque de un hipogrifo a un alumno que tuvo lugar en una de sus clases, hemos aceptado la garantía del profesor Dumbledore de que usted no tiene responsabilidad en tan lamentable incidente.

Sin embargo, debemos hacer constar nuestra preocupación en lo que concierne al mencionado hipogrifo. Hemos decidido dar curso a la queja oficial presentada por el señor Lucius Malfoy, y este asunto será, por lo tanto, llevado ante la Comisión para las Criaturas Peligrosas. La vista tendrá lugar el día 20 de abril. Le rogamos que se presente con el hipogrifo en las oficinas londinenses de la Comisión, en el día indicado. Mientras tanto, el hipogrifo deberá permanecer atado y aislado.

Atentamente...

Y seguía la relación de los miembros del Consejo Escolar.

—Hagrid cree que es el fin y no hay manera de ganar esto. —Hablo nuevamente Hermione.

—Y tiene razón —Dijo aun observando la carta, afectada por lo que acababa de leer—. Los miembros de la Comisión solo son magos interesados en el dinero y el poder, no por las Criaturas Mágicas que se presentan. Y si Lucius Malfoy está involucrado, los resultados no serán favorables para Hagrid.

—Pero debe existir alguna manera...

—Con una muy buena defensa, tendré que investigar...

—¿Por qué no le dices a Malfoy que se detenga? —Volvió a soltar Harry.

Alaska lo observo con incredulidad y dijo:

—¿Acaso no conoces a Draco? Esta no es una simple forma de molestarte Harry, su orgullo está en juego, y no dejara que nadie se lo arrebate.

Entonces se levantó de su asiento, pasando por un lado de Harry se dirigió a los pasillos de Criaturas Mágicas, sin ánimos para seguir escuchando al chico. Cuando regresó a la mesa los tres amigos ya se habían ido para su suerte, y se volvió a sentar, haciendo a un lado los libros y pergaminos que habia estado ocupando para sus deberes y así poder enfocarse en encontrar algo que le ayudara a Hagrid en la defensa.

La rubia podía sentir la mirada de Archer sobre ella, pero no le preguntó qué era lo que quería ni le pidió apartarla, solo la ignoro.

—¿Por qué eres amiga de Malfoy? —Ahí estaba la pregunta que el chico se moría por hacer—. Es obvio que no tienen los mismos intereses y él es una persona tan... perversa.

Como lo había hecho antes, Alaska ignoró su pregunta y siguió redactando todo lo que creía útil.

—¿Es por qué estás enamorada de él? —Sólo entonces ella levantó la mirada.

—Draco fue mi primer amigo en el mundo mágico —Le explicó—, la mayoría de las veces es un buen amigo y no es solo eso, su madre me dio un lugar que puedo llamar hogar y me ha dado cariño, el tipo de atención que nunca recibí. Él no es una persona de la que me puede alejarse fácilmente.

El tema se dio por terminado y ambos se dirigieron a sus respectivas salas comunes cuando la biblioteca cerró. En el castillo habían colgado los acostumbrados adornos navideños, que eran magníficos, a pesar de que apenas quedaban estudiantes para apreciarlos. En los corredores colgaban guirnaldas de acebo y muérdago; dentro de cada armadura brillaban luces misteriosas; y en el vestíbulo los doce habituales árboles de Navidad brillaban con estrellas doradas.

Y en los pasillos había un fuerte y delicioso olor a comida que, antes de Nochebuena, se había hecho tan potente que incluso podía olerse hasta las mazmorras.

—Alaska, hola.

La rubia dio un salto ante el repentino saludo. Se estaba dirigiendo a su sala común cuando se encontró con Ron cerca del vestíbulo principal. Le pareció extraño que el pelirrojo quisiera hablar con ella, incluso se le notaba nervioso y luego de devolverle el saludo realmente parecía que no sabía que decir

—¿Sabes que hay rumores que te relacionan con Black? —Dijo entonces.

—Todo el mundo mágico está al tanto de eso, Ron.

—Claro, claro... Entonces también debes saber que está detrás de Harry —Murmuró Ron—. Aunque no debes saber toda la historia, fue sorprendente, no me lo esperaba.

—¿Qué cosa?

—Bueno, Black y el padre de Harry, eran mejores amigos cuando estudiaban en Hogwarts ¿sabes? Al parecer eran inseparables —Comenzó a contarle, fijándose en que nadie más estuviera cerca para escuchar—. Black se alió a Quien Tú Sabes, y por supuesto los padres de Harry no ignoraban que Quien Tú Sabes iba tras ellos —Ron parecía estar balbuceando, no miraba mucho a la chica a los ojos y tampoco parecía estar pensando en lo que decía—. Si, intentaron protegerse con un encantamiento, ¿cómo se llamaba...? Fidelio, sí, el encantamiento Fidelio. No les funciono puesto que Black los traicionó, le dijo a Quien Tú Sabes donde se encontraban y luego sucedió lo de Harry, ya sabes, todo lo de —Se señaló la frente, donde estaba la cicatriz de Harry—. Black no tenía otra elección que escapar y fue cuando sucedió la historia que todo el mundo conoce.

Alaska tenía las cejas alzadas y miraba al chico confusa, no tenía idea de porque le estaba contando todo aquello y tampoco es que la historia le interesara mucho.

—Ronald, ¿Por qué me estas contando todo esto?

—Yo creí que debías saberlo, estas involucrada al fin y al cabo. Por los rumores y todo eso.

Fue cuando sucedió, en un pestañeó Ron se precipitó hacia ella y dejó un corto beso en los labios de la chica, fue tan rápido que Alaska ni siquiera se dio cuenta que había sucedido. Las orejas del chico se estaban tiñendo de un fuerte color tojo y su mirada estaba pegada al suelo.

—No vuelvas a hacer eso —Le exigió Alaska, con una voz audaz—. No estoy enamorada de ti, y ni siquiera te considero un amigo.

La mañana de Navidad despertó a primera hora, impaciente por la hora de la comida. A los pies de su cama pudo encontrar una serie de regalos, todos de parte de sus amigos.

La madre de Ann le habia enviado una docena de galletas caseras y una caja de un delicioso turrón, más una invitación para visitar su hogar durante las vacaciones de verano, si es que así lo deseaba. El regalo de Theo consistía en una libreta de bolsillo, y en la tarjeta le indicaba que allí podía hacer sus dibujos de la anatomía de sus criaturas favoritas (cosa que había visto haciéndola en diversas clases de Historia de la magia); Draco le había regalado un nuevo par de guantes para Quidditch dado que los que tenía se le arruinaron luego de las practicas y se habían vuelto inservibles. El último regalo fue el de Blaise, le había enviado unos hermosos aretes de plata que se puso en seguida.

A la hora del almuerzo Alaska bajo al Gran Comedor y descubrió que habían vuelto a arrimar las mesas a los muros, y que ahora sólo había, en la mitad del salón, una mesa con doce cubiertos. Se encontraban allí los profesores Dumbledore, McGonagall, Snape, Sprout y Flitwick, junto con Filch, el conserje, que se había quitado la habitual chaqueta marrón y llevaba puesto un frac viejo y mohoso. Y tan sólo había otros cinco alumnos: Harry, Ron, Hermione de Gryffindor, junto a Archer y otro estudiante de Ravenclaw que no conocía.

—¡Felices Pascuas! —Le deseo Dumbledore cuando se acercó a la mesa—. Como somos tan pocos, me pareció absurdo utilizar las mesas de las casas. ¡Siéntate, hay espacio para todos!

Por suerte el único espacio libre estaba junto a Archer al final de la mesa.

—¡Cohetes sorpresa! —Dijo Dumbledore entusiasmado, alargando a Snape el extremo de uno grande de color de plata.

Snape lo agarró a regañadientes y tiró. Sonó un estampido, el cohete salió disparado y dejó tras de sí un sombrero de bruja grande y puntiagudo, con un buitre disecado en la punta. El profesor Snape apretó los labios y empujó el sombrero hacia Dumbledore, que enseguida cambió el suyo por aquél.

—¡A comer! —Aconsejó a todo el mundo, sonriendo.

Mientras Alaska se servía patatas asadas, las puertas del Gran Comedor volvieron a abrirse. Era la profesora Trelawney, que se deslizaba hacia ellos como si fuera sobre ruedas. Dada la ocasión, se había puesto un vestido verde de lentejuelas.

—¡Sybill, qué sorpresa tan agradable! —Dijo Dumbledore, poniéndose en pie.

—He estado consultando la bola de cristal, señor director —Dijo la profesora Trelawney con su voz más lejana—. Y ante mi sorpresa, me he visto abandonando mi almuerzo solitario y reuniéndome con ustedes. ¿Quién soy yo para negar los designios del destino? Dejé la torre y vine a toda prisa, pero les ruego que me perdonen por la tardanza...

A Alaska le parecieron justas las quejas que recibía de Ann luego de cada clase de Adivinación, aquello parecía ser una burla.

—Por supuesto —Dijo Dumbledore, parpadeando—. Permíteme que te acerque una silla...

E hizo, con la varita, que por el aire se acercara una silla que dio unas vueltas antes de caer ruidosamente entre los profesores Snape y McGonagall. La profesora Trelawney, sin embargo, no se sentó. Sus enormes ojos habían vagado por toda la mesa y de pronto dio un leve grito.

—¡No me atrevo, señor director! ¡Si me siento, seremos trece! ¡Nada da peor suerte! ¡No olviden nunca que cuando trece comen juntos, el primero en levantarse es el primero en morir!

—Nos arriesgaremos, Sybill —Dijo impaciente la profesora McGonagall—. Por favor, siéntate. El pavo se enfría.

La profesora Trelawney dudó pero terminó sentándose en la silla vacía con los ojos cerrados y la boca muy apretada. La profesora McGonagall introdujo un cucharón en la fuente más próxima.

—¿Quieres setas, Sybill?

La profesora Trelawney no le hizo caso. Volvió a abrir los ojos, echó un vistazo a su alrededor y dijo:

—Pero ¿dónde está mi querido profesor Lupin?

—Me temo que ha sufrido una recaída —Dijo Dumbledore, animando a todos a que se sirvieran—. Es una pena que haya ocurrido el día de Navidad.

—Pero seguro que ya lo sabías, Sybill.

La profesora Trelawney dirigió una mirada gélida a la profesora McGonagall.

—Por supuesto que lo sabía, Minerva —Dijo en voz baja—. Pero no quiero alardear de saberlo todo. A menudo obro como si no estuviera en posesión del ojo interior, para no poner nerviosos a los demás.

—Eso explica muchas cosas —Respondió la profesora McGonagall.

La profesora Trelawney elevó la voz:

—Si te interesa saberlo, he visto que el profesor Lupin nos dejará pronto. Él mismo parece comprender que le queda poco tiempo. Cuando me ofrecí a ver su destino en la bola de cristal, huyó.

—Me lo imagino.

—Dudo —Observó Dumbledore, con una voz alegre pero fuerte que puso fin a la conversación entre las profesoras McGonagall y Trelawney—, que el profesor Lupin esté en peligro inminente. Severus, ¿has vuelto a hacerle la poción?

—Sí, señor director. —Dijo Snape, echándole un breve vistazo a Alaska.

—Bien —Dijo Dumbledore—. Entonces se levantará y dará una vuelta por ahí en cualquier momento.

La profesora Trelawney se comportó casi con normalidad hasta que, dos horas después, terminó la comida. Satisfechos con el banquete y llevando los gorros que habían salido de los cohetes sorpresa, Alaska y Archer fueron los primeros en levantarse de la mesa, y la profesora dio un grito.

—¡Queridos míos! ¿Quién de los dos se ha levantado primero? ¿Quién?

—No sé —Dijo Archer—. Supongo que lo averiguaremos pronto.

—Dudo que haya mucha diferencia —Dijo la profesora McGonagall fríamente—. A menos que un loco con un hacha esté esperando en la puerta para matar al primero que salga al vestíbulo.

La profesora Trelawney se molestó.

Atravesaron las puertas sin peligro alguno y Alaska volvió a reír. Pensó que las palabras de la profesora eran absurdas, y si moría en algún momento próximo, no seria por unas palabras de una vidente que era un fraude.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro