El verdadero Barba Azul: Gilles de Rais

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Un noble francés del siglo XV es el precursor de los asesinos seriales.

Gilles de Rais, propietario de un vasto señorío, fue Mariscal de Francia y destacó en la Guerra de los Cien Años (1337-1453), que enfrentó a diversas potencias europeas, además de que fue un compañero de armas de Juana de Arco.

Poseedor de una gran fortuna, contaba con una guardia de doscientos hombres; en su corte figuraban músicos, pajes religiosos, sirvientes y coristas.

Su riqueza no bastaba para llevar este tren de vida y práctico la alquimia con el fín de convertir metales comunes en oro.

En 1440, por la disputa en torno a una propiedad, quedó sujeto a un proceso eclesiástico.

El 8 de octubre en un juicio civil se le sumaron los cargos de hechicería, sodomía y asesinato.

Se le acusó de haber asesinado a varios niños en el curso de rituales satánicos cometidos durante ocho años.

El día 26 de octubre del mismo año el y sus dos cómplices fueron ahorcados y sus restos quemados.

Hoy se duda sobre el número de víctimas que asesinó y ha llegado a pensar sé que el proceso fue un ardid de la iglesia para despojarlo de sus bienes.

El escritor francés Charles Perrault se basó en él para crear a su célebre personaje Barba Azul.

Fuente: Georges Bataille, Procès de Gilles de Rais, 1959 (Traducción al español publicada por editorial Tusquets como El verdadero Barba Azul).

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Esto es un resumen de la revista No. 9 de la colección Muy Interesante del año 2017, aunque a mi no me parece suficiente, así que les mostraré la información que encontré en Wikipedia, lamento no mostrarles algún video al respecto, porque la mayoría dura casi 25 o 30 minutos, así que sin más que decir, sigamos con la información.

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Gilles de Montmorency-Laval, barón de Rais, llamado Gilles de Rais o Gilles de Retz, (no hasta el año 1405 - 26 de Octubre de 1440) fue un noble francés del siglo XV que luchó en los años finales de la Guerra de los Cien Años junto a Juana de Arco.

Fue juzgado y ejecutado, entre otros motivos, por los casos de abuso sexual y asesinato que cometió hacia múltiples niños y adolescentes.

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Biografía

Consiguió convertirse en mariscal de campo tras su participación en la Guerra de los Cien Años y amasó una gran fortuna.

Pero su buena fama en los pueblos franceses se vio truncada cuando se descubrieron las atrocidades que había cometido con centenares de niños y niñas en una corte formada por brujos, alquimistas, videntes y adoradores del Diablo.

Se dice que podía poseer una mentalidad psicópatica, originada en su infancia, y que podía haber sufrido una gravísima esquizofrenia.

Junto con Erzsébet Báthory , la aristócrata húngara conocida como «La Condesa Sangrienta», es considerado como uno de esos aristócratas que utilizó su gran fortuna para dar rienda suelta a sus fechorías.

Este hombre impulsivo, cuyos crímenes contradecían su exacerbada fe y creencia cristiana, que seguía la frase del pregón pascual Felix culpa! —Traducido como «¡Dichosa culpa!»— y que tuvo un anhelado deseo del perdón de Dios, inspiró a Charles Perrault a la hora de explicar la historia de Barba Azul.

Georges Bataille lo calificó como «Un Niño con Poder», y lo acusó de «Ser un Monstruo Esencialmente Infantiloide» y de «Tener un Carácter Arcaico»​.

En sus juicios, de Rais dijo que había actuado según la naturaleza que le habían impuesto los astros, y que no podía controlarse.

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Infancia y Juventud

Fue el primer hijo de uno de los grandes linajes de Francia, Guy II de Laval y Marie de Craon nació en la torre negra del castillo de Champtocé, bañado por el río Loira en la región de Bretaña.

Después de las muertes de su madre y padre, Gilles y su hermano menor René quedaron bajo la tutela de su abuelo materno, Jean de Craon. Según dijo en sus juicios, De Rais no tuvo ningún tipo de control por parte de su abuelo e hizo siempre lo que quiso.

Su abuelo De Craon quería engrandecer su fortuna y poder de forma calculadora, a diferencia de Gilles, hombre también carente de escrúpulos, que se dejaba llevar por sus impulsos violentos pero que era un inútil en política, según Georges Bataille.

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Acciones militares

Su abuelo De Craon le recomendó a Guillaime La Jumelliers como consejero en política, estrategias militares y finanzas. Se puso a las órdenes de Juan V, duque de Bretaña en las querellas residuales de la Guerra de Sucesión Bretona, entre los Montforts y los Penthièvres.

Luchó siempre en la vanguardia con sus soldados -Tropas Pagadas por él-.

Gilles raptó a su prima Catherine de Thouars, y se casó con ella el 30 de noviembre de 1420.

La familia Thouars poseía varios castillos.

Cuando la viuda Béatrice de Montjean, suegra de Gilles, se casó con Jacques Meschin de la Roche-Aireault, Gilles y De Craon la raptaron y la encerraron a pan y agua hasta que cedió los castillos que ellos pedían.

Gilles Meschin, hermano de Jacques Meschin, y otros hombres quisieron rescatar Béatrice de Montjean y fueron encarcelados también por Craon, de forma que Gilles Meschin murió.

Mientras tanto, Gilles y su primera esposa, tardaron en tener descendencia, Marie, nacida en 1429.

Después de las campañas de Juan V, Gilles rindió homenaje a Carlos VII, delfin de Francia en aquel momento, para combatir contra los ingleses y sus aliados de Borgoña.

Lo reclutó Georges La Tremoille, gran chambelán del rey.

Fue en esa época cuando Gilles conoció, en 1429, a Juana de Arco.

El delfín Carlos concedió un pequeño ejército a Gilles y a Juana para liberar Orleans del asedio inglés.

Junto a ellos estaban otros generales como el Bastard de Órleans -conde de Dunois-, el duque de Alençon y La Hire.

En solo ocho días las fuerzas francesas lograron levantar un sitio que duraba ya varios meses.

Entraron triunfales en la ciudad y todo el mundo los veía como los salvadores de Francia.

Poco después contribuyó a las victoria francesas en la batalla de Jargeau y en la batalla de Patay.

Además, en ese mismo año fue proclamado mariscal de Francia con tan solo 25 años. Adoptó la flor de lis en su escudo de armas, cuando Carlos VII fue proclamado rey el 17 de julio en la catedral de Reims.

Mientras disfrutaba de su posición como mariscal de Francia ocurrió otro hecho: la captura y condena a muerte en la hoguera de Juana de Arco, el 31 de mayo de 1431.

A lo mejor intentó ayudarla, ya que se encontraba a 25 kilómetros de Ruan, localidad en que se había llevado a cabo el juicio.

Su última acción en la Guerra de los Cien Años fue en la batalla de Lagny en agosto de 1432, en la que resultó victorioso.

Además de la muerte de Juana de Arco, el chambelán La Tremoille, su protector, cayó en desgracia en 1434 después de la campaña de amparo al duque de Borbón contra el duque de Borgoña, que sitiaba la ciudad de Grancey.

Tras la muerte de su abuelo en 1432, Gilles tuvo plena libertad para hacer lo que quisiera.

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Declive y crímenes

Era culto aunque no reflexivo, ávido de riquezas pero despilfarrador.

Desde ese momento se entregó a los más locos dispendios para satisfacer sus más caros caprichos.

Tenía pasión por todas las artes, especialmente por la música.

Se exacerbaba con los cantos gregorianos, llegando al éxtasis.

Si oía decir que se había escuchado una hermosa voz, no descansaba hasta conseguir llevar a su servicio a quien la poseía, por muy lejos que estuviera, como los cantores contratados en Poitiers, André Buchet, de Vannes y Jean de Rossingol, de La Rochelle, a quienes sugestionó haciéndoles partícipes de sus fechorías y crímenes.

Poseía muchos órganos de toda clase.

El sonido de este instrumento le producía tal enajenación que se los hizo construir portátiles para que lo acompañaran en sus menores traslados.

Consiguió, en su exaltación religiosa, ser nombrado canónigo de Saint-Hilaire-de-Poitiers y se rodeó de una comitiva de cincuenta eclesiásticos, junto con 200 soldados de caballería, cuya sede se encontraba en la capilla de los Saints-Innocents, en Machecoul.

Por otra parte, todo el que acudía a él disfrutaba de su generosidad; el extranjero era bien recibido, cualquiera que fuese su condición, a cualquier hora del día o de la noche; tenía hospitalaria mesa, y era raro que abandonase su mansión sin salir colmado de dones en especies o en metálico.

Gastaba dinero en ostentación para recuperar el prestigio perdido.

Realizaba grandes banquetes.

Gastó la mayoría de su fortuna en obras teatrales y en fiestas.

Para procurarse el dinero necesario, tuvo que recurrir a numerosos arbitrios y ruinosos contratos.

Logra la colaboración de aposentadores, burgueses y mercaderes, que le adelantan a un interés usurario las sumas que, por una generosidad neurótica, se le funden entre los dedos y se hunden en un abismo sin fondo.

En 1437 vendió Ingrandes y Champtocé a Juan V de Bretaña por unos escasos 100.000 escudos.

Gilles se aproxima al momento en que se anuncia, amenazadora, la ruina inevitable.

Sus cofres están vacíos; su crédito, agotado; los que le habían rodeado en las horas dichosas, presintiendo el desastre, se alejan de él.

Ante esta situación se vuelve hacia el esoterismo buscando en la alquimia el modo de fabricar el oro que le falta (se interesó por el secreto de la Piedra Filosofal).

Se rodeó de nigromantes y alquimistas.

Finalmente, cayó en manos de un embaucador florentino llamado François Prelati quien le aseguró que llenaría sus arcas gracias a la magia negra.

El mariscal visitaba con frecuencia a su cómplice y se informaba con ansiedad del resultado de las investigaciones.

Prelati aseguró a su señor que, en una de sus invocaciones, había visto cerca de él al demonio, pero que esta aparición fantástica se desvaneció sin que hubiera podido pronunciar palabra alguna.

El crédulo mariscal, que tenía un pánico atroz al diablo aunque nunca lo veía, hizo caso de Prelati, y mandó que se redoblasen los ensalmos y los conjuros.

En otras ocasiones, Prelati salía herido después de una de sus invocaciones, que siempre se realizaban en un cuarto escondido, causando en Gilles más pánico.

Sillé fue el proveedor de todos los elementos para las invocaciones en Tiffauges y el padre Eustache Blanchet el encargado de contratar a los invocadores, como Prelati, La Riviére -el cual vio al demonio en una invocación en un bosque en forma de leopardo, ante la credulidad de Gilles- o alquimistas como Jean Petit, el cual realizó varios hornos para trabajar con mercurio.

Sin embargo, los hornos creados debieron ser destruidos ya que el futuro Luis XI, el delfín, visitó a Gilles por una orden del rey Carlos VII, quien condenaba la alquimia como herejía.

«Es imposible que el mariscal salga bien de sus empresas -dijo uno de los familiares de Gilles de Rais- si no ofrece al demonio la sangre y los miembros de un niño.

A esto se unía, además, su voluntad de matar niños para su disfrute y placer personal en el transcurso de orgías sexuales y etílicas.


En su afán por procurarse víctimas para sus sacrificios, servidores de Gilles de Rais como Henriet y Poitou, recorrían los pueblos y las aldeas buscando niños y adolescentes prometiéndoles que los harían pajes en los castillos del señor de Rais.

Siempre en lugares lejanos, incluso en algunas ocasiones el propio Gilles con amabilidad acudía personalmente a las casas de los plebeyos para asegurar a los parientes de los niños un prometedor futuro.

De las víctimas los padres no tenían más noticias y, si preguntaban, les respondían que estaban bien.

Pronto la gente se alarmó y de Rais recurrió a los raptos.

Pero la gran locura llegaba por la noche cuando él y sus esbirros se dedicaban a torturar, vejar, humillar y asesinar a los niños previamente secuestrados.

Después de cada sangrienta noche, Gilles salía al amanecer y recorría las calles solitario, como arrepintiéndose de lo hecho, mientras sus secuaces quemaban los cuerpos inertes de las víctimas.

El temor se apoderó de los habitantes de los pueblos.

Los criados tuvieron que ampliar su campo de acción, con lo que el pavor se extendía más y más.

Hasta que las murmuraciones se convirtieron en gritos que llegaron a las más altas autoridades.

Llegó a utilizar varias de sus posesiones, no solo el castillo de Tiffauges, para cometer sus fechorías, como el castillo de Machecoul, el de Champtocé y la casa de la Suze.


Una vez se aprovechó de unos niños que eran mendigos y que fueron a pedir limosna inocentemente a su castillo.

Gilles los violó y desmembró.

Una vez muertos, los abrazaba fuertemente y deliraba; en otras ocasiones se reía ante los últimos estertores del niño y muchas veces cortaba la vena yugular haciendo brotar la sangre.

En algunas ocasiones cuando asesinaba a una de sus víctimas se arrepentía y juraba partir hacia Tierra Santa para redimir sus pecados, pero al poco tiempo volvía a cometer las mismas atrocidades.


Durante los ocho años de terror, Gilles parecía no vivir en un mundo real, rodeado de gran fastuosidad y como si no se diera cuenta de las brutales acciones que llevaba a cabo.

Según contó en el juicio que se le hizo, junto con su grotesca corte, cortaban las cabezas de varios niños recién muertos y hacían competiciones para elegir los rostros más bellos.

Las cabezas eran ensartadas en picas y las iban calificando.

Se llegó a contar que estas calificaciones las firmaba el mismo diablo, que un brujo llamado Rivière podía invocar al diablo, o a uno llamado Barrón, al cual le ofrecían un sacrificio como los órganos de un niño.


En continuadas ocasiones, su hermano René, intentó salvar el patrimonio familiar que Gilles estaba vendiendo; incluso, con la ayuda del rey, logró un edicto según el cual no podía vender más posesiones.

René logró comprar el castillo de Machecoul.

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Investigación, captura y ejecución

Pero llegó el momento de que todo esto acabara, y ese momento fue cuando el obispo de Nantes, Jean de Malestroit, investigó las desapariciones de Bretaña y vio que no eran casuales.

Malestroit descubrió los crímenes gracias al hecho de que, en plena depresión, Gilles vendió uno de sus últimos castillos, el de Saint-Etienne-de-Memorte al tesorero de Juan V, Geoffroy de Farron.

Gilles se enteró de que un primo suyo, señor de Villecigne, quería comprar el castillo y creyó que Le Farron no aceptaría la anulación.

Este había dejado a su hermano Jean, eclesiástico, al frente del castillo.

Gilles, en otro de sus impulsos, atacó la iglesia donde Jean celebraba misa y lo secuestró, encerrándolo en Tiffauges. El ataque fue conocido por el duque de Bretaña y por el propio Malestroit.

Juan V mandó a su hermano, el condestable del rey, a rescatar a Jean Le Farron mientras él intentaría apaciguar a Gilles.

Al final, Gilles de Rais fue capturado el 15 de septiembre de 1440, cuando se presentó a las puertas del castillo de Machecoul, donde estaba entonces Gilles de Rais, un grupo armado al mando del capitán Jean Labbé, que iba acompañado por el notario Robin Guillaumet en nombre del obispo de Nantes.

Portaban órdenes del duque.

Era el fin.

Gilles de Rais se entregó, junto con Prelatti, Blanche, Henriet y Poitou, y fue llevado a juicio.

El 19 del mismo mes, es decir, cuatro días después de su detención, empezó el interrogatorio que continuó el día 28, y los días 8, 11, 13, 15 y 22 de octubre.

En el juicio, altamente detallado y cuyos escritos del siglo XV aún existen, pasaba del insulto a los jueces al hundimiento más absoluto.

Fue encerrado en una prisión acomodada por su condición de noble.

Se declaró al principio inocente, pero en uno de los trastornos de personalidad que ya sufría de años atrás, rectificó y se declaró culpable, quedando el día 15 de octubre muy arrepentido de lo que había hecho.

Finalmente, el día 22, ante los jueces eclesiásticos comandados por el obispo de Saint-Brieuc, documentó todos los asesinatos y las vejaciones que practicaba a los niños de entre 7 y 20 años, actuaciones pedófilas, rasgaduras, colgamientos del techo por ganchos, decapitaciones, etc.

Dijo que hasta había bebido la sangre de los niños, incluso cuando estos aún estaban vivos, que «necesitaba aquel goce sexual» y que escribió un libro de conjuros con la sangre de los supuestamente asesinados.

Fueron confesiones tremendas, toda Francia se convulsionó ya que la gente no se creía que uno de sus héroes fuera un hombre tan vil.

Se llegaron a constatar 200 víctimas, aunque probablemente fueran muchas más.

Fue condenado por asesinato, sodomía y herejía.

Ante su desmedido arrepentimiento fue incluso objeto de compasión de clérigos y plebeyos y se concedió la petición de que fuera una comitiva detrás de él hacia su lugar de ejecución.

Finalmente, el 26 de octubre de 1440 Gilles de Rais, junto a dos de sus más perversos colaboradores, habiendo rechazado la gracia real -perdón de la pena que se le extendía por ser Par de Francia-, fue conducido al prado de la Madeleine en Nantes para ser ahorcado.

Sus restos fueron enterrados con solemnidad en la iglesia de las carmelitas de Nantes, a petición del mariscal.

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Y así concluimos con la historia de este asesino, déjenme en los comentarios su opinión y díganme que versión les gustó más, yo me despido aquí.

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