Incertidumbre II

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

Había pasado ya una semana desde que los niños no estaban en casa, Ángela lo llevaba bastante mal y Carlos al estar acostumbrado a pasar más tiempo con ellos no lo estaba pasando mejor. Ambos llamaban todos los días a sus hijos y ellos le contaban lo bien que se lo pasaban ayudando a su abuelo en el huerto y jugando con los perros de la familia, un labrador llamado zarpas y un mestizo con mucho pelo llamado cooquie.

Los días en el trabajo pasaban como siempre y Ángela estaba muy contenta porque en una semana estaría con sus hijos de vacaciones, cosa que le hacía mucha falta pues últimamente notaba las piernas muy cansadas, sentía como un punzante hormigueo las recorría de arriba a bajo, cosa extraña teniendo en cuenta que ella nunca había tenido problemas de circulación y carecía de varices, se dijo así misma que si no sentía mejora después de las vacaciones acudiría al médico para ver cuál podría ser el problema.

Eran casi las diez de la noche cuando Ángela llegó a casa, estuvo hablando con su marido un rato hasta que se acordó que la ropa que había puesto a secar por la mañana estaría aún en la secadora, había olvidado decirle a Carlos que la sacara y ahora toda la ropa estaría arrugada.

Después de doblar la ropa la dejó en un barreño con la intención de plancharla al día siguiente y cuando se disponía a subirlo al cuarto de la plancha Carlos la interrumpió diciendo.

-¡ Ha, se me olvidaba! A Clara se le ha caído un diente y tu hermano nos ha mandado esta foto por MMS.

- ¿A ver?- impaciente por ver la foto de la niña Ángela dejó el barreño de la ropa en un sillón y se sentó al lado de Carlos que estaba sentado en otro cómodamente.

Clara estaba muy graciosa, los dos comentaban lo guapa que estaba la niña, cuando de repente, escucharon un fuerte golpe y al levantar la vista del móvil vieron como el barreño que Ángela había dejado en el otro sofá salió volando, cayendo en frente de ellos produciendo un ensordecedor sonido cuando este llegó al suelo. Las ropa quedó esparcida por todo el suelo y aunque al principio los dos se asustaron, al ver Carlos el barreño en el suelo dijo enseguida.

- Ha sido que no lo has puesto bien, nos hemos llevado un buen susto, pero no empieces a pensar cosas raras, porque no tiene nada de paranormal lo distraída que eres ¿vale?- Carlos pensaba que Ángela siempre había sido algo distraída y con el entusiasmo de querer ver la foto, lo más seguro es que hubiese dejado el barreño justo en el filo del sofá, haciendo que este con el peso de la ropa se cayera al suelo dándoles un buen susto.

-¿Pero qué dices? yo no soy despistada, lo he dejado bien - le molestaba escuchar de la boca de su marido la triste verdad, pues en el fondo ella sabía que era más despistada incluso de lo que creía su marido, aunque ella se esforzara en no aparentarlo.

-Sí claro, habrá sido entonces la mujer blanca ¿no?- Carlos intentaba ser gracioso, pero esto último que dijo, a Ángela no le pareció nada divertido.

-No digas eso, vale, ha sido culpa mía, la verdad es que ni sé cómo lo he dejado, así que seguramente tengas razón- y aunque era verdad que no recordaba si lo había dejado en el filo o no, no entendía cómo salió despedido con tanta fuerza, ni porque se escuchó un golpe antes de que el barreño tocara el suelo, como si alguien lo hubiera golpeado-¡ha! Por cierto, si mañana te acuerdas tráeme de la farmacia alguna crema para las piernas, me siguen hormigueando, ¿vale?

-Lo mejor para eso es ponerlas en alto- los ojos de Carlos brillaron al decir esto y en su cara una sonrisa picarona hizo adivinar a Ángela las intenciones de su marido.

A la mañana siguiente Ángela llegó al trabajo temprano, estaba empujando un carrito de alimentos que sacaba del congelador cuando de frente vio a Miriam, una compañera que había regresado ya de sus vacaciones.

Miriam era además de una compañera, una buena amiga, cuando llegó a la ciudad después de casarse con Carlos, Ángela no conocía a nadie y Miriam fue desde el principio un gran apoyo para ella, llegando a ser como dos verdaderas hermanas. Miriam siempre estaba ahí, en lo bueno y en lo malo, siempre se lo contaban todo y al estar juntas, el trabajo se hacía más llevadero para las dos.

La cara de Ángela se iluminó, estaba muy feliz de volver a ver a Miriam, ya que la había echado mucho de menos, estaba ansiosa por contarle los últimos acontecimientos, Miriam era tan escéptica que le diría a Ángela que todo eran chorradas con alguna explicación lógica, estaba segura de que cuando le contara el incidente del barreño, Miriam diría que seguramente se debía a un microterremoto que se había producido justo debajo del sofá, y aunque Ángela no la creyera por lo menos la haría reír.

Ángela vio como Miriam la saludaba agitando el brazo y luego se agachó un poco para volver a saludar.

Miriam se acercaba a Ángela mientras buscaba algo en su bolso, lo cual sería seguramente algún detalle que habría traído de sus vacaciones.

-Pero qué morena estás, se nota que te han sentado bien las vacaciones- las palabras de Ángela eran sinceras, pues Miriam era una mujer muy guapa y el moreno no le sentaba nada mal.

-Sí, bueno, se hace lo que se puede-contestó Miriam contenta de volver a ver a su amiga- ¿y Aarón? ¿Dónde se ha metido?

-¿Quién?- preguntó Ángela sin saber a qué venía esa pregunta.

-Sí, tu niño parece como un mago, ahora lo ves y ahora no lo ves- aún estaba buscando una piruleta en su bolso para el niño cuando volvió a preguntar- bueno, ¿Dónde está?

-¿Mi hijo?, en el pueblo con mis padres, ¿por qué?-Ángela se extrañaba de las preguntas de su amiga; ¿Dónde iba a estar?

-¿Qué?-la cara de Miriam era un poema y pensaba que Ángela y el niño le estaban tomando el pelo- pero si acabo de verlo, venga Ángela, dile que salga que le he traído un regalito.

-¿Que lo has visto? ¿Dónde?

-Ahí detrás de ti, agarrándose a tus piernas haciéndose el tímido- si era una broma del niño y de Ángela ella no iba a picar, había visto perfectamente a un niño pequeño de la edad de Aarón agarrándose a las piernas de Ángela, y aunque era cierto que no había podido verle la cara ¿Quién más podría ser?

La cara de Ángela se puso pálida, las piernas empezaron a temblarle y casi se desmaya de la impresión, Miriam no podía haber visto a su hijo, el niño estaba lejos y de inmediato empezó a pensar, que algo malo podía haberle pasado y que por eso lo había visto. Con las manos temblorosas sacó su móvil del bolsillo y marcó el número de su madre, lo único que hacía que no se desmallase era el poder comprobar si su hijo estaba bien. Cuando descolgaron el teléfono reconoció la voz de su padre y Ángela de inmediato preguntó dónde estaba su pequeño.

El padre de Ángela le dijo que estaba tomándose el biberón, su madre se lo estaba dando y Ángela suspiró con un gran alivio. Cuando colgó el teléfono, aún temblorosa, miró a Miriam, las dos tenían una expresión en la cara de puro pánico, pero después de un rato y tras ver lo nerviosa que seguía Ángela, Miriam decidió decirle a su amiga que seguramente se había confundido y que lo más probable era que hubiera visto el lazo del delantal que Ángela llevaba atado en la espalda. Le dijo también que no le diera tanta importancia que quizá como había echado mucho de menos a los niños, ella lo había imaginado y que seguramente estos eran los primeros síntomas de la depresión posvacacional que se le avecinaba.

Eran las cinco y media de la tarde, Ángela libraba esa jornada, estaba con Carlos en la playa, le había contado a su marido lo ocurrido en el restaurante con Miriam, pero él no creía nada de lo que su mujer le contaba y creía más bien que Miriam se habría confundido con el lazo del delantal como esta sugirió después. Habían quedado en no hablar más del tema, puesto que según Carlos con esas cosas paranormales no se juega y si por casualidad, alguno de los incidentes que se habían producido era algo fuera de lo normal, lo mejor era ignorarlo todo. Ojos que no ven, corazón que no siente.

Mientras escuchaba el sonido de las olas del mar, Ángela, no dejaba de pensar en todo lo ocurrido, primero las luces blancas, después la esfera de la foto, la mujer blanca, el barreño volador y ahora un niño, ¿tendrían algo que ver unos incidentes con otros? ¿Estarían relacionados de alguna manera? Si había algún fantasma en su casa sería una mujer; ¿entonces porque Miriam vio a un niño aferrado a sus piernas? ¿Tendría este hecho algo que ver con que ella notara en las piernas ese peculiar hormigueo?

Pensando que nada de aquello tenía sentido, pues no encontraba conexión alguna entre los hechos, y siguiendo el consejo de su marido, decidió ignorarlo todo, aunque muy al fondo de su alma, una sensación de pánico igual a la que sintió la noche de la pesadilla la invadía por completo.

El gran día había llegado, Ángela iba en el coche de camino a casa de sus padres y por fin estaría cerca de sus hijos otra vez.

Le daba vueltas en la cabeza a todo lo sucedido y lo peor era que no podía desahogarse con nadie, su marido prefería no hablar del tema, o no creía lo que estaba pasando o no quería hacerlo.

Ángela había intentado hablar con Miriam de lo ocurrido en la cocina del restaurante, pero esta no parecía muy dispuesta a hacerlo, la pobre se había llevado un buen susto, nunca había creído en nada paranormal y de repente un niño que no existe se planta ante sus ojos, estaba segura de lo que había visto y eso de alguna manera la había traumatizado, el temor de Miriam era tan grande que desde lo ocurrido no podía quedarse sola en su casa en ningún momento, incluso ni se atrevía a ir al baño sola, temía que al mirar al espejo viera al niñito agarrado a sus piernas así que su marido Pedro tenía que acompañarla.

Miriam nunca le dijo a Ángela lo que le estaba pasando y prefería no hablar del tema ni con ella ni con nadie, no fuera a ser que el niño misterioso la siguiera a casa.

Al llegar a la casa de sus padres vio a Aarón jugando en el huerto, el niño estaba tirando piedrecitas a una pequeña poza que se había formado en torno a un rosal, Juan, el padre de Ángela, había puesto el riego en marcha y olvidándose de ello el jardín quedó repleto de estas pequeñas Pozas, que sin duda suponían un gran juguete para los niños.

-Hola, mi vida- Casi sin poder respirar de la emoción, Ángela se acercó al niño, que al escuchar las palabras de su madre miró en todas direcciones hasta que por fin sus ojos se encontraron.

-Mami, mami- la cara del niño reflejaba perfectamente la emoción y alegría que sentía al ver a su madre, cuando Ángela lo cogió en brazos, los ojos del pequeño la miraban como si no pudiera creer que realmente estuviera allí.

Tras un largo rato de achuchones y besos entraron en la casa, allí sentada en un sillón, estaba Clara viendo un documental sobre la vida en Egipto, lo cual describe muy bien lo curiosa y genuina que era la personalidad de la niña. Clara estaba con los ojos clavados en la pantalla, escuchaba cada palabra y su madre se preguntaba si realmente su hija comprendería lo que el documental explicaba.

-Mamá- la niña pareció perder de golpe todo el interés que mostraba hacia la pantalla de televisión, y en la historia tan interesante que según ella se estaba emitiendo.

Ángela abrazó a la niña de una manera especial, con una complicidad que nunca antes habían sentido, cada una de ellas a su manera sabían que algo ocurría y que la otra era consciente de ello.

Los niños también abrazaron y saludaron a Carlos, que ahora hablaba con su suegro, que le contaba el despiste que había tenido con el riego de las plantas.

Ángela en la cocina hablaba con su madre, esta le decía lo desmejorada que la encontraba y le preguntó, hasta en tres ocasiones, que si estaba enferma o tenía algún problema importante. Ángela la calmó diciendo que el trabajo últimamente era muy estresante, pero que ahora durante el mes de vacaciones se repondría.

No le dijo a su madre los temores que la invadían, ni por supuesto que llevaba varias semanas sin apenas dormir ni comer, había adelgazado cinco kilos y su cara, con negras y hundidas ojeras, hablaban de las noches de miedo, de las pesadillas y sobre todo de la incertidumbre, de no saber si todo lo que estaba pasando era real o se estaba volviendo loca, pues ahora, en la casa de sus padres sintiéndose arropada y querida empezó a dudar de todo lo ocurrido.

Esa noche todos cenaron juntos, María, la madre de Ángela, era una estupenda cocinera y para la ocasión preparó una inmensa tortilla de patatas y una sabrosa ensalada a petición de Ángela, pues le apetecía bastante volver a comer la comida de mamá. Clara se lo comió todo, algo muy raro en ella, pues era una niña muy delgada y su falta constante de apetito preocupaba a Ángela, temía que la niña pudiera caer enferma. La niña había engordado casi dos quilos en dos semanas y se la veía muy tranquila y feliz.

Cuando llegó la hora de dormir, Aarón se abrazó a su madre y se negaba a meterse en la cuna, el pobre temía que si se despistaba, mamá pudiera volver a desaparecer de nuevo, así que Ángela lo cogió en brazos y no lo soltó hasta que se hubo dormido. Entonces decidió meterse con Clara en la cama, esa noche dormiría con ella y la niña podría ponerla al corriente de sus aventuras en el pueblo.

-Entonces, ¿te lo has pasado bien no?- dijo Ángela mirando con alegría la cara de la niña, que era de lo más expresiva, mientras relataba a su madre sus primeros pinitos como jardinera en el huerto de su abuelo.

-Sí, mami y lo mejor de todo es que aquí, sí que puedo dormir bien.

-¿Y eso?- Ángela lo preguntó un poco extrañada, pues no tenía constancia de que la niña hubiera tenido problemas para dormir, pues aunque era cierto que los días anteriores a la marcha de los niños hacia casa, Ángela había dormido con Clara, era ella quien se había ofrecido voluntariamente para dormir con su hija, no porque la niña hubiese demostrado algún miedo, sino más bien por su propia tranquilidad, pues temía que la mujer blanca apareciera de nuevo.

- No, por nada, es que aquí no me mira nadie mientras duermo- la niña en cierto modo parecía aliviada de compartir con su madre sus miedos.

-¿Quién te mira mi vida?-el corazón de Ángela latía con fuerza.

-Aquí nadie, pero en casa cuando estoy en la cama me mira un bicho.

-¿Un qué?-Ángela pensaba que Clara se refería a algún insecto, quizá un mosquito que con su estridente zumbido no la dejaba dormir, y de cierta forma se sintió aliviada.

- Un bicho mami, es así de grande- y haciendo un gesto con las manos describió una altura de unos setenta u ochenta centímetros- y es muy feo, tiene pinchos en la cabeza.

Ángela estaba atónita con la descripción tan grotesca que hacía su hija del supuesto bicho. Sin poderlo evitar, Ángela rompió a llorar, el miedo y la impotencia que sentía ante esa situación la frustraba, no entendía por qué algo ya fuera la mujer blanca o un espantoso bicho, tenía que mirar a su hija mientras esta dormía, le parecía siniestro y sin sentido.

-¿Qué te pasa mami?- en los ojos de Clara las lágrimas también empezaban a asomar, no entendía muy bien por qué su madre lloraba, y solo esperaba que no fuese por su culpa.

-Nada mi amor- Ángela abrazó a la niña lo más fuerte que pudo, era su niñita, la amaba más que a nada en el mundo junto con Aarón, y aunque se tuviese que enfrentar con el mismísimo diablo no iba a permitir que nada ni nadie le hiciera daño- es solamente que me emociono al verte porque te he echado mucho de menos. Bueno cariño, cuéntame ahora que te trajo el ratoncito Pérez cuando se te cayó el diente.

Ángela cambió de tema, pues no quería asustar ni preocupar a la niña. Un pensamiento tan aterrador como la mujer blanca cruzó su mente, ¿necesitaría quizá Clara un psicólogo? ¿Padecería su hija alguna enfermedad como la esquizofrenia que le hiciese tener esas visiones? Pronto desechó esas ideas, pues ella misma había sido testigo de visiones como la figura misteriosa que vio mirando desde la puerta de su habitación.

Ángela decidió no decirle nada a Carlos, por lo menos hasta estar más segura de lo que estaba pasando. Carlos había dejado muy clara su opinión ante el asunto y lo que menos le hacía falta a Ángela en ese momento era otra discusión con Carlos.

A la mañana siguiente todos se despertaron tarde y estaban desayunando cuando llegó Graciela, esta era la hermana de Ángela, era seis años menor que ella y la pequeña de cuatro hermanos.

Graciela había ido a casa de sus padres a pasar el fin de semana y apenas vio a Ángela, supo que le pasaba algo, buscando una excusa para hablar con ella, le dijo.

-Ángela sube conmigo, me he comprado un vestido precioso y quiero enseñártelo para ver si te gusta.

Ángela subió a regañadientes y cuando estuvieron en una de las habitaciones del piso superior, Graciela preguntó.

-¿A ver, que te pasa?- en la voz de Graciela se notaba cierto aire maternal, las dos hermanas siempre habían estado muy unidas y a Gracielita le resultaba muy doloroso ver a su hermana tan preocupada.

-Creo que me estoy volviendo loca- al decir estas palabras las lágrimas brotaron de los ojos de Ángela cuál cascada sin poderlas contener.

-¿Por qué dices eso?

-Ay Gracielita- Ángela llamaba así a su hermana porque era la más pequeña, siempre la habían llamado así y aunque se había convertido en una mujer preciosa, para la familia siempre sería la niñita pequeña- están pasando cosas muy extrañas.

-¿Qué tipo de cosas?- Graciela puso una mueca de extrañeza y lo primero que pensó era que Carlos podía tener una aventura, le extrañaba mucho por parte de su cuñado porque se notaba que quería a Ángela muchísimo, pero ¿Qué otra cosa podía tener a Ángela tan afectada?

-Creo que en mi casa hay fantasmas.

-¿Fantasmas? Qué alivio, pensé que Carlos te estaba engañando.

-¿Alivio? ¿Comprendes lo que te estoy diciendo?-Ángela todavía lloraba y miraba a su hermana como si esta no llegará a comprender la gravedad de lo que estaba pasando- Hay algo que mira a mi hija mientras duerme, una mujer blanca paseándose por mi casa y un niño abrazado a mis piernas y por si fuera poco Carlos, no me cree y piensa que estoy loca.

- No sé qué decirte, tengo una amiga parapsicóloga, podría echar un vistazo a tu casa y decirte algo de lo que está pasando, ¿te parece bien?

- No sé, esto es más complicado de lo que parece, si Carlos llegara a enterarse... Creo que ya tengo suficientes problemas, ¿no crees?- Ángela temía que Carlos pudiera enterarse, si eso pasara jamás se lo perdonaría- además no estoy muy segura de si eso podría ayudarme o, por el contrario, empeorará las cosas.

-Piénsalo Ángela, Brigitte es una profesional y seguro que respondería a muchas de tus preguntas.

El día pasó y todos disfrutaron de la familia, Gracielita de vez en cuando miraba a Ángela para observar si esta había tomado alguna decisión. Cuando llegó la noche, ambas hermanas siguieron hablando.

- Déjame una llave de tu casa Ángela, quedaré con Brigitte y te contaré todo lo que averigüemos- Graciela estaba intrigada con lo que pudiera estar pasando en casa de su hermana y estaba aún más ansiosa por obtener algún tipo de respuestas.

-Está bien, ¿Tú me crees verdad?-la pregunta de Ángela sobraba, pues sabía muy bien que Graciela siempre la creería, además esta siempre se había sentido atraída por el mundo espiritual y sabía bien que su hermana la ayudaría de buen agrado.

-Claro que te creo, sabes que yo siempre he creído en esas cosas, iré con Brigitte a tu casa y descubriremos que pasa.

- No, prométeme que tú no irás, te dejaré la llave únicamente con la condición de que tú te mantengas al margen.

-Está bien- la cara de decepción de Graciela le arrancó una media sonrisa a Ángela que no entendía, cómo su hermana siempre se mostraba tan decidida y poco temerosa.

-Además, no quiero que informes a Briggite de mis sospechas, si hay algo en mi casa quiero que sea ella quien me diga a mí quién y por qué- Ángela temía que si su hermana le contaba a Brigitte que creía que había una mujer, un niño y un bicho en su casa, esta se limitará a decirle lo que ella quería escuchar. Debía ser ella quien descubriera que había en su casa.

-Briggite es una profesional- y aunque Gracielita dijera esto, pensaba exactamente igual que Ángela. No le diría nada a su amiga Brigitte para que ella misma sacará sus propias conclusiones.

Eran las diez de la noche del día siguiente, Graciela había acompañado a Brigitte a casa de Ángela, esta iba acompañada de dos personas, Bárbara y Martín.

Brigitte era una mujer de unos cuarenta y tantos años de edad y tenía el pelo castaño claro con ciertos matices dorados. En la raíz del cabello se adivinaban el nacimiento de algunas canas, lo cual hacía que Brigitte aparentase más edad de la que realmente tenía. Vestía un vestido un tanto anticuado que exageraba su extrema delgadez y del cuello le colgaba un colgante antiguo, que muy a menudo acariciaba con su mano, como si este le proporcionará algún tipo de sabiduría espiritual.

Bárbara era una chica de veintipocos años, era pelirroja y bastante voluptuosa, cosa que hacía parecer que la chica no acababa de encajar en aquel trío tan peculiar, parecía sacada de una película de los años cincuenta, la chica desprendía glamour por donde quiera que pasaba.

Martín era un hombre delgado, con cierto aire desgarbado, tendría unos treinta años y usaba unas grandísimas gafas que le hacían parecer un típico empollón de instituto.

Todos entraron en la casa, Graciela se despidió de ellos, pues estaba dispuesta a cumplir la promesa de mantenerse al margen que le había hecho a su hermana. Las luces estaban apagadas, Brigitte prefería que fuera así porque pensaba que las luces y las sombras que están proyectaban podían hacer des validar algunas de las pruebas que pudiesen recoger.

-Bárbara empieza a tocar las paredes a ver que captas- la voz de Brigitte sonaba maternal y mirándolas bien podía intuirse que ambas eran madre e hija- pero no te alejes, permaneceremos todos juntos hasta estar seguros de que lo que hay aquí no es peligroso.

Bárbara empezó a tocar las paredes con las palmas de las manos, mientras lo hacía permanecía con los ojos cerrados, a pesar de que todo estaba oscuro, como si alguna luz invisible le molestara.

La chica era empática, desde que era muy pequeña había descubierto que podía notar sentimientos de otras personas como si fueran suyos, con solo tocar un objeto este le transmitía a Bárbara todos los sentimientos que había experimentado el dueño usándolo, y más tarde con el tiempo se dio cuenta de que algunos sentimientos que experimentaba pertenecían a personas que ya no estaban con vida.

-Culpa, no puedo sentir más que culpa, he hecho algo terrible- Bárbara hablaba mientras deslizaba sus manos por la pared del pasillo de la casa, justo donde Clara pudo ver a la mujer blanca.

-Sigue cariño, lo estás haciendo muy bien- Brigitte miraba a Bárbara con una mueca de tristeza en la cara, pues sabía que la chica lo pasaba muy mal cuando ponía en práctica su don, y a veces enfermaba durante varios días sin razón aparente para los médicos, pues estos desconocía que las sensaciones tan fuertes que Bárbara experimentaba la dejaban agotada física y psicológicamente.

-Oh Dios, oh Dios...- Bárbara apartó sus manos de la pared extrañamente helada a pesar del calor sofocante del mes de agosto.

-¿Qué pasa? ¿Qué sientes?- Dijo Martín sujetando a Bárbara por un brazo, pues por un momento pensó que esta iba a perder el equilibrio.

- Culpa, culpa, culpa, no puedo sentir más que eso, pero es una culpa tan grande que me cuesta respirar, jamás he sentido algo así.

-Descansa un poco - le dijo Brigitte a su hija porque estaba convencida de que la experiencia, la había dejado sin fuerzas y visiblemente muy afectada- seguiré yo, Martín saca el equipo de cámaras y las grabadoras colócalas mientras yo inspecciono la casa.

Brigitte se dio la vuelta y comenzó a andar completamente a oscuras, lo cual, no parecía un impedimento para ella, pues a juzgar por la manera en la que se movía pareciera que se conocía la distribución de la casa palmo a palmo.

Martín sostenía en las manos tres grabadoras digitales, dio una de ellas a Brigitte, la segunda se la ofreció a Bárbara, que aún seguía bastante conmocionada por la experiencia tan intensa vivida y él, se quedó con la tercera.

Brigitte miró a sus dos compañeros con una expresión de complicidad y dándole al botón de la grabadora que sujetaba en su mano, dijo.

-Empecemos.

Ángela no paraba de dar vueltas en la cama, no lograba conciliar el sueño. Una sensación de intranquilidad recorría cada centímetro de su cuerpo, pensó seriamente en llamar a su hermana Graciela para saber lo que estaba pasando, desechó esa idea cuando escuchó llorar a Clara.

- ¿Es Clara?- Carlos se había despertado algo desorientado, en realidad pensó que ya había amanecido cuando miró el despertador -son las dos de la madrugada ¿Qué le pasará?

-No te preocupes, iré a ver- Ángela se levantó de la cama y se dirigió a la habitación de Clara con mucho cuidado para no despertar al resto de la familia, cuando llegó vio a su hija sentada en el borde de la cama, la luz que entraba por la ventana hacía que las lágrimas de la niña brillaran con una apariencia casi mágica, y deslizándose entre la penumbra Ángela se acercó a su hija.

-¿Por qué lloras?

-Es que no quiero irme mami- la niña emitía unos desgarradores gemidos que en el silencio de la noche resonaban con mucha fuerza.

-¿Irte? ¿Dónde corazón? ¿No quieres volver a casa?

-No quiero irme

-Tranquila, cariño, duerme que esta noche mami dormirá contigo.

Madre e hija se abrazaron hasta que ambas se quedaron dormidas.

Graciela se estaba fumando un cigarrillo sentada en su coche, tenía la ventanilla medio abierta para que el humo se fuera por la apertura, miraba el reloj y empezaba a desesperarse porque aún no habían salido Brigitte ni los chicos de la casa de su hermana.

Había pensado en ir a llamarlos varias veces, pero en el último momento se arrepentía, puesto que no quería interrumpir. Así que siguió fumando y escuchando la radio hasta que ellos salieran.

Hacia las tres y media de la madrugada salió Brigitte de la casa y le entregó las llaves a Graciela.

- ¿Habéis terminado? ¿La casa está encantada?- Graciela estaba ansiosa por obtener respuestas.

- Mañana te contaré, ya es muy tarde y estamos todos cansados- Brigitte parecía agotada y miró a Bárbara pensando sin duda que la muchacha tenía que descansar, esta lo había pasado muy mal dentro de la casa, hasta tal punto que había tenido que interrumpir la sesión de espiritismo varias veces para ir a vomitar al baño, algo le había dado un fuerte dolor de estómago y las arcadas la habían dejado agotada.

-Está bien, mañana nos vemos- Graciela miró a Bárbara y le impactó el mal semblante que mostraba, la chica estaba totalmente pálida, parecía que estuviese a punto de desmayarse y no quiso entretenerlos más- buenas noches.

Los primeros rayos de sol entraban por la ventana de la habitación de Clara, y su resplandor había despertado a la niña que se frotaba los ojos a fin de desperezarse, cuando pudo ver con claridad, se dio cuenta de que su madre descansaba a su lado, esta estaba profundamente dormida cuando sonó el teléfono móvil.

-Mami te llaman por teléfono- la niña que estaba aprendiendo a leer pudo ver el nombre de su tía Graciela.

-¿Qué hora es?-Ángela estaba aún muy cansada, se había quedado dormida muy tarde y apenas estaba empezando a disfrutar de un placentero sueño cuando el teléfono la había despertado.

-Es la tía Gracielita.

Ángela dio un salto de la cama, al escuchar el nombre de su hermana recordó que la noche anterior había estado en su casa con Brigitte.

-¿Sí?- La voz de Ángela sonaba ansiosa, por fin obtendría respuestas o por lo menos eso esperaba.

-¿Ángela? No te lo vas a creer.

-Dime ¿Qué pasó anoche?

-Todavía no lo sé.

-¿Qué?- Si aún no sabía nada¿por qué había dicho que no lo iba a poder creer?- entonces ¿Qué pasa?

-Anoche, estuve en tu casa hasta pasadas las tres de la madrugada, yo no entré como te prometí, pero estoy segura de que pasó algo, hoy he quedado con Brigitte a las diez para tomar café y me lo contará todo, ¿vienes?- Graciela contaba todo esto casi sin respirar, había pasado toda la noche en vela esperando a que amaneciera, todo lo que estaba pasando la fascinaba, y estaba ansiosa por hablar con Brigitte.- podemos quedar a mitad de camino, busca una excusa y nos vemos a las diez.

-yo...no sé si podré escaparme, ¿de verdad crees que pasó algo?- Ángela se sentía aliviada de alguna manera, pues pensaba que esa era la prueba para demostrarse a sí misma que no estaba loca- A las diez en el café de siempre.

-De acuerdo hermanita, conduce con cuidado.

Esa misma mañana en casa de los padres de Ángela todos desayunaron churros con chocolate, Carlos estaba bastante contento, pues veía a Ángela ligeramente más animada y no quiso preguntarle por qué del llanto de Clara la noche anterior, se veía tan contenta que no quiso molestarla. Llegadas la nueve y cuarto, Ángela le dijo a todos que había quedado con una amiga de la infancia para tomar café, Carlos se ofreció para ir con ella, pero Ángela lo disuadió diciéndole que esta había roto con su novio, y que seguramente no le apetecería escuchar los lloros de una mujer despechada, Carlos al instante desechó la idea y le deseó que lo pasara bien.

Graciela estaba sentada en una mesa para cuatro, estaba sola y fumaba un cigarrillo a la vez que removía el café enérgicamente con la cucharilla, cuando levantó la vista vio a su hermana, llevaba una trenza de raíz a un lado, un pantalón corto y una camiseta blanca.

-Aquí Ángela- Graciela movió la mano para que su hermana la viera, ya que el restaurante estaba muy concurrido.

-Hola Gracielita ¿y tu amiga?- Ángela parecía un poco desesperada y miraba a un lado y otro esperando encontrar a Brigitte entre la gente, aunque ni siquiera sabía el aspecto que tenía, puesto que no la conocía.

-Aún no ha llegado, siéntate, te pediré un café.

Ángela acababa de sentarse cuando Graciela vio entrar a Brigitte, esta iba con Martín y como siempre iba tocando con las yemas de los dedos el extraño collar que colgaba de su cuello.

Graciela presentó a Ángela a sus dos amigos, que tomaron asiento de inmediato.

-¿Dónde está Bárbara?- Graciela lo preguntaba porque al ver el mal aspecto que la muchacha presentaba la noche anterior, se había quedado bastante preocupada.

-Está algo indispuesta- Brigitte miró por un momento a Ángela lanzándole una extraña mirada de compasión- la sesión de anoche la ha dejado bastante mal, por eso hemos llegado tarde, Martín y yo la hemos llevado a urgencias, ya que no ha dejado de vomitar en toda la noche, lamento el retraso.

- No te preocupes ¿Qué es exactamente lo que le pasó en la casa?

Por fin la pregunta tan deseada había salido de la boca de su hermana, el corazón de Ángela latía con tanta fuerza que por un momento pensó que toda la gente que se encontraba en la cafetería podría oírlo.

-Empezamos por el principio- los ojos de Brigitte se posaron en el pálido rostro de Ángela.

NOTA DE AUTOR: ( Por favor, si te está gustando el libro, vota por el capítulo y comenta. No cuesta nada y al hacerlo, me estarás ayudando a que está historia llegue a más gente, MUCHAS GRACIAS. )

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro