Capítulo 11.

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― ¿Qué pudiste averiguar?― Me dijo Ayshane sentándose en su cama.

― Nada en realidad, lo que ya sabemos, que él es más apto para el puesto de líder y todo eso― Le respondí sentándome frente a él, en mi cama.

― ¿No pasó nada más?, ¿No conseguiste más información?― Preguntó Sergei confundido, mirándome desde el otro lado de la habitación, sentado en la silla del escritorio de Ayshane.

― No, no, nada más― Dije sintiendo como el calor subía por mi pecho y rostro, al recordar lo que pasó luego del interrogatorio que le hice a Lev, él me dio un beso, pero no cualquier beso, sino el mejor, el más perfecto y el más apasionado beso que me habían dado en toda mi pequeña y miserable vida. Ayshane y Sergei me miraron de forma curiosa, seguramente mis mejillas estaban tan rojas como un tomate, decidí que lo mejor sería cambiar de tema para que no me delatara yo sola ― ¿Qué es todo eso que me pondrán al tanto de todos sus planes?― Les pregunté arqueando las cejas al formular la pregunta.

― Cuando te fuiste de la reunión, Fravigga nos informó que cuando nuestra nave toque Marte, desde la Tierra se lanzará una segunda nave― Dijo Ayshane levantándose de su cama.

― ¿Con qué?, la segunda generación de gens son bebés, recién dentro de veinte años estarán preparados para afrontar un viaje interplanetario. Espera, ¿No me digas que con humanos?― Le pregunté confundida, viendo como mi hermano paseaba por la habitación de forma nerviosa.

― No, no, Martín Fravigga no piensa que lo humanos toquen Marte hasta dentro de varias décadas, primero nosotros debemos construir una base parecida a la de Oymyakon pero apta para los humanos...

― Sí, pero según los mapas de Fravigga parece un palacio, no se parece en nada a la basura de base en la que vivíamos ― Agregó Sergei en tono mordaz.

― ¡¿Entonces que enviarán en la segunda nave?!― Pregunté exasperada, el suspenso me estaba matando.

― No es una nave de tripulantes, sino de carga, llena de agua y alimentos que aseguraría nuestra supervivencia por varios años― Me informó Ayshane ― No podemos amotinarnos hasta que la segunda nave toque Marte.

Al escuchar sus palabras mi rostro perdió color, porque comprendí que era aquello que estaba en juego, la segunda nave, cargada de mercadería que nos mantendría con vida durante un tiempo. No podíamos arriesgarnos a perderla, porque estaríamos arriesgando nuestras vidas.

Nos quedamos varias horas hablando y discutiendo, que debíamos y que no debíamos hacer. Nos encontrábamos ante una situación muy tensa, dos cosas eran seguras, no podíamos correr la voz, si Martín Fravigga se enteraba que no estábamos dispuestos a implementar su régimen, cancelaría el despegue de la segunda nave de inmediato, y tampoco podíamos amotinarnos, o por lo menos, no todavía:

― ¿Dónde están Dasha y Olena?― Les pregunté, no habían venido a la habitación y era muy tarde.

― Con mis hermanos, en mi habitación― Respondió Sergei.

― No queremos que nadie más sepa todo esto, además de nosotros tres― Me contó Ayshane.

― Y Lev― Agregué recordando la conversación que tuvieron ellos con el constructor en el calabozo. Él también sabía que no estábamos a favor de Fravigga.

― Sí, y Lev― Recordó Sergei con fastidió, lanzando un suspiro rabioso, como si con sólo escuchar su nombre sirviera para ponerlo de mal humor. Sergei odiaba realmente a aquel chico.

El reloj tocó media noche. Estábamos cansados, decidimos que pospondríamos la conversación para otro momento, aunque ya no había mucho más de que hablar, las cosas eran simples y complejas al mismo tiempo, fingiríamos estar de acuerdo con Fravigga hasta que tengamos la nave de carga en nuestro poder, después de eso anunciaríamos a todos los gens que no debemos someternos a su esclavitud, que somos libres, y que nosotros nos aseguraremos de que lo sean, obviamente mientras tanto debemos soportar las quejas desconformes de los miembros de la gens, simulando estar a favor del estúpido régimen déspota de Martín.

Ayshane se paró en medio de la habitación y nos anunció, con voz tranquila, que iría en busca de nuestras hermanas, para luego desaparecer por detrás de la puerta dejándonos a Sergei y a mí solos.

Miré a Sergei, el cual estaba dándole una última revisada a las carpetas del escritorio. Cuando notó mis ojos sobre él, me devolvió la mirada con una expresión que no supe descifrar, y luego se levantó de la silla, dando pequeños pasos decididos, se acercó, sentándose junto a mí. El colchón de mi cama se hundió debajo de su peso, como si fuera una suave gelatina:

― Tengo algo para ti― Me dijo metiendo la mano en el bolsillo de su saco.

― ¿Qué?― Le pregunté riendo, viendo como revolvía el misterioso contenido.

Sergei sacó del interior de su bolsillo un colgante, era una cadena de plata que sostenía un extraño dije, una piedra roja que parecía un rubí, pero no lo era, tenía un raro color carmesí fuego y una forma muy particular, con seis lados y tres protuberantes puntas, tan afinadas y delgadas que me recordaron a los aguijones de las avispas, pero lo que más me extraño de aquella fantástica gema, era su tallado, parecía que en su sólida superficie hubieran sido cinceladas algunas místicas runas, cuyas formas nunca había visto en mi vida. A pesar de su extrañeza, no dejaba de ser hermosa:

― ¿Qué es eso?― Le pregunté mirando el extraño brillo que producía la vidriosa faz carmesí al chocar contra la luz de las lámparas. Nunca había visto nada igual.

― No lo sé― Respondió sinceramente. Sergei retiró hacía un lado el cabello que colgaba sobre mi espalda, para colocar el dije sobre mi cuello. Mientras lo prendía siguió hablando ― Las bacterias no eran lo único que se encontró en la orbe metálica que cayó en el 2050, en su interior también hallaron esta extraña gema, Martín Fravigga no quiso que saliera a la luz, ya que armaría gran revuelo el hecho de que podría existir vida inteligente en Marte, como para tallar una piedra de esta forma.

Me giré sobre mí misma para mirar a Sergei directamente a los ojos:

― ¿Cómo conseguiste esto?―Le pregunté tomando el dije con mis manos, sintiendo su cálida superficie entre mis dedos, ¿Un dije extraterrestre?, ¿Sería posible?

― Fravigga me lo dio en persona antes de subir a la nave, dijo que podría servirnos una vez que lleguemos a Marte, quería que yo me hiciera cargo de una expedición en busca de vida marciana, pero para eso no necesito esta piedra, entonces supe que tendría un mejor lugar en tu delicado cuello― Dijo sonriéndome de forma encantadora― Le pedí a las costureras que le hicieran una cadena.

― Gracias― Le dije casi en un susurro, posando lentamente mi mano sobre su hombro para agradecerle su regalo, sintiendo debajo de mis dedos su cálida y dura piel musculosa. Sergei antes de asumir el puesto junto a Ayshane, estaba entrenando para convertirse en guardia, cuyo entrenamiento no sólo moldeó en él una actitud dura e implacable, sino que lo moldeó físicamente también.

Sergei estiró su brazo hasta depositarlo sobre mis dedos, envolviendo por completo mi muñeca de forma protectora. Su mirada gris estaba sobre la mía, mi corazón no se aceleró como lo haría en las mismas circunstancias con otra persona. Sergei se inclinó levemente hacía mi rostro y habló entre susurros:

― Anastasia― Soltó y luego abrió sus labios lentamente, mientras miraba los míos como si fueran comestibles.

― ¿Sí?― Le pregunté con un ligero murmullo, mirando como su labio inferior comenzaba a temblar levemente, como si estuviera luchando, intentando contenerse de un instinto salvaje.

― Eh...eh― Balbuceó, el nunca balbuceaba. Lo vi tragar, como si de esa forma se deshiciera de algún apetito primitivo, para volver en sí nuevamente. Se aclaró la voz, y volvió a ser el mismo Sergei de siempre ― Es un lindo colgante― Dijo levantándose de la cama.

― Sí, lo es― Le respondí levantándome yo también, parándome en su camino, no quería que se vaya, pero él me esquivó hábilmente.

― Nos vemos mañana― Me dijo abriendo la puerta― Que tengas una linda noche.

― Igualmente para ti― Le deseé, y luego lo vi cerrar la puerta detrás de él, dejándome sola en la habitación. Sola y confundida.

¿Qué acababa de suceder?

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