Cerrar ciclos es una frase absurda.
Tu invierno me encanta pero yo soy el otoño,
soy la decadencia de tu cuerpo
que se desmorona en amarillas hojas.
Las gotas de lluvia no deberían tocar mi piel
porque mi alma es oscura y áspera, soy hiel.

Soy carbono y aceite, tú eres agua de mar.
En el cielo pinté palomas blancas solo porque
tú nunca estabas cuando lo necesité.
Tus palabras eran vacías y prefabricadas
pero ambos sabemos que no hay nubes

reales reconfortado las heridas entre los dos.
Tomamos nuestras manos llenas de espinas
y sangramos sobre la ropa negra que nos cubría.

Fuimos un accidente que no debió pasar,
lo sabías y aún ahora me dueles o
solo son mis dedos acariciando esta mentira.
Te aferraste a mí en pensamiento,
no usaste las uñas.

Debiste adherirme a tu cuerpo
y dejar tatuado el recuerdo
de este incauto cazafortunas.

Nunca debiste amarme, lo sabes.
Sin embargo, ni siquiera me amaste, lo sé.

Somos el error cometido por la pedofilia.
Te culpo de todo y un poco más.
Quería hablar contigo un poco más
pero te fuiste sin darme oportunidad
de pedir disculpas, disculpas por haber sido

hoja marchita siendo arrastrada
por la corriente de la adrenalina.

Creíste que yo era verano cuando mis colores gritaban otoño.

Creíste que sentiría lo mismo si me volvías poema

cuando sabías lo bien que sé jugar con la poesía.

Mi amor siempre fue adorno,
debiste ponerlo en el taburete
y contemplarlo en lugar de
comerlo por completo.

Soy un antipoeta jugando con la vida.
Mis versos no son bellos, son cruda ira
y se clavan en tu garganta así como tus uñas,
esas que no se aferraron a mi cuerpo cuando podían.

Eras la pedofilia
abusando de mi mente,
ahora lo veo
a través del vidrio
que sangre me saca.

Querías un verano que te iluminara
y mis luces muy marchitas estaban.
Creo que confundiste mi nombre con lo real.
Solo me vuelvo neón durante la necrofilia,
violo tu cadáver cada vez que te recuerdo.
Supongo que al final de todo,
solo despertaste mi parafilia.

Ahora cuelgo plumas oscuras en la pared
porque me encanta masacrar a las aves.
Ahora tengo llena la repisa de trofeos,
llena de cabezas decapitadas de los ángeles
que una vez, mucho antes de nacer, fuimos.

¿Te cuento la verdad?
Muero por hablarte otra vez
solo para arrancarme estos nidos
y aventar los huevecillos hacia el piso.
Es un bucle que pasa desapercibido.

Ya no me quedan lágrimas porque se ahogaron con mis pecados.

Soy adicto a ti porque eres un idol.
¡Mira todo lo que has hecho conmigo!
El invierno perpetuo quebró mis espinas
y ahora no recuerdo cómo se siente la culpa.

Quiero desgarrar tus alas con mis dientes
y así grites de dolor mientras me dices onii-chan.
¿Lo recuerdas, paloma ingenua?
Soy un dragón y comeré tus vísceras,
serás mi perfecta última víctima.
Te prometo que luego de desplumarte
no volveré a matar. Será una maravilla.

Besarás con tus labios fríos
este caducado pellejo de víbora
porque tú siempre has sido invierno
y yo nunca he sentido el frío.
Soy inmune al veneno

empático del amor verdadero.
Fuimos una fórmula prefabricada y triunfamos

solo en el mundo de las metáforas
porque ambos nos volvimos
mutuamente en poesía.