Capítulo 39.

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Me escondo detrás de la puerta para intentar mirar hacia afuera. Sea quien sea, no le importa llamar la atención del vecindario.

Otro disparo atraviesa el cristal de la ventana y se estrella contra la pared, dejando un distintivo agujero. Echo un vistazo rápido por el cristal pero es imposible ver algo, mi única oportunidad es dejarlo entrar.

—Carajo.

Me inclino y corro detrás de un gabinete de madera del comedor y me oculto, revisando ambos cargadores de mis armas. Nueve tiros cada una. Dieciocho oportunidades para detenerlo.

Más disparos y cristales rotos vuelan por la sala de la cabaña, haciendo que mi cuerpo se agache más por puro instinto. Las palmas de las manos me sudan y tengo qué aferrar las pistolas con fuerza para que no resbalen.

Respira, Ana, ¡Respira!

Me arrastro hasta el extremo del mueble para ver algo, pero justo en ese momento un fuerte golpe hace que la puerta delantera de madera vuele contra la pared, casi saliendo de sus bisagras.

—¿Hola? ¿Alguien en casa? —la macabra risa del hombre me causa un escalofrío.

Si le disparo ahora, estaría revelando completamente mi posición. Espero con el corazón agitado mientras él ingresa en nuestra, hasta hoy, segura cabaña.

—No puedo creer que fuera tan fácil, ¿Por qué carajos tardaste tanto? —dice, mirando a alguien detrás de él.

Lo reconozco inmediatamente.

Es el tipo pelirrojo que estuvo en la casona cuando Elliot murió, su sonrisa siniestra me ocasiona otro escalofrío de terror. Es él. Viene por mí.

Los cristales rotos de la puerta crujen bajo sus botas, deteniéndose en la entrada para mirar con detenimiento. El tipo que entra detrás de él, hace que mi sangre se hele.

—¿Cómo iba yo a saber que la puta iba a escapar? —Hugo, uno de los hombres cercanos a Christian responde—. ¿O que las jodidas estupideces que decía Reynolds eran reales?

El pelirrojo levanta su arma semiautomática y dispara una ráfaga contra el respaldo del sofá.

—Eres un maldito inútil, eso es lo que eres. Ahora entiendo por qué Grey prefirió a tu primo como segundo al mando.

Oh.

Los ojos oscuros de Hugo destellan de ira, pero permanece en silencio mientras el otro se acerca a mi mesita de café.

—Sal de ahí, cariño. —canturrea—. Solo quiero charlar.

Si, claro.

18 disparos.

Espero a que sus pisadas estén más cerca antes de lanzar el primer tiro directo a su cuerpo erguido sobre mi. El tronido retumba en la sala.

17...

—¡Mierda! —el hombre retrocede tocándose el muslo—. Ahí estás, puta.

Hugo se apresura hacia mi y yo retrocedo detrás del mueble, apuntando mi arma para cuándo asome su horrenda cara, pero no lo hace.

—No, no, alto ahí. —el pelirrojo lo detiene—. ¿En donde está la diversión en acribillarla?

Mierda.

—¿Qué carajos, Jack? ¿Quieres jugar con ella? —gruñe—. Dijiste que era entrar y matarla antes de que la policía fuera avisada.

Intento arrastrarme por detrás del mueble hasta el sofá, que tampoco ofrece protección contra las balas pero al menos tendré una mejor vista.

—Y lo haré, pero está atrapada. Puedo jugar un par de minutos.

Los pesados pasos se alejan un poco, luego el volumen de la voz de Hugo baja a uno normalmente peligroso.

—¿Quieres que busque al bebé?

¡No!

Apunto mi arma hacia ellos y presiono el gatillo en tres ocasiones sin estar segura de la dirección del tiro.

16, 15, 14...

—¡Maldita puta! —Hugo intenta de nuevo venir detrás de mí pero el hombre Jack lo empuja para que retroceda.

—Mantén tus malditos ojos atentos, imbécil. Eso debería mantenerte con vida.

El hombre no cede en sus intentos de atraparme y rodea el mueble, cojeando ligeramente de la pierna que atravesó mi bala.

Disparo otros dos tiros hacia él antes de que me alcance.

13, 12.

—Más a la derecha, cariño. —se burla—. Eres muy entretenida, ahora veo por qué Christian te tenía.

Presiono el gatillo cuatro veces más.

11, 10, 9, 8.

Todo lo que recibo es una risa divertida del imbécil, haciendo que mi sangre queme en mis venas. Ni siquiera quiero pensar en lo que significa que ellos estén aquí.

¿Christian? ¿Prescott? Por favor no.

Descarto el arma con el cargador vacío y levanto la que aún tiene balas. Me llevaré a estos malditos conmigo así sea lo último que haga.

Con un fuerte impulso me pongo de pié, al tiempo que cuento en retroceso los tiros que me quedan.

—¡Siete, seis, cinco, cuatro, tres...!

Ambos hombres se inclinan para esquivar las balas, pero Jack acciona su arma en mi dirección con tanta suerte que una de ellas alcanza mi hombro, el impacto y el dolor lanzándome contra la pared.

—¡Agh! —gruño a través del dolor.

Jack se ríe y el idiota de Hugo se levanta sacudiéndose el polvo y los vidrios esparcidos en la sala.

—¡Acaba con ella de una maldita vez, Jack! ¡Antes de que todos...! —un fuerte sonido interrumpe sus palabras.

Sus ojos pierden brillo mientras cae al suelo y el piso de madera se salpica de sangre.

—¿Qué carajos?

El pelirrojo se pone de pié con rapidez, justo a tiempo cuando el sonido de pasos pesados golpean el suelo. Zapatos italianos negros, traje de vestir a la medida en tonos oscuros y un abrigo de lana del mismo color.

Una enorme cicatriz cruza su mejilla, más gruesa que la anterior pero no le quita nada de su elegancia y su porte. Christian se detiene a un metro de Jack.

—Debiste quedarte en el maldito agujero en el que te escondiste, Jack. Pero fuiste tan estúpido como para ir detrás de mí familia.

El hombre sonríe como si Christian hubiera dicho un chiste, ninguno de ellos me mira ahora.

—Oh, Chris. José estará revolcándose en su tumba porque mataste a su querido primo. —se burla, aún inmóvil frente al hombre de los ojos grises.

Este hace un gesto rápido con los hombros para restarle importancia.

—No fui yo quien lo hizo.

La mirada del pelirrojo se mueve a algo detrás de Christian, lo que sea que ve hace que niegue con una sonrisa de incredulidad. Christian mantiene su mirada en él mientras Samuel Prescott atraviesa la puerta.

—Todo despejado, jefe. La policía está resguardando el perímetro para nosotros.

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Los capítulos especiales de Christian y Prescott estarán en los extras, para conocer lo que pasó con ellos.

(◍•ᴗ•◍)❤

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