十二 Capítulo 12: Megami no shiten

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メガミの視点

Yo soy Megami Hametsu...

Aunque comenzar de una forma tan poco original no me resulta agradable. Prefiero las historias que se atreven a proponer elementos novedosos que las hacen destacar por sobre las demás. Pueden parecer pretenciosas, pero una vez leí algo que...

Tranquila, Aneue, no es necesario que te enojes tanto. Está bien, intentaré contarlo sin dar muchos rodeos.

Para ser sincera, disfruté de una infancia repleta de dicha y felicidad. ¿Lo recuerdas, Aneue? Cuando éramos pequeñas, nuestros padres acostumbraban llevarnos de paseo a diversos lugares todos los fines de semana. Aunque creo que a ti no te gustaba mucho salir de casa, siempre te escondías detrás de mí. Eras muy linda en ese tiempo, y sigues siendo tan adorable a pesar de que eres mayor que yo por algunos minutos...

No lo comento a modo de burla, Aneue. ¿Por qué te volviste tan irascible? Vas a espantar a Onii-sama de seguir así... En fin, regresemos al tema central.

A pesar de lo feliz que era, siempre tuve la sensación de que había algo distinto en mi forma de ver el mundo. Si algún especialista me hubiera evaluado, posiblemente habría concluido que eran simples sugestiones infantiles, junto a cierta megalomanía, las que me impulsaban a considerarme alguien diferente a los demás. En pocas palabras, no encajaba con la imagen usual que la gente asume propia de una niña decente. Tenía la mente repleta de pensamientos oscuros, la mayoría relacionados al concepto abstracto de la vida y de la muerte, además de otras nociones más complejas sobre el mundo espiritual.

Por supuesto que nunca te dije algo como eso, Aneue, ¿cómo podría haberlo hecho? Ya había construido a mi alrededor la coraza de "conducta perfecta" para protegerme. De ninguna forma iba a permitir que alguien tuviese la oportunidad de atisbar la inmundicia que plagaba mi mundo interior. En especial tú, Aneue; mi mayor temor era que mis peculiares pensamientos terminaran por asustarte y alejarte de mí.

Aunque al final eso fue lo que sucedió...

Tener que aparentar ser una persona común y corriente era una tarea sumamente complicada. Estaba obligada a sonreír todo el tiempo e idear comentarios que resultaran agradables a oídos de los demás. Terminé por crear un personaje idílico que me permitía camuflar mi verdadero ser, aunque sospechaba que el estrés acumulado acabaría por causarme una crisis emocional en algún momento. Pero, entonces, todo cambió al cumplir los doce años... el día en el que sufrí un intento de asesinato.

¡Oh! Realmente tienes un gracioso gesto de sorpresa plasmado en el rostro, Aneue. Onii-sama, en cambio, tiene cara de no estar entendiendo absolutamente nada, y no lo culpo. Prepárense, esta historia se tonará incluso más enrevesada.

¿Quién buscaba asesinarme? No fue una persona común, ni siquiera era un ser humano. Debe de estar cerca, ¿lo han visto?... Tranquilos, Aneue, Onii-sama, no pretendo asustarlos haciéndome la misteriosa. Fue Shironi quien intentó acabar con mi vida, y ahora que es tan pequeño seguro debe de estar escondido bajo alguno de los muebles.

Recuerdo a la perfección lo que sucedió aquella tarde después de la escuela. Estábamos jugando al onigokko juntas, Aneue, en aquel bosque cercano a nuestra antigua casa. Como era tu turno de buscarme, yo me hallaba oculta a la perfección entre un par de troncos resecos. Entonces la vi, acechando en la maleza, una gigantesca liebre bípeda color plata con la cabeza coronada por largos cuernos curvos y la mitad del cráneo al descubierto.

¡Miren! El pequeño Shironi acaba de salir de su escondite al oír que estoy hablando de él. Se ve tan diminuto y su carita de liebre tiene la piel completamente sana. ¿No creen que las criaturas sobrenaturales son muy peculiares porque...?

Respira, Aneue, no te enfades. Continuaré ahora, relájate.

Como iba diciendo, al descubrir que estaba siendo observada por algo que parecía tanto una liebre como un ogro, fui invadida por el pánico de manera instintiva. Lo primero que pensé fue en alguna forma de alejar al monstruo del lugar, para así evitar ponerte en peligro, Aneue. Mi única opción para lograrlo fue internarme en lo profundo del bosque, algo que nuestros padres nos habían prohibido tajantemente por los innumerables riesgos que implicaba. Aunque en ese momento no podía imaginar nada más peligroso que una liebre demoniaca con claras intenciones hostiles.

Mientras huía sin un destino específico, podía atisbar a la bestia plateada marchando a cuatro patas sin quitarme la mirada de encima. La situación me confundía, estaba segura de que un monstruo con sus características físicas podría saltar para atraparme en cualquier momento. En lugar de hacer eso, se limitaba a cortarme el paso cada cierto tiempo y lanzar dentelladas al aire. Ni siquiera lo tomé en cuenta en aquel entonces por el miedo que me invadía, pero mi esponjoso perseguidor pretendía guiarme a un lugar específico.

De esa forma, llegué a un claro del bosque cuando el atardecer iba menguando para dar paso a una noche de luna llena. En medio de aquella zona despejada se erigía una extraña piedra ennegrecida a modo de monolito, cuya superficie estaba plagada de líneas anaranjadas que conformaban símbolos indescifrables y esbozos de rostros sufrientes. También pude percibir un insólito y potente olor, tan ácido que me hizo toser y lagrimear. No tenía idea de qué podía ser todo ello, pero sentí un escalofrío al creer que se trataba de un mal presagio.

Mi atención regresó a la liebre de rostro cadavérico al oírla gruñir. Se había erguido sobre sus patas traseras, y su gesto feroz era mucho más hostil que en un principio. Retrocedí con temor al notar que se me acercaba andando como un simio, hasta que mi espalda chocó contra el monumento de piedra. Me había quedado sin ninguna vía de escape, así que me resigné a ser asesinada y devorada. Pero, antes de que el monstruo pudiera alcanzarme, escuché una profunda voz con cierto tono metálico que la hacía parecer masculina y femenina al mismo tiempo.

No pude entender qué fue lo que dijo, pero bastó para que la liebre ogro se quedara estática, observándome. Entonces, la voz volvió a hacerse presente, esta vez dirigiéndose a mí.

He aquí que Uno saluda con mordaz cordialidad a la Hermana Divina de la Ruina.

Siguiendo el origen del sonido, descubrí que provenía de la piedra que se encontraba a mi espalda. Me separé de su superficie al instante, pero como no quería perder de vista a la liebre bestial, mantuve mi mirada paseando entre los dos de manera intermitente.

He aquí que Uno se formula una pregunta ―pronunció la voz de la piedra―. ¿Por qué la Hermana no lucha por su vida, a pesar de estar tan cerca de la expiración?

Continué silenciosa. Lo que estaba viviendo era demasiado inverosímil como para procesarlo, ¿qué podía responder? Además, me costaba entender la peculiar estructura gramatical que aplicaba la voz para formular sus diálogos. ¿Cómo lo diría? Parecía estar usando una versión arcaica del japonés formal, pero yo no era capaz de traducir las frases enteras, sólo sus palabras una por una.

He aquí que Uno llega a una conclusión lógica: la Hermana Divina de la Ruina no ha sido asimilada aún. Tal verdad obliga a Uno a replantearse el escenario previsto.

―¿Qué eres? ―atiné a preguntar con un susurro apenas audible.

Uno es conocido como Ama-no-jaku, antiguo demonio de la mentira y los malos deseos, y actual oni corrupto de la verdad y la rectitud ―respondió al instante―. He aquí que Uno ha de disculparse por no haber brindado una presentación adecuada desde un inicio.

Meneé la cabeza al reconocer el término "oni", que asociaba a la imagen de un ogro cornudo con largos colmillos, no a una piedra parlante de aspecto blasfemo. Realmente estaba confundida y asustada, especialmente por la liebre plateada que continuaba estática a un costado, la cual sí guardaba cierta similitud con un oni tradicional. No podía dejar de lanzarle fugaces miradas, temiendo que en cualquier momento retomara su comportamiento hostil contra mí.

He ahí que ese es Shironi, el último de los shironi, quien está obligado a portar como nombre propio el de toda su especie ―señaló la voz, percatándose de mi inquietud―. Es una deidad primitiva corrompida en oni cuya capacidad mental limitada lo hace inmensamente efectivo para seguir mandatos de entes superiores. Y Uno le ha ordenado no dañarte mientras se realiza la negociación correspondiente.

―¿Negociación?

Así es. Uno y Shironi se habían propuesto la misión de eliminarte a ti, Hermana Divina de la Ruina, antes de que el Abismo pusiera en marcha sus planes.

Me sobresalté, al ver confirmadas mis sospechas. Aquellos seres sobrenaturales realmente pretendían acabar conmigo, y no había nada que pudiese hacer para evitarlo. ¿Correr? No, la liebre me alcanzaría en menos de un segundo. ¿Gritar? En medio del bosque no había nadie capaz de oírme. ¿Llorar? Los oni de las leyendas nunca se destacaban por sus expresiones de clemencia...

Pero, en verdad te digo, existe otra opción viable ―aseguró Ama-no-jaku―. He aquí que Uno y la Hermana Divina pueden llegar a un acuerdo para trabajar en conjunto.

Recuperé parte de la compostura. Si era verdad que existía una manera de salvarme, tendría que intentarlo.

­―Yo... no entiendo nada de lo que está sucediendo... ¿Qué es lo que debo hacer?

He aquí que Uno dejará vivir a la Hermana Divina siempre y cuando esta acepte prestar servicio como espía. La Hermana estará obligada a informar sobre todas las acciones que tomen los lacayos del Abismo, y actuar según la disposición de Uno sin discutir.

―¿Lacayos...?

Muchos lacayos pululan cerca de la Hermana Divina. Pero, ciertamente, los más peligrosos son aquellos a los que la Hermana denomina "padre" y "madre". He ahí la verdad.

A partir de ese entonces, me vi obligaba a cooperar con aquella extraña piedra naranja autodenominada Ama-no-jaku. Al comienzo intenté catalogar aquel evento como una atroz pesadilla, pero tuve que aceptar la realidad al notar que era vigilada por Shironi. No fue difícil percatarme de ello, ya que casi todo el tiempo podía distinguir a una pequeña liebre plateada de ojos amarillos en mi campo de visión.

De vez en cuando regresaba al claro del bosque a compartir información con Ama-no-jaku. Mi labor de espionaje, desde mi perspectiva, era completamente inútil, porque mis padres no dejaban entrever ningún comportamiento sospechoso ni tampoco decían cosas que los hiciesen parecer malvados. A pesar de ello, el oni monolito se mostraba complacido al escuchar cada uno de mis testimonios, y a cambio me brindaba datos que, a decir verdad, en aquellos momentos no me agradaba mucho oír.

Me explicó a grandes rasgos todo lo que sabía referido al Abismo, una entidad cósmica encargada de desequilibrar las fuerzas del Universo en favor del Mal. Al parecer, tal ente buscaba corromper a las deidades y a los demonios de este planeta por alguna razón desconocida, y ya había logrado someter a gran parte de ellos. Las criaturas demoniacas y divinas que aún conservaban su libre albedrío eran muy pocas, de modo que preferían esconderse cobardemente en lugar de organizarse para combatir al invasor.

Ama-no-jaku había decidido oponerse a la voluntad del Abismo luego de conocer a Shironi, y ambos habían estado trabajando juntos desde hacia varias eras. Su intención original había sido la de buscar entidades libres a las cuales reclutar para formar una resistencia, pero sus planes habían cambiado al enterarse de que los lacayos del Abismo habían logrado suscitar la encarnación de las Hermanas de la Ruina. Y por eso habían decidido encargarse de mí antes de que fuera demasiado tarde, aunque nunca me explicó con claridad cuál era mi papel en el asunto.

¿Qué sucede, Aneue? ¡Oh, esa es una buena pregunta!

No te buscaron a ti por una razón particular. Resulta que entre las dos, yo soy la que guarda mayor sincronización con la naturaleza divina de la Ruina. A pesar de ello, nuestros padres pretendían entregarnos a ambas para que fuese el propio Abismo quien juzgara cuál de nosotras era la más apta. La elegida sería corrompida para servirle, mientras que la otra terminaría siendo eliminada.

¿Cómo que por qué no te lo conté, Aneue? ¿Acaso me hubieras creído? Ya sé que hubiera podido darte pruebas, pero en ese entonces no confiaba en Ama-no-jaku, así que de ninguna forma iba a permitir que te conociera. Me esforcé por fingir que todo andaba bien para que nadie más se viese involucrado, especialmente tú, Aneue. Pensé que me resultaría sencillo aparentar normalidad, al fin y al cabo lo había venido haciendo desde que tenía consciencia.

Pero fue todo lo contrario. Sentía que el estrés me aplastaba, no podía dormir ni comer, mi cabello perdió color... Y cada vez que Ama-no-jaku me brindaba nueva información, mis pensamientos se hacían más complejos y enrevesados. No sabía qué era verdad y qué era mentira. No sabía quiénes eran los buenos y quiénes eran los malos. No sabía nada... Y preferí alejarme. Alejarme de todo y de todos. Creí que, si me aislaba, nadie resultaría herido.

Entonces, sucedió.

Ama-no-jaku me había advertido que su manifestación corporal sería descubierta y destruida tarde o temprano. Tal suceso ocurrió el día exacto de nuestro cumpleaños número trece. Descubrí los restos destrozados del monumento oni esparcidos por el claro del bosque durante mi usual visita matutina, antes de partir para la escuela. Sabía a la perfección lo que debía hacer como respuesta: eliminar a todos los lacayos del Abismo involucrados y huir junto a ti, Aneue. Pero eso implicaba tener que matar a nuestros padres... Y yo... no quería hacerlo...

¿Recuerdas que ese día planeamos ir a un parque de diversiones a celebrar nuestro cumpleaños, Aneue? Te pedí que te adelantaras mientras yo regresaba a nuestro hogar a terminar un asunto pendiente. Lo que hice fue confrontar a nuestros padres. Solté lo que sabía sobre su implicancia como lacayos, sobre el Abismo y sobre Ama-no-jaku. Tenía la esperanza de que todo se tratara de un gran malentendido o, mejor aún, que no fuese más que un simple producto de mi imaginación retorcida. Ante una situación tan horrible, padecer un trastorno mental resultaba mil veces preferible a lo que creía saber.

Pero...

Ellos reafirmaron mis acusaciones sin la mas mínima señal de arrepentimiento o vergüenza. Nuestros padres, que siempre se habían mostrado dedicados y amorosos, no dudaron en explicarme con frialdad lo que iba a suceder. Iban a presentarme ante el Abismo para ser asimilada en cuerpo y alma, pero eso no era lo que más me preocupaba. Les pregunté sobre el destino que te esperaba a ti, Aneue, y ellos dijeron que serías desechada por ser un producto fallido, tal como habían planeado desde un inicio.

Y escuchar eso me enfureció.

Pero, ¿qué podía hacer para enfrentarlos? Todo empeoró porque en ese momento llegaron a la casa otros lacayos del Abismo. Eran demasiados y yo, con trece años recién cumplidos, no tenía muchas opciones contra tantos adultos.

Perdí toda esperanza...

Y fue entonces que Shironi entró en escena, dispuesto a considerarme su nueva ama. Al parecer, los lacayos habían estado al tanto de la existencia de Ama-no-jaku y por eso lo habían destruido antes de poner en marcha sus planes, pero ninguno de ellos sospechaba que un miembro de los extintos shironi pudiese rondar cerca. Así que todos fueron destrozados. No pudieron hacer nada para confrontar a la bestial liebre ogro que los devoró sin piedad.

Nuestros padres fueron los últimos en caer, cuando trataban de escapar de la casa. Eso fue lo que tú viste, Aneue. A Shironi engullendo los restos de nuestros ruines padres y a mí siendo cómplice del hecho. Cuando Shironi intentó atacarte y se detuvo al recibir una de mis órdenes, pude notar en tu mirada que toda la culpa había recaído en mi persona.

Concluí que intentar explicarte lo que había sucedido no representaba una opción factible, la historia era demasiado larga y confusa. Y como sabía que el Abismo sólo me buscaba a mí, tampoco resultaba seguro que escapáramos juntas. Por eso decidí irme junto a Shironi, con la esperanza de que te olvidarás de lo sucedido, con la esperanza de que me olvidaras, Aneue.

Yo sólo quería que te vieras libre de las consecuencias de llevar el apellido Hametsu.

Yo sólo quería darte la oportunidad de seguir viviendo en paz...

Yo... lo siento mucho...

メガミの視点の終わり

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