Capítulo 30.

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Subir a una inconciente Mía al auto es la cosa másas difícil que he hecho hasta ahora. Creo.

Conducir a toda velocidad por las calles de Seattle buscando la salida más cercana debería ser más sencillo, si no fuera porque mi mente da vueltas con miles de pensamientos.

¿Nos están rastreando? ¿La camioneta tiene un GPS? ¿Debería cambiar de vehículo como en las películas? ¿Que hago si Mía necesita ayuda?

Carajo.

Desearía que Ray o Christian estuvieran aquí para decirme exactamente qué hacer, pero no están. Esto depende de mí completamente.

Me dirijo al sur necesitando poner la mayor distancia posible entre Seattle y nosotras, tratando de conducir de la forma más estable que puedo considerando que mi cuñada está en el asiento de atrás noqueada por los calmantes.

Cerca de Ellensburg decido salir de la autopista 90 para cambiar de vehículo y comprar provisiones para el viaje. Si el GPS del móvil desechable que compré está en lo correcto, me tomará al menos 16 horas más llegar hasta Aspen, Colorado.

Detengo el vehículo en un estacionamiento comercial aislado y salgo, buscando entre los vehículos hasta que encuentro uno más parecido a una suv donde una mujer comienza a poner bolsas dentro del maletero.

—Si, ¿Hola? —sonrío para parecer amable—. Lamento molestarla pero, ¿Podría ayudarme?

La mujer frunce las cejas y me mira, luego a nuestro alrededor.

—¿Qué necesitas, cariño?

—Me llamo Jessica, y estoy escapando de mi ex novio abusivo. —la mujer no puede evitar el gesto de sorpresa—. Ese imbécil se quedó con mi auto pero logré tomar mis ahorros. Y como verá, necesito salir de aquí lo más rápido que pueda.

Rebusco entre las bolsas del suéter por el montón de billetes que aparté y se los muestro, manteniendo mi mejor cara de inocencia.

—Le daré 2000 dólares si me presta su camioneta, se la devolveré tan pronto como pueda encontrar un lugar para quedarme.

Fuera del estado o del otro lado del país.

La mujer me mira por largos segundos, luego a su camioneta que ha tenido muchos días mejores y finalmente al dinero en mi mano.

—De todas formas estaba pensando en cambiar por algo más pequeño. —una risita—. Puedes quedártela, cariño. Y huye lo más lejos que puedas de ese infeliz.

Ella toma el dinero y pone las llaves en mi mano antes de volver a poner sus compras dentro del carrito. Espero a que se aleje en busca de un taxi para subirme a la suv y echar un vistazo.

—Bueno, vamos, ¡Enciende! —la suv lo hace al instante. Busco en la guantera por los papeles del auto y encuentro copias de ellos—. Muy bien, Dana, eres una mujer muy ordenada.

Espero otro poco a qué las personas cercanas se alejen y conduzco hasta donde dejé la suv de Christian. Pongo a Mía en el asiento trasero reclinado y ajusto el cinturón de seguridad sobre su cuerpo.

El efecto del medicamento debe estar cediendo porque ella se queja un poco cuando intento ponerla de pié. Dejo las ventanillas abajo y subo de nuevo a la suv negra para mí siguiente parte del plan: deshacerme de ella.

Por fortuna en esta ciudad hay un río, así que llevo el vehículo a una zona que parece ser profunda y empujo la camioneta para que se hunda. Si había un GPS ahi, como asumo que lo tiene, aquí termina nuestro rastro.

Mi estómago gruñe recordándome que necesito alimentarme a mi y a este pequeño ser en mi vientre que eligió un mal momento para aparecer, justo cuando intento salvar nuestras vidas.

Regreso a mi nueva suv, tomando unos panecillos de la bolsa de provisiones, lista para ponernos en marcha. Abandono la ruta 90 y cambio a la 82, moviéndome en dirección a nuestro nuevo hogar: Aspen, Colorado.

Respiro aliviada un par de horas después, cuando el mapa me hace cambiar de la 82 a la 84 y a través de Oregón. Sabiendo que necesito encontrar pronto un lugar para descansar, conduzco hasta La Grande y pregunto por un hotel.

Pido una habitación para dos usando el nombre de la mujer que me vendió la suv e intento ayudar a Mía a ponerse en pié.

—Vamos, chica. Necesitas una cama cómoda y más medicamento.

Ella gruñe o se queja, una negativa a mover cualquier músculo.

—No puedo.

—¡Claro que puedes! Mueve una pierna, luego la otra y así hasta que puedas poner tu culo en un colchón suave.

—Ana. —ella se ríe, consciente por primera vez—. ¿Qué está pasando? ¿En donde estamos?

Carajo, ¿Prescott no se lo dijo? ¿Sabe lo que pasó con su hermano?

—No voy a mentir, Mía. Estamos en problemas e intento ponernos a salvo. —evito mencionar a Christian en caso de que esto sea el peor escenario—. Tengo indicaciones precisas sobre movernos a un lugar seguro y esperar.

—¿Esperar, qué? —niega—. Sé lo que Christian hizo y sé lo que le harán, ese hombre me lo dijo todo. Incluso me dijo que hiciste que mataran a su jefe.

Oh, mierda.

Dejo de empujar sus cuerpo adolorido por la puerta y le permito que se siente para mirarla. No quiero mentirle, pero tal vez debo hacerlo para salvar su vida.

—Su jefe mató a mi padre, pero te contaré todo cuando estemos adentro, ¿Está bien? Ahora necesito descansar mis pies y comer algo, y tú también necesitas comer para que te recuperes más rápido.

—¿Y cuál es el caso? —un sollozo comienza a crecer en su garganta—. Elliot murió, papá y mamá también, pronto Christian lo estará si es que no lo está ya. ¡Todos me abandonan! ¡Mi familia está muerta!

También la mía. Aunque eso no es lo que ella quiere escuchar. Me inclino frente a ella y pongo mis manos sobre sus piernas para que sienta mi contacto.

—Sé que no llevamos la misma sangre, pero me tienes a mi. Yo voy a estar contigo y a protegerte, Mía. A ti y a tu sobrino o sobrina.

Su cabeza se levanta de golpe para mírame, con las cejas arqueadas y los ojos húmedos de lágrimas.

—¿Estás...?

—Si. Voy a tener un bebé de Christian y tú y yo nos aseguraremos que esté a salvo. ¿Puedes ayudarme con eso?

Le toma un par de segundos asentir, pero lo hace e inmediatamente intenta ponerse de pie.

—Esta vez haré lo que sea por mi familia.

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Capítulo nuevo ❤️✨

Uno menos hacia el final 😵😨

Dedicado a las Cerecitas ganadoras de dinámicas:

F3RGrey AngiAlvarado Estefania0812

(◍•ᴗ•◍)💙

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