𝒕𝒘𝒐

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( ☆. 𝐶𝐻𝐴𝑃𝑇𝐸𝑅 𝑇𝑊𝑂 )

𝚍𝚎 𝚟𝚒𝚜𝚒𝚝𝚊 𝚎𝚗 𝚕𝚊 𝚖𝚊𝚗𝚜𝚒𝚘𝚗.

Severus Snape se encontraba en el recibidor del orfanato, con el baúl de Alaska a un lado y el inexpresivo gesto que siempre decoraba su rostro. Aunque si expresión no lo demostraba, el profesor estaba disgustado, no tenía planeado tener que esperar a la chica por más de quince minutos, creyó que esa situación no le tomaría más de veinte minutos para poder volver a su rutina normal.

Un leve gruñido escapó de los labios de Severus cuando vio a la chica al fin aparecer por el pasillo frente a él.

—Quince minutos tarde. —Le mencionó el profesor.

—No me informaron de su llegada hasta el término del desayuno, vine tan pronto como pude. —Se excusó Alaska.

Snape no le respondió. Sujetó el baúl de la chica y sin decir una palabra se encaminaron hacia la salida del orfanato. Alaska creyó que vería algún tipo de transporte esperando por ellos en la calle, pero no había nada. La chica no sabía cómo se trasladarían al hogar de los Malfoy, tampoco estaba segura de su ubicación ni de qué tan lejos estaba de Londres.

—¿Cómo viajaremos hasta la casa de Draco? —Se atrevió a preguntar cuando notó que el profesor estaba dirigiéndose hacia el jardín trasero del edificio, donde al fondo habían unos cuantos árboles tupidos.

—Demorariamos horas en llegar a través de transporte muggle. Viajaremos en Aparición Conjunta, solo toma un par de minutos.

—¿Aparición Conjunta? —Repitió Alaska con confusión, no recordaba haber escuchado aquel término.

Severus no estaba de ánimos de darle a Alaska muchas explicaciones, por lo que le dio un simple ejemplo que ella pudiera comprender.

—Los muggles lo llamarían teletransportacion. Ahora... —Snape elevó su brazo izquierdo— Sujétate de mi brazo.

Alaska asintió, colocando su mano sobre el antebrazo del profesor y apretando levemente. Un malestar apareció en la boca de su estómago, estaba algo preocupada. La Aparición Conjunta era algo que nunca había hecho antes y temía que fuera peligroso, aunque Alaska quería creer que el profesor Snape nunca haría algo que pudiera afectarla.

—¿La Aparición es dolorosa? ¿O tiene algun efecto que debería saber?

Snape no le dio una respuesta. Simplemente dirigió su mirada hacia al frente y a los segundos Alaska sintió una sensación de presión en todo su cuerpo, como si estuviese siendo aplastada a tal punto que se le dificultaba respirar. Pronto sintió que sus pies volvían a tocar tierra firme y casi pierde el equilibrio, pero logró mantenerse en pie mientras intentaba controlar su respiración.

—¿Te sientes bien?

Alaska abrió la boca para responder pero un fuerte revoltijo en su estómago hizo que se arrepintiera, levantó su dedo índice para pedir un momento y se alejó unos metros, logrando sujetar su cabello antes de devolver todo el desayuno. La chica colocó una expresión de disgusto.

—Eso fue horrible, no quiero volver a hacerlo, nunca. —Anunció Alaska, limpiandose la boca con el antebrazo y acercándose nuevamente hacia Severus.

Fue recién en ese momento que, ya sintiéndose mejor, se dedicó a observar el lugar donde se encontraba. Estaban frente a una hermosa mansión solariega que tenía unos extensos terrenos. Una verdadera mansión estaba frente a ella, una muy hermosa.

—¿Está es la casa de Draco? —Preguntó Alaska, queriendo asegurar sus pensamientos.

La rubia había escuchado múltiples veces a Draco presumir de su familia. Importantes en la sociedad mágica y siendo dueños de una gran riqueza, pero Alaska nunca llegó a imaginar tal nivel.

—Personalmente no escogería la palabra casa, pero sí. Este es el hogar de los Malfoy.

Severus se aseguró de darle algunas advertencias a Alaska antes de entrar. Tales como mantener respeto hacia Narcissa y Lucius, mantener el orden y no perder los modales y no fastidiarlos en su visita. Además le entregó una bolsita con dinero mágico para que comprará los nuevos libros y útiles que necesitaría ese año.

Entonces se encaminaron por el sendero angosto que llevaba a la entrada de la mansión, estaba flanqueado a la izquierda por setos pulcramente recortados y a la derecha por matorrales salvajes de corto crecimiento que desemboca en un amplio camino que era cortado por un par de impresionantes verjas de hierro forjado que marcaban los límites de los terrenos.

Severus, a diferencia de Alaska, no estaba especialmente asombrado por la mansión, él ya la había visitado con anterioridad. Se acercaron a las puertas y las barras de hierro se retorcieron hasta formar un espantoso rostro que pregunto, con una voz retumbante y metálica, por el motivo de la visita.

—Traigo conmigo a Alaska Ryddle, por motivos de visita.

De inmediato las puertas de hierro se abrieron y dejaron ver los terrenos. Decenas de arbustos decoraban el lugar y pavos reales que rondaban por ahí, algunos bebiendo de una fuente que se encontraba en medio del sendero. Un camino recto de grava lleva desde la verja hasta la puerta de la mansión, que se encontraba elevada del suelo por unas amplias escaleras de piedra. Antes de que Severus pudiera llamar a la puerta esta se abrió por sí sola y una alta y rubia mujer de buen aspecto apareció por ellas. Una leve sonrisa adornaba su rostro.

—¡Los estábamos esperando! Es un gusto verlos, a ambos —Les dijo Narcissa al pie de la escalera de mármol—. Pasen a la sala por favor, prepararé té.

—Agradezco la hospitalidad Narcissa —La interrumpió Severus, dejando el baúl en la entrada del vestíbulo—. Pero tengo que irme ya, tengo muchas cosas que hacer antes del inicio de curso.

—¡Por supuesto! Ten un buen viaje, Severus.

El hombre frunció levemente el ceño ante la actitud de Narcissa, ella era conocida por ser una mujer bastante arrogante y fría la mayor parte del tiempo, pero aquel animado comportamiento que estaba teniendo nunca lo había visto antes. Sólo en algunas ocasiones cuando su esposo no se encontraba con ella y estaba con Draco.

—Mi hijo no ha dejado de hablar de ti durante las ultimas semanas. —Comenzó a decirle Narcissa mientras se adentran en el vestíbulo.

El amplio vestíbulo estaba pobremente iluminado y decorado de manera suntuosa, con una gran alfombra que lo cubría en su mayoría y con retratos de antiguos miembros de la familia colgado en las paredes.

—Estuvo emocionado durante todas las vacaciones por tu visita.

—¿En serio? Eso es nuevo —Le dijo Alaska—. También estoy emocionada por estar aquí, lo estuve esperando con ansias.

—Y nosotros estamos felices de tenerte aquí —Narcissa la dejó pasar primero por una gran puerta—. Todos los amigos de Draco son bienvenidos, así que puedes venir siempre que lo desees.

El salón era una enorme sala con una hermosa chimenea de mármol trasmontada por una ventana dorada y sobre la que había un espejo con marco dorado. El suelo de la habitación estaba pulido y cubierto en parte por una alfombra; una lámpara de araña colgaba del techo. También se podían ver retratos colgados en las paredes de un color morado oscuro y varias sillas y sillones.

—Le tomaré la palabra, entonces.

Narcissa detuvo su paso para voltear y mirar a Alaska con una sonrisa, la chica no entendía que estaba sucediendo.

—Entiendo porque Draco te tiene tanto cariño, eres tal como te describió...

Antes de que la mujer pudiera seguir hablando una nueva presencia en el salón se llevó la mirada de ambas rubias. Con su inmaculado cabello peinado hacia atrás como era usual, Draco Malfoy había entrado.

—¿Madre? ¿Por qué no me avisaste que Alaska había llegado?

—Llegó hace solo unos minutos, estábamos charlando. —Le respondió su madre.

—Como sea, vamos Alaska, te mostraré mi habitación.

Draco agarró la muñeca de la chica y, dándose prisa para que su madre no los detuviera, atravesaron juntos una puerta y comenzaron a subir las grandes escaleras que llevaban a la planta superior.

—Tú madre me comentó que estabas emocionado por mi visita —Habló Alaska luego de soltarse del agarre—, y que cree que me tienes cariño.

—Olvida todo —Le dijo simplemente Draco, aunque estaba un poco molesto—. A veces mi madre no sabe lo que dice.

Alaska rió de manera burlona, sin agregar nada al respecto. Habían llegado a un largo pasillo con unas cuantas puertas, Draco se dirigió a la segunda que se encontraba en la derecha y la abrió, dejando ver su gran habitación.

Una enorme cama con acolchado verde se encontraba en el fondo de la inmensa habitación, en un rincón podía encontrar sillones aterciopelados de colores oscuros, muy parecidos a los de la sala común de Slytherin. Apegado a una de las murallas se ergía un mueble con lo que parecen valiosos objetos tales como un gran reloj con incrustaciones de esmeraldas, la varita del chico, un libro que parecía ser muy antiguo y otras figuras que no reconocía. Frente a este mueble había una gran chimenea que le daba calidez a la habitación.

Alaska no pudo evitar notar el gran parecido que tenía la habitación con la sala común de Slytherin por sus oscuros colores e iluminación tenue.

—¿Y? ¿Qué te parece la habitación? —Preguntó Draco, quién estaba bastante atento a la reacción que estaba teniendo la chica.

—Se siente agradable, como estar en la sala común —Respondió Alaska dándole una última mirada rápida a la habitación—. Me gusta. —Concluyó.

Draco sonrío con satisfacción ante la aprobación de su amiga y fue a sentarse a uno de los sillones que había en su habitación, Alaska imitó su acción.

—¿Cómo has estado? —Preguntó la rubia con interés—. ¿No es tedioso para ti no haber salido de tu casa este verano? En Hogwarts siemore nos contabas que solías viajar mucho con tu familia.

—No ha sido tan malo como creí que sería —Comenzó a decir Draco—. Mi madre ha hecho lo posible para mantenerme en movimiento, hemos ido a visitar a mi abuelo en varias ocasiones, también he ido a casa de Crabbe, Goyle y Pansy.

—Entonces te has mantenido en contacto con ellos.

—Por supuesto, ¿tú no?

—Además de ti, sólo he intercambiado cartas con Ann y Daphne.

—Tus amigas después de todo —Dijo Draco—. ¿Sabes qué Astoria, la hermana menor de Daphne, entrará este curso a Hogwarts?

—Lo mencionó un par de veces, no he tenido la oportunidad de conocerla pero sé que será agradable.

—Lo es. —Le aseguró el chico.

A la chica le hubiera gustado agregar algo más pero un fuerte estruendo interrumpió su charla y provocó que se sobresaltara, estuvo a punto de soltar un gritito.

Una criatura acababa de aparecerse en la habitación frente a ellos, tenía unos grandes ojos verdes, una larga y torcida nariz con orejas puntiagudas en forma de murciélago y vestía una funda de almohada que cubría el cuerpo. Alaska rápidamente pudo reconocerlo como un elfo doméstico, criaturas conocidas por ser devotas y leales a sus amos.

—Amo Malfoy, el baúl de su invitada ya se encuentra en la habitación de huéspedes —Anunció el elfo con una chillona voz—. ¿Necesita que Dobby haga algo más por usted?

Draco volteó hacia Alaska—. ¿Necesitas algo? ¿Tienes hambre?

—Gracias, pero estoy bien por ahora —Se negó Alaska—. ¿Por qué no mejor me llevas a mi habitación?

—Si eso quieres... —Dijo Draco levantándose—. Puedes retirarte Dobby.

Sin esperar ni un otro comentario, el elfo doméstico desaparició con ltroe estruendo, dejando a los chicos solos una vez más.

—No sabía que tenías elfos domésticos en tu casa. —Comentó la chica.

—Sólo son unos cuantos que ayudan con la comida, el aseo y esas cosas de la casa. —Dijo Draco restándole importancia.

—¿Entonces tú nunca has realizado ninguna de esas labores? Si que nuestros estilos de vida son diferentes —Comentó Alaska con sorpresa, mientras se levantaba para seguir a Draco—. En el orfanato tenemos que cumplir con una serie de tareas diarias, así es como nos enseñan disciplina y responsabilidad.

—Yo sé esas cosas y no es gracias a realizar esos trabajos, existen otras maneras de aprenderlas —Le dijo Draco—. Yo creo que los obligan a hacer esas labores para no hacerlas ellos mismos.

Alaska pensó que tal vez estaba en lo correcto. Cruzó el umbral de la habitación y siguió a Draco por el largo pasillo, hasta llegar al final de este.

Aquella habitación era mucho más simple que la del rubio, pero aun así era bastante hermosa. Las paredes eran de un gris oscuro y estaba amueblada con el mobiliario básico que necesitaba una habitación, además de la cama podían encontrar una mesita de noche, un armario y un sofá. Allí no se podía encontrar ningún objeto de valor, estaba vacía por completo si no contaban los objetos de decoración.

—Tu baúl se encuentra a un lado de la cama, puedes guardar tus cosas en el armario si lo prefieres —Dijo el chico para luego ir y abrir las puertas del gran mueble, a Draco le sorprendió ver ropa allí—. ¿Y esto de donde salió?

La puerta de la habitación se abrió y la señora Malfoy cruzó por el umbral, sosteniendo una bandeja con tazas de té caliente. Una sonrisa decoraba su rostro.

—Ya vieron el armario, pensaba decírtelo luego Alaska —Les dijo Narcissa—. Me tomé la libertad de comprarte unas cuantas prendas nuevas y de calidad, espero que sean de tu agrado.

Con las cejas alzadas la chica se acercó al armario y reviso cada una de las prendas, se trabaja de al menos una docena de delicados vestidos, blusas de seda y hermosas faldas que Alaska nunca habría imaginado tener.

—Señora Malfoy, no puedo aceptarlo, esto es demasiado.

—Es un regalo, y no puedes rechazar un regalo —Aclaró la mujer, ya había supuesto que la chica podría decirle algo similar—. Ahora bebanse el té antes de que se enfríe.

Boquiabierto, Draco observó como su madre salía de la habitación y cuando desapareció dijo:

—Creo que mi madre te quiere más que a mí.

—No digas tonterías. —Le reprochó Alaska.

—¿Viste esa sonrisa que tenía en su rostro? Nunca antes la había visto.

Alaska rodó los ojos y se acercó a la bandeja para beber una taza de té, no dijo nada al respecto pues estaba pensando en aquella sensación que había recorrido su cuerpo cuando Draco hizo aquel comentario.

Habían sido poca las veces que la rubia había interactuado con mujeres, madres para ser más específicos, no recordaba haber mantenido una larga charla con alguna ni haber tenido grandes interacciones. Pero estaba segura de que nunca había sentido aquella calida sensación que Narcissa le transmitía cada vez que estaba cerca, como si lo quisiera tanto como a una hija. Aunque aquella conclusión era absurda, la mujer acababa de conocerla, debía ser algo más.

Draco y Alaska decidieron salir al jardín luego de beber el té, era un día hermoso como para quedarse dentro durante la tarde. Se sentaron sobre una manta que cubría el césped y disfrutaron de frescas frutas mientras charlaban y una leve brisa los refrescaba.

—He estado practicando Quidditch estas últimas semanas en la colina de allá —Le estaba diciendo Draco, apuntando con su dedo una colina cercana—. Sé que soy bueno pero no quiero perder la práctica, además más pruebas para entrar al equipo son solo unos días luego del comienzo de curso.

—¿Y para qué puesto vas a probarte? - Preguntó Alaska con interés.

—Buscador, por supuesto, es el mejor puesto y el más importante.

—Y toda la presión de la victoria está en ti, debes tomartelo en serio.

—¡Lo haré! —Le prometió el chico—. Realmente me gusta el Quidditch.

—Eso espero.

—¿Y? ¿No vas a desearme suerte? 

—Dices que eres bueno, así que no lo necesitas —Le recordó Alaska—. Además no eres el único amigo que quiere ser el buscador de Slytherin, Terrence y tú estarían peleando por el puesto.

—Claro, Terrence es tu amigo, lo había olvidado —Murmuró Draco, unos segundos después levantó la mirada como si tuviera una gran idea—. Podrías ir a las pruebas, y verías lo bueno que soy.

Alaska soltó una leve sonrisa.

—Iba a ir de todas formas —Le informó—. El año anterior aprendí a jugar gracias a Cedric y Terrence y ambos me convencieron en ir, dicen que soy buena cazadora.

—No te he visto jugar pero no tengo dudas de que sea cierto, eres buena en todo lo que te propones. —Afirmó Draco sin mirarla directamente. 

—Gracias por decir eso, aunque estoy algo insegura al respecto —Alaska puso una mueca—. Escuché que pocas veces admiten a una chica en el Equipo de Slytherin.

—Es cierto, pero si eres lo suficientemente buena no creo que a Flint le importe, te aceptará.

Después de eso ninguno agrego algo mas a la conversación, siguieron disfrutando de la fruta en silencio aunque unos minutos después un hombre se hizo presente en el jardín.

—Draco, ya es hora de entrar a la casa.

Alaska se volteó para ver al hombre que había hablado. Entonces pudo observar a un hombre de buen porte y con aspecto arrogante, físicamente era casi una copia de Draco pero parecía ser estricto. No dudaba en que el señor Malfoy imponía respeto, y aquel pensamiento se confirmó aún más cuando Draco se levantó de inmediato, sin cuestionar.

—Señor Malfoy, es un gusto conocerlo —Lo saludó Alaska cuando se puso de pie—. Soy Alaska Ryddle, amiga de Draco.

—Lo sé, Draco nos ha hablado mucho de ti.

Alaska se despidió con una sonrisa y junto a Draco volvieron a entrar a la Mansión, pero aquella sonrisa desapareció enseguida al darle la espalda al hombre. A diferencia de Narcissa, Lucius le había transmitido malas vibras, como si algo no estuviera bien con él o no fuera alguien de confiar, no fue un sentimiento del que pudiera librarse fácilmente.

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