Epílogo

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE LA LUNA

EPÍLOGO

La leucemia volvió a entrar en nuestras vidas sin permiso y rompió a su paso las puertas de nuestras almas al anunciar su llegada. Atacó más fuerte y silenciosa que la primera vez, ajena a nuestras esperanzas. Arrasó y se llevó con ella gran parte de nuestra felicidad, dejando un auge de impotencia y coraje en nuestros corazones. Era una furia cegadora que me provocó un horrible dolor en el pecho y que el calor se extendiera a todas las extremidades del cuerpo.

A comienzos de abril se me detectó que me encontraba en una fase más adelantada de lo esperada, por lo que tuvimos que regresar a Montemayor para ser tratado con urgencia bajo el cuidado del doctor Perfecto. En esa ocasión, los Ainsworth fueron con nosotros bajo la excusa de estar con Aylan y para apoyarnos a los dos.

Fueron largos periodos de quimioterapia, incluso más extensos que los anteriores. El sabor asqueroso a metal que me dejaba el tratamiento eran de las pocas cosas que seguí sintiendo después de una pérdida considerada del gusto. Para mi fortuna, los besos de Aylan me sabían a lo mismo de siempre y eso me tranquilizaba.

Era mi nuevo hogar, mi punto seguro.

El hospital me pareció tan enorme como la última vez que estuve ahí, pero no tan vacío; en ese momento, fui más consciente de quiénes estaban a mi lado para apoyarme.

Mi nueva habitación era tan aburrida como la anterior, al igual que los colores me seguían pareciendo los más desalentadores que pudieron haber tenido en un hospital. La televisión no tenía nada bueno, releí libros y compré nuevos, hablaba por horas con mis familiares y, cuando no caía dormido por el agotamiento tras la quimioterapia y me esforzaba en continuar con el dibujo y la pintura, como Donovan intentó alentarme las primeras veces.

Los Sallow me visitaron en repetidas ocasiones, en especial Scorpius en compañía de Hikaru para intentar hacer algo. El líder era sereno y gentil al tacto, como un padre cuidando a un niño pequeño con fiebre y dolores musculares... Bueno, hasta cierto punto, yo lo era.

—Un aura negra significa enfermedad, falta de energía... Y muerte —me explicó.

No supe si usó sus poderes en mí para que no entrara en pánico porque me perdí en sus lindos ojos mientras me acariciaba el dorso de la mano con sus pequeños y suaves dedos.

—Pensé que era la segunda. A veces, los colores son demasiado confusos... Creí que esa falta era reflejo de desaliento emocional, no de esta magnitud... Lo siento —usó un tono sincero y lastimero.

Negué en silencio cuando vi sus ojos cristalizarse, pues no quería que alguien más llorara. Había sido suficiente cuando supe que los demás lo hicieron.

—Incluso si lo hubiera sabido, el negro es la última fase. Es difícil hallar un punto de retorno...

—Scorps, no llores —el apodo salió de mis labios muy fácil—. No sé qué hacer con la gente que llora —mi risa salió algo desanimada y agotada. No permitía que me vieran después de una sesión, a menos que fuese Aylan, Alex o Donovan—. No te culpes. El cáncer es una enfermedad muy traicionera, créeme que lo sé.

—Acepta la mordida de Iris —rogó en ese momento, sorprendiéndome. Se debía de sentir muy culpable para pedirme algo así—. Si no, Aylan aceptará renunciar a la larga vida... Si algo te pasa...

—Nuestra decisión ha sido tomada —le recordé.

Pasase lo que pasase, en el momento en que yo me sintiera mejor, él renunciaría a ser vampiro y me acompañaría en una vida humana hasta que nuestras almas emprendieran un nuevo viaje.

—Ustedes no son del todo inmortales ni puros, fueron humanos. ¿Y si mi cáncer le hace daño a Iris y, con eso, al resto del clan? No creo que quieras que alguien más de tu familia muera.

Mordió su labio inferior al grado de dejar una pequeña marca rojiza en él. Pensé que se creyó un ser egoísta por darme la razón por cómo pareció debatirse.

Yo no le vi nada de malo.

—Hikaru tampoco puede ayudarte —susurró tras unos segundos de silencio.

Eso sí generó cierto remordimiento en mí y me hizo tener dificultad al tragar saliva.

—Estás demasiado adelantado y este tipo de enfermedades pueden ser riesgosas para alguien con su poder porque puede resultar contraproducente y afectarle. Es mucho más fácil curar heridas, como las que tuvo tu hermano, por más mortales que parezcan... La leucemia va más allá. El cáncer, en general.

—No pongas en riesgo a un miembro tuyo, en ese caso...

—Eres parte de la familia de Iris, entonces eres de la mía también —me interrumpió con el ceño fruncido.

Dejó de llorar.

Su nariz estaba roja y sus labios húmedos por intentar contener algunos sollozos y quejidos.

—A pesar de eso, no estoy obligando a ningún integrante a siquiera venir. Ellos lo hacen porque quieren. Las comunidades en los clanes son pequeñas y sabemos lo difícil que fue para mi prima hallarte...

—No quiero que nadie salga lastimado por mi culpa.

—Hikaru hará lo que esté entre sus manos para ayudarte. Tal vez no pueda desaparecer el cáncer; sin embargo, puede darte tiempo de mejorar —continuó sin escucharme, por lo que decidí que ya no intentaría hablar del tema. Estaba muy cansado como para discutir—. Incluso Chase se ofreció en venir de visita para conocerte. El asunto fue que tenía trabajo y no pudo.

—¿Qué es lo que hace? ¿Cómo es él? —Decidí mover un poco la conversación—. Nunca he visto fotos suyas.

—Es el hijo mayor del virrey de Septentrión —su clan tenía más gente de la nobleza—. Tiene una banda en Abaddón llamada Midnight Pleasure con su hermano menor llamado Matthew y Demian, otro demonio.

No pude siquiera imaginarme lo que me dijo, por lo que me limité a asentir y me acomodé para dormir un poco.

Él acarició mi cabello hasta que mi hermano llegó.

Para el mes de junio, los vampiros y yo notamos que las mejoras duraban unos cuantos días gracias a la ayuda especial de Hikaru, mas no por los cuidados hospitalarios; los mismos doctores veían que era un proceso irregular y que no había mucho que hacer. Fue debido a eso por lo que decidí hablar con todos, primero con mi familia biológica y luego con los Ainsworth y Sallow.

Elegí dejar el tratamiento.

Mamá y papá no reaccionaron bien.

Me dijeron que era un irresponsable y que necesitaba que tuviéramos más esperanza que la última vez; no obstante, notaron la seriedad con la que traté el tema, así que tuvieron que sentarse a procesar mi elección.

Las quimioterapias me dejaban sin fuerza, no me gustaba estar en el hospital, estábamos perdiendo mucho dinero y era un martirio pensar en los trabajos que dejamos a medio acabar en Colombres.

Si ni siquiera los doctores me veían un futuro, ¿por qué seguir endeudando nuestras almas?

—Morirás —Donovan habló. Tenía los hombros y la mandíbula tensos, sus ojos centellaban miedo y enojo, y sus manos temblaban—. Te estás dando por vencido. No lo hiciste la primera vez, ¿por qué ahora?

—Porque, si es ahora, yo estoy bien con eso —respondí con honestidad.

¿Cómo podía quejarme si en el último año viví cosas tan maravillosas?

Es decir, ver vampiros y demonios en primera persona no es algo que todos pudieran hacer; me enamoré de un muchacho de ensueño y conocí a gente extraordinaria que me hizo disfrutar más de la vida.

—Estoy tranquilo.

Don pareció entenderme (o querer darme el capricho).

Se recostó a mi lado apenas se quitó los zapatos y me rodeó con sus brazos, tal y como me gustaba, para transmitirme el cariño y la fuerza que tenía por mí.

Nuestros padres salieron de la habitación para hablar, o llorar, sin estar frente a nosotros.

Eso estuvo bien porque sentí a mi hermano sollozar y temblar sobre mí, lo cual me robó el aliento y me dejó con un pequeño hueco en mi corazón por renunciar al mejor amigo que pude tener durante esos años y a mi hermano.

No lloré porque sería ilógico, según yo, aunque fue algo difícil al sentir cómo se deshacía junto a mí.

—Los Ainsworth nos ayudarán para reencontrarnos —le dije, acariciando su cabello—. Debes de confiar en ellos. Son buenos, lo sabes muy bien.

—Yo no soy uno del clan, soy tu hermano y amigo suyo.

—Eso es más de lo que se puede esperar —me apresuré a decirle.

Para alguien desconocido, tuvo que haber sido chistoso ver a alguien como yo arrullando a un hombre tan alto y musculoso. Era tan fuerte como un roble, sin duda alguna.

—Las estrellas harán que nos volvamos a encontrar... Joder, ¿qué mierda romántica es esa? —Yo mismo me interrumpí, un poco asqueado—. En fin, tú eres más, Don. No necesitas un lazo para ser parte de nuestro clan u algún otro, así como yo no necesité una mordida.

—Alex estará muy triste con la noticia... —Su susurro me hizo reír.

Al menos algo bueno era que, si mi presentimiento no fallaba, al fin podría desprenderse de mí para entregar su corazón a alguien más que lo supiera valorar tanto como él al ajeno. Eran unos tontos por no darse cuenta.

Incluso en mi casi lecho de muerte pensé en esos dos.

Qué buen hermano.

—Ojalá que, cuando nos hallemos, ustedes ya estén juntos. Ya estoy cansado de tener que andar mandando indirectas entre ambos. Parece que no agarran señal —protesté.

Sin saber a lo que me refería, él me miró con extrañeza y me hizo suspirar.

Las otras dos familias lo tomaron mucho mejor y, de hecho, no tuve que dar explicaciones ni verlos entristecer sus caras. Al parecer, todos habían contemplado ese hecho mucho más de lo que mis padres lo hicieron, por lo que se mentalizaron con anticipación para no dejarme un mal sabor de boca.

Lo agradecí en mi interior.

Aylan no me soltó desde que hice la noticia oficial. Dormía conmigo y se escabullía en los horarios que no eran de visitas para llegar a mí, me abrazaba y me besaba cada que me veía de humor, hablábamos de todo y de nada para que me concentrara en otra cosa, veíamos películas y oíamos canciones de nuestros grupos favoritos para crear la banda sonora que nos acompañaría en nuestra siguiente vida.

—No sé cuánto tardaremos en hallarnos durante nuestra siguiente vida... O si será en esa —confesó él durante mi última noche en el hospital. Tenía una de mis grandes camisetas y una mascarilla de cerezas cubriéndole su bonito rostro—, pero eres mi universo y te buscaré hasta por debajo de las piedras, si es necesario.

—Hay muchas piedras, Aylan —bromeé.

Yo usaba una mascarilla de uvas.

—Y yo buscaré debajo de cada una para encontrarte —recalcó y entrelazó nuestras manos sobre la sábana— y poder estar juntos con los demás, incluso con Donovan.

Justo en el interior de su muñeca yacía tatuado el dibujo que hice semanas atrás del rostro de un lince. Lo acaricié con cuidado porque era especial.

No era una mordida. Era mi interpretación de marca, así como yo tenía la suya al usar el anillo de los Ainsworth

—Debemos de quitarle el puesto de líder a Víctor. Temo por la descendencia del clan teniéndolo a él en ese cargo, si algo les pasa a Iris e Ethan...

Una carcajada burbujeante emergió de su garganta y pareció pensar con malicia unos segundos, hasta que sintió un tirón de su lazo dorado por parte de su primo. Se quejó, como si pudiera oírlo

—¿Nos oyó tentar en su contra?

—Karlav e Iris tendrán que buscarnos para retomar nuestros puestos —cambió de tema. No pregunté la razón por la cual mencionó al rey, pues comprendí muy bien que se refirió al alma de Crystal—. Estos meses han sido muy difíciles para la comunidad vampírica.

Junté los costados de nuestras cabezas, cerré los ojos y me puse a pensar en la tristeza que debía de estar ocultando nuestro clan. Perdieron a una amiga cercana, pudieron morir en el enfrentamiento, yo renuncié a los tratamientos, les arrebataría la vida de un miembro más y Donovan aún no tenía un lazo.

Tener vidas tan largas no era tan bonito.

—Verás que las estrellas tienen misericordia con nosotros.

Se rio ante mi comentario y me besó aún con nuestras mascarillas. Su dulce sabor seguía ahí.

Regresar a Colombres, lejos del ruido y la contaminación, fue un respiro de aire fresco. Aún me sentía como si me hubiera arrollado un camión, de manera física y mental, con la diferencia de encontrarme en casa y poder aprovechar mis pocas fuerzas para hacer algo que me gustara.

Pasé julio y agosto ahí. Fueron buenos meses porque pude acompañar en su cumpleaños a Aylan, pese a verme casi tan pálido como Scorpius por lo débil que estaba. Le regalé el último álbum que su grupo favorito sacó junto con una pequeña pintura de nosotros dos, obsequios que Iris prometió guardar muy bien hasta que nos volviéramos a encontrar.

Esa noche lo festejamos en "Los Encinos" y los niños de su taller le prepararon una coreografía como regalo por parte de mamá y ellos. Se veía como la lujuria en persona al lucir un atuendo negro y una chaqueta de cuero, la cual usó apenas unos minutos por el calor, para vestir a juego conmigo y podernos sacar un par de fotografías como recuerdo.

Scorpius había dicho que con cada día mi aura se oscurecía más, el poder de Hikaru ya no podía darme más que un par de horas de fuerza y James notificó que, en efecto, existía el riesgo de daños si mi líder me mordía.

La muerte estaba a la vuelta de la esquina y no estaba asustado, no cuando tenía a un ángel que me acompañaba en todo momento.

—Mentiremos a tus padres —Aylan dijo después de la cena, cuando todos nos reunimos en la casa de su familia y nosotros nos escabullimos hasta el patio trasero—. Les dirás que quieres que te cremen, lo más seguro es que accederán porque eres tú quien lo pide, y, cuando llegue el momento, Iris usará sus poderes para infiltrarse y hacer que huyas a tiempo.

Yo escuché y sentí el viento caliente chocar con mis brazos y sacudir las mangas de mi camiseta. Incluso al hablar de algo tan turbio, se me hizo el hombre más hermoso que pude imaginar.

—Les daremos tierra de casa a cambio —prosiguió—. Tú irás con nosotros a Abaddón y moriremos juntos para que nuestras almas encuentren el camino de regreso más rápido.

—Se oye más complicado de lo que haces parecer.

Se giró, me permitió ver más que un costado de su rostro y noté el miedo que lo invadía. Sus ojos no brillaban con la misma fuerza de siempre.

Lo rodeé con mis brazos y besé su frente.

—Estaremos bien —prometí—. Tú, yo. Todos.

No pude ni pensar en lo difícil que tuvo que ser para él el hablar de muerte durante su cumpleaños, un día que debería de haber sido feliz y lleno de gozo; así que me prometí a mí mismo que lo haría feliz apenas lo encontrara para salvarlo de cualquier rastro de azul y gris que lo rodeara porque se merecía todo el cielo y las estrellas.

Fingir no fue difícil porque realmente me comencé a sentir muy mal a comienzos de agosto; aun así, no me dejé vencer tan fácil. Todos los días fueron una lucha conmigo mismo, ¡a veces ni siquiera me creía capaz de participar en el plan de los Ainsworth de lo pésimo que me sentía!

Mis padres no objetaron contra la idea de cremar mi cuerpo cuando llegara la hora.

Donovan pasó gran parte de esos días junto a mí y escapaba a los brazos de Ryuu o Víctor para llorar; mamá y papá me atendían como si fuera el ser más delicado que hubieran visto, como un cervatillo que apenas daba sus primeros pasos o algo así; Iris e Ethan acudían cada mañana para acompañarme, mientras mis padres dormían o hacían alguna tarea para distraerse; mis tíos rezaban por mí.

Inclusive los muchachos del taller me visitaron y llevaron mochis como recuerdo a los que les hicimos Aylan y yo meses atrás.

—No se siente igual, aún si todavía estás aquí —mi hermano dijo en mi último día. Él era el único al tanto del plan que hizo la familia de vampiros—. Aún no te vas y ya te extraño. ¿Qué haré sin tu cabeza de durazno? ¿Y sin tus regaños por no escucharte en temas del amor?

Acaricié su cabello cuando recostó la cabeza en mi estómago y tomé un poco de aire. No creí que su despedida me dolería más que la de mis padres.

—Siempre podrás hallarme en nuestras canciones favoritas, en los libros que leímos juntos y en mis series preferidas —le recordé. Nunca imaginé que hasta respirar doliera—. Estaré en todas partes, Don. A pesar de no saber cuánto tiempo me tardaré en renacer, mi esencia nunca te dejará.

—Eres el hermano mayor. ¿Por qué te tengo que cuidar yo hasta en el momento de tu supuesta muerte? No tengo estómago para esto.

Lloró y rio a la vez, lo cual me llevó a reaccionar de la misma manera.

Se veía tan perdido, como un niño pequeño extraviado en el centro comercial, con miedo y desesperación en sus ojos oscuros.

—Más te vale renacer en un millonario.

Después de una última risa, la actuación comenzó, solo que no creí que fuese del todo mentira.

Lo escuché berrear y llamar a mamá y a papá mediante gritos y mis pocas fuerzas huyeron con sus almas destrozadas. Sentí sus manos sudar sobre las mías, sus lágrimas derramarse sobre ellas y su respiración irregular chocar con el colchón.

Le quise decir que se detuviera porque me dolía saber que estaba así.

No pude.

—Nos encontraremos —le oí murmurar.

No supe mucho de lo que pasó durante las siguientes horas.

Iris rompió un par de reglas cuando usó su poder de cambiarrostros para infiltrarse al crematorio y sacarme de ahí con ayuda de Víctor, quien la esperaba en la parte trasera del establecimiento para llevarme al lago, donde el resto de los Ainsworth nos esperaban. También fue ella quien dio las supuestas cenizas en una bonita cajita cuando fue la hora, haciéndose pasar por una tal Isis Gómez.

Me recostaron en el césped en lo que la tía llegaba y Hikaru se hizo cargo de eliminar cualquier rastro de muerte que tenía mi sistema para que pudiera soportar las siguientes horas de pie y fuera más fácil llegar a Abaddón. Aylan me abrazó contra su pecho y me permitió oír su débil latido contra mi oreja para relajarme lo suficiente y hacerme sonreír.

Apenas llegó Iris, abrió el portal tras murmurar unas palabras que no pude descifrar y crucé aún en brazos de Víctor para ahorrar tiempo.

Era una lástima que me quedara dormido porque no pude ver el precioso bosque cristalino en el que aparecimos. No era un lugar ordinario. A excepción del suelo, todo era hecho de agua, incluso los grandes árboles. Las siluetas de quienes caminaban por los senderos se reflejaban del lado contrario de las plantas y los animales corrían como espíritus libres.

El canto del fénix fue lo que me despertó, justo cuando Ryuu terminó de ayudarnos a transportarnos a la capital. Víctor me puso en el suelo y yo froté mis ojos.

Me dieron ganas de vomitar.

—Pesas —dijo, tratando de alivianar el ambiente.

Anemoi era tan hermoso como Amadahy, por lo menos a esas horas. Las construcciones y las calles eran hechas de piedra, tenían árboles por doquier y grupos de personas andando de un lado para otro; escuché música viniendo de un negocio, percibí el aroma de pan recién horneado y una fresca brisca chocó con mi rostro, nada comparada a la veraniega de Colombres.

Aylan me tomó de la mano y me sonrió, tan bonito como siempre. Era una lástima que no tuviera las fuerzas de ver todo Abaddón, pues la curiosidad me invadió. En mi otra vida lo haría con calma.

—Karlav nos espera en el castillo y tendré que separarme de ti un rato —besó mis labios y apoyó la frente en mi pecho para comprobar mi bienestar de una manera tan poco sutil que me hizo reír un poco—. Haremos dos ceremonias en una, debido a lo mal que te encuentras. El unirse a alguien frente al rey y al Gran Consejo es como un matrimonio y es el primer acto que nos ayudará para reencontrarnos más fácil en el futuro.

Oh.

Me iba a casar y ni siquiera yo lo sabía.

Parecía un sueño hecho por Ethan.

—La segunda parte es la mía, donde renunciaré a la larga vida frente a Karlav y moriré gracias a Iris.

—¿Hay Superluna esta noche...?

—Aquí sí.

Su sonrisa me hizo temblar por lo guapo que se vio. Casi al instante me lamenté porque no pude disfrutar más de un año con él.

—Me iré a preparar con los tíos Scorpius y James; tú, con YoungSoo y Hikaru —explicó—. Los demás también estarán ocupados arreglándose, así que no nos acompañarán por ahora.

Como si hubieran esperado a unos metros de nosotros, los mencionados aparecieron de entre la muchedumbre y lucieron trajes muy elegantes. Oí a Hikaru suspirar por su esposo y me tomó del brazo para llevarme con él apenas mi novio me dejó un besito en la mejilla.

Hice prometer a mi hermano que no hicieran una misa en mi honor, pues habría sido hipócrita; en cambio, Aylan y yo tuvimos una bella ceremonia en Anemoi. Fue en los jardines del palacio, al cual no pude explorar tanto como me hubiera gustado.

Cuando la noche llegó, fui el primer novio en llegar al pequeño altar improvisado. Hikaru, por si acaso, me quitó un poco más de los malestares que tenía; YoungSoo fue quien me vistió con un traje negro que se ceñía a mi cuerpo y cubría por completo mis tatuajes, como era de esperarse.

Todo estaba cubierto con adornos beige, lazos lilas, gardenias y algunos pétalos de vainilla que yacían regados en el caminito que tendría que recorrer para llegar al frente. Los Sallow y los Ainsworth iban tan guapos como de costumbre; sin embargo, no hallé ni un rastro de Aylan, ni de Karlav.

—¿Necesitas una menta? —Oí a Víctor llamarme desde su silla cuando comencé a recorrer el sendero con los nervios a flor de piel y el corazón queriéndose salírseme por la boca. Me hubiera gustado no sudar en esos momentos—. ¿Un cigarrillo...? Ah, no. Eso te haría mal... Y ni siquiera tengo uno. Olvida eso.

No lo escuché.

Me fijé en todo lo que pude para obligar a mi alma que recordara lo que pudiera de esa noche, mi última noche.

El Gran Consejo yacía sentado en una mesa especial junto a la gran y elegante silla que acabó frente a mí una vez me detuve en el lugar esperado. Iris me sonrió con ternura y me lanzó un beso con sus labios carmín y su mano enguantada.

También había un hombre acompañando a Ethan en un pequeño escenario, uno encargado del violín y el otro del piano. Me daba la espalda, por lo que no pude ver más allá de su cabello oscuro como la noche y hombros delgados. Supuse que era el tan mencionado Chase Sallow.

Cuando fui capaz de respirar con tranquilidad y el sudor se detuvo, la entrada de Aylan se anunció con la música que comenzó a sonar, suave y melodiosa. Iba del brazo de un hombre alto con el cabello demasiado largo y blanco, ojos violetas y una pequeña sonrisa hacia mi persona.

Mi aliento se escapó apenas mi mirada conectó con la de mi novio.

Mi alma gemela caminó hacia mí con un traje blanco y detalles negros, un bonito ramo de gardenias y un maquillaje que resaltaba sus bellos ojos y grandes labios. Parecía un muñequito de colección, sin duda alguna. Scorpius podría ser tan guapo como quisiera; no obstante, Aylan me pareció que lo era aún más ¡y lo mejor era que se trataba de mi pareja!

—¿Estás viendo el universo? —Soltó una risita al llegar a mi lado.

—Sin duda —confesé sin titubear.

Sus mejillas se tiñeron de rojo por mi honestidad a la par que la voz áspera de Chase comenzó a sonar en compañía de la melodía, una versión mucho más lenta de la canción original.

In the night, I lie and look up at you. When the morning comes, I watch you rise. There's a paradise they couldn't capture, that bright infinity inside your eyes.

Era una de nuestras canciones favoritas hecha con la voz profunda del demonio en compañía de las limpias y lindas notas del violín y piano. Me fue imposible no recordar a papá.

Karlav tenía una voz serena, aunque no presté atención a nada de lo que dijo; Aylan era mucho más mereciente de mi atención, pese a que el otro era el rey. Yo no era un vampiro, podía cometer semejante error.

A nadie pareció importarle, ya que tampoco era como si en un momento tan importante de mi vida vería a alguien más que no fuera él. Imaginé que todos hicieron lo mismo cuando se unieron con sus destinados.

Los anillos eran parecidos al que me dieron a mí en mi cumpleaños, con las diferencias de tener una pequeña grabación en su interior que decía "por la eternidad" y estar hecho de oro blanco.

Nos aceptamos el uno al otro porque era algo que quisieron nuestras almas desde nuestro primer encuentro y unimos nuestros labios en un tímido beso después de escuchar cómo Víctor comenzó a llorar. Lo repetimos apenas nos separamos, atraídos por el primer roce.

Fresas y cerezas, vainilla y coco, suave y cálido.

Me obligué a que tampoco nunca olvidara eso. No podía permitirme hacerle algo así a Aylan, no cuando sabía que el universo se puso a nuestro favor para que nos encontráramos en el momento en que más nos hacíamos falta.

Nos dijeron que yo no tenía mucho tiempo ni fuerzas para hacer una gran fiesta, pero sí para darnos el gusto de tener nuestro vals y que Aylan lanzara el ramo, lo cual agradecimos al no querer que todo se acabara en ese instante.

El recuerdo se volvió triste y bonito a la misma vez.

Si bien mis padres y mi hermano no pudieron estar en mis últimos recuerdos, lo estuvimos Aylan y yo siendo nosotros mismos.

Mi alma no cabía de felicidad en mí y mi corazón saltaba de emoción por tan solo tenerlo rodeando mi cuello con sus brazos mientras nos movíamos al ritmo de la versión a piano de "Mikrokosmos" bajo la gran Luna y las constelaciones.

—Cuando nos casemos de nuevo, debemos de bailar algo mejor que un aburrido vals —recomendó Aylan entre risas.

Le prometí que, en esa ocasión, intentaría no estar enfermo y él pareció enternecerse un poco.

—Las estrellas brillan más estando nosotros juntos.

—¿Ahora eres tú el cursi? —Pregunté y junté nuestras frentes.

No me atreví a negar sus palabras porque yo también creía eso.

Todo me parecía más bonito y especial al estar a su lado, incluso después de haber acabado el vals, que Víctor atrapara el ramo y tener que presentarnos de nuevo frente al rey para la segunda ceremonia.

No me importó estar a punto de morir.

No lo haría sin compañía, ni triste.

—La muerte es un gozo para nosotros —dijo Karlav y se inclinó hacia adelante hasta juntar su frente con la de Aylan.

Tal y como Hikaru hacía para sanar, lo sujetó por las mejillas y respiró hondo.

—Renacer significa que podemos reiniciar por completo nuestras vidas y no cometer los errores que tuvimos en la anterior... O pagar por ellos —me pregunté qué hice antes para tener cáncer y no poder estar más tiempo junto a Aylan—. Venimos de la Luna... Nuestras almas huyen a ella y esperan ahí hasta estar listas para comenzar desde cero.

James le pidió que no nos asuste y él rio, suave y lento, mientras se apartaba de un pálido Aylan.

Lo sujeté de su mano y lo atraje a mi lado, anonadado de lo fácil que fue el deshacerse de la larga vida, como si todo dependiera de un hilo que el rey podía cortar.

Scorpius se acercó a nosotros con un pequeño cojín lila con bordes dorados y dos dagas en la superficie. Las contemplé, dudoso, hasta que vi a Iris hacer acto de presencia junto a su rey y James. Tanto ella como el demonio tomaron una e hirieron con profundidad las palmas de sus manos, manchándolas de su sangre y poder.

—Deben de encajársela al otro —explicó el antiguo príncipe una vez Karlav se puso detrás de ellos. Él entregó la suya a Aylan e Iris me dio la de ella—. Hemos concluido que tú, Hayden, al no ser un vampiro, morirás con la sangre de un demonio; mientras que Aylan seguirá el proceso ordinario en donde un líder infecta a su miembro.

Miramos las dagas, después a nosotros mismos y luego a los objetos otra vez. Ambas eran de plata, la de Iris con una esmeralda y la de James con un rubí.

—Sus almas hallaran el camino de regreso a casa —Scorpius prometió y llegó a un lado de su esposo.

Iris pareció dudar ante la idea de no acercarse a despedirse.

La comprendimos porque eran los lineamientos y debían de ser seguidos para evitar sentimentalismos.

Aylan y yo nos apuntamos con el fino de las respectivas armas sin despegar la vista del otro, con temor, amor y tristeza invadiendo nuestras miradas. Nuestras gargantas se secaron y nuestras manos comenzaron a temblar, ansiosas.

Lo hicimos a la vez y rápido para permitirnos juntar nuestros labios una última y fugaz ocasión antes de soltar un último suspiro.

Iris y James retiraron las dagas de un jalón y dejaron que nuestros cuerpos se desvanecieran en nada más que polvo. En su lugar, surgieron retoños de dos flores: gardenia y vainilla.

Él dijo una vez que éramos el Sol y la Luna en nuestro universo.

Yo digo que éramos un castillo de naipes destinado a derrumbarse hasta que volviera a ser armado y amado por el mismo tacto sutil que nos unió la primera vez.

FIN.

Nos vemos en "Hija de un Deseo".

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