二十 Capítulo 20: Unmei no taiketsu

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Sin producir el más mínimo ruido, Kodai no Yami levantó uno de sus enormes puños metálicos para luego estamparlo contra el suelo. Si bien el impacto se había producido a una distancia considerable de los chicos, la consecuente onda de choque los hizo salir despedidos en diferentes direcciones. Hakuma fue capaz de aterrizar de pie y, antes de que tuviese la oportunidad de reagruparse con los demás, Kodai se le aproximó para pegar otro puñetazo muy cerca de ella. Ese segundo golpe fue de tal potencia, que una amplia fisura se abrió en diferentes direcciones alrededor de ambos, lo que terminó por dejarlos aislados de los demás.

―¿Por qué haces esto, Kodai? ―preguntó Hakuma con la voz teñida de consternación―. Tú eres nuestro aliado...

―Debes intentar comprender la situación, Hakuma Hametsu. ―La armadura viviente concentró su refulgente mirada verdosa en ella―. Si lo deseas, puedes considerar esto como la prueba final de tu formación. ¿Qué mejor que un duelo para medir tus capacidades?

―No... ¡No quiero pelear contra ti! ―La chica sacudió la cabeza y entrelazó sus manos a la altura de su pecho―. Me ayudaste cuando quedé completamente sola... Me diste las esperanzas necesarias para continuar viviendo... No quiero luchar... No quiero...

El efluvio color jade del interior de Kodai comenzó a bullir de manera intensa, produciendo un agudo silbido al mismo tiempo que el ente alzaba uno de sus blindados brazos con parsimonia. Dada su postura y la inclinación de su cuerpo, parecía evidente que tenía toda la intención de aplastar a Hakuma sin piedad alguna, a menos que ella consiguiese esquivar la colisión a tiempo.

―¡Hametsu-san! ―exclamó Kuro desde su lejana ubicación, horrorizado ante tal perspectiva―. ¡Sal de ahí!

La chica se mantuvo estática, murmurando que no estaba dispuesta a luchar contra Kodai. Kuro dio unos pasos en su dirección, incapaz de pensar en algún argumento que la despertara de su ensimismamiento, mas pronto se vio obligado a interrumpir su avance. La profunda y ramificada grieta que lo separaba de su novia era demasiado extensa como para rodearla o atravesarla de un salto, de modo que le resultaba imposible acercarse más. Por fortuna, su oscuro adversario estaba concentrado en barrer el entorno con su mirada como si buscara algo, y no daba señales de tener ningún apuro por concretar su ataque.

―Yo no puedo lograrlo, pero... ―Kuro se apresuró a descolgar su mochila de su espalda para dejar salir a Ryoushi―. ¡Depende de ti, amigo!

El gato se precipitó en dirección a su objetivo de inmediato, al mismo tiempo que adoptaba su apariencia de bakeneko en pleno vuelo hasta lograr aterrizar a unos pocos metros de Hakuma. Sin perder velocidad, se lanzó de lleno contra ella en el preciso instante en el que el pesado puño de Kodai iniciaba su trayecto hacia el suelo. Ryoushi fue capaz de apartar a la chica a tiempo, pero el ente oscuro ya había preparado un nuevo ataque con el brazo que tenía libre. Como Hakuma continuaba firme en su rechazo a reaccionar ante la hostilidad de Kodai, el bakeneko se vio obligado a tener que alejarla a la fuerza por segunda vez.

―Maldición... ―masculló Kuro, consciente de que las energías de Ryoushi no durarían por siempre de seguir así―. Maldición... ―Miró a su alrededor hasta dar con Megami, a quien se aproximó con premura―. ¿Qué debemos hacer, Megami-chan?

Ella dio un respingo y lo miró, angustiada, mas se limitó a menear la cabeza sin pronunciar palabra alguna.

―¿Tienes un plan, verdad? Siempre tienes un plan, Megami-chan, suéltalo ahora.

―Yo... no pensé que Kodai no Yami reaccionaría de esta forma. Creí que nos iba a atacar a todos juntos, de modo que Kurokami se encargaría de reducirlo ―musitó la chica de cabello blanco, con un inesperado gesto de temor infantil en su rostro―. Y sin Shironi... ¿Qué se supone que debo hacer? ¿Qué debo hacer, Kuronii-chan?

―¡No es momento para actuar como...! ―Kuro se calló, al notar que Megami realmente estaba aterrorizada―. Maldición...

El chico dirigió su mirada al punto donde su novia se encontraba. Kodai no cesaba de lanzar ataques contra ella, causando fuertes temblores y abriendo profundas fisuras cada vez que sus puños impactaban contra el suelo. Ryoushi mantenía un buen ritmo, obligando a Hakuma a esquivar cada una de las agresiones, pero al estar concentrado en la defensa, no tenía oportunidad de pasar a la ofensiva. Si bien el escenario no parecía ser tan malo, un solo error podría bastar para que ambos terminaran pereciendo bajo la descomunal fuerza de la oscura entidad, posibilidad que se acrecentaba conforme más esfuerzo realizaba el bakeneko.

Kuro observó sus propias manos, consciente de lo inútil que era. Siempre había sido de esa manera, débil y cobarde, aunque recién se había percatado de tal hecho tras iniciar su retorcida relación con Hakuma. Durante los meses en los que la había acompañado en sus cacerías, su papel se había visto reducido al de un mero observador pasivo por voluntad propia. Sus contribuciones, si es que podían llamarse de esa forma, se habían limitado a funcionar como un apoyo moral poco efectivo, o a actuar de carnada cuando la situación lo ameritaba, mas había evitado a toda costa verse envuelto en la acción. Era Hakuma quien se había encargado de luchar y plantar cara por ambos, Kuro tan sólo se había dedicado a atestiguar los hechos desde una distancia segura.

Al fin y al cabo, él no era un héroe ni tenía la capacidad de serlo.

―Maldición...

Haberse enterado de la extraña naturaleza de su raíz espiritual, más que asustarlo, le había brindado una pequeña luz de esperanza. Si realmente él era "algo" distinto a un ser humano, entonces tal vez podría desarrollar habilidades que lo hicieran capaz de proteger a sus seres queridos. Incluso si tener que enfrentarse cara a cara contra el peligro no era una idea que le agradara en lo más mínimo, había ocasiones en las que resultaba ser una acción justa y necesaria. Lo sabía a la perfección, pero se había acostumbrado a depender por completo de la fuerza de los demás, tanto de Hakuma, como de Ryoushi, de Kurokami y...

―Shibo-san...

Introdujo una mano en su mochila y sintió el contorno de la máscara okame que Shibo le había legado antes de verse devorado por la oscuridad purpúrea. La gigantesca muñeca arácnida que residía en aquel objeto podría funcionar como un valioso recurso para desafiar a Kodai, pero Kuro no podía siquiera imaginar qué debía hacer para despertarla. A diferencia de Ryoushi, al que le podía hablar directamente, o de Kurokami, que aparecía cuando le daba la gana, aquella máscara guardaba un absoluto misterio.

―Megami-chan ―dijo Kuro, causando que la aludida pegara un sobresalto―. ¿Sabes cómo activar a la muñeca arácnida?

―No... Desconozco qué tipo de criatura es y tampoco comprendo el uso de la máscara... ―Bajó la mirada, apesadumbrada―. Pero tal vez sea un objeto maldito que funcione sacrificando algo, como sangre con características...

Sin dejarla terminar, Kuro se agachó para recoger una piedra afilada del suelo y cortó la palma de una de sus manos. Con la otra extrajo la máscara okame de su mochila y tiñó su contorno de rojo. Transcurrió un segundo, luego dos, y para el tercero sin ningún efecto, clavó una mirada inquisitiva en Megami.

―Sólo fue una suposición, Nii-sama. Existen objetos malditos que requieren cantidades descomunales de sacrificios, no tiene sentido que te hieras.

Cuando Kuro pretendía contestar, sintió que la máscara empezaba a vibrar con ímpetu al mismo tiempo que la temperatura de su superficie se elevaba de golpe, así que la arrojó como acto reflejo para evitar que sus manos terminaran chamuscadas. Antes de que el objeto llegara a tocar el suelo, la criatura que residía en su interior se hizo presente produciendo un ruido viscoso, aunque no era tal como Kuro recordaba. Se había tornado mucho más atroz, con afiladas púas cubriendo sus insectiles extremidades y con sus brazos, tanto principales como secundarios, mucho más fornidos. Su rostro, cubierto parcialmente por la máscara okame, dejaba al descubierto una mandíbula inferior repleta de hileras interminables de dientes como la de un escualo, que chasqueaba de manera esporádica para supurar un ácido corrosivo.

―Eres... mucho más especial de lo que había imaginado, Kuronii-sama ―musitó Megami, observando a la muñeca con pueril asombro.

―Ahora eso da igual ―contestó el chico, plantándose frente a la horripilante criatura arácnida sin denotar ninguna impresión―. ¡Escucha, Shibo-san te dejó a mi cargo! No sé si puedes comprenderme, pero lo único que te pido ―señaló a Kodai―, es que acabes con esa cosa...

Apenas recibió la orden, la muñeca pegó un salto al cielo con una velocidad impropia considerando su colosal tamaño. Con la misma rapidez cayó encima Kodai, utilizando sus brazos principales para apresarlo del cuello y los secundarios para golpearlo, mientras que con su mandíbula intentaba arrancarle el casco kabuto a pedazos. Ryoushi aprovechó que la avalancha de ataques contra Hakuma había cesado, y cargó con la chica en su lomo hasta conseguir reagruparse con Kuro y Megami. Apenas tocó tierra luego de sobrepasar la grieta, el bakeneko asumió su forma de gato, en extremo agotado, de modo que Kuro le permitió descansar en el interior de su mochila.

―¡Eres una idiota, Hakunee-chan! ―exclamó Megami, abrazando a su hermana―. ¿Cómo se te ocurre quedar paralizada? ¡Es claro que Kodai no Yami es nuestro enemigo! ¡Entiéndelo ya!

―No es así, estaba fallando sus ataques a propósito... como si le estuviera apuntando a algo que no podemos ver ―contestó Hakuma, devolviendo el abrazo―. Si Kodai decidiera luchar en serio, podría matarnos a todos con facilidad.

―Debe querer atraparte con vida y luego hacer lo mismo con Megami-chan ―opinó Kuro con mortal seriedad, incapaz de comprender la razón por la que su novia se empecinaba tanto en negar lo evidente―. El Abismo las necesita a ambas para lo que sea que esté planeando...

―En ese caso se contendría sólo con Megu-chan ―Hakuma encaró a su hermana―. Tú eres la Hermana Divina de la Ruina, pero yo no soy la Hermana Demoniaca de la Ruina, ¿verdad?

―Hakunee...

―Porque realmente quien lleva ese título es Maou Hametsu. Eso es lo que ibas a contarnos, ¿cierto, Megu-chan?

Megami se limitó a desviar la mirada y Hakuma suspiró hondamente al tomar tal reacción como una respuesta afirmativa, pero no pudieron continuar hablando tras escuchar un estruendo cercano que hizo sobresaltar a los tres. Dirigieron sus miradas al origen del ruido, tan solo para descubrir que Kodai había logrado subyugar a la muñeca arácnida aplastándole la cabeza contra el suelo. Ya que la criatura enmascarada tenía sus dos brazos principales destrozados, no podía oponerse a la colosal presión de la entidad oscura, aunque se retorcía con violencia intentando golpearlo con las múltiples extremidades de su espalda.

Como la muñeca había dejado de representar un problema, Kodai centró su atención en los chicos. Se precipitó contra ellos, arrastrando la cabeza de la araña a través de las fisuras que se abrían en el suelo, y cambió ligeramente su postura al tenerlos al alcance. De esa manera, fue capaz de alzar el puño que tenía libre para lanzarlo contra sus víctimas, quienes no contaban con ninguna vía de escape dada la destrucción que los rodeaba.

―Espero que Kodai realmente no esté peleando en serio, Hametsu-san ―murmuró Kuro, posicionándose por delante de las gemelas.

Tal como él esperaba, el enorme puño de Kodai no Yami no llegó a impactarlo al ser bloqueado por los conejos negros de Kurokami. Los animales que sobrevivieron al impacto se aferraron al brazo de la entidad oscura para comenzar a escalarlo con intención de alcanzar su cabeza, mientras arañaban y mordisqueaban su armadura blindada. Kodai agitó sus extremidades para quitárselos de encima, pero su distracción permitió que la muñeca arácnida pudiese liberarse de su agarre y retomar la ofensiva tras regenerar sus brazos principales. El asalto combinado de la araña enmascarada y la aglomeración de conejos fue suficiente para doblegar a la poderosa entidad oscura hasta conseguir derribarla, causando que una pesada capa de polvo se elevara por los aires.

―¡Esperen! ―exclamó Hakuma, internándose en la enceguecedora bruma―. ¡No le hagan daño!

―¡Hakunee!

―¡Hametsu-san, no seas...!

Cuando la polvareda se disipó, pudieron ver que Kodai se hallaba sentado sobre el devastado suelo en una peculiar variante de la postura seiza que le permitía mantener una rodilla levantada. Los ataques de Kurokami y la muñeca arácnida, quienes lo observaban hostilmente a muy poca distancia, habían destruido parte de su indumentaria metálica, causando que el efluvio que lo conformaba pudiese escapar con mayor rapidez. En su interior era posible apreciar una cantidad inconmensurable de susurrantes ratas sarnosas de pelaje verdoso, las cuales se revolvían con desesperación mientras intentaban cerrar las brechas con sus cuerpos podridos.

―Acepto mi derrota con el honor debido ―anunció el ente oscuro, levantando ambos brazos―. Cuentas con unos siervos poderosos, Kuroshi Usagi, es mi deber darte las congratulaciones correspondientes.

―¡Kodai! ―Hakuma se colocó a tan sólo centímetros de la gigantesca entidad oscura―. ¿Por qué luchas contra nosotros? ¡El Abismo es malvado, no deberías obedecer sus órdenes!

―No guardo ninguna lealtad a ese impío, Hakuma Hametsu ―respondió Kodai, agachándose ante ella―. Yo sirvo únicamente a su mayor adversario, aquel nos guía y resguarda, aquel al que el Abismo traicionó.

―Si lo que dices es verdad, ¿por qué nos emboscaste e intentaste asesinar a Hakunee? ―preguntó Megami―. Por tus acciones, está claro que eres nuestro enemigo...

―Eso no importa ―rebatió Hakuma―. Sé que debes tener tus propias razones, Kodai, pero ahora necesitamos tu ayuda...

―Ya he llegado al límite de mi tiempo. ―La entidad oscura levantó con debilidad una de sus manos, cuyo efluvio verdoso interno se había desvanecido casi por completo junto a las ratas que lo componían, y apuntó al castillo que se erguía a su espalda―. En el interior encontrarán al lacayo del Abismo que lidera a los demás. Yo he eliminado a la mayoría de los débiles, así que podrán proseguir con relativa facilidad. ―Cuando la mano con la que señalaba quedó vacía, incontables grietas se abrieron en su superficie blindada―. Buena suerte.

―¡Espera, Kodai! ¡No te vayas!

―Tengo un último mensaje para ti, Hakuma Hametsu. ―Su negra armadura comenzó a quebrarse con mayor rapidez y a desprenderse pieza por pieza, mientras que las ratas de su interior explotaban emitiendo chillidos lastimeros―. Depositar tu confianza en los demás es un grave error del que arrepentirás tarde o temprano, pero recuerda que nunca estarás verdaderamente sola. El Concepto que nos rige te acompañará ahora y siempre, como era un principio... ―Su casco kabuto se partió en dos―. Y nosotros nos volveremos a encontrar muy pronto. Hasta entonces...

Con esas últimas palabras, el proceso de destrucción de Kodai se aceleró hasta que no quedaron más que fragmentos sueltos de su armadura regados por el suelo. Antes de que alguien pudiese reaccionar, todos esos trozos fueron absorbidos al instante por una ennegrecida energía morada que se esparció por el suelo agrietado. De esa manera, cualquier señal apreciable de lo que antes había sido Kodai no Yami terminó siendo borrada por completo mientras una tétrica carcajada se perdía en la gélida penumbra de la noche.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro