xlviii. Once Upon a Thrill

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FORTY-EIGHT ONCE UPON A THRILL

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LAS HISTORIAS NO TIENEN COMIENZO, ATTICUS MALFOY empieza a darse cuenta. Si bien un cuento puede tener un lugar natural para empezar a explicar, no hay un comienzo verdadero. Siempre hay prólogos, epígrafes, notas a pie de página que explican diferentes momentos, las formas en que otros actúan en ciertas situaciones. Mientras que la historia de Atticus parece comenzar el 15 de septiembre de 1963, el día en que nació, no necesariamente debe ser allí.

Una parte de él se pregunta si la historia de su vida comienza años antes de su nacimiento, cuando su antepasado llamado Atticus Malfoy era tan poderoso que sus padres se inspiraron más tarde y esperaba que, al dar su nombre, alzara al poder. Como lo había hecho otro Malfoy. O tal vez su vida realmente empezó el día en que fue objeto de bromas de "los merodeadores," tiñendo permanentemente su pelo en un color negro barcón, y sus padres se dieron cuenta de que no estaba destinado a la grandeza, al liderazgo. Todo lo que Atticus quería vivir en paz, mantenerse alejado de todos los prejuicios en los que creía su familia; quería explorar, aprender brujería y hechicería por el mundo, cómo cambia según la ubicación. Quería aprender y aprender hasta que su cerebro se llenase por completo.

Él no quería esto, cenar con sus padres mientras se deshacían de las razones por las que estaban orgullosos de su hermano mayor Lucius, pero no de él. No quería esto, asintiendo mientras decían lo estúpido que era estudiando Historia de la Magia a nivel de ÉXTASIS. Él no quería esto, caminar hacia su habitación y sentirse como una mierda porque a sus padres no les importa. Les da igual que él quiera ser un aventurero, que viaje por el mundo y transmita su nuevo conocimiento de diferentes culturas en sus obras maestras de no ficción. Él no quiere ser un hombre del Ministerio, y eso es todo... no es digno.

—El apellido Malfoy es demasiado poderoso para investigar —le dijo su padre, la primera y única vez que le expresó su sueño—. No descubres la información, muchacho. Te han dado el conocimiento, porque eres un Malfoy.

En este punto, a Atticus le da igual. Sabe que dejará el colegio y se convertirá en un pionero mundialmente famoso en la historia de la magia, pero simplemente apesta, sabiendo que su familia no quiere tener nada que ver con eso. Todo lo que tiene es su mejor amiga, e incluso ella es una mortífaga ahora.

Alrededor de la medianoche, Atticus sale de su habitación a pasear tranquilamente, los pasillos de la Mansión Malfoy están iluminados por la luz de la luna que se filtra por las cortinas. Abre una de las puertas que conducen al jardín y la cierra silenciosamente. No es como si sus padres lo oyeran, de todos modos, pero se vuelve paranoico con esto. Ni siquiera puede imaginar la reacción de ellos ante eso... No cree que quiera.

—Vaya, hola extraño.

Oye la voz familiar desde el mirador al final del jardín de rosas y del huerto de manzanas. Atticus sube los escalones e inmediatamente es recibido con una sonrisa.

—Me sorprende que los sigas soportando —dice Sirius, señalando con la cabeza la mansión. Atticus se encoge de hombros, apoyado en un lado del mirador—. Sabes, si alguna vez quieres irte, siempre puedes...

—¿Cómo crees que reaccionará Mar ante eso? —dice Atticus, levantando una ceja.

Sirius hace una mueca.

—No la veo viviendo en esa casa...

—Si me voy, sabrá que estoy en contra de todo lo que está haciendo —dice Atticus, metiendo las manos en los bolsillos. Para ser una noche de agosto hace bastante frío, la brisa que le eriza la nuca—. Despertará en un rato y no quiero pelearme con ella...

—No sabes si pasará —dice Sirius.

Atticus frunce el ceño.

—La conozco, se dará cuenta —le contesta. Lanza una mirada a Sirius, y sonríe débilmente—.Quedan dos semanas para que empiecen las clases, y después del curso podré mudarme, empezar mi viaje por el mundo... podré con mi familia hasta entonces.

Sirius no responde.

—Te eché de menos —dice Sirius. Atticus lo mira, su corazón se estremece. Está genuinamente sorprendido, y no lo entiende. Después de estos últimos dos años de hablar de vez en cuando, habrías pensado que las palabras LE GUSTAS se dispararían en el cerebro de Atticus y desaparecerían, pero aparentemente no.

Todo comenzó hace un par de años: una vez, Atticus salía tarde de la biblioteca (sorpresa, sorpresa) y se encontró con Sirius convirtiéndose en su forma de animago, un perro negro. Prometió no decírselo a nadie, y Sirius estuvo de acuerdo con eso, y durante el primer septiembre sin los merodeadores de Hogwarts, Atticus recibió una carta diciendo: ¿cómo va el colegio sin mí?

Desde entonces las cosas se han intensificado. Y por eso, Atticus quiere decir que, a principios de este verano, los dos se habían ido a los muelles de Liverpool, y después de la puesta del sol habían regresado y sentado en este mirador. Y hablaron y hablaron y, así, sus caras estaban a unos centímetros de distancia, y Sirius había cerrado la brecha entre ellos, besando a Atticus.

Y ahora son esto: una cosa que Atticus no entiende.

—Estuve en casa de Mar cinco días —dice Atticus, luchando por sonreír. Él está sorprendido por esto. ¿Sirius Black le echó de menos? Lo mira y Sirius se encoge de hombros, como si dijera: 'Sí, bueno, aún te extraño'—. Yo también te eché de menos.

—Puedo venir y visitarte en Hogsmeade —dice Sirius. Él sonríe—. Igual, eché de menos este sitio... Y ni siquiera puedo imaginar cómo te verás, contando que no tendrás a tu novio en el colegio este curso...

¿Novio?

—Eso supuse.

Atticus mira a Sirius en estado de shock. Siente como si su estómago cayera en picado al suelo, y que el mundo entero se haya ralentizado y quemado; siente como si sus mejillas se hubieran convertido en un intenso tono rosado, y está agradecido de que la luz de afuera esté limitada.

—No pasa nada si no...

—¡No, no, no! —corta Atticus, y él camina hacia adelante, sosteniendo las manos de Sirius. Él le sonríe torpemente, su corazón hinchándose de alegría—. Me gustaría muchísimo.

Sirius le devuelve la sonrisa. Atticus se inclina hacia delante y lo besa.

Está en el paraíso. De repente, se da cuenta de por qué Margo tenía esa enorme sonrisa en su rostro el día después de que besara a Regulus por primera vez. Él no puede describir esto, excepto por lo feliz que está. Siente que tiene a alguien que no es Margo que se preocupa por él.

Es algo a lo que puede acostumbrarse. Escabulléndose por un pasadizo en Hogsmeade, todavía demasiado asustado como para decirle a su mejor amiga que tiene algo por el hermano mayor de su novio, saliendo de la cena de Navidad temprano para aparecer en el apartamento de Sirius en Londres, llegando al final del colegio y pensando una vez que termine esta guerra, podremos viajar juntos...

Y entonces todo se desmorona.

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HOLLY SE DESPIERTA TEMPRANO a la mañana siguiente, el guardapelo alrededor de su cuello se siente... extraño. Es como si casi le doliera la cabeza; durante la noche se despertó a ratos, convencida de que había vuelto al colegio y alejado de su madre, que se acercaba cada vez más, hasta que la sangre comenzó a derramarse de su cuello... Le da a Harry el guardapelo tan pronto como vuelve a la tienda. Y luego, los cuatro eliminan los encantamientos y se trasladan a un nuevo bosque, en una nueva parte del país.

Los próximos días consisten en planear y pensar una y otra vez. Deben haber revisado la copia heredada de Hermione de Los Cuentos de Beedle el Bardo al menos tres días, intentando descubrir algo de interés. Estaban las Reliquias de la Muerte, claro, pero la historia no tenía importancia, y Holly tenía que dar un paso atrás cada vez que Hermione comenzaba a pensar en cómo podría el cuento ayudarles.

Pasan por la vida de Voldemort, yendo a diferentes lugares que recorrió durante sus años. Holly insistió en la idea de que no soñaría con poner un horrocrux en ese orfanato, cada vez que volvían al principio. Luego fue Hogwarts, después Borgin y Burkes, y por último, Albania...

—Sí, vamos a Albania. Registrar todo un país no nos llevará más de una tarde —dice Ron.

—Ese es el espíritu —dice Holly, rodando los ojos.

—Allí no puede haber nada. Cuando se marchó al exilio, ya había hecho cinco horrocruxes, y Dumbledore estaba seguro de que la serpiente es el sexto —razona Hermione—. Pero sabemos que ésta no se halla en Albania, porque suele acompañar a Vol...

¿No os he pedido que no mencionéis su nombre?

—¡Vale! La serpiente suele acompañar a Quien-vosotros-sabéis. ¿Satisfecho?

—No mucho, la verdad —dice Ron.

Holly se cruza de brazos.

—Bueno, siempre podemos echar un vistazo al espejo y ver si se ve en algún lugar —sugiere, intentando ignorar la creciente tensión en la tienda—. Tenemos la idea de dónde podría haber algo, así que si este espejo lo enseña, podemos averiguar dónde está...

—¿Vamos a confiar en un espejo mágico? —cuestiona Ron.

—Sí, Blancanieves —dice Holly, dándole una mirada. Él vuelve los ojos hacia ella, y ella lo ignora. Está acostumbrada a Durmstrang y Slytherin, puede con un pelirrojo gruñón—. Y si no ayuda, iremos a lugares de importancia.

—No me lo imagino escondiendo nada en Borgin y Burkes —dice Harry, repitiendo por quinta vez hoy—. Los dueños de esa tienda eran expertos en objetos tenebrosos, de modo que habrían reconocido un Horrocrux enseguida —Holly asiente en acuerdo. Escucha a Ron bostezar—. Insisto en que podría haber escondido uno en Hogwarts.

—¡Pero entonces Dumbledore lo habría encontrado!

—Dumbledore dijo delante de mí que nunca había previsto conocer todos los secretos de Hogwarts. Os lo advierto, si hay un sitio donde Vol...

¡Eh!

Harry se gira hacia Ron.

—¡Vale, Quien-vosotros-sabéis!

Holly no recuerda el resto de la conversación, ya que se redujo a la mayoría de sus discusiones en la actualidad; los chicos se enfadaron el uno con el otro, y esofue todo, no trabajarían juntos durante las siguientes horas.

Pero luego, unos días después, la conversación se convierte en otra cosa: la espada de Gryffindor. El retrato de Phineas Nigellus elude el hecho de que la espada puede destruir horrocruxes, lo que es suficiente para que Harry y Hermione miren hacia la luna. Holly levanta la vista cuando Harry se levanta de un salto, caminando por la tienda.

—¿Dónde pudo dejarla? —susurra Hermione, refiriéndose a Dumbledore y la espada.

—En Hogwarts no —contesta Harry.

—¿Y en Hogsmeade? —sugiere Hermione.

—¿En la Casa de los Gritos? —dice Harry—. Allí nunca va nadie.

—Tengo entendido que Snape sabe entrar —señala Holly.

—Dumbledore confiaba en Snape —recuerda Harry.

—No lo suficiente para explicarle que había cambiado las espadas —dice Hermione. Holly levanta las cejas, queriendo decir ¡ohhhh eso es un buen punto!

—¡Sí, tienes razón! —dice Harry, pareciendo aliviado—. Entonces, ¿crees que decidió esconder la espada muy lejos de Hogsmeade? ¿Qué opinas tú, Ron? ¡Eh, Ron!

Ron se encuentra en la litera de abajo—Ah, ¿te has acordado de que existo?

¿Cómo dices?

—Nada, nada. Por mí podéis continuar; no quiero estropearos la fiesta.

Holly hace una mueca. Harry y Hermione se ven igualmente confundidos, y antes de que Holly pueda decir algo como "hey, Ron, ¿estás bien?" Harry dice:

—¿Qué te pasa?

—¿Que qué me pasa? No me pasa nada —responde Ron. No los mira. Holly repentinamente siente que no forma parte del grupo, en realidad, nunca los ha visto discutir. Está acostumbrada a Pansy, no esto. También a que la gente se moleste, no a comentarios como estos—. Al menos, según tú.

—Oye, es evidente que algo te ocurre —dice Harry.

Holly no sabe qué hacer. Si no estuviera lloviendo, se sentaría afuera y les dejaría hablar del tema... Reconoce el hecho de que Harry, Ron y Hermione han estado escondidos en una tienda de campaña por más de un mes, y que están usando un horrocrux un tercio del día. Eso tiene que estar afectando su estado de ánimo, afectaría a cualquiera.

—Harry —llama en voz baja, como para advertirle.

—¡No, lo quiero saber! —él dice. Holly frunce el ceño, mientras se vuelve hacia Ron—. Suéltalo ya, ¿quieres?

—Está bien, lo soltaré —dice Ron, y balancea las piernas fuera de la cama, poniéndose de pie. Parece enfadado, y mira directamente a Harry—. No esperes que me ponga a dar vueltas por la tienda porque hay algún otro maldito cacharro que tenemos que encontrar. Limítate a añadirlo a la lista de cosas que no sabes.

—¿De cosas que no sé? —se asombra Harry—. ¿Que yo no sé?

—No es que no me lo esté pasando en grande aquí, con un brazo destrozado, sin nada que comer y congelándome el culo todas las noches —dice Ron. Lo que pasa es que esperaba... no sé, que después de varias semanas dando vueltas hubiéramos descubierto algo.

—Ron —interviene Hermione.

—Creía que sabías dónde te habías metido —insinúa Harry.

—Sí —dice Ron, dejando escapar un gruñido—, yo también.

—A ver, ¿qué parte de nuestra empresa no está a la altura de tus expectativas? —dice Harry, dando un paso adelante. Holly mira a Hermione, que está completamente congelada—. ¿Creías que nos alojaríamos en hoteles de cinco estrellas, o que encontraríamos un horrocrux un día sí y otro también? ¿O tal vez creías que por Navidad habrías vuelto con tu mami?

—¡Creíamos que sabías lo que hacías! —dice Ron. Holly ve la expresión de Harry solo por un segundo—. ¡Creíamos que Dumbledore te había explicado qué debías hacer! ¡Creíamos que tenías un plan!

¡RON! —grita Hermione, pero es ignorada.

—Bueno, pues lamento decepcionaros. He sido sincero con vosotros desde el principio, os he contado todo lo que me dijo Dumbledore —dice Harry—. Y por si no te habías enterado, hemos encontrado un Horrocrux.

—Sí, y estamos tan cerca de deshacernos de él como de encontrar los otros. ¡O sea, a años luz!

—Quítate el guardapelo, Ron —pide Hermione con vehemencia—. Quítatelo, por favor. Si no lo hubieras llevado encima todo el día, no estarías diciendo estas cosas.

—Sí, las estaría diciendo igualmente —contradice Harry—. ¿Creéis que no me doy cuenta de que cuchicheáis a mis espaldas? ¿Que no sospechaba que pensabais todo esto?

Holly avanza, poniendo su mano en el brazo de Harry—Vamos, no hablas en serio, habéis estado encerrados desde agosto, es normal que os agitéis...

—Agh, deja de mentir —dice Ron—. No estás en el mismo bote que nosotros. Si algo sale mal, el querido primo Draco te salvará, ¿verdad?

Ella se congela, realmente aturdida. Su agarre en el brazo de Harry se suaviza por completo, cuando comienza a decir:

—Mi padre... —pero luego se corta. Por un segundo, revive el momento donde se fue, cuando fue asesinada en la mansión, cuando salió corriendo sin saber que pasaría con Draco.

Harry se pone delante de ella.

—Entonces, ¿por qué sigues aquí? —le pregunta a Ron.

—A mí, que me registren —dice Ron, encogiéndose de hombros.

—¡Pues vuelve a tu casa! —dice Harry.

—¡Sí, quizá lo haga! —grita Ron, acercándose a Harry—. A vosotros os parece muy fácil, claro, porque vuestros padres están a salvo de...

—¡MIS PADRES ESTÁN MUERTOS!

—¡LOS MÍOS PODRÍAN IR POR EL MISMO CAMINO!

—¡PUES VETE! —rugió Harry—. Vuelve con ellos, haz como si te hubieras curado del spattergroit y tu mami podrá prepararte comiditas y...

Ron se mueve, pero antes de que cualquiera de los otros pueda sacar su varita, Hermione lanza Protego, manteniéndolos separados. Los gritos de antes se han ido por completo, el único ruido en la tienda es la lluvia golpeando afuera. Holly mira a Hermione, que está a punto de llorar.

—Deja el horrocrux —ordena Harry.

Ron se lo quita. Se vuelve hacia Hermione.

—Y tú, ¿qué haces?

—¿Cómo que qué hago? —ella dice.

—¿Te quedas o qué? —le pregunta.

—Yo... —Hermione hace una pausa, frunciendo el ceño. Holly mira hacia otro lado, sintiéndose incómoda. Siente que no debería haber visto esto. No está en el grupo, y sin embargo, ha visto el peor argumento que pudieron haber tenido—. Sí, me quedo. Ron, dijimos que acompañaríamos a Harry, que lo ayudaríamos a...

—Vale —dice Ron—. Lo prefieres a él.

—¡No, Ron! ¡Vuelve, por favor! —la voz de Hermione se llena de desesperación. Frenéticamente quita el escudo y sale corriendo de la tienda, dejando a Holly y Harry.

—No quiso decir eso —murmura Holly.

—Sí quiso —dice Harry, poniendo el horrocrux alrededor de su cuello. Holly lo mira por un minuto, sin saber qué hacer. Frunce el ceño y abre la boca para decir algo, pero él se vuelve hacia ella—. ¿Tu piensas lo mismo? No saber que hago.

Holly frunce el ceño.

—La razón es que vosotros habéis estado atrapados juntos durante mucho tiempo... Tenéis fiebre de cabaña, os alteráis... además, estáis huyendo y lleváis puesta esa cosa y no sabéis que pasa en el mundo exterior —explica ella—. No quiso decirlo.

—No me has dicho si lo piensas o no —dice Harry.

Ella lo mira y se encoge de hombros.

—No pensé que fueras a saberlo todo Dumbledore no habría tenido suficiente tiempo para darte todos los detalles —dice Holly. Tampoco he estado aquí tanto como vosotros, mientras que Ron y Hermione...

—Estaban hartos de estar conmigo.

—No he dicho eso, Potter —dice Holly, dándole una mirada.

Harry frunce el ceño.

—¿Te irías?

Holly entorna los ojos.

—¿A dónde podría?

Harry se queda callado después de eso. Holly pone los ojos en blanco.

—No quise decir eso.

—¿Solo estás aquí porque no tienes ningún otro lugar?

—Sí... Pero podría haber ido a Grecia a buscar a mi padre. Me quedé aquí porque quiero ayudar. Si no sabes lo que haces, está bien. Pero quiero saber que estás a salvo.

—No sé por cuánto tiempo —le dice él.

—No digas eso —dice ella, cruzándose de brazos—. En teoría, debería estar muerta. Si tu vas, yo también.

—No voy a dejar que lo hagas...

—¿Cómo crees que me siento cuando dices eso?

—Muchas personas han muerto por mí, no quiero que...

—Olvidas que hay una razón por la que eres su única amenaza. Y no es solo porque estás conectado a él —dice Holly—. Eres más valiente de lo que imagina, y tú mismo lo dijiste, sientes amor, él no... Dudo que te busquen solo por la conexión.

Y, con eso, Hermione regresa a la tienda, con el cabello mojado pegado a su cara. Estalla en lágrimas, exclamando que Ron se ha ido, y se desploma en una de las sillas. Holly se acerca a ella y la rodea con sus brazos, dejando que Hermione llore sobre su hombro.

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LA MEJOR AMIGA DE ATTICUS aparece en su apartamento después de meses sin visitas, con lágrimas rodando por sus mejillas cuando ella deja escapar: dormí con un muggle y ahora estoy embarazada y Regulus está muerto y estoy jodida. Voy a morir si alguien descubre lo que he hecho, me matarán y al bebé también, y no sé qué hacer... Y Atticus abraza a Margo con todas sus fuerzas y, al igual que él, da su vida, su sueño, para una persona que aún no ha conocido. Se casa con su mejor amiga, pero no era con el que quería realmente. Pasa su vida en una prisión por un crimen que ni siquiera quería cometer... y ni siquiera abandonó Europa.

Y ahora está aquí, viviendo una vida arrasada. Nunca viajó por el mundo, aprendió sobre miles de años de historia, porque había tomado esa decisión cuando tenía dieciocho años. Su mejor amiga lo había jodido, sí, pero no lo estaba haciendo por ella, y él lo sabe ahora. Vio el verdadero problema en cuestión: si no ayudaba a Margo e iba a Azkaban (cómo lo hizo, no es tan inteligente como todos piensan), entonces ¿qué pasaría con esa niña? No hay forma de que los mortífagos la entreguen a un muggle, y él duda que alguna vez descubran quién es el padre. Entonces la bebé se quedaría con alguna familia de mortífagos y se criaría para estar de acuerdo con esos ideales. Incluso si Margo lograba escapar de las garras de Azkaban, no hay manera de que la niña crezca imparcial. Era extraño, pero Atticus sentía cierta responsabilidad hacia ese bebé.

Lo que explica su situación actual. Por qué ha aceptado el trabajo de un fantasma, por qué está sentado en un aula en Hogwarts con la mirada más derrotada en su rostro, por qué está escuchando atentamente cualquier conversación que pueda aludir a cómo está Holly.

Porque vuelve a sentirlo, esta responsabilidad. Gus no sabe lo que está pasando, y no puede saberlo hasta que esto termine. Atticus apenas conoce a Gus, pero puede comprender que si descubriera lo que le había sucedido a su hija, regresaría al Reino Unido con una feroz venganza. Así que Atticus está pasando la guerra en Hogwarts, luchando por parecer amigable con los otros mortífagos que trabajan ahí. Una parte de él quiere caminar hasta McGonagall, o incluso Flitwick, y decir "¡estoy de vuestro lado!" Pero sabe que no puede. Empeorará las cosas para él y para Holly... Al menos, si es visto como un mortífago, puede llegar a ella si la encuentran...

Espera que ella esté bien.

Hay un golpe en la puerta.

—Adelante —dice, frotándose los ojos.

Pansy Parkinson lo mira torpemente, cerrando la puerta.

—Quería preguntar una cosa —dice ella.

—No te doy clase —dice Atticus, y él piensa, no preguntes por Holly, esto no es seguro.

—Lo sé, pero eres el padrastro de Holly —dice Pansy.

Atticus se levanta.

—Creo que sabes lo peligroso que es ese tema —dice él, mirándola con la esperanza de que ella tome la indirecta—. Vuelve a tu sala común. No es seguro vagar por los pasillos.

Pansy le da una mirada desagradable.

Como si a él le importara. Su mejor amiga fue Margo Valen. Él puede manejar una mirada desagradable.

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