Capítulo27: Di algo

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE LA LUNA

CAPÍTULO 27: DI ALGO

Si bien Crystal estaba viva, en ningún momento se presentó en la casa de los Ainsworth o en la nuestra. La buscamos durante más de tres días a espaldas de mis padres y, casi en su mayoría, de Karlav.

Fue hasta el cuarto día cuando Iris se atrevió a ir a Anemoi para hablar con él sobre lo que ocurría en Colombres y se sorprendió al notar que, al parecer, estaba como de costumbre: sereno y con una sonrisa amable. Él no sintió que una de sus discípulas se desprendiera de su lazo porque ella se separó de su amiga, no de éste. Fue debido a ello por lo que no se esperó semejante noticia.

Según Iris, el rey le informó que seguía en el pueblo y que no se preocupara; sin embargo, recibió una severa reprimenda de su parte una vez estuvo más calmada. Ante su parecer, era imposible que una miembro del Gran Consejo cometiera semejante acto de descuido, ajeno al hecho de que Scorpius y James habían presentido que esa unión acabaría en la desdicha. Aun así, se lo tomó mejor de lo esperado y limitó todo a errores, errores que equivalían a peligro.

—Karlav dijo que, si sigue aquí, tal vez esté planeando algo —nos informó la fundadora apenas llegó.

Donovan fue un integrante activo en el equipo de búsqueda y, aun si todavía se sentía algo excluido porque no comprendía la situación, no hacía tantas preguntas, como yo.

Esa tarde, salió para comprar café.

Todos nos encontrábamos reunidos en la sala de mi casa, esperando a que Don llegara de la tienda de conveniencia con nuestros pedidos.

—Tú sabes qué está buscando —Ethan le recriminó— y no quieres decirnos, no quieres decirme.

Sin tener un lazo firme con él, su incertidumbre me ahogó por unos segundos.

No era de hablar demasiado y que lo hiciera para decir eso tuvo que ser un golpe doloroso.

—No diré nada hasta que esté segura. Necesito hallarla antes y confirmar mis sospechas... Si es que tengo tiempo —su murmuro no sirvió de mucho, pues todos la oímos—. Scorps me dijo que teníamos demasiado verde y rojo a nuestro alrededor y ustedes también sienten que les estoy ocultando cosas... Y lo hago. Quiero hablar con Crystal primero e intentar que esto se solucione.

—Tal vez es mejor así —habló Víctor, diciendo lo que estaba pasando por mi cabeza en ese momento—. Tía, sus lazos nunca fueron lo suficiente fuertes con nosotros. Es decir, claro que la queremos, la conocemos desde hace años, pero... Ya sabes... Quizá ella se sintió desplazada y ahora quiere tiempo para pensar las cosas a solas.

—Me dijo que iba a cambiar —interrumpí para que tomaran en cuenta lo que les dije desde la primera noche.

Iris tenía los ojos achicados por la falta de sueño y el llanto, mientras que el resto parecíamos osos panda por las ojeras.

—Creo que quería decirme que las cosas eran las que cambiarían junto con ella... Y, perdón que lo diga así, si cortó lazos con nosotros —eso al menos pareció alegrarlos un poco. Éramos una familia—, ya no tiene a la imagen de un líder a la cual atarse, lo cual puede provocar dos cosas: o su descendencia a ojos amarillos o su ascendencia a ojos rojos.

—Eso es imposible. Sigue unida al rey —Ryuu me recordó—. Además, ella es una vampira experimentada, como para que su rango baje.

—¿Y quién dice que sus sentimientos negativos no la han estado carcomiendo desde hace mucho tiempo y que su lazo con la tía Iris era lo único que le permitía no perderse en sus impulsos?

Los ojos de la muchacha cayeron en mí y ardieron en anaranjado, furiosa por mi posible acusación certera.

No me intimidé y le sostuve la mirada.

—Bien, bien —Víc se interpuso cuando notó la incomodidad creciente en el ambiente.

Frustrada, Iris se puso de pie y se acercó al gran ventanal que daba para un costado del territorio.

—De igual forma, existe la posibilidad de, como dice Ryuunosuke —todos notamos su frustración por haberla llamado por su nombre completo, cosa que nunca hacía—, mantener su posición con ojos anaranjados sin un clan. Los demonios pueden hacerlo, ¿por qué nosotros no?

—Puede —Aylan apoyó—; no obstante, si es así, no habría ningún cambio. ¿Para qué hacer todo esto sin ningún propósito? La tía Crystal tuvo que sentirse demasiado afligida estas fechas por todo lo que hemos tenido que explicarle a Hayden, eso pudo ser el detonante para que nos dejara —la puerta se abrió cuando Donovan entró—. No gana nada dejándonos; atacándonos, sí.

Nuestra tía no dijo nada. Sus ojos escarlatas centellaron y, pese a que mi hermano lo notó, no dijo nada. Nadie lo hizo, en realidad. A Lilium se le escapó el asunto de sus manos, dejándonos en evidencia que nosotros tampoco lo vimos venir.

Encontramos la primera y única pista de su paradero una semana después de su desaparición, justo cuando mis padres confirmaron que volverían hasta principios del siguiente mes porque aceptaron ir a un par de reuniones con unos antiguos amigos.

No fue una nota, un ticket o cualquier objeto que nos pareciera fuera de lugar en su habitación o algún sitio por el estilo, sino porque, después de una búsqueda nocturna con el espíritu protector de Ethan, el ave fénix de Iris volvió a ella con un folleto de una agencia de bienes raíces.

Mi hermano y yo no comprendimos la pista cuando ella entró eufórica a la cocina. La familia nos tuvo que contar que era la agencia con la cual consiguieron su casa y que, al parecer, fue la misma que les dio el recorrido en otras más, entre ellas una que a ella le encantó.

Víctor dijo que, cuando la tía me vio por primera vez, fue cuando exploraron ese terreno.

—No creo que sea buena idea que vayamos —admitió Ethan, una vez estuvimos todos adentro de su camioneta. Los primos se sentaron en la parte trasera, Don y yo en la central y los adultos en la delantera—. ¿Y si pasa algo?

Iris dijo que no había de qué preocuparse y que se pusiera en marcha.

Pasaban de la una de la madrugada y no había casi ningún auto. Colombres lucía como un pueblo fantasma. Eso no pareció importarle demasiado a Iris, quien apenas durmió por esas fechas.

Mi hermano y yo nos acurrucamos contra el otro, como él bien sabía recibirme y apretujarme, para descansar un poco. Su corazón latía constante y melódico cuando le pedí disculpas por no poder contarle los detalles de lo que ocurría.

—Estoy contigo, aun si no entiendo una mierda —prometió—. Si tú estás de su lado, entonces yo también lo estoy.

Sin lazos, él era un Ainsworth.

De seguro uno mejor de lo que yo era.

Casi al otro lado de la ciudad, la construcción de una enorme casa se alzaba con ímpetu desde detrás de un par de árboles. Era blanca con detalles rojo ladrillo, un enorme patio delantero y una fuente en el centro de él. Me pareció extravagante y lujosa, excelente para una mujer fina y recatada, como parecía Crystal.

Iris se bajó sola de la camioneta, ordenándonos que no la siguiéramos. Cuando se acercó a tocar el timbre y la puerta fue abierta, Ethan subió el volumen a la radio, tal y como hizo cuando los fundadores y James tuvieron su discusión aquella tarde de diciembre; por lo tanto, no vivimos en carne propia lo que la líder pasó ahí dentro.

—Tardaron más de lo que pensé —Crystal cerró la puerta detrás de ellas. Llevaba el cabello recogido en una coleta alta y un suéter negro con detalles dorados arremangado hasta los codos. Hacía un poco de calor ahí dentro por la calefacción—. Sentí el tirón de Karlav hace días, creí que me hallarías más rápido.

Su cuello estaba descubierto y dos cicatrices sobresalían por sus clavículas.

Una de conversión, otra de sumisión.

—No es un juego de escondidas, Crystal. Estaba muy preocupada —Iris confesó, inconsciente del dolor que provocó a su amiga por su sinceridad—. Te fuiste. Me dejaste. ¿Sabes lo horrible que se sintió cuando la atadura se rompió?

No dijo en voz alta que aún le dolía. Más allá de una simple unión de razas, era la sensación de traición en su pecho lo que le amargaba la boca.

—Sabías que lo haría en algún momento. Tarde o temprano me iba a cansar de esto, de sobrar —respondió.

Otras tres respiraciones estaban en la casa, una más conocida que las otras. La Ainsworth lo notó y, sin darse cuenta, escaneó aquel hogar. Estaba un poco vacío y le faltaba el toque chic de su "cómplice".

—Sé que me lo dijiste muchas veces, lo hablamos demasiado... Y creí que podría soportarlo por los muchachos, en especial por ti...

—Nunca aceptaste a Ethan —interrumpió.

Era su esposo y su clan, o su mejor amiga.

Jamás pudo unirlos lo suficiente para que no sucediera nada de eso.

—Siempre has actuado pensando en qué es lo correcto para los demás, no para ti —el taconeó de sus zapatos resonó con eco hasta que se acercó a la mujer y tomó su rostro entre sus manos—. Si no eras feliz, ¿por qué nunca me lo dijiste? Pudimos hallar una manera, tú y yo.

—Porque eso no te haría feliz.

Crystal ni siquiera podía controlar los latidos de su lento, y casi muerto, corazón cuando estaban juntas. Más que amarla, la necesitaba.

La amaba tan mal que dolía.

El dolor de un amor no correspondido.

—Dijiste que no te casarías, que lo nuestro no requería a alguien más porque era más fuerte...

—No lo era y lo sabes, Crystal —las palabras ardieron.

Incluso los Ainsworth las sintieron y, tal y como las veces anteriores, se incineraron con ellas. El viento se llevó el humo y quedaron perdidos y mareados, débiles y agotados, con la vista fija en el cielo estrellado.

—Te ofrecí mantener el puesto de mano derecha, aún con Ethan presente.

—Lo rechacé.

—Sí. Eso hiciste.

—Era lo correcto. Ustedes son perfectos juntos.

La contraria mordió su labio inferior al sentirse un poco culpable; más bien, era culpa del destino.

Asintió.

—No lo odio.

—Por supuesto que no —rio con suavidad y acarició sus mofletes pecosos. Quiso decirle tantas cosas, como que lucía pequeña y frágil—. Es tu amigo.

—Pero quisiera ser él.

Cuando sus manos se alzaron hasta las de Iris, su sonrisa desapareció y algo en su interior se rompió junto al del resto de la familia. Las apartó con cuidado y dio un paso hacia atrás, deshaciendo por primera vez la pequeña distancia que las separaba siempre y haciendo una mucho mayor.

—O, por lo menos —prosiguió—, no haber cometido el estúpido error de someterme a ti. ¡Quiero mis ojos, Iris! Quiero a mi clan.

—¡Lo tienes! —Exclamó con voz temblorosa—. Nosotros...

Intentó acercarse una vez más.

Crystal volvió a retroceder.

—Mentiste por mí —interrumpió y comenzó a caminar.

El ambiente comenzó a tensarse.

Todo Abaddón siempre pensó que, en realidad, quien llevó los pantalones en esa relación era Lilium por el simple hecho de ser más demostrativa y afectuosa en cualquier lugar; en cambio, quien lo hizo, fue Crystal, por lo menos hasta cierto punto.

Siempre tuvo un carácter fuerte y su poder de fuego se complementaba a la perfección cuando era una candidata a fundadora, incluso entonces intimidaba a los hombres más fuertes.

Recorrió el recibidor y la sala con las manos a sus espaldas, manifestando sus nulas intenciones de hacer algo en contra de su gran amor y amiga. Caminaba como una pequeña bestia enjaulada, encargándose de hacer retumbar sus adentros con cada pisada.

—Intentaste ocultárselo a tu primo, a James y a Karlav —señaló, acusándola, como si hubiera hecho el peor error de su vida. Quizá, pudo haberlo sido—. Sabías que, cuando me cansara, tú y yo acabaríamos muy mal. Ya no podemos seguir viviendo así, por más que lo hallamos intentado las dos con todas nuestras fuerzas.

—¿Qué es lo que quieres, entonces?

—Ya te lo he dicho —rio. Quemó como ácido—, mis ojos. Quiero liderar a mi clan como es merecido... Oh, porque lo sabes también, ¿no? Lo supiste todo este tiempo, aunque yo tampoco me esforcé en ocultarlo demasiado. ¿Cómo hacerlo, si comparaban a mis muchachos con criaturas de cuarta, como las quimeras?

Crystal la obligó a verla a los ojos al sujetarla del mentón con un leve apretón.

—Has cometido muchas faltas para ser alguien del Gran Consejo, ¿no? Eso ya lo sabes, de cualquier forma. Karlav lo sabe, solo que eres de sus favoritas y no te hará nada.

—No soy una de sus favoritas —replicó, molesta—. En cualquier caso, serías tú. Te dejó hacer lo que quisieras todo este tiempo sabiendo que en cualquier momento te rebelarías contra mí.

El rey tiró del lazo desde Anemoi, frustrado cuando se percató. Él no tenía favoritos. Los dejaba cometer los errores que fuesen necesarios para que aprendieran porque "hasta los mejores gobernantes fallaban una vez en sus vidas".

—¡Que me regrese mis ojos, en ese caso! ¡Estoy cansada de estar incompleta!

—¡Bien sabes que eso no es algo fácil de lograr!

Ambas alzaron la voz.

Ethan tuvo que subirle más a la música de la radio.

—No, por supuesto que no, ¡nada lo es en este maldito mundo! Ni aquí, ni en Abaddón; sin embargo, siempre hay una alternativa y ¡tú! Eres la mía.

Cuando la otra mujer estuvo a punto de responder, las personas que estaban en la planta superior hicieron acto de presencia. Bajaron con la mirada fija en sus pies, alterados por el débil lazo que los sujetaba a Crystal.

Iris tuvo que apartar la vista, molesta y con un chasquido de su lengua, cuando notó los ojos del trío brillando en amarillo.

Eran dos muchachas y un varón.

—¿Por qué está ella aquí? —Preguntó.

La jovencita de cabello rizado y oscuro se apegó a su líder para ocultarse, avergonzada

—¿Lo sabe Ryuu? ¿Pensaste en ella siquiera? Por eso no te habías estado presentando en el trabajo, ¿no es así, Dania?

—¿Y quién piensa en mí? —Apuñaló, taladrando en su corazón cuando estiró un brazo para proteger a su integrante al notar las intenciones de su amiga—. Ella es mi destinada.

Silencio.

La transmisión de música se detuvo, el aire dejó de correr y los pocos animales nocturnos se callaron. La mayor de la familia se sintió tan confundida y alterada que tuvo que sujetarse a una vieja mesa de madera.

¿Por qué encontró a su alma gemela, si no había forma de hallarla en su posición dentro de su clan? Si la tenía, ¿por qué no le dijo para que festejara a su lado? ¿Cuándo y cómo sucedió? ¿Por qué insistía en estar enamorada de ella, si el regalo más hermoso que las estrellas pudieron darle estaba justo frente a sus ojos?

A pesar de querer preguntar mucho, no lo hizo.

—Ya la conoces. Es Dania Montoya —presentó a su primer miembro.

Dudosa, la segunda dio un paso, se aproximó a su líder y entrelazó su mano a la de Dania. Era pálida y con el cabello tan negro como la noche.

—Ella es Aira Maine. Ya has tenido que haber oído de ella por el mundo del patinaje artístico y la noticia que leíste hace tiempo, ¿no? Oh... Y él es Gerardo del León, mi último integrante.

El último era un hombre un poco más bajito y regordete con tez morena. Su mirada habría sido amable si no fuera porque parecía estarla amenazando con el reflejo amarillo de sus irises.

—Son recientes, por eso tienen hambre de sangre —explicó—. Ya se controlan mejor, en cualquier caso.

—Y no pueden evolucionar con normalidad por tu falta de liderazgo —susurró al comprender.

La Lawson asintió y les dijo a los chicos que todo estaba bien, que podían subir a dormir otra vez y que se disculpaba por haberlos despertado.

—Me traicionaste para lograr todo esto...

Hasta cierto punto, se sintió orgullosa de lo que consiguió su mejor amiga.

—No lo veo como una traición, si tú estabas al tanto.

—No de Dania. Eso es...

Alzó la mano, interrumpiéndola.

Para Crystal tampoco pareció una noticia del todo agradable y, muy en su interior, en un lazo casi apagado y extinto, Iris sintió el dolor y alivio de la mujer frente a ella.

—Esto necesita cambiar, yo lo necesito —algo se desboronó con esas palabras—. Tu clan crece y crece ¡y yo sigo siendo una arrimada!

Iris dio un par de pasos e intentó acercarse otra vez, hasta llegar frente a ella y rodearla en un cálido abrazo.

Nunca importaron todas las veces en las que le dijo que era mucho más que una "arrimada", que se trataba de su mejor amiga y de la tía de sus miembros, la perspectiva que tenía de sí misma nunca cambió.

—Quizá, si me dices algo, cambie de opinión.

Lo comprendió al mirarla con pena y le acunó el rostro entre sus manos.

Crystal estaba aterrada de lo que significaba seguir adelante con su plan, asqueada de lo que vendría después y deprimida por no poder ofrecerle más a su gente; no obstante, interrumpir sus intenciones no iba a cambiar nada.

Le pedía una atadura temporal, de nuevo, hasta que se volviera a quebrar y huyera. Quería depender de ella, juntarse y hacer lo que le hubiera gustado en la unión Ainsworth Lawson, cosa imposible al no quererse a sí misma y desear apegarse a lo que Iris fue para ella en su pasado.

Era lo que conocía.

—Di algo —rogó cuando un malestar se presentó en su garganta y el escozor de sus ojos avecinó una avalancha de lágrimas—. Di algo porque estoy renunciando a ti y tengo miedo. No quiero hacerlo, Iris. No quiero perderte —murmuró con voz temblorosa.

Era la única manera en la que existía una mínima posibilidad de obtener lo que perdió.

—Te seguiré a donde sea, de nuevo, solo necesito que me lo digas.

La abrazó con fuerza, dejándose caer al suelo con ella. Las amortiguó la alfombra que se volvió su colchón al echarse sobre ella, acostándose y disfrutando del último abrazo.

Si Crystal quería un cambio, Iris se lo daría.

Si eso significaba que diera un paso más en su vida y se apreciara, como era debido, entonces lo haría.

—Te amo —aseguró—. Ahora tienes a gente que depende de ti, con o sin tus ojos... Te necesitan a ti y necesitan de ellos para madurar.

Crystal sollozó en su pecho y le apretó el abrigo, ahogándose en su aroma y con la necesidad de decirle que ella la amaba más, que siempre lo hizo y siempre lo haría.

—Son muy lindos —murmuró porque, por última vez, necesitaba de su amiga—. Todos... Aira habla muy poco español y debo hacerlo en inglés.

—¿Quieres hablar de Dania?

—¿Tú quieres o estás celosa? —Iris rio tan bajito como un ratón—. Lo supe apenas la conocí. No veo los lazos, los siento... No he querido que esto crezca.

—"¿Esto?"

—Ella y yo, quiero decir... Es más fácil seguir queriéndote a ti, no estoy lista para hacerlo con alguien más. No la quiero.

—Comenzaste un libro sin terminar el anterior, ¿eh? Eso no es muy lindo de tu parte —fue el turno de Crystal para reír, gangosa y con un suspiro—. También tengo miedo de cerrar nuestro libro. Tengo a Ethan, a los muchachos, incluso a Hayden y a Donovan... Pero aún te quiero a ti conmigo. Eres mi amiga.

—Soy más que tu mejor amiga —corrigió y se apartó lo suficiente para verla a los ojos—. Soy tu compañera de vida, quieras o no. Pase lo que pase, abramos o cerremos los libros que sean necesarios, nos encontraremos.

Iris no respondió, mirando las cicatrices del pasado relucir en la piel pecosa de la contraria. Su ropa estorbaba más que la última vez y dolería al doble

—Si Ethan te encontrara viéndome así acabaría muy celoso.

—Por Orión. No te estoy mirando de una forma obscena —reprochó—. Qué pervertida eres... Y chantajista. Rompiste el lazo para que viniera, ¿no es verdad? —La sonrisita de la más baja fue la única respuesta—. Típico de escorpio.

Así, al ahogar una risa, Crystal recibió por segunda ocasión la mordida de Iris.

La oímos gritar en medio del proceso.

El resto de los Ainsworth fueron capaces de sentirla, más débil y lejana que la última vez.

Iris salió con el abrigo manchado de sangre y una sonrisa que se desvaneció apenas cerró la puerta. Se apuró a llegar al vehículo donde Donovan, Víctor y Ryuu acabaron durmiéndose por el agotamiento y la aflicción; Aylan se había pasado a mi asiento para sentarse sobre mis piernas y esconderse en mi cuello, cansado de sentir cómo su tía se quebraba más y más.

Ethan la recibió con un beso.

—Está con nosotros de nuevo —dijo.

—No —negó ella, abrochándose el cinturón y girándose a él—. Está más que en contra nuestra ahora —sonrió por la confusión de su esposo.

Fue una mueca torcida, triste y llena de suplicio que pronto se curveó junto a sus ojos al romper en llanto por quién sabe cuál ocasión en esa semana.

Nos contó de su clan, de Dania y que, a partir de ese momento, un enfrentamiento surgiría en cualquier instante con el propósito de que una muriera.

Sin estar confirmado del todo, existía la posibilidad para Crystal de recuperar sus ojos rojos si Iris moría y, si era al revés, ella tendría que hacerse cargo de los Lawson hasta que el alma de su líder reencarnara y estuviera lista de tomar el mando de nuevo.

—Es el final del libro de nuestra amistad en esta vida —apoyó la cabeza en la ventanilla y la empañó con su respiración para ocultar que seguía llorando—. Si bien me siento insatisfecha con este final, como si después de leer algo durante tanto tiempo me quedara un vacío en el pecho —la comprendí mejor que nadie—, es lo que necesita para intentar cambiar.

—No es su fin —Ethan dijo y acercó una mano a la pierna de su pareja con los dedos extendidos hacia arriba para que la entrelazara con una suya. Iris lo hizo—. Su amistad es mucho más fuerte que esto. Lo que pasa es que han decidido doblar la página y continuar con el siguiente, esperando el momento adecuado para abrir y continuar el anterior. 

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