𝒕𝒘𝒆𝒏𝒕𝒚 𝒐𝒏𝒆

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(☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝑁𝑇𝑌 𝑂𝑁𝐸 )
𝚕𝚊 𝚟𝚎𝚛𝚍𝚊𝚍 𝚜𝚘𝚋𝚛𝚎 𝚙𝚎𝚝𝚝𝚒𝚐𝚛𝚎𝚠.

Scabbers se transformó un hombre muy bajito. Tenía el pelo ralo y descolorido, con calva en la coronilla. Estaba encogido en su lugar y su piel parecía roñosa, casi como la de la rata, y le quedaba algo de su anterior condición roedora en lo puntiagudo de la nariz y en los ojos pequeños y húmedos. Los miró a todos, respirando rápida y superficialmente.

—Hola, Peter —Dijo Lupin con voz amable, como si fuera normal que las ratas se convirtieran en viejos amigos—. Cuánto tiempo sin verte.

—Si... Sirius. Re... Remus —Incluso la voz de Pettigrew era como la de una rata. Volvió a mirar a la puerta—. Amigos, queridos amigos...

Black levantó el brazo de la varita, pero Lupin lo sujetó por la muñeca y le echó una mirada de advertencia. Entonces se volvió a Pettigrew con voz ligera y despreocupada.

—Acabamos de tener una pequeña charla, Peter, sobre lo que sucedió la noche en que murieron Lily y James —Alaska se la había perdido—. Quizás te hayas perdido alguno de los detalles más interesantes mientras chillabas en la cama.

—Remus —Dino Pettigrew con voz entrecortada, y gotas de sudor bajaron por su pálido rostro—, no lo creerás, ¿verdad? Intentó matarme a mí...

—Eso es lo que hemos oído —Dijo Lupin más fríamente—. Me gustaría aclarar contigo un par de puntos, Peter, si fueras tan...

—¡Ha venido porque otra vez quiere matarme! —Chilló Pettigrew señalando a Black, utilizando el dedo corazón porque le faltaba el índice—. ¡Mató a Lily y a James, y ahora quiere matarme a mí...! ¡Tienes que protegerme, Remus!

El rostro de Black semejaba más que nunca una calavera, mientras miraba a Peter Pettigrew con sus ojos impenetrables.

—Nadie intentará matarte antes de que aclaremos algunos puntos. —Dijo Lupin.

—¿Aclarar puntos? —volvió a chillar Pettigrew, mirando una vez más a su alrededor—. ¡Sabía que me perseguiría! ¡Sabía que volvería a buscarme! ¡He temido este momento durante doce años!

—¿Sabías que Sirius se escaparía de Azkaban cuando nadie lo había conseguido hasta ahora? —Preguntó Lupin, frunciendo el entrecejo.

—¡Tiene poderes oscuros con los que los demás sólo podemos soñar! —Vociferó Pettigrew con voz aguda—. ¿Cómo, si no, iba a salir de allí? Supongo que El Que No Debe Nombrarse le enseñó algunos trucos.

Black comenzó a sacudirse con una risa triste y horrible que llenó la habitación.

—¿Que Voldemort me enseñó trucos? —Dijo y Peter Pettigrew retrocedió como si Black acabara de blandir un látigo en su dirección—. ¿Qué te ocurre?
¿Te asustas al oír el nombre de tu antiguo amo? No te culpo, Peter. Sus secuaces no están muy contentos de ti, ¿verdad?

—No sé... qué quieres decir, Sirius. —Murmuró Pettigrew, respirando más aprisa aún. Todo su rostro brillaba de sudor.

—No te has estado ocultando durante doce años de mí —Dijo Black—. Te has estado ocultando de los viejos seguidores de Voldemort. En Azkaban oí cosas. Todos piensan que si no estás muerto, deberías aclararles algunas dudas, te consideran un traidor. Voldemort acudió a la casa de los Potter por indicación tuya y allí conoció la derrota. Y no todos los seguidores de Voldemort han terminado en Azkaban, ¿verdad? Aún quedan muchos libres, esperando su oportunidad, fingiendo arrepentimiento... Si supieran que sigues vivo...

—No entiendo de qué hablas... —Dijo de nuevo Pettigrew, con voz más chillona que nunca y miró a Lupin—. No creerás nada de eso, de esa locura...

—Tengo que admitir, Peter, que me cuesta comprender por qué un hombre inocente se pasa doce años convertido en rata. —Dijo Lupin impasible.

—¡Inocente, pero asustado! —Chilló Pettigrew—. Si los seguidores de Voldemort me persiguen es porque yo metí en Azkaban a uno de sus mejores hombres: el espía Sirius Black.

El rostro de Black se contorsionó.

—¿Cómo te atreves? —Gruñó, y su voz se asemejó de repente a la del perro enorme que había sido—. ¿Yo, espía de Voldemort? ¿Cuándo he husmeado yo a los que eran más fuertes y poderosos? Pero tú, Peter... no entiendo cómo no comprendí desde el primer momento que eras tú el espía. Siempre te gustó tener amigos corpulentos para que te protegieran, ¿verdad? Ese papel lo hicimos nosotros: Remus y yo... y James...

Pettigrew volvió a secarse el rostro; le faltaba el aire.

—¿Yo, espía...? Estás loco. No sé cómo puedes decir...

—Lily y James te nombraron guardián secreto sólo porque yo se los recomendé —Susurró Black con tanto odio que Pettigrew retrocedió—. Pensé que era una idea perfecta... una trampa. Voldemort iría tras de mí, nunca pensaría que los Potter utilizarían a alguien débil y mediocre como tú... Sin duda fue el mejor momento de tu miserable vida, cuando le dijiste a Voldemort que podías entregarle a los Potter.

Pettigrew murmuraba cosas, aturdido. Ninguna que alguien haya logrado entender, no había dejado de mirar a las ventanas y la puerta.

—¿Profesor Lupin? —Dijo Hermione, tímidamente—. ¿Puedo decir algo?

—Por supuesto, Hermione. —Dijo Lupin cortésmente.

—Pues bien, Scabbers..., quiero decir este... este hombre... ha estado durmiendo en el dormitorio de Harry durante tres años. Si trabaja para Quien Usted Sabe, ¿cómo es que nunca ha intentado hacerle daño?

—Eso es —Dijo Pettigrew con voz aguda, señalando a Hermione con la mano lisiada—. Gracias. ¿Lo ves, Remus? ¡Nunca le he hecho a Harry el más leve daño! ¿Por qué no se lo he hecho?

—Yo te diré por qué —Dijo Black—. Porque no harías nada por nadie si no te reporta un beneficio. Voldemort lleva doce años escondido, dicen que está medio muerto. Tú no cometerías un asesinato delante de Albus Dumbledore por servir a un desperdicio de brujo que ha perdido todo su poder, ¿a qué no? Tendrías que estar seguro de que es el más fuerte en el juego antes de volver a ponerte de su parte. ¿Para qué, si no, te alojaste en una familia de magos? Para poder estar informado, ¿verdad, Peter? Sólo por si tu viejo protector recuperaba las fuerzas y volvía a ser conveniente estar con él.

Pettigrew abrió y cerró la boca varias veces. Se había quedado sin habla.

—Eh... ¿Señor Black... Sirius? —Preguntó tímidamente Hermione.

A Black le sorprendió que se dirigieran a él de esta manera, y miró a Hermione
fijamente, como si nadie le hubiera dado tal respeto en los últimos años. Alaska sintió ganas de vomitar. Eso hombre había intentado matarla, no merecía el respeto de nadie.

—Si no le importa que le pregunte, ¿cómo escapó usted de Azkaban? Si no empleó magia negra...

—¡Gracias! —Dijo Pettigrew, asintiendo con la cabeza—. ¡Exacto! ¡Eso es precisamente lo que yo...!

Pero Lupin lo silenció con una mirada. Black fruncía ligeramente el entrecejo con los ojos puestos en Hermione, pero no como si estuviera enfadado con ella, más bien parecía meditar la respuesta.

—No sé cómo lo hice —Respondió—. Creo que la única razón por la que nunca perdí la cabeza es que sabía que era inocente. No era un pensamiento agradable, así que los dementores no me lo podían absorber... Gracias a eso conservé la cordura y no olvidé quién era... Gracias a eso conservé mis poderes... así que cuando ya no pude aguantar más me convertí en perro, los dementores notaron que mis sentimientos eran menos complejos, pero pensaron, claro, que estaba perdiendo la cabeza, como todo el mundo, así que no se preocuparon. Pero yo me encontraba débil, muy débil, y no tenía esperanza de alejarlos sin una varita. Entonces vi a Peter en aquella foto... comprendí que estaba en Hogwarts, con Harry... en una situación perfecta para actuar si oía decir que el Señor de las Tinieblas recuperaba fuerzas...

Pettigrew negó con la cabeza y movió la boca sin emitir sonido alguno, mirando a Black como hipnotizado.

—... Estaba dispuesto a hacerlo en cuanto estuviera seguro de sus aliados... estaba dispuesto a entregarles al último de los Potter. Si les entregaba a Harry, ¿quién se atrevería a pensar que había traicionado a lord Voldemort? Lo recibirían con honores... Yo era el único que sabía que Peter estaba vivo...

Black se tomó un tiempo antes de proseguir con su historia.

—Era como si alguien hubiera prendido una llama en mi cabeza, y los dementores no podían apagarla. Era una obsesión... pero me daba fuerzas, me aclaraba la mente. Y mis preocupaciones aumentaron cuando recordé que, dos años atrás, en el profeta habían anunciado el regreso de Voldemort, de una posible heredera que había ingresado a Hogwarts. Era demasiado peligro para Harry en un solo lugar.

Alaska chasqueo con la lengua, produciendo un ruido seco y súbito de molestia.

—¿Qué peligro puedo suponer para Harry a los trece años, además de ganarle en Quidditch? —Se quejó Alaska—. Usted y el resto de la comunidad mágica me ha hecho lo mismo que hicieron con usted, sentenciarme a su odio y rechazo por la imagen que crearon de mí, de la cual no tienen pruebas ni dudas.

—Supongo que lo he hecho, pero no puedes culparme Alaska —Le dijo Black, mirándola por primera vez sin repugnancia y con lo que parecía ser arrepentimiento—. Ese lugar te vuelve loco.

—Puedo y lo estoy haciendo. Intento matarme. —Finalizó la chica, sin mostrar signos de querer perdonarlo.

Black soltó un largo suspiro y luego observo a Hermione, Harry y Ron, quienes seguían esperando por el resto de la historia.

—Una noche, cuando abrieron la puerta para dejarme la comida, salí entre ellos, en forma de perro. Estaba delgado, lo bastante para pasar a través de los barrotes. Nadé como un perro. Viajé hacia el norte y me metí en Hogwarts con la forma de perro... He vivido en el bosque desde entonces... menos cuando iba a ver el partido de quidditch, claro... Vuelas tan bien como tu padre, Harry... —Miró al muchacho, que esta vez no apartó la vista—. Créeme, nunca traicioné a James y a Lily. Antes habría muerto.

Y Harry asintió con la cabeza, con un nudo en la garganta.

—¡No!

Pettigrew se había arrodillado, como si el gesto de asentimiento de Harry hubiera sido su propia sentencia de muerte. Fue arrastrándose de rodillas, humillándose, con las manos unidas en actitud de rezo.

—Sirius, soy yo, soy Peter... tu amigo. No..., tú no... —Black amagó un puntapié y Pettigrew retrocedió.

—Ya hay bastante suciedad en mi túnica sin que tú la toques.

—¡Remus! —Chilló Pettigrew volviéndose hacia Lupin, retorciéndose ante él, implorante—. Tú no lo crees. ¿No te habría contado Sirius que habían cambiado el plan?

—No si creía que el espía era yo, Peter —Dijo Lupin—. Supongo que por eso no me lo contaste, Sirius. —Dijo Lupin despreocupadamente, mirándolo por encima de Pettigrew.

—Perdóname, Remus. —Dijo Black.

—No hay por qué, Canuto, viejo amigo —Respondió Lupin, subiéndose las mangas—. Y a cambio, ¿querrás perdonar que yo te creyera culpable?

—Por supuesto —Respondió Black, y un asomo de sonrisa apareció en su demacrado rostro. También empezó a remangarse—. ¿Lo matamos juntos?

—Creo que será lo mejor. —Dijo Lupin con tristeza.

—No lo harán, no son capaces... —Dijo Pettigrew.

Y se volvió hacia Ron, arrastrándose.

—Ron, ¿no he sido un buen amigo? ¿una buena mascota? No dejes que me maten, Ron. Estás de mi lado, ¿a que sí?

Pero Ron miraba a Pettigrew con repugnancia.

—¡Te dejé dormir en mi cama! —Dijo asqueado, y era comprensible.

—Buen muchacho... buen amo... —Pettigrew siguió arrastrándose hacia Ron. —. No lo consentirás... yo era tu rata... fui una buena mascota...

—Si eras mejor como rata que como hombre, no tienes mucho de lo que alardear. —Dijo Black con voz ronca.

Ron, palideciendo aún más a causa del dolor; alejó su pierna rota de Pettigrew. El hombre giró sobre sus rodillas, se echó hacia delante y asió el borde de la túnica de Hermione.

—Dulce criatura... inteligente muchacha... no lo consentirás... ayúdame...

Hermione tiró de la túnica para soltarla de la presa de Pettigrew y retrocedió horrorizada. Pettigrew temblaba sin control y volvió lentamente la cabeza hacia mí.

—Linda niña... tú eres buena... eres diferente a ellos... no dejes que estos malvados hombres me hagan daño... no dejes morir a un inocente.

—¡Aléjate de mí! —Espetó la rubia, empujando al hombre lejos de ella con su pie.

Pettigrew volvió horrorizado hacía Harry.

—Harry, Harry... qué parecido eres a tu padre... igual que él...

—¿CÓMO TE ATREVES A HABLAR A HARRY? —Bramó Black—. ¿CÓMO TE ATREVES A MIRARLO A LA CARA? ¿CÓMO TE ATREVES A MENCIONAR A JAMES DELANTE DE ÉL?

—Harry —Susurró Pettigrew, arrastrándose hacia él con las manos extendidas—. Harry, James no habría consentido que me mataran... James habría comprendido, Harry... Habría sido clemente conmigo...

Tanto Black como Lupin se dirigieron hacia él con paso firme, lo tomaron por los hombros y lo tiraron de espaldas al suelo. Allí quedó, temblando de terror; mirándolos fijamente.

—Vendiste a Lily y a James a lord Voldemort —Dijo Black, que también temblaba—. ¿Lo niegas?

Pettigrew rompió a llorar. Era lamentable verlo, parecía un niño grande y calvo que se encogía de miedo en el suelo.

—Sirius, Sirius, ¿qué otra cosa podía hacer? El Señor de las Tinieblas... no tienes ni idea... Tiene armas que no puedes imaginar... Estaba aterrado, Sirius. Yo nunca fui valiente como tú, como Remus y como James. Nunca quise que sucediera... El Que No Debe Nombrarse me obligó.

—¡NO MIENTAS! —Bramo Black—. ¡LE HABÍAS ESTADO PASANDO INFORMACIÓN DURANTE UN AÑO ANTES DE LA MUERTE DE LILY Y DE JAMES! ¡ERAS SU ESPÍA!

—¡Estaba tomando el poder en todas partes! —Dijo Pettigrew de manera entrecortada—. ¿Qué se ganaba enfrentándose a él?

—¿Qué se ganaba enfrentándose al brujo más malvado de la Historia? —Preguntó Black, furioso—. ¡Sólo vidas inocentes, Peter!

—¡No lo comprendes! —Gimió Pettigrew—. Me habría matado, Sirius.

—¡ENTONCES DEBERÍAS HABER MUERTO! —Bramó Black—. ¡MEJOR MORIR QUE TRAICIONAR A TUS AMIGOS! ¡TODOS HABRÍAMOS PREFERIDO LA MUERTE A TRAICIONARTE A TI!

Black y Lupin se mantenían uno al lado del otro, con las varitas levantadas.

—Tendrías que haberte dado cuenta —Dijo Lupin en voz baja—, de que si Voldemort no te mataba lo haríamos nosotros. Adiós, Peter.

Hermione se cubrió el rostro con las manos y se volvió hacia la pared.

—¡No! —Gritó Harry. Se adelantó corriendo y se puso entre Pettigrew y las varitas—. ¡No pueden matarlo! —Dijo sin aliento—. No pueden.

Tanto Black como Lupin se quedaron de piedra.

—Harry, esta alimaña es la causa de que no tengas padres —Gruñó Black—. Este ser repugnante te habría visto morir a ti también sin mover ni un dedo. Ya lo has oído. Su propia piel maloliente significaba más para él que toda tu familia.

—Lo sé —Jadeó Harry—. Lo llevaremos al castillo. Lo entregaremos a los dementores. Puede ir a Azkaban. Pero no lo maten.

—¡Harry! —Exclamó Pettigrew entrecortadamente, y rodeó las rodillas de Harry con los brazos—. Tú... gracias. Es más de lo que merezco. Gracias.

—Suéltame —Dijo Harry, apartando las manos de Pettigrew con asco—. No lo hago por ti. Lo hago porque creo que mi padre no habría deseado que sus mejores amigos se convirtieran en asesinos por culpa tuya.

Nadie se movió ni dijo nada, salvo Pettigrew, que jadeaba con la mano crispada en el pecho. Black y Lupin se miraron. Y bajaron las varitas a la vez.

—Tú eres la única persona que tiene derecho a decidir, Harry —Dijo Black—. Pero piensa, piensa en lo que hizo.

—Que vaya a Azkaban —Repitió Harry—. Si alguien merece ese lugar, es él.

Pettigrew seguía jadeante detrás de él.

—De acuerdo —Dijo Lupin—. Hazte a un lado, voy a atarlo. Nada más, te lo juro.

Harry se quitó de en medio. Esta vez fue de la varita de Lupin de la que salieron disparadas las cuerdas, y al cabo de un instante Pettigrew se retorcía en el suelo, atado y amordazado.

—Pero si te transformas, Peter —Gruñó Black, apuntando a Pettigrew con su varita—, te mataremos. ¿Estás de acuerdo, Harry?

Harry bajó la vista para observar la lastimosa figura, y asintió de forma que lo viera Pettigrew.

—De acuerdo —Dijo de repente Lupin, como cerrando un trato—. Ron, no sé arreglar huesos como la señora Pomfrey pero creo que lo mejor será que te entablillemos la pierna hasta que te podamos dejar en la enfermería.

Se acercó a Ron aprisa, se inclinó, le golpeó en la pierna con la varita y murmuró:

—¡Férula!

Unas vendas rodearon la pierna de Ron y se la ataron a una tablilla. Lupin lo ayudó a ponerse en pie y el chico se apoyó con cuidado en la pierna, no hizo ni un gesto de dolor.

—Mejor —Dijo—. Gracias.

—¿Y qué hacemos con el profesor Snape? —Preguntó Alaska en voz baja, mirando a Snape postrado en el suelo.

—No le pasa nada grave —Explicó Lupin, inclinándose y tomándole el pulso—. Sólo se pasaron un poco. Sigue sin conocimiento. Eh... tal vez sea mejor dejarlo así hasta que hayamos vuelto al castillo. Podemos llevarlo tal como está —Luego murmuró—. ¡Mobilicorpus!

El cuerpo inconsciente de Snape se incorporó como si tiraran de él unas cuerdas invisibles atadas a las muñecas, el cuello y las rodillas. La cabeza le colgaba como a una marioneta grotesca. Estaba levantado unos centímetros del suelo y los pies le colgaban. Lupin agarró la capa invisible y se la guardó en el bolsillo.

—Dos de nosotros deberían encadenarse a esto —Dijo Black, dándole a Pettigrew un puntapié—, sólo para estar seguros.

—Yo lo haré. —Se ofreció Lupin.

—Y yo —Dijo Ron, con furia y cojeando.

Black hizo aparecer unas esposas macizas. Pettigrew volvió a encontrarse de pie, con el brazo izquierdo encadenado al derecho de Lupin y el derecho al izquierdo de Ron. El rostro de Ron expresaba decisión. Se había tomado la verdadera identidad de Scabbers como un insulto. Crookshanks saltó ágilmente de la cama y se puso el primero, con la cola alegremente levantada.

El gato de color canela bajaba las escaleras en cabeza del grupo. Lupin, Pettigrew y Ron lo seguían, detrás iba Snape, flotando de manera fantasmal, tocando cada peldaño con los dedos de los pies y sostenido en el aire por su propia varita, con la que Sirius le apuntaba, Alaska, Harry y Hermione cerraban la marcha.

Fue difícil volver a entrar en el túnel, con las nuevas heridas Alaska creía que cada una de ellas se extendían por su cuerpo mientras caminaba por ese pequeño lugar.

—¿Te sientes bien? —Le preguntó Hermione a su lado, mirando con preocupación sus heridas.

La cabeza de Alaska bombeaba en sus oídos, la garganta le ardía y dolía a cada movimiento y su corte en el torso había dejado de sangrar pero aún le causaba molestia.

—Estaré mejor cuando acabemos con esto.

Delante de ella vio a Black detener su paso y solo lo reanudo cuando estuvo al lado de ella, la seguía muy de cerca.

—Quería disculparme por lo de más temprano —Le dijo Black—. Supongo que era estúpido lo que quería hacer y tus palabras me hicieron razonar, tienes razón. Todos esos artículos del Profeta deben estar haciendo tu vida complicada.

Lo que menos quería hacer Alaska en ese momento era hablar con él, pero terminó respondiéndole de todos modos.

—Tengo buenos amigos que me ayudan con eso.

Black sonrió—. Harry, Ron y Hermione son buenos...

—No. Ellos solo son los chicos con los que, cada curso, termino metida en algún problema. Pero no son mis amigos.

—Supongo que en Slytherin también se encuentran buenos amigos.

Alaska no respondió. Habia notado el tono con lo que decía aquello, de manera despectiva. La rubia negó con la cabeza e intento apresurar su paso.

—Ya te ofrecí mis disculpas, tal vez eso no sea suficiente pero podría devolverte un favor cuando lo necesites.

—Esperaré con ansias el día que necesite el favor de alguien como tú. —Dijo la chica con burla.

No volvieron a hablar hasta que llegaron al final del túnel. Crookshanks salió el primero, evidentemente había apretado con la zarpa el nudo del tronco, porque Lupin, Pettigrew y Ron salieron sin que se produjera ningún rumor de ramas enfurecidas.

Sirius hizo salir a Snape por el agujero y luego se detuvo para cederles el paso a Harry, a Hermione y a Alaska. No quedó nadie dentro. Los terrenos estaban muy oscuros. La única luz venía de las ventanas distantes del castillo. Sin decir una palabra, emprendieron el camino. Pettigrew seguía jadeando y gimiendo de vez en cuando.

—Un paso en falso, Peter, y... —Dijo Lupin delante de ellos, amenazador, apuntando con la varita al pecho de Pettigrew.

Atravesaron los terrenos del colegio en silencio, con pesadez. Las luces del castillo se dilataban poco a poco y entonces una nube se desplazó. De repente, aparecieron en el suelo unas sombras oscuras y la luz de la luna caía sobre el grupo.

Sirius se quedó inmóvil. Con un brazo les indicó que no avanzaran. Lupin se puso rígido y empezó a temblar.

—¡Dios mío! —Dijo Hermione con voz entrecortada.

—¡No se ha tomado la poción esta noche! ¡Es peligroso! —Dijo Alaska, recordando las palabras de Snape.

—¡Corran! —Gritó Sirius—. ¡Corran! ¡Ya!

Pero Ron seguía encadenado a Pettigrew y a Lupin. Alaska y Harry intentaron acercarse para ayudar al chico pero Black se los impidió.

—Déjenmelo a mí. ¡CORRAN!

Oyeron un terrible gruñido. La cabeza de Lupin se alargaba, igual que su cuerpo. Los hombros le sobresalían. El pelo le brotaba en el rostro y las manos, que se retorcían hasta convertirse en garras.

Mientras el licántropo retrocedía, abriendo y cerrando las fauces, Sirius desapareció de su lado, se había transformado y saltó hacia delante como un perro grande. Cuando el licántropo se liberó de las esposas que lo sujetaban, el perro lo atrapó por el cuello y lo arrastró hacia atrás, alejándolo de Ron y de Pettigrew. Estaban enredados, mandíbula con mandíbula, rasgándose el uno al otro con las garras.

Harry estaba demasiado atento a la batalla para darse cuenta de nada más. Alaska corrió hasta Ron y con un hechizo que salió disparado de su varita logró liberar al chico de las esposas que le lastimaban la mano, puesto que Pettigrew intentaba con todas sus fuerzas escapar. Fue el grito de Hermione que la alertó.

Pettigrew había saltado para tomar la varita caída de Lupin. Se oyó un estallido, se vio un relámpago y Ron quedó inmóvil en tierra. Pettigrew agarró a Alaska del cabello, y tirando de este la mantuvo cerca de él, apuntándole con la varita.

Et detectors oculis aliorum invisibilia. Et detectors oculis aliorum invisibilia.

Alaska se quedó paralizada al ver como la varita parecía absorber algo de su cuerpo, hubo una iluminación dorada y segundos después se acaba.

—¿Que fue...? ¿Qué fue eso?

Pero no recibió respuesta. Se escuchó otro estallido y cuando Harry logró pronunciar un hechizo para quitarle la varita, ya era demasiado tarde. Pettigrew se había transformado, su cola pelona azotó el antebrazo de Ron a través de las esposas, y lo escucharon huir a toda prisa por la hierba. Oyeron un aullido y un gruñido sordo. Al volverse, alcanzaron a ver al hombre lobo adentrándose en el bosque.

—Sirius, ha escapado. ¡Pettigrew se ha transformado! —Gritó Harry, pero él no lo escucho.

Sirius sangraba. Tenía heridas en el hocico y en la espalda, pero al oír las palabras de Harry volvió a salir velozmente y al cabo de un instante el rumor de sus patas se perdió.

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