Dos

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Jay Park

Escuché a mis padres carcajear desde el otro lado de la pantalla, haciendo que volteara para reprenderlos en broma con una mirada juzgadora. Acababa de llegar al dormitorio y todavía no había empezado a organizar mis cosas, prefiriendo llamar a mis padres antes de su hora de dormir.

— ¡No es gracioso! Reclamé. — Es vergonzoso...

Esto no habría ocurrido si hubieras aprendido coreano desde pequeño. Reparó mi madre.

Incluso te negaste a tomar clases durante el invierno pasado. Recordó mi padre.

— Lo sé, dijo que prefería aprender de la experiencia. Se burló una vez más mi madre. — Y ahora lo miras así, apenado por no poder comprender nada de lo dicen a su alrededor.

Rodé los ojos con una sonrisa en mi rostro, sabiendo que ellos estaban en lo correcto. Solíamos visitar a mis abuelos durante las vacaciones de verano, pero ellos también manejaban el inglés a la perfección, ¿por qué preocuparme tanto en aprender algo nuevo en lugar de disfrutar de mis vacaciones?

Me gustaría viajar en el tiempo y darle una cachetada al Jay del pasado.

Y a pesar de asistir con frecuencia a las reuniones organizadas por la comunidad asiática de la universidad, todos tomaban las juntas como posibilidades de conseguir pareja, y la sede como punto de encuentro para las citas. No tenía motivos para reprenderlos, porque a decir verdad, yo también lo hacía.

Ahora me reprendía a mí mismo por interesarme en el amor antes que en la cultura de mis raíces, sobre todo por lo malos términos en los que concluyó mi última relación.

Pasé mi camiseta sobre mis hombros con la intención de deshacerme de ella, obteniendo un chasquido reprobatorio por parte de la mujer que me dio la vida. Restándole importancia, seguí con el proceso para luego doblarla y colocarla en una esquina de la cama.

— Compórtate, Jay. — Exclamó con una expresión de susto. — No estás en tu casa, no incomodes a tu compañero de habitación. Procura estar siempre vestido.

— Aún no ha llegado. — Respondí con tranquilidad, levantando el celular para mostrarles que me encontraba completamente solo. — Además, ambos somos hombres, no existe problema alguno con andar por ahí con el pecho al aire.

— Es cierto. — Secundó mi padre, obteniendo como resultado que mi madre blanquease los ojos. — Los hombres se vuelven más cercanos cuando notan que hay confianza, déjalo ser.

— Lo único que quiere es presumir sus músculos. — Volvió a hablar mamá. — Es igual a ti, un exhibidor de primera.

Solté una carcajada al escucharla quejarse, recordando todas las veces que mi madre nos reprendía a mi padre y a mí por andar medio desnudos por la casa, diciendo que en cualquier momento podría llegar visita inesperada.

Cosa que llegó a suceder en repetidas ocasiones, provocando que ambos tuviéramos que pedir disculpas.

Para mi sorpresa, hacía un calor un tanto desesperante. La humedad del ambiente empezaba a generarme dolor de cabeza y me encontraba tentando a abrir la puerta, incluso si eso significase que los demás chicos me viesen.

Nunca pensé que el clima en Corea me resultase tan asfixiante, incluso luego de haberme preparado mentalmente para afrontar el cambio. Había revisado la aplicación del tiempo desde semanas antes de viajar y todo indicaba que un frío otoño llegaría a principios de septiembre, pero tal parece que llegué yo antes que él.

Solté un suspiro al ser consciente de la realidad, dándome cuenta de que tendría que ir de compras por algunas prendas ligeras si no quería que una ola de calor me llevase consigo.

Una voz masculina me obligó a salir de mis pensamientos.

— Dime, hijo... — Mi padre retomó la palabra. — ¿Qué hay acerca de las chicas? ¿Has tenido la oportunidad de apreciar la belleza coreana?

Sonreí cuando mi madre golpeó su hombro con fuerza, regañándolo por preguntar tales cosas.

— Apenas lleva unas pocas horas en el país, ¿por qué tendría que andar por allí de ojo alegre? — Le recordó, para luego mirarme con una sonrisa socarrona. — Aunque no me molestaría que me presentaras como tu novia a una joven coreana, así podría hablar con ella con más comodidad. — Esta vez, a pesar de que intentó hablar con mi padre entre susurros, fui capaz de escuchar sus palabras. — La japonesa no me agradaba del todo...

Las comisuras de mis labios empezaron a elevarse, obligándome a reprimir la sonrisa que esta acción traía.

— Vine aquí a estudiar y aprender acerca de la cultura. — Recordé. — No tengo tiempo para enfocarme en cosas secundarias como el amor.

— Eso mismo dijo tu madre cuando me conoció, y en noviembre cumpliremos 23 años de casados.

Mi madre se sonrojó al escuchar a mi padre hablar con tanta facilidad, solía sentirse apenada por haber rechazado a papá durante la primera cita y decirle que él no era la persona indicada para ella. Luego de algunos meses, papá logró conquistar su corazón.

— Pensé que tenías novia cuando te conocí. — Se defendió. — ¡Nunca pensé que sería tu hermana!

— Sí, incluso te reuniste con ella para hacerle saber que su novio tenía intenciones de engañarla. — Reí al recordar parte de la historia que ya me habían contado. — Pero resulta que mi hermana sí tenía novio, así que pensó que te referías a él y dio por terminada la relación.

— ¡Pero todo fue un malentendido! — A pesar de los años que habían pasado, sus pómulos seguían adquiriendo un color rojo al contar su perspectiva. — Tiempo después volvieron y ahora están felizmente casados.

— Porque yo me encargué de arreglar tu error. — Mamá se había metido en una pelea que no ganaría. — Por cierto, Jay, asegúrate de visitar a la familia cuando tengas tiempo, procura que no hayan malentendidos.

— Deberías colocarte la camisa. — Recomendó mi mamá en un intento de dejar de ser el centro de burlas. — Aunque todos sean chicos, los coreanos tienden a ser más reservados. Tu compañero podría molestarse contigo si...

La puerta de abrió a mis espaldas.

— ¡Buen día, mi nombre es Park JAAAAH, AYUDA, HAY UN PERVETIDO EN MI HABITACIÓN!

Maldición.

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