El juego de Ámber

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Ella. Estaba tan emocionada por conocer un mundo nuevo, por ver al fénix quemar las cenizas con su fuego; pero el humano se transformó en monstruo, tal y como dictan las leyendas, y fue su acto tan violento, tan severo, tan patético... que quiso morir sin que sus pies tocaran el suelo.
(Hybris, 5:02)

Por supuesto, la vida
no es tan piadosa.

(El relato comienza, da inicio
como una leyenda cantada acapela
atrapando al oyente en su nicho
y haciendo palidecer su mirada)

I: Hybris

No rogó por misericordia,
su brazos quedaron en cruz
y sus pies tirados por la estancia.
La noche era oscura, sin luz

y sus párpados se cerraron
así como el agujero
entre el cemento y la madera.
El ruido lo dejó sordo porque
la mente no lo acompaña.

Siguió el camino que siguen todos,
eligió seguir las leyes del testamento.
Repito: no rogó por misericordia
ni se arrodilló en busca de perdón.

El vientre era errático
cuando la misión falló.
El contenido de su vientre
estuvo dos días en tránsito
porque llegó último
a esa vieja competición.

Ni los lobos se atrevían
a mantenerle la mirada.
Ni los corazones hechos
trizas se atrevieron a
dirigirle la mirada.

Todo quedó dicho
pero en el viento
no se escuchó nada.

(La historia era narrada
con voz de trovador
y los oyentes le escupían
al protagonista
su decisión)

Por supuesto, sus párpados
cayeron al caer la noche
aunque esa noche hubo
insomnio en la habitación.

II: Blattodea

El nuevo mundo era un pastel
y en su nariz se aglomeró
como un golpe surrealista.

Había montañas de comida,
el mundo era una golosina
gigantesca como un dios.

Anduvo un día, anduvo dos.
Anduvo día y medio
sin tener interacción.

Trataron de hacerle morir
pero el helado de fantasía
lo revivió. Siguió y,
por primera vez,

protestó.

La noche era demasiado fría,
el día usaba ropas de calor.
La noche no producía pesadillas
pero el alimento perdió su sabor.

El cuero caía y su cuerpo huía.
El mundo seguía siendo una golosina
gigantesca. El arcoíris era demasiado
brillante para su minúsculo corazón.

Esa fue a la primera estrella
a quien le rezó.

III: Margarita

Paletas de colores y
con forma de corazón,
caramelos gigantes,
el sabor que nunca olvidó...

Ahora se siente intruso
y en el desierto escampa.
Sus lágrimas ya no son
similares a perlas bañadas
por las olas del mar.

Ya no siente la espuma ni el jabón,
se conforma con sus seis patas
y entre macetas viaja para
no causar tensión entre
los seres gigantes
que viven en la golosina

gigantesca.
Comprendió

en la ceguera brindada por la noche
las consecuencias de su orgullo,
las consecuencias de su rencor.

Supo que su cuerpo nunca sería el mismo
pero siguió su camino entre las nubes,
siguió su camino entre nubes de algodón.

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