10. SEMBRAR LA DUDA

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Después de finalizar su última clase, Selena se dirigió al lago negro junto a Neville. Se sentaron en la hierba, mirando hacia la serena orilla del lago, pero la expresión de Selena no reflejaba la tranquilidad del lugar. Antes de que Neville pudiera formular alguna pregunta sobre su evidente malestar, ella rompió el silencio.

— ¿Puedes creer que Hermione desconfíe de mí? —exclamó, con un tono de molestia que resonó en el aire. Recordando la conversación de hacía unas horas, su frustración solo se intensificó—. No me sorprendería de Potter y Weasley, pero de Hermione... —su voz se quebró un poco al pronunciar el nombre de su amiga.

Neville, observando con preocupación la profunda desilusión en el rostro de Selena, inclinó ligeramente la cabeza.

— ¿Qué sucedió exactamente? —preguntó, intentando entender lo que la perturbaba.

— Hermione cree que yo abrí la Cámara de los Secretos —dijo, esbozando una sonrisa que escondía la incredulidad. La idea le parecía ridícula.

— ¿Por qué cree que fuiste tú? —inquirió Neville, sorprendido ante tal acusación.

Selena dudó un segundo, sintiendo el peso de la verdad en su pecho. Decidió que era momento de ser franca.

— Porque estuve en el baño aquella noche... pero te juro que yo no fui —confesó, mirando a Neville directamente a los ojos, esperando que en su mirada no apareciera ni una sombra de desconfianza. Para su alivio, él la miraba con total credibilidad.

— ¿Qué hacías allí? —preguntó él, su tono curioso y amable.

— Estaba... tratando de controlar mi Obscurus —susurró, bajando la voz para que nadie más pudiera escuchar. Selene sabía que sus palabras eran delicadas; solo había compartido ese secreto con Neville.

Neville asintió lentamente. Sabía que a veces ella lidiaba con ese oscuro poder que llevaban dentro, así que su respuesta no le sorprendió.

— ¿Le has dicho eso a Hermione? —preguntó, frunciendo el ceño.

— No —respondió ella, sacudiendo la cabeza con firmeza—. Ella no sabe nada de mí.

— Bueno... de todas formas, ¿te vieron en el baño? —continuó Neville, con un tono de voz calmado.

— No lo creo. No había nadie más allí esa noche... —se detuvo un instante al recordar a la pelirroja—, salvo por aquella niña de primer año de Gryffindor. Pero nadie más estuvo allí. Además, el accidente pasó mucho después. —Su voz se volvió más baja, casi como si le hablara a sí misma.

Neville la observaba con la mirada comprensiva, intentando ofrecer su apoyo.

— Creo que deberías hablar con Hermione. No creo que ella realmente piense que tú seas capaz de hacer algo así —reflexionó.

— Ella no confía en mí —respondió Selena, bajando la vista al suelo, sus dedos trenzándose nerviosamente sobre sus rodillas.

Neville colocó una mano en su hombro, intentando consolarla.

— Hermione es inteligente. Sabrá que tú no eres la culpable —dijo con una sonrisa alentadora, deseando que su optimismo le llegara.

— Eso no importa ya... ¿cómo puedo ser su amiga si no confía en mí? —preguntó Selena, su voz llena de decepción.

— ¿Has visto que duda? —preguntó Neville, sabiendo que ella tenía un talento especial para percibir emociones.

— Sí, ella dudó —bufó Selena, el frustrante calor de la traición aún palpitando en su pecho.

No podía creer que Hermione Granger dudara de ella, que la creyera capaz de soltar un monstruo que atacara a los nacidos de muggles. La Gryffindor sabía que Selena había defendido siempre la igualdad y que consideraba absurda la pureza de sangre. «¿Cómo podía desconfiar después de todo?» se preguntó, sintiendo que su angustia se intensificaba.

Aquella noche, en la sala común de Gryffindor, Harry, Ron y Hermione optaron por los asientos más alejados de Percy, cuyo tono de voz siempre era un recordatorio de la autoridad que ellos preferían evitar.

Hermione, con una mirada seria y decidida, rompió el silencio. Apoyó suavemente su mentón en la mano y dijo: — No creo que Selena sea la culpable. Su voz era firme, casi tranquilizadora, como si estuviera continuando una conversación que jamás había comenzado.

— Yo no la descartaría —intervino Ron, encogiendo los hombros mientras agitaba una mano en el aire, como si deseara ahuyentar las dudas que lo inquietaban—. Después de todo, es una Slytherin. Su tono tenía un matiz de desdén que dejaba claro su escepticismo.

Harry frunció el ceño ante la afirmación de Ron — Ella no parece tan mala —murmuró, intentando mantener su voz baja. Pero su amigo, con la ceja levantada, no pareció convencido. — Quiero decir, se lleva bien con Neville y contigo, Hermione —aclaró rápidamente, ante la mirada incrédula de Ron.

— ¿Y eso qué importa? —replicó Ron, visiblemente irritado. Su frustración se reflejaba en su rostro mientras se cruzaba de brazos— ¿Ustedes saben quiénes son los padres de Lestrange? Su tono se volvió más serio, casi sombrío— Sus padres eran seguidores del que No Debe Ser Nombrado. Su padre fue condenado a Azkabán; él admitió con orgullo todos los cargos por los que fue condenado, mató y torturó a muggles, brujas y magos —contó Ron, su voz temblando de enojo.

— ¿Enserio? —preguntó Harry, sorprendido y con una expresión de incredulidad.

— Si y su madre hizo algo que a Al Que No Debe Ser Nombrado no le agradó; no se sabe qué, es una traidora, pero su padre es uno de los más fieles seguidores y está completamente desquiciado —dijo Ron, su mirada endureciéndose a medida que hablaba.

Hermione arqueó las cejas, sorprendida ante la intensidad con que Ron compartía aquella inquietante información. — ¿Cómo sabes todo eso? —preguntó, genuinamente intrigada, recordando que Selena nunca hablaba de su familia.

Ron apretó los labios, la mirada se le apagó y su voz se volvió sombría. — Su padre torturó y mató a mis tíos, junto con otros seguidores de Quien No Debe Ser Nombrado —murmuró, dejando escapar un suspiro pesado que parecía llevar el peso de su dolor.

— Ron... —susurró Hermione, su voz ahora suave y comprensiva, tratando de aliviar su angustia.

— No podemos confiar en ella —afirmó Ron, su tono firme resonando con determinación en el aire. Se recargó en su silla, decidido a mantener su postura.

— Hermione, ¿tú sabías todo sobre los padres de Lestrange? —preguntó Harry, su mirada fija en su amiga.

— Bueno... más o menos. Sele me ha contado que su padre está en Azkabán y su madre está muerta, pero no tenía muchos más detalles de lo que sucedió. Ni siquiera estoy segura de que ella sepa todo esto —comentó Hermione, mientras reflexionaba, consciente de que Selena parecía ignorar gran parte de su historia familiar.

— Bueno, no sé —dudó Harry, frunciendo el ceño mientras parecía sopesar la situación—. Ella puede ser una de las posibles sospechosas.

— ¿Sospecharemos solo por sus padres? —preguntó Hermione con incredulidad, su voz llena de desasosiego.

— Claro —dijo Ron, como si eso fuera obvio—. Además, no olvidemos su secreto —hizo una pausa, observando a Harry y Hermione con seriedad—. Ya sabe.

Con la tensión palpable en el aire, los tres amigos intercambiaron miradas preocupadas.

— ¿Qué se supone que es eso negro que sale de sus manos? —preguntó Harry, casi en un susurro, su expresión reflejando una mezcla de curiosidad y temor.

— Nunca hemos hablado sobre eso —respondió Hermione, pensativa, jugando con un mechón de su cabello mientras su mirada se perdía en sus pensamientos—. He estado investigando, pero no sé qué podría ser.

— No sé qué sea, pero me recuerda a las historias que cuentan para asustar a los niños —dijo Ron, su voz temblando ligeramente, como si la mera mención de esas historias lo perturbara.

— ¿Qué tipo de historias? —preguntó Hermione, levantando una ceja, intrigada.

— Ya sabes, como se dice entre los viejos magos "Quien juega con hechizos sin precaución, puede dejarse llevar por un obscurial en su corazón" —murmuró Ron, su voz un susurro casi tembloroso— Mi madre siempre nos decía eso para asustarnos.

— ¿Qué es ese dicho? —preguntó Hermione, arqueando una ceja con curiosidad. Ella no estaba familiarizada con muchas de las costumbres del mundo mágico, y Harry parecía tan confundido como ella.

— Es algo así como magia negra o... algo parecido —respondió Ron con un encogimiento de hombros, pero su tono dejaba entrever que no estaba del todo seguro de lo que decía. Sus ojos se desviaron un momento, como si buscara la respuesta en el aire.

— ¿Magia negra? —preguntó Harry, sorprendido, su mirada se amplió en incredulidad—. ¿Crees que Selena Lestrange usa magia negra?

— La verdad, no me sorprendería —murmuró Ron, su expresión grave mientras miraba al suelo con desconfianza.

— No, no creo que eso sea posible —dijo Hermione, tratando de defender a su amiga, su tono un tanto desafiante.

— Hermione, sabes que todos los magos tenebros pertenecen a Slytherin —dijo Ron, como si aquello fuera la conclusión más obvia del mundo. Se cruzó de brazos, mostrando su frustración.

— Todos hemos visto cómo ese humo negro sale de sus manos. Si no es magia negra, ¿qué es? —preguntó Harry, pensativo, frotándose la barbilla.

— No lo sé, pero no creo que ella sea capaz de algo así. Ha estado demasiado preocupada por mí y por los demás nacidos de Muggle —intervino Hermione, su voz subiendo de tono, un destello de protección brillando en sus ojos.

En el fondo, Hermione sabía que Selena no podía ser la culpable. La había defendido en varias ocasiones y siempre había protegido a Neville. Nunca había hecho un comentario despectivo sobre los hijos de Muggles, y ahora se sentía abrumada por la culpa de haber dudado de ella. Selena había estado tan dolida por lo ocurrido que había evitado a Hermione durante todo el día, lo que incrementaba su sensación de malestar.

— No creo que ella haya abierto la cámara —agregó Hermione, su voz casi un ruego—. Además, no tenemos certeza de que sea ella quien estuvo en los baños esa noche.

Con cada palabra, su convicción aumentaba. Aunque el miedo y la incertidumbre rodeaban sus pensamientos, la amistad que había compartido con Selena le decía que necesitaba defenderla. Era hora de buscar la verdad, no dejar que los rumores y las suposiciones dictaran su juicio.

— De todas formas, deberías averiguar qué es eso negro que le sale de los dedos —advirtió Ron, señalando con la mano en un gesto de insistencia.

— Ella nunca me habla de eso, no creo que quiera contármelo —comentó Hermione, la angustia retumbando en su voz.

— Si no quiere decírtelo, por algo es, Hermione —dijo Harry, sumido en sus pensamientos, como si estuviera analizando todas las posibilidades.

— Es porque es magia negra, estoy seguro —declaró Ron, con una certeza casi aterradora en su tono.

— Es mi amiga, Ron —dijo Hermione, negando con la cabeza mientras un leve temblor de frustración se dibujaba en su rostro—. Ella no puede ser.

Harry, frotándose la barbilla pensativamente, sugirió: — Quizás... esté ayudando a alguien más. Pensémoslo —los ojos de Harry brillaban con la chispa de una nueva idea—. ¿Conocemos a alguien que piense que los que vienen de familia Muggle son escoria?

Miró a Hermione, que continuaba girando su mirada de un lado a otro, algo dudosa.

— Si te refieres a Malfoy... —dijo al fin, con un tono que revelaba tanto escepticismo como lógica.

— ¡Naturalmente! —exclamó Ron, agitando los brazos hacia el aire dramaticamente—. Ya lo escuchaste : "¡Los próximos seran los sangre sucia!" Vamos, no hay más que ver su asquerosa cara de rata para saber que es él...

— ¿Malfoy, el heredero de Slytherin? —dijo Hermione, inclinando ligeramente la cabeza hacia un lado, con una mezcla de incredulidad y lógica. — Aunque tiene más sentido que sea.

— Seguramente Lestrange le ayude en su plan —dijo Ron despectivamente, escupiendo las palabras con un desdén palpable, arrugando la cara como si hubiera probado algo amargo.

— ¡Seguro es Malfoy! —afirmó Harry, levantando el mentón con firmeza, sus ojos resplandeciendo de convicción. — Tiene más sentido que él sea el verdadero heredero de Slytherin. Después de todo, Selena no parece tan mala si se junta con Neville Longbottom —continuó, apoyándose en el borde del sofá— Fíjate en su familia —prosiguió, soltando un suspiro de frustración—. Todos han pertenecido a Slytherin. Él siempre se jacta de ello. Podrían perfectamente ser descendientes directos del mismo Salazar Slytherin. Su padre es un verdadero malvado.

Ron se enderezó, un brillo travieso brillando en sus ojos, y su entusiasmo se hizo evidente. — ¡Exacto! —exclamó, casi incapaz de contenerse, moviendo las manos con energía—. Podrían haber conservado la llave de la Cámara de los Secretos durante siglos, pasándosela de padres a hijos... ¡Imagina lo que eso significaría!

Hermione, que había permanecido en silencio, ahora frunció ligeramente el ceño, su mirada fija en Harry como si evaluara la validez de sus palabras. — Bueno... —dijo, titubeando, su tono lleno de cautela—. Supongo que puede ser.

Harry se cruzó de brazos, frunciendo el ceño, su frente arrugada por la concentración. — Pero, ¿cómo podríamos demostrarlo? —preguntó, sumergiéndose en el misterio que les rodeaba, como si cada palabra pudiera desvelar un hilo de la verdad.

Hermione, bajando la voz y acercándose a ellos con un gesto conspirador, lanzó una rápida mirada hacia Percy, que estaba distraído leyendo un libro cercano. — Habría una manera —susurró, su tono grave y cauteloso—. Pero sería difícil y muy, muy peligroso. Calculo que quebrantaríamos unas cincuenta normas del colegio.

— ¡Sí! —Ron, incapaz de contener la emoción, se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando de entusiasmo.

Hermione respiró hondo, su expresión tornándose seria como el plomo. — De acuerdo —replicó, su tono frío y calculador—. Lo que tendríamos que hacer es entrar en la sala común de Slytherin y hacerle a Malfoy algunas preguntas sin que sospeche que somos nosotros.

Harry frunció el ceño y sacudió la cabeza, incredulidad reflejada en su rostro. — Pero eso es imposible —protestó, sus palabras cortantes como un cuchillo, mientras Ron soltaba una risa burlona, su incredulidad palpable.

— No, no lo es —replicó Hermione con firmeza, su mirada iluminándose de audacia— Lo único que nos haría falta es una poción multijugos.

El aire en la sala común se tensó con la idea, y los tres amigos se miraron. Sabían que se estaban adentrando en un terreno peligroso, pero la adrenalina de la aventura comenzaba a surgir.

Pov Hermione Granger

Hermione estaba decidida a desvelar el misterio que envolvía a Selena Lestrange. La Slytherin había mostrado su descontento por la desconfianza que se cernía sobre ella, y aunque una punzada de culpa la atormentaba, la urgencia de conocer la verdad la impulsaba hacia adelante. Quería convencerse de que Selena no tenía nada que ver con los extraños incidentes que habían estado ocurriendo, a pesar de que sus amigos, Ron y Harry, la señalaban como posible culpable.

Con la determinación en su corazón, Hermione recordó que Selena solía estudiar en la biblioteca o pasear por el lago Negro con Neville. Con el rostro decidido, se sentó en un banco y aguardó pacientemente, observando el camino que llevaba a la Slytherin. Al cabo de unos minutos, finalmente la vio aparecer, y sin pensarlo dos veces, se levantó y corrió hacia ella.

— ¡Sele! —la llamó, resoplando un poco mientras se acercaba.

Selena se detuvo en seco, sorprendida, y giró la cabeza hacia Hermione, sus ojos llenos de confusión.

— Hermione —respondió, frunciendo el ceño, como si no esperara ver a la Gryffindor allí.

Hermione tomó aire, sintiendo la urgencia de su mensaje. — Quería hablar contigo. Sé que no debí desconfiar de ti el otro día —admitió, dejando que su voz reflejara la sinceridad que quería transmitir. Sin embargo, el ceño fruncido de Selena permaneció, y el aire entre ellas se volvía cada vez más espeso.

— Pero aun así desconfiaste de mí —replicó Selena, su tono cargado de decepción.

Hermione sintió un nudo en el estómago. Sabía que sus palabras eran ciertas. — Lo sé, y lo siento de verdad —respondió, su tono oscuro y sincero. Sus manos se movieron de forma nerviosa, buscando encontrar el equilibrio necesario entre justificarse y expresar su arrepentimiento—. Es que tú te pusiste a la defensiva con lo de los baños y no sé... —su voz se desvaneció, dejando flotando en el aire la inseguridad de sus pensamientos. Buscó la mirada de Selena, esperando que en sus ojos encontrara un atisbo de comprensión.

Selena se detuvo un momento, su expresión se tornó pensativa, como si estuviera masticando las palabras antes de soltarlas. — Bien, si era yo la de los baños... —dijo, rompiendo el hielo con voz apenas audible— pero juro que no estaba haciendo nada malo.

Hermione arqueó una ceja, sintiendo una mezcla de curiosidad y escepticismo chocar dentro de ella. — ¿Qué hacías allí? —preguntó, intentando mantener la calma, aunque un ligero temblor en su voz delataba su inquietud.

— Myrtle es agradable —dijo Selena con un encogimiento de hombros, como si su explicación tuviera que ser suficiente.

Hermione no pudo evitar pensar en cómo Myrtle, la niña del baño, le parecía poco agradable. Sin embargo, suspiró mientras intentaba ser comprensiva.

— En serio, no he hecho nada malo —insistió Selena, y Hermione sintió un nudo en el estómago al ver la tristeza en sus ojos. Era evidente que la sombra de la desconfianza le pesaba más de lo que Hermione había imaginado — No soy malvada como todos piensan —continuó Selena, su voz temblorosa y vulnerable—. No soy mala por ser Slytherin ni por los padres que tengo.

Las palabras de Selena resonaron en Hermione como un eco de verdad. De repente, una oleada de culpa la invadió, y se sintió avergonzada por haberla considerado una sospechosa, aunque solo fuese por un momento. Sus ojos se suavizaron, y se acercó un poco más a la Slytherin, intentando tender un puente entre ambas.

— No creo que seas malvada —dijo Hermione, intentando que su tono fuera firme y tranquilizador. Se acercó un paso, buscando conectar con la Slytherin, su mirada llena de sinceridad.

— Pero tienes dudas de mí —respondió Selena, su voz brotando casi en un susurro, dejando entrever una vulnerabilidad que resonaba con una desesperación palpable. Su expresión era de angustia, como si cada palabra la pesara.

Hermione hizo una pausa, sintiendo un torbellino de emociones en su interior. Había tantas pruebas frente a ella; había estado demasiado cerca de la escena del crimen. Sin embargo, recordaba a Selena como una persona que nunca había demostrado ser mala. Pero las palabras de Ron sobre la magia negra comenzaron a retumbar en su mente, sembrando una semilla de duda y encendiendo una inquietante posibilidad: «¿y si Selena estaba siendo poseída por algún tipo de magia oscura, sin darse cuenta de lo que podía hacer?» penso Hermione en silencio.

— Ahora estás dudando de mí —afirmó Selena, retrocediendo un poco, sus ojos ampliándose en sorpresa. La mirada desafiante hizo que el corazón de Hermione se acelerara, sintiéndose acorralada.

— Sele... ¿qué era eso que salió de tus manos cuando el troll nos atacó? —Su voz se tornó más baja, casi íntima. — Un humo negro brotó de ti. Me he estado preguntando... —Hermione se animó, dejando que su preocupación se filtrara, intentando transmitir que su interés era solo por su bienestar.

Selena retrocedió nuevamente, cerrando un poco los ojos, como si desease evocar un escudo invisible entre ellas. La tensión palpable hizo que Hermione se sintiera inquieta, como si quisiera tocar su brazo y asegurarse de que todo estuviera bien.

— Eso no tiene nada que ver con la Cámara de los Secretos —dijo rápidamente Selena, su voz temblorosa, como si esperara que esas palabras pudieran cerrar el tema para siempre.

— ¿Entonces qué es? —preguntó Hermione, con su curiosidad superando la cautela que le advertía mantenerse al margen. Se pasó una mano por el cabello, nerviosa, enfocándose en el nerviosismo de Selena.

— Yo... —Selena hizo una pausa, su expresión cambiando, mostrando una lucha interna — No es algo de lo que quiera hablar —respondió finalmente, un leve temblor en su voz delatando el miedo que la envolvía—. Pero ya no es peligroso.

Una inquietante pregunta invadió la mente de Hermione: si antes había sido peligroso, «¿qué era?» La confusión la abrumaba, y lo más frustrante era que no había encontrado información que pudiera ayudarla. Estaba convencida de que en alguna parte de la biblioteca había algo que podía proporcionar respuestas.

— Está bien si no quieres decírmelo —dijo Hermione, sintiendo una punzada de decepción recorrerla al pensar que Selena no confiaba lo suficiente en ella para compartirlo. Su hombro se encogió levemente, como si fuéramos a perder algo valioso. — Solo... perdóname por no haber confiado en ti. No creo que seas malvada, Selena. —Acompañó sus palabras con una leve sonrisa, buscando que la Slytherin la viera como una amiga, como alguien con quien podría contar.

— ¿En serio? —preguntó Selena, una chispa de sorpresa iluminando sus ojos.

— En serio —confirmó Hermione con honestidad.

Por un momento, Selena dudó, su mirada oscureciéndose mientras una batalla interna se libraba en su rostro. Sin embargo, en un instante, su expresión se iluminó mezclando alivio y emoción, y la abrazó con fuerza. Hermione le devolvió el gesto, envolviendo a Selena en un abrazo reconfortante, como si cada segundo de ese contacto pudiera disipar todas las dudas y temores que pesaban sobre ellas.

Mientras sentía la calidez de la Slytherin a su lado, Hermione se repetía a sí misma que no podía ser la culpable. Ella era buena, era una buena amiga. Pero el recuerdo del humo negro emergiendo de los dedos de Selena la inquietaba. Se preguntaba si Ron tendría razón al decir que era magia negra, o si simplemente estaba exagerando. «¿Y si Selena tuviera alguna enfermedad mágica o había nacido con eso?» reflexionó Hermione, su mente angustiada por la incertidumbre. «Pero, ¿qué era aquella cosa?» se preguntaba, atrapada en su propia preocupación. La necesidad de respuestas se intensificaba, y sabía que no podía dejarlo pasar.


[...]


Hermione entró a la sala común con la cabeza llena de preguntas. No creía que Selena fuera culpable, pero la idea de que pudiera estar siendo manipulada por Malfoy le inquietaba. Él era un purista de sangre, y siempre estaban juntos. «¿Y si la estaba utilizando con algún maleficio de magia negra?» Esa posibilidad empezó a tomar forma en su mente.

— ¿Has averiguado si estuvo en los baños? —preguntó Harry, interceptando a Hermione en la entrada de la sala común de Gryffindor, sus ojos llenos de expectación.

— Era ella, ¿verdad? —preguntó Ron con insistencia, acercándose con sus brazos cruzados y una expresión de desconfianza. Su voz tenía un matiz de acusación, como si ya hubiera llegado a una conclusión.

— Sí, pero me ha dicho que no ha hecho nada... —Hermione intentó defender a Selena, pero las dudas comenzaban a ahogarla.

Ron la interrumpió, resoplando con frustración —obviamente te dirá que no ha hecho nada, Hermione— las palabras salieron de su boca como un bufido, claramente molesto.

— No le has creído esa mentira, ¿verdad? —preguntó Harry, entrecerrando los ojos y escrutando a Hermione. Su voz tenía un tono de incredulidad, como si la decisión de confiar en Selena fuera una locura incomprensible.

— Hermione —dijo Ron, observando su silencio—. No puedes confiar en ella. El instinto de protección se reflejaba en su rostro.

— Pero... ella me dijo que no fue. ¿Por qué debería desconfiar? —preguntó Hermione, sintiéndose cada vez más insegura. Su voz tembló ligeramente, revelando su propio conflicto interno.

— Es una Slytherin —dijo Harry, como si eso fuera su carta de presentación definitiva, como si esa sola palabra debería ser suficiente para convencerla.

— Y una Lestrange —agregó Ron con desdén, moviendo la mano en un gesto de desprecio. La mención del apellido de Selena intensificó la tensión en el aire.

— ¿Te ha dicho qué es eso que sale de sus manos? —volvió a preguntar Harry, su tono ahora más grave, bordeando la ansiedad. Su mirada se posó en Hermione, exigiendo respuestas.

— No —respondió Hermione, bajando la mirada de manera reflexiva—. Me dijo que no quería hablar, pero que no era nada peligroso —informó, aunque algo en su voz traicionaba la incertidumbre.

— Otra mentira —declaró Ron con desdén—. Eso no es más que magia negra. Lo digo en serio; eso no es nada bueno —insistió, convencido. Su tono era firme, casi amenazante, como si su opinión estuviera escriturada en piedra.

La inquietud se cernió sobre Hermione mientras sus amigos discutían, las dudas comenzaban a nublar su juicio. «¿Acaso Selena realmente era una amenaza?» La confusión se asentaba en su pecho, mientras la necesidad de proteger a su nueva amiga y la lealtad hacia sus amigos parecían estar en caminos opuestos.

— ¿Podría estar poseída o bajo algún maleficio que puedan manipularla? —preguntó Hermione, su voz cargada de preocupación. Su mente, siempre ávida de información, se agolpaba en su interior como un torrente de posibilidades, mientras su mirada se posaba en sus amigos, buscando una solución.

Ron la observó con atención. Sabía que Hermione leía muchos libros, pero él tenía un conocimiento más arraigado del mundo mágico, en especial de sus peligros.

— Sí, y uno de los imperdonables —respondió Ron, su tono grave resaltando la seriedad del tema. Su gesto se volvió intenso, y cruzó los brazos, como si protegerse de la idea mismo del maleficio.

— ¿Imperdonables? —preguntó Harry, frunciendo el ceño, visiblemente confundido. Se pasó una mano por el cabello, intentando asimilar lo que escuchaba.

— Son maleficios de Artes Oscuras, y son ilegales —informó Ron, inclinando ligeramente la cabeza hacia atrás.

— Obviamente, Malfoy está haciendo eso —dijo Harry con convicción, su voz firme como el acero. La certeza brillaba en sus ojos. — Él odia a los nacidos de Muggle y la está utilizando para no mancharse las manos —continuó, gesticulando con las manos, como si quisiera ilustrar su punto.

— Cuando esté la poción, sabremos toda la verdad —sostuvo Hermione. Sabía que el tiempo corría en su contra.

A medida que la conversación avanzaba, Hermione sentía que la inquietud se asentaba más profundamente en su pecho. Aunque no tenía suficientes pruebas, la idea de que Malfoy pudiera estar haciendo maleficios ilegales para manipular a Selena se volvía cada vez más plausible en su mente. «No podía ser» , se decía a sí misma. «Selena Lestrange no era la culpable.» Y, aunque sus amigos hablaban con fervor, la angustia en su interior crecía por segundos. Determinada a descubrir la verdad, se prometió que no dejaría que la amistad y los prejuicios la cegaran.

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¿Creen que Hermione va a confiar en Selena? o se deja llevar por lo que dicen Harry y Ron. 

¿Creen que Draco podria estar manupulando a Selena? o piensa que Ron y Harry exageran.

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