lii. Holliday Lippincott (Pt.3)

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FIFTY-TWO HOLLIDAY LIPPINCOTT
(PT.3)

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HOLLIDAY LIPPINCOTT.

Es una variación de otro nombre, uno que reemplaza el primero con el apodo Holly, a veces solo Hol. Es un nombre que ha aparecido con frecuencia en los últimos dos años, desde que hizo fila con los de primero para ser seleccionada, al menos una cabeza más alta que ellos, con el pelo blanco como el hielo y una mirada penetrante. A veces, se menciona con el hecho de que ella es prima de Draco Malfoy o de cómo ya ha sido aceptada en la pandilla de Pansy sin haber puesto un pie en Hogwarts. Su nombre también se relaciona con Harry Potter, cómo empezaron a salir... Otras veces se rumorea en susurros, oí que ella solía ir a Durmstrang, y al parecer su madre escapó de Azkaban.

Recientemente, ha sido uno de los nombres que la gente susurra; el nombre no ha sido prohibido en Hogwarts, pero bien podría haberlo sido junto con Potter, Granger, Weasley. En Hogwarts existe el temor de que si uno de los nuevos profesores oye una conversación sobre los cuatro, supondrá que es el estudiante apoya lo que están haciendo y que será castigado la siguiente semana. En Hogsmeade puedes encontrar el nombre Holliday Lippincott pegado al costado de los edificios, junto a las palabras Indeseable Número Cuatro. A veces se escucha a los estudiantes murmurar su nombre cuando Draco Malfoy pasa junto a ellos; él siempre lo ignora, es Pansy la que notablemente rechina sus dientes, la mención de su mejor amiga le trae el mismo ciclo de temerosos pensamientos. ¿La matarán? ¿Matarán a Draco, a Harlow, a Blaise o a Flo? ¿Me matarán?

Pansy se acuesta en su cama en su dormitorio. Mira la cama que ha estado vacía todo el año, y siente que su corazón se hunde nuevamente. Flo ya no está porque acabó el año pasado. Draco ya no le habla tanto, ya que cada vez que lo hacen, la conversación se convierte poco a poco en ellos mencionando a Holly. Normalmente cuando se menciona, Draco deja de hablar. Pansy sabe que la echa de menos, simplemente no puede demostrarlo. Sabe que él se meterá en problemas si lo hace, por lo que no habla de ella en absoluto.

Ella ya no sabe qué hacer. Sus padres siempre han hablado mucho sobre Voldemort, diciendo lo importante que es para el mundo mágico, pero Pansy no lo sabe. No sabe lo que piensa acerca de esto, todo lo que sabe es que está aterrorizada de que algo vaya a salir mal y la maten. Se lo imagina demasiado: estará sentada, comiendo su almuerzo, y se imagina que el colegio se está quemando, matándolos a todos. Se imagina a alguien usando la maldición asesina. Se imagina todas las maneras en que algo podría salir mal y eso la aterroriza. Al final del día, no le importa sobre qué trata esta guerra. Simplemente no quiere morir.

La puerta se abre. Daphne irrumpe en la habitación, mientras Pansy se pone de pie.

—No te lo vas a creer —dice Daphne, sonando sin aliento. Camina hacia Pansy, la puerta se cierra—. Han visto a Holly y a los otros tres en Hogsmeade...

—¿Holly ha vuelto?

—¡Se ve que sí!

Pansy puede sentir su estómago en nudos. Frunce el ceño a Daphne.

—Pero si Holly ha vuelto, significa que están aquí por una razón —dice ella—. Si los ven, ¿qué pasa si él viene? ¿Qué pasa si...? —no quiere terminar la oración. En cambio, mira a Daphne en puro pánico—. ¿Estamos a salvo?

—No lo sé —responde Daphne.

Pansy asiente. Su corazón está martillando.

No morirás por nada, se dice a sí misma. Si las cosas van mal, te pones a salvo, no importa lo que pase... Que se jodan los otros, no es como si fueran a cuidarte...

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PUES PARECE QUE DUMBLEDORE tiene un hermano, y ese hermano es imbécil.

Holly está con los brazos cruzados en Cabeza de Puerco, mirando a Aberforth Dumbledore, un viejo gruñón que ya no le gusta. Antes habían logrado hacer que Vivien aterrizara en el suelo, Holly, en su mayoría, intentaba comunicarse con la dragona para que dejara de volar. Ahora, está recostada en el hombro de Holly, otra vez en miniatura. Su cola se enrosca alrededor de sí misma, mientras duerme. Holly la echó de menos.

—Tenemos que entrar en Hogwarts —le dice Harry a Aberforth, después de un par de minutos discutiendo sobre el hecho de que Aberforth perdió la esperanza y cree que no sirve de nada luchar, pero en realidad parece que no la perdió. Holly no lo sabe. Solo espera que Aberforth no siga así—. Si usted no puede ayudarnos, esperaremos a que amanezca, lo dejaremos en paz y buscaremos la forma de hacerlo nosotros solos. Pero si cabe la posibilidad de que nos ayude... Bueno, ahora sería un buen momento para decirlo.

Aberforth no se mueve por un minuto. Holly le da una mirada desagradable, alzando las cejas y pensando, eres literalmente la peor persona con la que he hablado hoy y antes hablé con un mortífago. Ella intercambia una mirada con Harry, que parece mucho más esperanzado de lo que se siente. Para este punto, tienen una dragona, podrían volar directamente a Hogwarts o algo así. Y además... ¿No hay un pasadizo secreto hacia Hogwarts dentro de Honeydukes?

Finalmente, Aberforth se vuelve hacia el retrato de su difunta hermana.

—Ya sabes qué tienes que hacer.

Ron frunce el ceño.

—Oiga, ¿qué...?

—Ahora sólo existe una forma de entrar —dice Aberforth. Holly avanza, intrigada, y Vivien se despierta, flotando sobre el hombro de Holly—. Todos los pasadizos secretos están tapados por los dos extremos, hay dementores alrededor de la muralla y patrullas regulares dentro del colegio, según me han informado mis fuentes. El edificio nunca ha estado tan vigilado. Lo que no sé es cómo esperáis conseguir algo una vez que entréis, con Snape al mando y los Carrow de subdirectores... —Holly reconoce el apellido, y se sobresalta. A su madre no le gustaban—. Pero eso es asunto vuestro. Al fin y al cabo, decís que estáis preparados para morir.

Hermione comienza:

—Pero ¿qué...?

El retrato de la hermana muerta de Aberforth, Ariana Dumbledore, comienza a aparecer nuevamente en el marco, caminando hacia ellos. Sin embargo, alguien está caminando con ella y los cuatro fruncen el ceño, mirando el cuadro con confusión.

Y luego la pared detrás del marco se abre, como una puerta, y Neville entra en el pub, con una sonrisa brillante en su rostro.

—¡Sabía que vendrías! ¡Lo sabía, Harry!

Neville abraza a Harry con fuerza.

—¡Neville! ¿Qué quiere decir esto...? ¿Cómo...?

Pero antes de que Harry pueda sacar la pregunta, Neville se aleja de él, ve a los otros tres y los abraza con fuerza. Holly deja que él la abrace, francamente un poco sorprendida de que incluso lo esté haciendo, y ella lo abraza, a pesar de que está conmocionada.

—¡Sabía que vendrías! ¡Ya le decía yo a Seamus que sólo era cuestión de tiempo!

Él se aleja de ella, y ella le ve bien la cara. Cada centímetro tiene algún tipo de daño, ya sea hematomas, cortes, raspaduras. Inmediatamente ella ha regresado a Durmstrang.

—¿Qué le pasó a tu cara? —pregunta ella—. Parece que te han lijado.

—¿Por qué? ¿Lo dices por esto? —dice Neville. Ella asiente, sus ojos tan grandes como los de los demás, y luego le resta importancia—. ¡Bah, no es nada! Seamus está mucho peor que yo, ya lo verás. Bueno, ¿nos vamos?

Holly lo mira, aún en shock.

—Yo...

Neville retrocede hacia el pasillo detrás del retrato. Harry lo sigue, y Holly salta, subiéndose a la repisa para entrar al túnel. Cuanto más piensa en las lesiones en la cara de Neville, más empieza a preocuparse. Durmstrang nunca fue tan malo, piensa.

—¿Es verdad que entrasteis por la fuerza en Gringotts y escapasteis montados en una dragona? —dice Neville—. Se ha enterado todo el mundo, nadie habla de otra cosa. ¡Carrow le dio una paliza a Terry Boot por contarlo a los cuatro vientos en el Gran Comedor a la hora de la cena!

—Sí, sí, es cierto —responde Harry.

—¿Qué hicisteis con la dragona?

—La tengo yo —dice Holly—. Es mía. Cogí uno de los mini dragones del Torneo de los Tres Magos, y debieron quitársela a mi amigo en algún momento de este año, porque estaba en Gringotts...

—¿Tienes una dragona como mascota?

—La tengo —Holly sonríe.

—Pero ¿qué habéis estado haciendo? Había gente que decía que habías huido, Harry, pero yo no me lo creí. Seguro que te traías algo entre manos.

—Tienes razón. Pero háblanos de Hogwarts, Neville. No sabemos nada.

—Pues... bueno, Hogwarts ya no parece Hogwarts. ¿Sabéis lo de los Carrow?

Holly asiente.

—Mi madre los odiaba.

—Eso dice algo —dice Susannah.

—Dan clases... Bueno, hacen algo más que dar clases —dice Neville—. Se encargan de mantener la disciplina; les encanta castigar.

—¿Como Umbridge?

—No; son mucho peores que ella. Amycus, el tipo ese, enseña lo que antes era Defensa Contra las Artes Oscuras, aunque ahora la asignatura se llama Artes Oscuras a secas, y nos obliga a practicar la maldición cruciatus con los alumnos casti...

Holly deja de caminar.

¿Qué?

—Sí —dice Neville. Holly puede sentir su corazón latiendo en su pecho. A ella no le gusta esto—. Este corte me lo gané así —señala un corte profundo en su mejilla. Holly parpadea las lágrimas—, porque me negué a hacerlo.

Holly no puede apartar la mirada del corte.

—Lo siento mucho...

—Está bien ahora —dice, restándole importancia. Harry toma la mano de Holly, apretándola. Ella no puede evitar sentirse mal del estómago—. Aunque hay gente que lo aprueba; a Crabbe y Goyle, por ejemplo, les encanta. Supongo que es la primera vez que destacan en algo.

—Pero no a Draco —dice Holly en voz baja.

—Alecto, la hermana de Amycus, enseña Estudios Muggles, una asignatura obligatoria para todos los alumnos. De manera que tenemos que oír cómo nos explica que los muggles son como animales, estúpidos y sucios, que obligaron a los magos a esconderse porque eran crueles con ellos, pero asegura que ahora va a restablecerse el orden natural. Esto de aquí me lo gané por preguntarle cuánta sangre muggle tenían ella y su hermano.

Holly no mira esta vez.

Ron hace una mueca.

—Jo, Neville, hay momentos en que uno tiene que saber callar.

—Eso lo dices porque no la oíste —dice Neville—. El caso es que ayuda ver que la gente les planta cara; eso nos da esperanzas. Yo lo aprendí viéndote a ti, Harry. Entonces decidieron que sólo había una forma de pararme los pies, y fueron por mi abuela, pero ahora está huyendo. Me escribió una carta diciendo que estaba orgullosa de mí, que soy el digno hijo de mis padres, y me animó a seguir luchando. Lo único malo es que cuando comprendieron que no conseguían controlarme decidieron que Hogwarts podía pasar sin mí. No sé si planeaban matarme o enviarme a Azkaban, pero, sea como fuere, me di cuenta de que había llegado el momento de desaparecer.

—Pero —dice Ron, mirando a los otros tres con una expresión increíblemente confusa—, ¿no vamos... no estamos volviendo a Hogwarts?

—Sí, claro —responde Neville—. Ya verás. Casi hemos llegado.

Doblan la esquina hacia un tramo de escaleras, que suben lentamente, y los cuatro que siguen a Neville no están seguros de lo que está pasando. ¿Están caminando directamente hacia el peligro? La parte posterior de un retrato aparece delante de ellos, que Neville empuja, y se mueve hacia un lado, revelando lo que parece ser la Sala de los Menesteres.

—¡Mirad quién ha venido! —dice Neville—. ¿No os lo decía yo?

Hay un alboroto lleno de gritos, estudiantes que se ponen de pie para saludar a los cuatro. Holly está desconcertada por todo eso. Teme caminar por los pasillos, porque en su mente, esto suena como una versión peor de Durmstrang. No se dio cuenta de que cualquier cosa podría ser peor que Durmstrang. Y, de repente, le parece que sus amigos han estado pasando por esto durante todo el año. Draco ha estado solo en esto.

—¿Cuál es el plan? —pregunta Seamus.

—Ah, sí, un plan —dice Harry.

Holly se hace a un lado, tratando de atormentar el cerebro de donde su madre dejó la diadema. Buttercup tenía que esconderla, ¿verdad? Entonces, ¿a dónde iría ella? Holly piensa en las cocinas, las mazmorras, los armarios de escobas. No, no, no. Lo intenta e intenta, pero la misma imagen aparece en su mente: la imagen de su primo tratando desesperadamente de sobrevivir en este infierno. Quiere verlo, quiere encontrar esta maldita diadema lo más rápido posible para poder verlo después, pero no puede concentrarse. ¡Piensa, Holly, piensa!

No puede. Todo lo que puede pensar es en Draco. Sabe que Atticus está aquí, pero sabe que él puede manejar esto mejor de lo que Draco podría. Quiere ver a su primo.

Voces suenan detrás de ella, mientras un grupo de otros entran desde el pasillo. Holly mira por encima del hombro, donde llegan los miembros de la Orden, con sonrisas de esperanza en sus rostros; una chica rubia con un lazo rojo está al de uno de los gemelos (Holly sigue sin saber quién es quién), sosteniendo su mano. Llegan también antiguos alumnos; Cho Chang sigue a Lee Jordan, que parece mucho más emocionado que Harry, Ron, Hermione y Holly.

—Bueno, ¿qué plan tienes, Harry? —dice un gemelo.

—No tengo ningún plan —responde Harry, viéndose desorientado. Holly frunce el ceño.

—Ah, entonces improvisaremos, ¿no? —dice el otro gemelo—. ¡Me encanta!

Harry se vuelve hacia Neville.

—¡Tienes que hacer algo para detener esto! ¿Por qué les has pedido a todos que volvieran? ¡Es una locura!

—Vamos a luchar, ¿no? —dice Dean—. Eso decía el mensaje que recibimos.

Ron baja la voz, mirando a los tres.

—¿Qué hay de malo en que nos ayuden?

—¿Cómo dices?

—Mira, son capaces de hacerlo —dice Ron.

Holly niega.

—Si los atrapan y castigan...

—¿Y qué hay de los que ya no estudian aquí? —pregunta Ron.

—Los mortífagos los matarán —responde Holly.

—Si los atrapan —dice Ron, y luego baja la voz, para que solo ellos puedan escuchar—, no tenemos por qué revelarles que es un horrocrux.

Holly mira a su alrededor.

—La mitad son críos...

—Que se queden aquí —dice Ron—. Mira, tenemos que encontrarlo, ayudaría que algunos nos echaran un cable para pasar por el colegio.

Holly frunce el ceño.

—Supongo que eso es cierto...

Se vuelven hacia Harry, que todavía no parece convencido.

—No tienes que hacer todo solo, Harry —dice Hermione.

Harry mira a los tres, pensando en qué hacer. Se gira hacia Holly y le pregunta:

—¿Sabes dónde podría estar?

Ella hace una mueca.

—No puedo pensar con claridad, no lo sé —explica—. No puedo dejar de pensar en mi primo, así que no sé... Podemos buscar en la torre Ravenclaw.

—Podría estar en las mazmorras —dice Hermione—. Si estás pensando en Malfoy, puede que sea una señal.

Holly asiente. Intenta pensar en dónde más podría estar, si su mente está pensando en su primo. Los únicos lugares en los que puede pensar que son notables para él serían los lavabos de Myrtle, el campo de quidditch, y luego esta sala... Pero no puede estar aquí, no es la misma que vio Draco...

—Pero primero revisaremos la Torre de Ravenclaw —dice Holly.

Harry asiente, pareciendo salir de uno de sus trances.

—Se ha puesto en marcha —les dice a los tres en voz baja. Él mira a Luna, que está sentada al lado de Ginny—. Luna, ¿puedes llevarnos a la torre de Ravenclaw?

—Oooooh, será un placer —dice ella, sonriendo.

—Hermione y yo nos quedaremos aquí —dice Ron.

Harry y Holly intercambian una mirada, antes de asentir.

—Nos veremos después —dice Harry, y Holly sonríe débilmente a los dos. Camina hacia Luna, que está sentada, lista para llevarlos a su sala común. Harry lo sigue, aferrándose a la capa. Él le dice a Luna—. Tenemos que ponernos esto.

Luna asiente.

Los tres se cubren con la capa, y con eso salen de la Sala de los Menesteres, corriendo a través de los pasillos hacia donde se encuentran los dormitorios de Ravenclaw. Holly no puede evitar mirar todo mientras pasa, sorprendida por lo diferente que se siente. No sabe si es porque está asustada, o si las cosas realmente parecen peor, pero Hogwarts se siente frío. Sin alma. Muerto. Como si alguien hubiera sacado todo lo que la había enamorado de este lugar, después de esos años en Durmstrang... ya no se siente así. En cambio, es como unos dibujos que vio una vez, una versión perversa donde alguien ha usado partes de Durmstrang para quitar la maravilla de este lugar.

Llegan a la entrada de la sala común de Ravenclaw. El águila en la puerta dice un enigma en una voz cantarina, a lo que Holly levanta las cejas, y Luna lo resuelve, razonando su respuesta. Holly no cree que pueda pensar con la suficiente claridad para resolver uno, no cuando su mente está pensando en el hecho de que su primo está tan cerca de ella, pero no puede verlo, porque está en peligro por estar simplemente aquí... No cuando está tratando de averiguar dónde está esta estúpida diadema, no cuando hay nortífagos en el colegio que pueden atraparlos en cualquier momento. No matarán a Harry en el acto, pero la matarán a ella. Sabe que está destinada a morir anciana, pero no puede evitar la sensación de que podría morir si los atrapan...

Mientras entran en la sala común, Holly mira directamente hacia la estatua de mármol blanco de Rowena Ravenclaw. Camina hacia ella, con los ojos fijos en la diadema sentada sobre la cabeza de la estatua. Holly puede escuchar su cerebro decir ¡ding-ding-ding! al mirarla.

Harry está de pie junto a Holly, mirando la diadema.

—Una inteligencia sin límites es el mayor tesoro de los hombres —lee él en voz alta.

—Lo cual significa que tú estás pelado, estúpido —dice una voz.

Ambos giran alrededor, sus ojos se posan en Alecto Carrow, mientras ella levanta su manga, clavando su dedo en la Marca Tenebrosa en su brazo.

¡Desmaius!

Alecto Carrow se estrella contra el suelo. Y, a medida que las librerías junto a ella se sacudían por el impacto repentino, el techo hace ruido con la cantidad de pasos, la gente salta de las camas y corre por las escaleras hacia la sala común. Luna mira a Harry y Holly, sintiéndose orgullosa por haber aturdido a Carrow. Holly sonríe.

Harry arroja la capa sobre los tres, mientras los estudiantes de Ravenclaw entran a la sala común, sus ojos bien abiertos cuando ven a Carrow tendida en el suelo.

—¡Creo que está muerta! —alguien dice, sonriendo.

—¡Fíjate, están contentos! —dice Luna.

—¡Gracias a ti! —dice Holly suavemente.

Ella mira a Harry, que frunce el ceño otra vez, con los ojos cerrados. Sospecha que tiene otra visión, y se estremece, mirando a su alrededor a la cantidad de estudiantes que aparecen de la nada. Holly sostiene su varita, tratando de averiguar dónde podría estar la diadema en la Torre Ravenclaw, pero no sirve de nada. Su cerebro siente que quiere sacudir la cabeza para decirle que no está aquí.

No está aquí...

Entonces, ¿dónde?

Holly frunce el ceño, y alcanza su collar de nuevo en su cuello—Suze, ¿ves esa diadema de allí? —dice ella, y la chica fantasma asiente, observando cuidadosamente la diadema—. ¿Crees que podrías encontrarla?

—No soy un maldito mapa —dice Susannah.

Holly la mira.

—Por favor.

—No sé dónde mirar —dice Susannah—, pero el otro Carrow viene.

—¡Oh, mierda!

¡ALECTO, ABRE LA PUERTA!

Holly ve a algunos de los Ravenclaw corriendo escaleras arriba hacia sus dormitorios, y ella trata de averiguar qué hacer. Puede defenderse de un mortífago, lo sabe, tal vez si se da a conocer, se centrarán en atraparla y Harry podrá escapar...

—Si viene y no tenemos a Potter... ¿Quieres acabar como los Malfoy? ¡CONTÉSTAME!

Su estómago se retuerce.

—¿Le importaría decirme qué hace, profesor Carrow? —ella escucha a McGonagall preguntar.

—¡Intento entrar... por esta... condenada puerta!

Holly le susurra a Harry:

—La diadema no está aquí... Tan pronto como podamos salimos de aquí, ¿sí?

—Sólo si...

—No harán daño a los estudiantes —dice Holly—. Si lo hacen nos defenderemos, pero tú eres mucho más valioso para ellos que alguien más en esta sala.

—Pero ¿no está su hermana ahí dentro? —pregunta McGonagall—. Hace un rato el profesor Flitwick la ha dejado entrar, ante su insistencia, ¿no? ¿Por qué no le abre ella? Así no tendría que despertar usted a todo el castillo.

—¡No me contesta, escoba con patas! ¡Ábrala usted! ¡Maldita sea! ¡Ábrala ahora mismo!

—Como quiera —dice McGonagall con frialdad.

La voz de la puerta pregunta un acertijo, a lo que McGonagall responde correctamente, y la puerta les deja entrar. Los Ravenclaws restantes corren de nuevo por las escaleras al ver a Amycus. Holly observa que su rostro se enrojece de ira.

—¿Qué han hecho esos mocosos? ¡Les voy a hacer la maldición cruciatus a todos hasta que confiesen quién ha sido! ¿Qué va a decir el Señor Tenebroso? ¡No lo hemos cogido! ¡Y esos desgraciados han matado a mi hermana!

—Sólo está aturdida —dice McGonagall, revisando a Alecto—. Se recuperará.

—¡No se recuperará! —le grita a ella—. ¡Nunca se recuperará de lo que le hará el Señor Tenebroso! ¡Lo ha llamado, he notado cómo me ardía la Marca, y él cree que tenemos a Potter!

—¿A Potter? —dice McGonagall—. ¿Cómo que cree que tienen a Potter?

—¡Nos advirtió que quizá ese chico intentaría entrar en la torre de Ravenclaw, y nos ordenó llamarlo si lo atrapábamos!

—¿Por qué querría Harry Potter entrar aquí? —pregunta McGonagall, levantando la voz—. ¡Potter pertenece a mi casa!

Voldemort inmediatamente pensó que estaría aquí, mierda, Margo lo habría sabido. Entonces no la habría escondido aquí... Está en Hogwarts, ¿pero dónde?

—Bien pensado... podemos culpar a los chicos —dice Amycus—. Sí, eso es. Le diremos que los alumnos le tendieron una emboscada y la obligaron a tocarse la Marca, y por eso él recibió una falsa alarma... Que los castigue a ellos. Un par de chicos más o menos... ¿qué importa?

La mandíbula de Holly cae. Su agarre en su varita se aprieta.

Mantente oculta, Holly, no salgas...

—Importa porque marca la diferencia entre la verdad y la mentira, entre el valor y la cobardía. Una diferencia, en resumen, que usted y su hermana son incapaces de apreciar. Pero voy a dejarle clara una cosa: usted no va a culpar de su ineptitud a los alumnos de Hogwarts, porque yo no pienso permitirlo.

—¿Cómo dice? —dice Amycus. Holly puede ver a Harry ponerse rígido cuando Carrow se acerca a McGonagall—. No se trata de que usted lo permita o no, Minerva McGonagall. Usted ya no pinta nada aquí. Ahora somos nosotros los que mandamos, y si no me respalda pagará las consecuencias.

Y él le escupe en la cara.

Harry se quita la capa y levanta la varita.

—¡Hasta aquí podíamos llegar! —dice, Amycus se da la vuelta y Harry grita—. ¡Crucio! —Amycus cae al suelo, retorciéndose de dolor. Choca contra una de las librerías, y Harry mira a Holly—. Ahora entiendo lo que querías decir.

Holly le echa un vistazo.

—¡Potter! —dice McGonagall—. ¡Estás aquí, Potter! —mira a Holly, que sonríe débilmente—. ¡Y Lippincott! ¿Cómo es posible? —le frunce el ceño a Harry—. ¡Esto ha sido una locura, Potter!

—Le ha escupido en la cara —dice Harry.

—Potter, yo... Ha sido un gesto muy galante por tu parte, pero ¿no te das cuenta de...?

—Sí, lo sé —dice Harry—. Pero Voldemort está en camino, profesora McGonagall.

—Ah, ¿ya podemos llamarlo por su nombre? —pregunta Luna, quitándose la capa.

Holly se encoge de hombros.

—Ya no debe importar.

—Tienes que irte enseguida —dice McGonagall.

—No puedo —dice Harry. Señala a Holly—. Tenemos que hacer una cosa. ¿Usted sabe dónde está la diadema de Ravenclaw, profesora?

—¿La diadema de Ravenclaw? Claro que no. ¿No lleva siglos perdida? Has cometido una locura, Potter, has cometido una locura entrando en el castillo...

—Tenía que hacerlo —dice Harry—. Necesitamos la diadema.

Holly frunce el ceño, mirando a la estatua de nuevo. Intenta pensar: Margo hubiera puesto la diadema en un lugar que apenas se usa... No puede ser el baño de Myrtle, Draco estuvo allí el año pasado, porque esa es la entrada a la Cámara de los Secretos. ¿No es así? Margo no lo habría puesto allí, porque es muy cerca de Voldemort, no la habría escondido en un lugar así...

¡Piensa, Hol! Cuando escondes cosas, las pones en lugares que otros no esperan encontrar. Así que no serían las mazmorras, ¿qué tan obvio sería para un Slytherin esconder algo ahí? No la escondería allí ni en algún lugar donde pueda ser vista por accidente. Querría que se escondiera a plena vista...

—... y si Hogwarts se dispone a sufrir un estado de sitio, con el Señor Tenebroso ante sus puertas, sería muy aconsejable sacar de aquí a cuanta más gente inocente podamos. Pero ahora la Red Flu está vigilada y nadie puede desaparecerse en los terrenos del colegio...

—Hay una manera —dice Harry, y él explica cómo entraron.

—Es que estamos hablando de cientos de alumnos, Potter...

—Ya lo sé, profesora, pero si Voldemort y los mortífagos se concentran en Hogwarts y sus jardines, no creo que les importe mucho que haya gente desapareciéndose desde el Cabeza de Puerco.

—Tienes razón —concede ella—. ¡Vamos, tenemos que alertar a los jefes de las otras casas! Será mejor que volváis a poneros la capa.

Siguen a McGonagall desde la Torre de Ravenclaw, después de que ella use un hechizo para mantener a los dos Carrow atados. Holly trata de pensar las cosas de nuevo, pero de repente McGonagall se detiene, Snape aparece desde las sombras.

—¿Dónde están los Carrow? —pregunta él.

—Supongo que donde tú les hayas ordenado ir, Severus.

—Tenía entendido que Alecto había atrapado a un intruso.

—¿Ah, sí? ¿Y que te ha hecho pensar tal cosa? —pregunta McGonagall. Snape hace un gesto discreto a la marca en su brazo—. ¡Ah, claro! Olvidaba que los mortífagos tenéis vuestros propios medios para comunicaros.

—No sabía que esta noche te tocaba vigilar los pasillos, Minerva.

—¿Tienes algún inconveniente?

—Me pregunto qué te habrá hecho levantarte de la cama a estas horas.

—Me pareció oír ruidos —dice la profesora McGonagall.

—¿En serio? Pues yo no he oído nada —dice Snape—. ¿Has visto a Harry Potter, Minerva? Porque si lo has visto, te ordeno que...

Snape intenta maldecir a McGonagall, pero antes de que él pueda, ella reacciona, lanzando un encantamiento escudo. Las llamas estallan en el pasillo y Harry, Holly y Luna caen al suelo. Los gritos hacen eco a su alrededor, las voces de otros profesores aparecen repentinamente; Holly oye que la voz de Atticus lanza un encantamiento escudo, justo cuando McGonagall grita—¡Cobarde! ¡COBARDE!

Los tres se ponen de pie, apresurándose hacia los profesores.

—Ha saltado —dice McGonagall.

—¿Está muerto?

—No, no lo está —dice McGonagall, pareciendo decepcionada—. A diferencia de Dumbledore, él llevaba su varita... Y por lo visto ha aprendido algunos trucos nuevos de su amo.

Holly mira a Atticus, de pie junto a Flitwick. Él la mira y sonríe.

—Hol —dice, y ella corre hacia los brazos de su padrastro. Él la abraza con fuerza, mientras ella cierra los ojos, sintiéndose cerca del llanto—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—Necesitamos encontrar algo —dice Holly—. No puedo decirte qué, pero ella escondió algo cuando Regulus murió, y lo necesitamos...

—¡Profesora! —llama Harry—. ¡Tenemos que fortificar el colegio, profesora! ¡Llegará en cualquier momento!

Holly se aleja de Atticus y se gira hacia Harry.

—Está bien —dice McGonagall—. Potter tiene que realizar una misión en el castillo para cumplir las órdenes de Dumbledore; por tanto, hemos de proteger el colegio con todos los medios de que dispongamos mientras Potter hace su trabajo.

—Supongo que eres consciente de que nada que hagamos impedirá indefinidamente que Quien-tú-sabes entre en el colegio, ¿no? —comenta Flitwick.

—Pero podemos retrasarlo —dice Sprout.

—Propongo que establezcamos una protección básica alrededor del castillo, y luego reunamos a nuestros alumnos y nos encontremos todos en el Gran Comedor. Habrá que evacuar a la mayoría, aunque si alguno de los que son mayores de edad quiere quedarse y luchar a nuestro lado, creo que deberíamos permitírselo.

—Estoy de acuerdo —dice Sprout—. Me reuniré con vosotros dentro de veinte minutos.

—¿Cómo evacuaremos a los estudiantes? —pregunta Atticus.

McGonagall le frunce el ceño.

—Malfoy, seguramente deberías estar ayudando a tu...

—No estoy de su lado —dice Atticus—. Trataron de matar a mi hija y arruinaron la vida de mi hermano. Quiero a Voldemort muerto.

Holly sonríe.

Slughorn finalmente comienza a hablar.

—¡Caramba! ¡Menudo jaleo! No estoy seguro de que todo esto sea prudente, Minerva. Sabes que hallará la manera de entrar, y quienes hayan intentado impedírselo correrán un grave peligro...

—A ti y a los miembros de Slytherin también os espero en el Gran Comedor dentro de veinte minutos —dice McGonagall—. Si quieres marcharte con tus alumnos, no te lo impediremos. Pero si alguno de vosotros intenta sabotear nuestra resistencia, o alzarse en armas contra nosotros dentro del castillo, entonces, Horace, te retaré a muerte.

¡Minerva!

—Ha llegado la hora de que la casa de Slytherin decida a quién quiere ser leal —dice McGonagall. Holly frunce el ceño—. Ve y despierta a tus alumnos, Horace —se vuelve hacia Holly, Harry y Luna—. Será mejor que volváis con vuestros amigos y los llevéis al Gran Comedor. Despertaré a los Gryffindors... Atticus, pon defensas en las entradas.

Holly, antes de irse, le da Vivien a Atticus.

—Amplíala, estará más que dispuesta a pelear contra ellos —dice, recordando cómo trataron a su dragona.

Atticus asiente.

—Ten cuidado.

—Tú también —dice ella, y sostiene la mano de Harry, mientras atrapan a Luna corriendo hacia la Sala de Menesteres.

Pasan ante multitudes de estudiantes, que comienzan a gritar al darse cuenta de que dos de los magos más buscados en el Reino Unido están de vuelta en el castillo. Holly hace todo lo posible por ignorarlo, mientras continúan corriendo a la Sala.

—¿Ese es Potter?

—¿Y Lippincott?

—Pero...

De repente, el nombre Holliday Lippincott se ha ganado otra connotación. Un nombre que dicen los estudiantes cuando salen de sus dormitorios hacia el Gran Comedor, adormecidos y confundidos, sus ojos se ensanchan repentinamente cuando ven a una chica con el pelo blanco como el hielo pasando junto a ellos, su mano sujeta firmemente a un chico por el que pensaron desde septiembre...

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DAPHNE DESPIERTA A PANSY, flotando sobre su cama con los ojos muy abiertos y la sudadera con capucha cubriendo su pijama. La puerta del dormitorio está abierta, y Pansy puede escuchar a Slughorn instando a todos a salir de sus camas e ir a la sala común, tan rápido y con la mayor calma posible. Pansy y Daphne salen juntas, su corazón comienza a vibrar en su pecho mientras mira al resto de los Slytherins. Draco no está, lo mismo ocurre con Crabbe y Goyle. Pansy elige no preocuparse por eso, sino por lo que esté sucediendo.

Oye a alguien decir que él va a venir, e inmediatamente quiere quedarse en su dormitorio y encerrarse. No van a ir tras ella si está en las mazmorras, solo se preocuparán si luchan junto a Potter. Pansy no quiere pelear. Todo lo que quiere hacer es sentir su corazón latiendo en la mañana. No le importa quién gane o quién pierda. Simplemente no quiere morir.

Slughorn le dice a ella, como prefecta que es, que camine con los de primero al Comedor. Pansy los escucha hablar en voz baja sobre cómo esto debe significar que la guerra terminará pronto. En serio. Ellos no saben de qué se trata. Nadie lo sabe. ¿De qué se va esta guerra? Podría haber empezado con alguien que quiere librar al mundo de los nacidos de muggles, pero ya no es solo eso, ¿verdad? Alguien quiere poder, y Potter está en su camino. Pansy piensa que todos los que se involucran no están viendo esto lo suficientemente claro.

Se sienta junto a Daphne una vez que están en el pasillo. Mira a su alrededor, y aún así, no hay rastro de Draco, Crabbe o Goyle. Quiere buscar a Holly, pero no sabe si quiere de verdad. Sabe que si lo hace, llorará, intentará que Holly se mantenga fuera de esta pelea... Y luego tendrá que ver a su mejor amiga negarse, alejarse y luchar por algo que no tiene sentido.

—Prefectos, cuando dé la orden, organizaréis a los alumnos de la casa que os corresponda y conduciréis a vuestros pupilos ordenadamente hasta el punto de evacuación.

Un idiota en Hufflepuff dice:

—¿Y si queremos quedarnos y pelear?

—Los que seáis mayores de edad podéis quedaros —responde McGonagall.

Pansy frunce.

—Quedarse y morir, más bien.

—¿Y nuestras cosas? —pregunta una Ravenclaw.

—No hay tiempo para recoger efectos personales. Lo importante es sacaros de aquí sanos y salvos.

—¿Dónde está el profesor Snape? —pregunta alguien más arriba en la mesa de Slytherin.

Pansy piensa que buena pregunta, se supone que él es el director de este puto colegio.

—El profesor Snape ha ahuecado el ala, como suele decirse —dice McGonagall.

La gente se anima. Pansy hace una mueca ante esto, pensando para sí misma, claro, él no era amable, pero ahora es cuando necesitamos un director, ¿no? Mira las otras mesas, las sonrisas aparecen en los rostros de la gente, y luego la ve.

Su mejor amiga, de pie junto a la mesa de Gryffindor, sosteniendo firmemente la mano de Potter. Pansy casi grita el nombre de Holly, pero no puede encontrar la capacidad para hacerlo. Han pasado meses, casi un año, desde que la vio. Parece más mayor, pero al mismo tiempo, igual que la última vez que hablaron. Su cabello es más corto, y su ropa más desaliñada, jeans oscuros y una chaqueta de cuero que alguna vez fue blanca, pero ahora ligeramente gris y marrón por un año huyendo. Se ve diferente, su expresión lo es. Parece que está preocupada, ansiosa o asustada... Pansy no puede decirlo con seguridad.

—Ya hemos levantado defensas alrededor del castillo —dice McGonagall—, pero, aun así, no podremos resistir mucho si no las reforzamos. Por tanto, me veo obligada a pediros que salgáis deprisa y con calma, y que hagáis lo que vuestros prefectos...

Y una voz terrorífica hace eco en el Comedor.

"Sé que os estáis preparando para luchar. Pero vuestros esfuerzos son inútiles; no podéis combatirme. No obstante, no quiero mataros. Siento mucho respeto por los profesores de Hogwarts y no pretendo derramar sangre mágica."

Pansy mira a su alrededor, a las personas que se aferran a sus amigos con terror. Siente como si su corazón hubiera dejado de latir.

"Entregadme a Harry Potter y nadie sufrirá ningún daño."

Pansy mira a Potter, mientras Holly se mueve para ponerse frente a él.

"Entregadme a Harry Potter y dejaré el colegio intacto. Entregadme a Harry Potter y seréis recompensados. Tenéis tiempo hasta la medianoche."

Hay silencio.

Todos vuelven la cabeza hacia Potter, quien aún se puede ver a pesar de que Holly está de pie frente a él, ya que al menos es una cabeza más baja. Con la expresión más calmada, la mejor amiga de Pansy sostiene su varita, y Pansy sabe lo que ella podría hacer si quisiera. Y lo haría por él.

Pero Pansy no. Él es una vida, ¿cómo esperan que se sacrifiquen por él? Siempre ha odiado a Slytherin, ¿y ahora se espera que lo apoyen? ¿Por qué? ¿Qué va a pasar cuando los mortífagos entren y los maten? ¿Los traerá de vuelta al derrotar a Quien-Tú-Sabes? No. La gente perderá a sus amigos, a sus padres, a sus hijos. Pansy quiere a Holly, pero no va a morir por él.

Así que Pansy se levanta, apuntando su dedo hacia él.

—¡Pero si está ahí! ¡Potter está ahí! ¡Que alguien lo aprese!

Pansy ve caer la cara de Holly. Puede ver la forma de sus labios mientras mira a Pansy. Sus miradas están bloqueadas hasta que una cantidad de estudiantes frente a Harry cubren a Holly.

Ella me odia ahora, piensa de repente.

—Gracias, señorita Parkinson —dice McGonagall—. Usted será la primera en salir con el señor Filch. Y los restantes de su casa pueden seguirla.

La mayoría de los Slytherins se levanta cuando Pansy pasa junto a ellos, hacia el conserje. Daphne se apresura a perseguir a Pansy, sujetando con fuerza su mano mientras caminan de regreso a las mazmorras, las lágrimas se acumulan en los ojos de Pansy cuando comienza a decirle a Daphne.

—No quiero morir, no quiero... y ahora me va a odiar. Holly me odia, he perdido a mi mejor amiga.

—¿Lo has hecho?

Pansy se detiene. De repente, se da cuenta de que se le ha colocado un collar de diamantes alrededor del cuello y, delante de ella, puede ver a una chica flotando en el aire.

¿Susannah?

—No te odia, cálmate —dice Susannah—. Estoy aquí para ayudarte... Mierda, deja que tu amiga toque el collar —Pansy le dice a Daphne que se aferre al diamante. Daphne protesta, pero lo hace, sus ojos se ensanchan—. Hola, me llamo Susannah, soy una chica fantasma y puedes verme si usas el collar de Holly, es una larga historia y no tengo tiempo para contártela ahora... —Daphne levanta las cejas sorprendida—. Bien, Holly quiere que te ayude. No habrá tiempo suficiente para sacar a todos, así que os ayudaré a llegar a salvo a las mazmorras. Aseguraos que todos estén bien, ¿vale?

Daphne y Pansy intercambian una mirada.

—Vale.

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