𝒕𝒘𝒆𝒍𝒗𝒆

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝐸𝐿𝑉𝐸 )
𝚕𝚊 𝚜𝚒𝚝𝚞𝚊𝚌𝚒𝚘́𝚗 𝚎𝚖𝚙𝚎𝚘𝚛𝚊.

Luego del partido Alaska no tuvo nuevas oportunidades para hablar con Draco, se había pasado gran parte de la tarde en la Torre de Observación junto a Cedric, hablando del reciente partido mientras bebían chocolate caliente y luego de ayudó a Ann con su redacción de Pociones, que aún lo lograba terminar.

—Blaise esta actuando de manera extraña. —Le dijo la castaña mientras redactaba un párrafo.

—¿A qué te refieres con eso?

—Habla demasiado, y no deja de parlotear nunca —Se quejó Ann—. Durante las horas que estuviste con amigo Cedric, Zabini no me dejó sola noi por un segundo. ¡Quería terminar de leer mi libro sobre cristales pero no pude concentrarme por su culpa!

—¡Oh, vamos! El chico solo intenta ser amigable —Le comentó Alaska—. Deberías darle una oportunidad, no lo conoces.

—Hace bromas pesadas, Alaska, como sí tuvieramos la confianza suficiente para hacerlo. —Le dijo, como si eso fuera lo peor que alguien pudiera hacer.

—Esta bien, hablaré con él para que deje de hacerlo ¿estas de acuerdo?

—Me parece bien —Aceptó la chica—. Pero para la próxima que vayas a aceptar la amistad de un chico, asegúrate que no sea un pesado.

La rubia no pude evitar reír ante la situación, le parecía graciosa la exageración de la chica ante el comportamiento de su nuevo amigo. Pero Alaska debía aceptarlo, Ann y Blaise parecían ser polos opuestos en todos los sentidos.

Esa noche Alaska se fue a dormir con una sonrisa en su rostro, el día había sido más que memorable pues su primer partido de Quidditch había sido todo un éxito, a pesar de no haber ganado, y paso una buena tarde con sus amigos en lugares donde no debía soportar miradas de reojo o susurros a su espalda.

Sin embargo, no despertó de tan buen humor como se había dormido. Se había incorporado de un salto en la cama, sintiendo el cuerpo transpirado y el corazón latiendo más rápido de lo normal, estaba atemorizada pero no podía recordar la pesadilla con claridad.

Matar... es hora de matar...

Alaska suprimió un gritó ante la sorpresa que se había llevado al escuchar una vez más esas palabras, supuso que la verdadera razón por la que se había despertado era por aquella voz. La chica ni siquiera lo pensó por más de cinco segundos, cuando la idea de seguir la voz y encontrar al monstruo apareció en su cabeza quiso llevarlo a cabo de inmediato.

Era plena madrugada cuando la chica se ajustó la bata y salió hacia los pasillos de la mazmorra, recorriendo el camino que creía que podrían llevarla hacia el origen de aquella voz. No obstante, su plan no estaba dando resultado y se detuvo en pleno vestíbulo para pensar más a fondo lo que estaba haciendo.

La última vez que había escuchado a la voz comentando su deseo de matar había encontrado a la Señora Norris petrificada, y si eso volvía a ocurrir sería mucha suerte para ella que nadie la encontrará allí, en plena escena del crimen. Pero Alaska ya debía estar acostumbrada a que las cosas no salieran como le gustaria.

Dobló por un pasillo, preparada para bajar las escaleras hasta las mazmorras, y al pie de ellas se encontró con la espantosa escena. Era Colin Creevey. Estaba paralizado con los ojos bien abiertos, una de sus manos sujetaban la cámara de fotos encima del pecho y en la otra llevaba un racimo de uvas. Estaba petrificado.

Alaska tuvo que sujetarse de la baranda de la escalera para no caer, pues sus rodillas temblaban y pensó que en cualquier momento cederían ante el peso de su cuerpo. Eso no sucedió, y al tanto de que había estado mucho tiempo observando al chico, decidió de manera correcta que debía volver a su sala común. Estaba aterrada, pero no podía dar aviso a ningún profesor o la interrogarian por estar fuera de la cama a esas horas. La chica confiaba en que alguien lo encontraría y podría ayudarlo.

La noticia de que habían atacado a Colin Creevey y de que éste yacía como muerto en la enfermería se extendió por todo el colegio durante la mañana del lunes.

—¿Ya supieron lo que pasó? —Dijo Blaise llegando veloz a la mesa de Slytherin, sentándose junto a Alaska—. Hubo un segundo ataque en la noche del sábado, Colin Creevey, ese molesto chico de Gryffindor que siempre tenía una cámara sobre sus ojos.

—¿Petrificado? ¿Como la Señora Norris? —Preguntó Alaska en un convincente tono de sorpresa.

—De la misma manera —Afirmó el moreno—. Intenté colarme en la Enfermería para echar un vistazo, pero Madame Pomfrey tiene todo cubierto, no permite que nadie entre sin necesitarlo.

—¿Cuál es la necesidad de ver a ese pobre chico petrificado? —Preguntó Ann, alejando su plato de comida—. Es morboso de tu parte.

—¡Vamos Ann! ¿No te causa ni la más mínima curiosidad?

—Para nada —Respondió la chica con disgusto—. De todos modos, ¿cómo lo supiste?

—Todos están hablando de ello.

—Es grave —Dijo una voz a su lado—, todo lo que esta pasando. —Era Theodore Nott, quien había estado desayunando a unos metros de ellos y se había mantenido escuchando la conversación.

—¡Y que lo digas! —Comentó Blaise, levantándose para ir junto al chico—. La situación debe ser lo bastante grave para provocar que tú, el chico misterioso de nuestro año, nos dirija la palabra.

—Pero él tiene razón —Lo apoyo Ann—. Un chico fue petrificado, sea quien sea que esté haciendo esto no parece tener límites.

Blaise hizo un gesto con la mano, restándole importancia al asunto. Se giró para observar a Theodore y lo agarró del brazo, forzandolo a levantarse de la mesa.

—Vamos amigo, tenemos clase de Transformaciones y te sentarás junto a mi.

Blaise pasó su brazo por los hombros de chico y ambos desaparecieron por las grandes puertas del Gran Comedor. Ann los había estado mirando con desaprobación.

—Ese chico agarra confianza demasiado rápido.

La castaña volvió la vista a la mesa y su mirada recayó sobre la carta que había recibido hace un rato por parte de su tatarabuela, días atrás le había consultado sobre la Cámara de los Secretos y si sabía algo de ella, pero su respuesta no había sido alentadora. Había estado pensando en contarle la nueva información a su amiga antes de que Blaise las interrumpiera, aunque ya no estaba del todo segura, creyendo que el tema podría sofocarla.

Alaska ya estaba terminando de comer su plato de cereal con leche y Ann jugaba con la carta entre sus dedos, ya restaban sólo un par de minutos para que la campana anunciando el inicio de clases resonara por el Castillo cuando al fin se decidió por hablar.

—La Cámara de los Secretos —Dijo Ann, captando de manera rápida la atención de la rubia—, he estado hablando de ello con mi tatarabuela.

—¿La vidente? —Alaska recibió un asentimiento en respuesta—. ¿Y te ha dicho algo bueno?

—Nada bueno, comentó que ha estado consultando a las cartas y no está recibiendo buenas respuestas —Le explicó la chica—. Pocas veces se deja llevar por su instinto, pues dice que es muy incierto, pero siente malas vibras sobre el futuro en Hogwarts.

—Theodore tiene razón, la situación es bastante grave.

—Y eso no es todo, esto ya había sucedido antes.

—¿Hablas en serio? —Preguntó Alaska con los ojos bien abiertos, sin creer lo que escuchaba.

—Cito textual —Comienza a decir Ann, abriendo la carta nuevamente—: “Y ahora, en Hogwarts, van a ocurrir cosas terribles, tal vez están ocurriendo ya, ahora que la Cámara de los Secretos ha vuelto a abrirse”.

—¿Quién la ha abierto? ¿Quién la abrió la última vez?

—No me lo dijo.

Alaska quedó decepcionada ante esa respuesta, y esperaba saber quién la había abierto por primera vez, o tener un indicio al menos para intentar resolver ese misterio. Pero la poca información que tenía era inútil, no podía hacer nada y eso ls frustraba.

El ambiente en el Castillo se llenó de rumores y sospechas. Los de primer curso se desplazaban por el castillo en grupos muy compactos, como si temieran que los atacaran si iban solos. Mientras tanto, a escondidas de los profesores, se desarrollaba en el colegio un mercado de talismanes, amuletos y otros chismes protectores. Alaska había comprado un collar con un cristal celeste acabado en punta como dije, el chico le había explicado que ese supuesto talisman podría protegerla de todo el mal.

—¿Sabes qué ese talisman no funciona, no? —Le preguntó Blaise luego de verlo colgar por su cuello.

—Por supuesto, no soy tonta —Replicó Alaska—. Pero se me ve muy bien.

—En realidad, el cristal que tiene como dije es larimar, una piedra que ayuda a liberar las emociones negativas almacenadas que no te están beneficiando.

Y aunque Blaise no estuviera escuchando, a Alaska le pareció bastante interesante.

Durante la segunda semana de diciembre, el profesor Snape pasó, como de costumbre, a recoger los nombres de los que se quedarían en el colegio en Navidades. 

—Alumnos, acá esta la lista de los que se quedaran en el colegio para las Navidades, anoten su nombre enseguida —Les informó el profesor, dejando la lista sobre una de las mesas—. Pasare a buscar la lista en una hora.

Todos le agradecieron al profesor pero fueron pocos los alumnos que se levantaron para anotar sus nombres, allí en Slytherin no era común que los alumnos se quedarán para las vacaciones de invierno.

La rubia no se apresuró en ir a anotarse, estaba concentrada en terminar su deber de Astronomía y grande fue su sorpresa al observar que Draco y sus amigos Crabbe y Goyle de habían anotado en aquella lista, nunca espero que su amigo se quedara allí para las fiestas de fin de año. 

—Draco, no sabía que te quedarías en Hogwarts para las navidades. —Le comentó la rubia luego de anotarse.

—Si, bueno, no tengo los ánimos de volver a casa para las vacaciones así que decidí que lo mejor era quedarme aquí —Explicó—. Además, pensé que te gustaría algo de compañía.

—Y estabas en lo correcto, te prometo que no te arrepentiras. Serán unas navidades inolvidables.

Pero las vacaciones aún estaban lejos de la realidad, aunque era algo que todos deseaban con ganas, no podían apresurar el tiempo.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro