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Christopher

Si el dolor de cabeza no me mataba, lo haría la vergüenza. 

Había hecho la segunda peor estupidez de mi vida, la primera fue enamorarme de cierto rubio idiota.

Le llamas idiota y es a ti a quien no le corresponden.

Gracias por recordármelo, eh.

Volviendo a mis inexistentes ganas de seguir viviendo, apoyé mi cabeza en el mesón, y luego me quejé porque me dolió. 

—Thamara, si muero en tu presencia quiero que sepas que te lo dejo todo a ti, y a Doodley también —dramaticé, y luego oí a la rubia reír, la miré mal—. Genial, ahora te ríes de mí, eres cruel. Yo nunca me reí de ti cuando te caías de cualquier lugar. No te creí capaz de maltratarme así, Thamara Sharlene.

—Lo siento —se disculpó aún con la sonrisa en el rostro—. Es sólo que es divertido ver como los adolescentes sufren por el malestar que les trae el alcohol, pero un día antes están atragantándoselo como herida mal curada. 

—Hablas como si nunca fueras a tomar alcohol, Tham —bufé, fue mi turno de recibir una mala mirada mientras ella endulzaba el café. 

Era impresionante que con diez años supiera cocinar realmente bien. Las circunstancias la obligaron a aprender antes de lo que debería. 

—Espero no hacerlo, no quiero acabar como tú —canturreó dejando la taza en la mesa, luego caminó a su cuarto, supuse que para arreglarse.

Thamara Charles era la niña más preciosa que había conocido, aunque siempre estuviera lanzando comentarios sarcásticos a diestra y siniestra. Tenía el cabello rubio y los ojos color aceituna, como una versión de Thimotee femenina, pequeña, y con un IQ más alto.

Hablando del rey de roma, el rubio entró a la cocina, y junto a él entró Heather, cargando mi mochila entre sus brazos. 

Magnífico, como si mis ganas de tirarme de un quinto piso no pudieran intensificarse.

—Hola —susurró ella acercándose a mí, posteriormente me pasó la mochila—, pasé por tu casa a buscarla y le dije a tu mamá que saliste conmigo y te quedaste aquí.

—Gracias —le sonreí de lado, ella asintió.

—Bueno, los espero afuera —habló, y luego salió de la cocina. 

Había quedado sentado frente a Thimotee, quien me miraba apoyado en el marco de la puerta.

Quién sabe cuántas cosas habrán pasado por su mente al verme, cuántas palabras que pudo haberme dicho. 

Tal vez me esperaba uno de esos regaños que yo mismo les daba a él o a Heather cuando llegaban ebrios a mi casa a la mitad de la noche. 

O un "ya no me hables más". 

Me esperaba cualquier cosa, excepto lo que hizo. 

Tomó una botella de agua de la nevera, la destapó y luego la lanzó en mi cara, empapándome por completo.

Oh, santo Cristo.

 — ¿¡Qué rayos te pasa, Thimotte!? —grité soltando la mochila, estaba empapado en agua fría, en un día decembrino. Ugh, gritar hizo que mi cabeza doliera.

—¡La próxima vez que bebas, asegúrate de no acabar en las afueras de un bar, pedazo de irresponsable! —me reclamó, arrugué el rostro y luego hice un puchero—. Christopher Declan Hubert, ¿Sabes el peligro que corrías a esa hora, en ese lugar? ¿O el peligro que había dentro del mismo? ¿Qué si la chica que te trajo era una secuestradora y te descuartizaba? 

— ¡Lo dice el chico prodigio que nunca bebe, que nunca llegó a mi casa a las dos de la mañana, que nunca vomitó en mi cuarto y al que nunca tuve que duchar y darle pastillas al día siguiente! —le reproché, él rodó los ojos.

Se estaba creyendo el niño perfecto.

—Okay, si alguien aquí es el chico perfecto eres tú, eso hay que aceptarlo. Y si, me cuidaste ebrio muchas veces, y no dudo que vuelvas a hacerlo en algún futuro cercano, ¡pero no así! ¡No de forma tan irresponsable! ¡No he ido a bares, y nadie me ha hallado en la acera vuelto mierda! —exclamó, yo bajé la mirada. 

Era cierto, tan jodidamente cierto.

— ¡Fuiste tú quien me hizo mierda! —ataqué.

¿Era eso lo que él quería? ¿que admitiera que me gustaba? ¿que le dijera que estuve toda la tarde fuera de casa y acabé en un bar, sobornando al mesonero para que me diera alcohol? 

Lo logró. 

—Chris, cielo —susurró, yo negué con la cabeza escondiéndome al cerrar la capucha de suéter, dejando que solo mi nariz quedara al descubierto—. Perdona por hablarte así, ¿si? No fue mi intención herirte, sólo estuve preocupado por ti —habló sacándome la capucha, encontrándose con mis mejillas mojadas. Pasó sus manos por las mismas, secándolas—. No llores, cariño, sé que no fue la mejor forma de decirlo, pero para la próxima ten cuidado, ¿sí?

Asentí con la cabeza antes de que me abrazara, escondí mi cabeza en su pecho mientras él acariciaba mi cabello, y no sé cómo las lágrimas y las palabras empezaron a fluir con rapidez, sacando la valentía de alguna reserva desconocida. 

—Lo sé, lo sé, lo siento. Fue una estupidez, soy un idiota. Es sólo que ahora ella es la luz de tus ojos y duele saber que no es a mi a quien miras así de precioso, porque caí sin querer. Ella te ama, lo sé, ella te mira como lo único que existe, para ella eres lo más bonito que hay, son una pareja hermosa. Me hubieses dejado en la acera, no merezco esto, no merezco que me hayas cuidado si soy un egoísta que detesta que sus mejores amigos sean pareja. Entiendo que yo no te guste, mírame, soy tan jodidamente delgado, no soy atlético, ni tengo un hermoso rostro. Y mírala a ella, tiene curvas, tiene un rostro de ángel. Ella es lo mejor para ti mientras yo soy el mal tercio que necesita de tu atención —sollocé, él acunó su rostro entre sus manos luego de agacharse para estar a la altura de la silla.

—No quiero oírte menospreciándote más, ya pasamos por eso, Chris, eres una persona hermosa, desde tus ojos achinados hasta tus rulos castaños, desde tu cuerpo delgado hasta tu bonita sonrisa, tienes que amarte, ángel, ámate porque eres precioso, cualquiera te ve y se enamora, cualquier chico o chica, cualquiera querría besarte. No me perdonaría haber permitido que te dejaran a las afueras de aquel bar. Eres la única persona en la que confío plenamente, eres el único que estuvo todo el tiempo cuando mamá murió, ¿recuerdas cuando me dejaste dormir en tu casa, y dejaste que durmiera abrazado a ti? 

 »El dolor que tenía era pesado, y aunque intentaba mantener una sonrisa en mi rostro no lo lograba. ¿Lo recuerdas? Me faltaba el aliento, era inestable, me recosté sobre tu vientre diciendo que estaba bien, aunque estaba vuelto llanto puro. Suspiraste acariciando mi cabello, mencionando que ya habías escuchado esa mentira. Chris, eres indispensable en mi vida, eres hermoso, nunca serás el mal tercio que solo necesita mi atención —acarició mi mejilla—. Te quiero, siempre lo he hecho y siempre lo haré.

—También te quiero —murmuré—. Y si cualquiera me ve y se enamora, si cualquiera querría besarme, ¿por qué tu no? No soy lo que di... —fue lo que logré decir, antes de que él atrapara mis labios con los suyos.


(...)

MAN SOY LO MEJOR DEL MUNDOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO.




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