十八 Capítulo 18: Sensō ga hajimaru

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Al sentir los rayos del sol matutino atravesando sus párpados cerrados, Kuro se vio obligado a despertar mientras lanzaba un prolongado bostezo. Le dolía cada centímetro del cuerpo luego de haber pasado la noche tumbado en el suelo de una de las pocas habitaciones estables que había en el ruinoso faro. Apenas había podido dormir, no solo debido a la incomodidad y al frío, sino principalmente por culpa del insportable bullicio que el ejército de Megami no había cesado de producir durante toda la madrugada. Por tal razón, se sorprendió al notar que ya no escuchaba ni el más mínimo rugido o gruñido proviniendo del exterior en esos momentos.

Prefirió no darle mucha importancia al asunto, así que se levantó con infinita pereza y se dedicó a estirarse por un rato para sacarse de encima el aplastante sopor que lo invadía. Cuando consideró que había recuperado parte de sus fuerzas, le hizo una señal con la mano a Ryoushi, quien se había mantenido haciendo guardia a su lado desde la noche anterior. El bakeneko adoptó su apariencia de gato normal y escaló por el cuerpo del chico hasta acomodarse en uno de sus hombros, tras lo que salieron de la pequeña sala. Mientras descendía por una empinada escalera de caracol, Kuro pudo atisbar el exterior del faro a través de un agujero en la pared de roca y se cercioró de que, tal como sospechaba, el variopinto ejército de criaturas sobrenaturales había desaparecido sin dejar rastro. No muy seguro si eso era una buena o mala señal, prosiguió su camino hasta alcanzar otra estancia, mucho más amplia que en la que había estado durmiendo.

Allí se encontraban Hakuma y Megami frente a una apolillada mesa de madera repleta de papeles, pergaminos y algunos documentos con apariencia de envejecidos mapas. Además de las gemelas, que estaban enfrascadas en una profunda discusión, también se hallaba presente Shironi en su forma de ogro, mirando el mar a través de una abertura en la roca con un incongruente gesto de paz dibujado en su monstruoso rostro.

―¡Buenos días, Shi-kun! ―saludó Hakuma al notar al recién llegado.

―Espero que hayas podido dormir a pesar del ruido, Kuronii-sama ―dijo Megami―. A Shironi le tomó algo de tiempo encargarse de todos los invitados.

―¿Encargarse? ―Kuro enarcó una ceja, creyendo que la liebre demoniaca los había exterminado a todos―. Pensé que iban a ayudarnos, ¿dónde están?

―Han ingresado a la madriguera espiritual de Shironi para facilitar su movilización en masa. Emergerán cuando la batalla comience como un elemento sorpresa. ―La chica de cabello blanco se giró hacia su hermana―. Terminaré de afinar los últimos detalles, Hakunee. ¿Podrías esperar un rato junto a Nii-sama?

La aludida asintió y se apartó a un lado. Megami se concentró en revisar los múltiples papeles que tenía sobre la mesa, luego de llamar a Shironi para que se acomodara con pereza a su costado. Si bien la liebre plateada no producía ningún sonido audible, parecía estar manteniendo una conversación simbólica con Megami, ya que cada vez que arrugaba el hocico o encrespaba el pelaje de su espalda, la chica trasladaba su atención de un documento a otro.

―Me sorprende que Megami-chan sea capaz de comunicarse con ese baka nousagi ―comentó Kuro, frotándose los ojos para quitarse de encima los retazos de sueño que aún lo perseguían―. Aunque Ryoushi también nos entiende, así que supongo que no es algo tan extraño

―Megu-chan debe haber establecido una conexión espiritual con Shironi ―opinó Hakuma, dedicándole una luminosa sonrisa―. Por eso pueden intercambiar información sin necesidad de hablar.

―Pareces muy feliz, Hametsu-san. Tal vez demasiado, considerando que estamos por tirarnos de cabeza a una batalla sobrenatural de proporciones masivas.

―¡Es que esta será nuestra primera cita oficial! Todas las veces anteriores que hemos salido juntos fue únicamente por las cacerías.

―No estoy seguro de cuánta diferencia existe entre cazar o combatir algo. ―Kuro meneó la cabeza―. De cualquier forma, Hametsu-san, debes evitar tomar riesgos innecesarios, por favor. Yo intentaré ayudarte, pero como soy tan débil...

―¡No eres débil, Shi-kun! ―Hakuma lo tomó de un brazo―. Eres muy especial, y no lo digo sólo para hacerte sentir mejor. Tu raíz espiritual es muy poderosa, casi al nivel de una deidad mayor... aunque no estoy segura del porqué. ―Volvió a sonreírle―. Así que ten más confianza en tu potencial. Recuerda que gracias a ti es posible que contemos con el apoyo de Kurokami.

Kuro frunció el ceño al escuchar la mención de su raíz espiritual, pero no pudo evitar verse contagiado por el expresivo gesto afable de la chica. Le parecían realmente lejanos aquellos días en los que le había temido al creer que se trataba de una peligrosa asesina en serie. Sin lugar a dudas, concluyó, había llegado a enamorarse por completo de Hakuma y sentía que era capaz de lograr cualquier cosa mientras estuviera a su lado.

―Muy bien, Hakunee, Kuronii-sama, ya estamos listos para partir ―anunció Megami, carraspeando para atraer la atención―. Aunque... Tal vez sea mejor que ustedes dos se queden fuera de esto. No estoy segura de a qué nos vayamos a enfrentar, puede que realmente sea Kodai no Yami o incluso algo peor, pero sin lugar a dudas será muy peligroso. Shironi y yo podremos...

―¡No! ―exclamó Hakuma, y se acercó a su hermana para tomarla de las manos―. Ya estuvimos separadas mucho tiempo, Megu-chan. Luchemos juntas y recuperemos el tiempo perdido, ¿sí?

―Yo... ―Kuro se encogió de hombros―. Quiero acompañarlas, así que me esforzaré por ser de utilidad.

Megami dejó escapar un largo suspiro, tras lo que esbozó una pequeña sonrisa de alivio. Luego de tantos años consagrados a cazar junto al poco comunicativo Shironi, había creido estar acostumbrada al aplastante peso de la soledad y el silencio. Pero, desde el momento en el que había podido retomar la relación con su hermana, además de conocer a Kuro, no le resultaba complicado dirimir que tener personas cercanas en quienes confiar resultaba mucho más gratificante.

―Por cierto, ¿a dónde tendremos que ir ahora? ―preguntó Kuro con inquietud.

―¡Viajaremos a la prefectura de Hyōgo! ―contestó Hakuma, emocionada―. Antes de que despertaras, Megu-chan y yo estábamos hablando de eso.

―Así es, iremos a la ciudad de Himeji ―Megami dirigió su mirada al mar―. Nuestro principal objetivo es ingresar al Himeji-jō... El Castillo de la Garza Blanca.

...

Luego de casi seis horas de viaje, y tras tener que cambiar de una abarrotada estación a otra incluso más llena, finalmente fueron capaces de poner pie en Himeji. Si bien Hakuma y Megami no mostraban la más mínima señal de agotamiento luego del complicado trayecto, Kuro había quedado destrozado a nivel físico y mental. El chico había creído con gran ingenuidad que, gracias a la experiencia previa que poseía cazando junto a su novia, le habría de resultar sencillo aguantar una travesía de tal magnitud, pero la realidad lo obligó a aceptar su sedentarismo natural.

―Supongo que tendremos que encontrar un lugar donde alojarnos ―musitó Kuro, incapaz de pensar en otra cosa además de darse un buen tiempo para descansar en total comodidad―. En realidad, no lo supongo, lo pido por favor.

―Es una mala idea, Kuronii-sama, la batalla podría comenzar en cualquier momento ―rebatió Megami, colocando a Shironi encima de su blanca cabellera―. Así que debemos mantenernos en alerta máxima.

―Sé que debes estar fatigado, Shi-kun ―añadió Hakuma al notar el gesto de disgusto del chico―. Pero como estamos en época de vacaciones, todos los hospedajes deben de estar llenos.

­―Sí, como sea, tienen razón ―masculló Kuro, recordando que él había decidido involucrarse en el asunto por cuenta propia―. Al menos, almorcemos algo para no desmayarnos.

Las gemelas se mostraron de acuerdo y cada una se prendió de un brazo del chico para no separarse, tras los que se internaron en la aglomeración de personas que recorrían las calles. Para su mala suerte, casi todos los locales de comida que hallaron a su paso, desde los más elegantes hasta los más sencillos, se encontraban con el aforo al tope. Se mantuvieron buscando durante un buen rato, hasta que por azares del destino dieron con un pequeño pero agradable mesón con un lugar disponible, donde además les permitieron ingresar con Shironi y Ryoushi.

A pesar del hambre que los abrumaba, prefirieron pedir sólo platillos ligeros en caso les faltara tiempo para terminarlos debido a algún ataque sorpresa. Kuro tenía la intención de aprovechar el silencio y la tranquilidad para descansar un poco, mas prefirió usar la oportunidad para indagar sobre el plan que iban a seguir. Durante el viaje no había podido hacerlo porque la ingente cantidad de pasajeros de los trenes que habían abordado lo había mantenido separado de las Hametsu, y le molestaba ser el único que no tenía la menor idea de lo que iba a suceder.

―Puedo ver en tus ojos que quieres hacer muchas preguntas, Kuronii-sama ―comentó Megami, sonriéndole.

―Así es, tengo tantas que no sé ni por dónde empezar. Es más, ni siquiera tengo claro qué es lo que debo preguntar.

―El plan es realmente sencillo ―afirmó la chica de cabello blanco acariciando a Shironi, quien se encontraba dormitando encima de sus muslos―. Nuestro ejército se encargará de distraer y acabar con la mayor parte de los lacayos del Abismo. De esa forma, tendremos vía libre para buscar y confrontar a Kodai no Yami, que ha de estar oculto en el Himeji-jō. ―Levantó un dedo―. Aunque como Shironi no podrá hacer mucho contra un adversario de naturaleza oscura, tendremos que confiar en la buena voluntad de Kurokami. ¿Crees que puedas convencerlo de ayudarnos, Nii-sama?

―No estoy seguro, pero creo que le gusta aparecer cuando estamos muy cerca de la muerte. Así que supongo que haré de carnada, o algo por el estilo.

―No olviden a Ryoushi-kun ―indicó Hakuma, tomando la mochila en la que el gato se guarecía―. Y sigo sin creer que Kodai sea nuestro enemigo, Megu-chan.

―Esa cosa sólo te estaba utilizando, Hakunee. Eras la herramienta perfecta para fortalecer sus poderes y así acabar con nosotras sin inconvenientes.

―¡Te equivocas! ―La chica se giró hacia su novio―. ¡Shi-ku, apóyame!

―Yo en serio pienso que Kodai estuvo involucrado en la muerte de Tomo-chan... ―Kuro suspiró con pesadez―. Pero si tuviera que dar una opinión objetiva, nunca pareció mostrar algún tipo de intención negativa. ―Se frotó el mentón, recordando las pocas veces durante las que había estado en presencia de Kodai no Yami―. Es decir, la primera vez que lo vi no sentí temor ni inseguridad, sino simple curiosidad... y algo de asco por su olor a basura. Sé que mi perspectiva no tiene mucho valor porque no puedo percibir raíces espirituales y esas cosas, pero Kodai no daba señales de ser alguien "malvado". Más bien al contrario, sus consejos siempre resultaban útiles para completar las cacerías, e incluso nos advertía sobre las criaturas peligrosas que era mejor evitar. Sin embargo, había algo en su voz...

―¡Ya lo ven, Kodai es nuestro aliado! ―La mirada de Hakuma se ensombreció―. Conocerlo me ayudó a estabilizar mis emociones, y también me brindó una forma de liberar mi ira y frustración. Es verdad que me propuso recolectar cabezas para permitirle recuperar sus poderes, pero fue a cambio de ubicarte a ti, Megu-chan. ―Levantó una mano al notar que su hermana iba a decir algo―. Y su intención no era hacernos luchar entre nosotras. Kodai pretendía actuar como mediador para arreglar nuestras diferencias sin violencia.

―Eres demasiado cándida y tu ingenuidad ha contagiado al inocente Kuronii-sama. ―Megami soltó un bufido―. Pero no diré nada más de momento, pronto veremos si realmente Kodai no Yami es quien crees que es. Más te vale estar preparada para la verdad.

―¿Por qué eres tan desconfiada, Megu-chan?

―No sé si lo has olvidado, Aneue, pero incluso nuestros padres pretendían perjudicarnos. ¿Te parece que podemos darnos el lujo de confiar en alguien además de nosotras mismas?

―¡Confiamos en Shi-kun!

Megami dejó escapar un segundo resoplido y Hakuma sonrió, triunfante. Ya que en ese momento la comida que habían pedido les fue servida, tuvieron la excusa perfecta para dejar en pausa la discusión. El hambre les permitió terminar los platillos ligeros en muy poco tiempo, pero decidieron quedarse a reposar un poco más en el local. De todas formas, sólo tenían la opción de aguardar hasta que sus adversarios dieran alguna señal de vida.

―Con respecto al plan... ―dijo Megami, rompiendo el mutismo―. Ya sea que Kodai no Yami esté involucrado o no, es muy posible que algún lacayo del Abismo poderoso termine inmiscuyéndose en esto. Deduzco que no querrán desperdiciar la oportunidad de lidiar con las Hermanas de la Ruina...

―¡Lo había olvidado! ―cortó Hakuma, dando un sobresalto―. Ya es hora de que nos digas quién es Maou Hametsu.

Megami frunció el ceño y apretó la mandíbula al escuchar tal nombre, pero no respondió al instante. Kuro logró recordar que, durante la caótica experiencia que habían sufrido en la madriguera espiritual con forma de hospital en la ciudad de Tanjō, Hakuma y él habían hallado una cuna rotulada "Maou Hametsu". El misterio de aquel nombre nunca había sido resuelto y, dada su aparente poca importancia, no le habían dado la atención debida hasta el momento.

―Está bien, ustedes deben conocer la historia ―murmuró Megami, luego de unos segundos―. Maou Hametsu es...

De improviso, las luces del local titilaron varias veces, tiñéndose de un peculiar tono metálico. Al mismo tiempo, las paredes de la estancia comenzaron a ondular como si estuvieran compuestas de algún líquido, y tanto las mesas como las sillas se retorcieron hasta asumir formas irreconocibles. Para cuando los tres chicos reaccionaron levantándose de sus deformados asientos, todos los otros comensales se habían esfumado sin dejar rastro, dejándolos a ellos completamente solos en lo que, sin lugar a dudas, debía de ser una madriguera espiritual.

Ninguno de los tres dijo nada, pero sabían a la perfección lo que aquello significaba.

La batalla que tanto esperaban finalmente había dado inicio.

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