Capítulo 51. Se acabó

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Tiempo atrás, tan abstracto como un sueño, me hubiera gustado formar parte de esa burbuja. Hubiera salido de vez en cuando a contemplar el paisaje y, asqueada, regresaría prometiendo cambios. Un té o dos me hubieran ayudado a olvidar mi propia promesa. Pero ni con todo el derecho del mundo estuve ahí. Ahora que puedo ver ambas perspectivas, me quedo con lo que tengo.

Hice el recorrido hacia el castillo con calma. En silencio, practiqué una y otra vez el hechizo que tan bien había estudiado. Cuando crucé el gran portón decorado de mármol y diamantes, la gente creyó que era una espectadora más. No escuché ningún grito ahogado ni noté una conversación cortarse hasta que me planté en medio del salón. Estaba tan empapado de sangre como lo recordaba, y cada vez había menos contrincantes. Reconocí a los que quedaban, y ellos, por supuesto, fueron capaces de evocar una imagen de mí junto a su padre, como su guardiana personal.

Invoqué mi espada. Al principio flaquearon, pero de repente varios se colocaron frente a mí con sus armas alzadas. Parecía que continuarían matándose entre ellos cuando hubieran acabado conmigo. Pero no estaba dispuesta a ver caer más sangre. Así que susurré un rezo aprendido, y en mis manos no apareció nada. Ellos me miraron fijamente, expectantes, así que tardaron en darse cuenta del humo que invadía su espacio personal. Cuando reaccionaron, ya estaban cayendo al suelo en un sueño profundo.

Me protegí con el pañuelo que guardaba en mi bolsillo. No había nadie de pie en la sala. Caminé con cuidado de no pisarle los dedos a alguien y subí los escalones que se alzaban hacia el trono. Ahí reposaba la corona por la que todos estaban luchando. Aunque había más sangre a su alrededor, sabía que dentro de su gema central, el diamante, hueca por dentro, había almacenada sangre de su creador. El primer rey de Diákora que, junto a los demás, creó nuestro país.

Mirándola de cerca, la corona no parecía reaccionar a los acontecimientos. Tal vez solo era eso. Una diadema sobrevalorada.

Estampé la gema contra el borde del reposabrazos, y el líquido se derramó sin proferir queja alguna.

Partí en dos la corona y dejé que casi todo cayera al suelo. Para notar mi ego crecer, me senté en el trono y apoyé la mejilla sobre una mano. La otra balanceaba los restos de un trofeo decepcionante.

La habitación había perdido cierto brillo ahora que todos dormían. Los observé con cierta pena. ¿Por esto habéis luchado tanto?, pensé. ¿En serio?

Vi una sombra a mi lado. Eleena balanceaba los pies, sentada sobre el reposabrazos libre.

―Supongo que esto es lo más cerca que estaré de ver mi plan cumplido. Gracias.

No fue muy difícil acceder al resto de palacios. Lo que nos costó un poco más fue romper las coronas mientras corríamos, pero al final todas eran igual de frágiles.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro