Capítulo 26: Mentiras en las alturas

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE LAS ESTRELLAS

CAPÍTULO 26: MENTIRAS EN LAS ALTURAS

Mareritt acabó mudándose de manera temporal con nosotros para que estuviera cerca de la estabilidad brindada por nuestros lazos, en especial del de Chase y el mío, mientras que Aira se quedó con su familia para seguir recuperando el tiempo perdido y hacer un par de en vivos para que sus fanáticos pudieran dejarle un par de comentarios alentadores.

Por otro lado, tras dos semanas de haber recibido las "malas nuevas" de Cepheus, volvió a contactarnos para pedirnos ir a echar un vistazo al cerro el Chupón, lugar en el que los avistamientos comenzaron a ser más constantes. Los testimonios, en su mayoría, eran en foros virtuales y de personas que hacían senderismo y estudiantes del campus Mederos de la Universidad Autónoma de Montemayor; también algunos periódicos escribieron artículos sobre ello.

Unos días antes de su llamada, hablé por mensajes con Donovan Lynx, el hermano menor de Hayden, para avisarle que (a lo mejor) necesitaríamos su ayuda muy pronto para continuar con la investigación de las quimeras y le pedimos que mantuviera los ojos bien abiertos por si notaba algo raro.

Volví a llamarlo apenas supimos lo de Cepheus.

—No pensé que "muy pronto" era en una semana —su voz desde el otro lado de la llamada me hizo sonreír. No tardó ni diez segundos en contestar—. Entenderán que no es el mejor plan para mi día.

Desde el fallecimiento de su hermano, los Ainsworth y él casi no mantuvieron contacto para darle su espacio y dejarlo sanar. Después de todo, aún sabiendo que podría reencarnar, eso no significaba que volvería a verlo, al menos no en esa vida. Las probabilidades eran muy pocas, todavía más si no era un vampiro o demonio.

—¿Te encuentras con ánimos?

Le oí suspirar.

—No puedo torturarme tantos meses. La vida humana es muy corta, a comparación de la suya —su risa se oyó lejana y un poco vacía—. Sé que él está bien con Aylan, así que yo debo de estar bien también —se oyó como algo para sí mismo, así que no comenté nada—. Estar con ustedes puede ayudarme a pensar en otras cosas.

—Iremos mañana —avisé.

—¿Conducirán o usarán esa cosa de los portales? Porque, en caso de ser la segunda opción, suerte en hallar agua. El año pasado tuvimos una horrible sequía en todo el estado, me imagino que estarán informados...

Le confesé, con pena, que casi no.

Cuando fuimos a visitar a Hayden, lo hicimos el automóvil y la situación no atacó el sector del hotel en el que nos hospedamos. De hecho, usamos varias veces su piscina como cuerpo de agua a altas horas.

—Me avisan cuando lleguen —sentí su sonrisa entre sus palabras—. Les pasaré mi dirección por mensaje...

—¿Cómo están tus papás? —La pregunta salió sola de mis labios.

—Tratan de canalizar su tristeza y depresión de otra forma que no sea el llanto —me explicó—. Papá regresó a su antiguo bufete de abogados y mamá ahora da clases de zumba por las mañanas y enseña a pintar a niños por las tardes. Yo me mudé a un departamento hace un mes para estar más cerca de mi trabajo y nos vemos todos los fines de semana.

El celular no era el mejor medio para ponerse al día, no en esos temas.

Le agradecí por su aceptación y me disculpé por haber alterado su horario, antes de despedirme y colgar.

—¿Todo bien? —Preguntó James al verme salir del estudio.

Asentí.

...

Decidimos que quien iría a Montemayor sería yo y que el resto se quedaría en Colombres para evitar la saturación de sentidos de nuestro nuevo integrante. Se quedarían al cuidado de mi esposo.

Cabe mencionar que Mar no tardó mucho en adaptarse después de la transformación, al haber recuperado los ojos bermellón de Dalila, aun así, no quisimos correr riesgos porque esa ciudad, a palabras de los Lynx, era sinónimo de contaminación acústica, visual, del suelo y atmosférica.

—¿Estás seguro de ir, Scorps? —La voz de Dean me sorprendió desde la sala.

Estaba sentado en un sofá, con un libro sobre sus piernas y un aura amarilla con tonos verdosos rodeándolo, combinando con su "cabeza de mandarina". No pude descifrar el significado de sus colores esa vez.

—¿Estás tratando de leerme? —Me encogí de hombros y negué.

Desde que se enteró de la decisión de sus padres, se comenzó a comportar como un gato arisco y un poco a la defensiva; no obstante, también se notaban un poco tristes sus ojos. A veces, se permitía dejar de lado su angustia, como en la fiesta improvisada con los Maine; otras, nos empujaba lejos y hacía comentarios un poco ácidos.

Le dimos su espacio porque creímos que era muy difícil digerir eso, todavía más tras haber vivido con ellos por tantísimos años y ser su única familia cercana viva.

—¿Por qué preguntas si estoy seguro? ¿Quieres acompañarme? —Quise saber, encaminándome hasta donde se encontraba.

James fue a la cocina para ayudar a Chase con la comida.

—No.

La repentina barrera entre nosotros me hizo sentir un poco extraño, como la vez en la que no pudimos contactarnos con él cuando fue por Aira a Abaddón. Eso me pareció un poco inquietante. ¿Era así como se sentía cuando un miembro se deprimía? Porque su hilo negro pesaba tanto que temía tirarme al agua y ahogarme con él.

—Odio el clima de aquí y allá están en temporada de insectos, osos y quién sabe qué más. Se deben de estar despertando los animales que viven en los cerros —no dudé en que eso era cierto, pues la primavera llegaría en poco menos de una semana—. Por eso mismo pregunto si irás. ¿Y si es un oso y ya? Habrás ido para nada.

—Dean, es mi trabajo —reí, ocultando la incomodidad que tuve al tenerlo viéndome con tanta atención—. Quiera o no, debo hacerlo.

—Perderás el tiempo y James te necesita para reforzar las barreras —insistió.

No supe la razón.

Algo en mi pecho me hacía percibir muy diferente la forma de ser de Dean desde su regreso, como una opresión que me robaba el aliento cada que nuestros ojos chocaban, parecido a cuando me peleaba con mi prima siendo más jóvenes y sabía que yo hice mal, o cuando escondía el resultado de una travesura de mis papás.

¿Él y yo estábamos peleados? ¿Lo hicimos sentir excluido por la atención especial a Aren? ¿Era él quien me ocultaba algo? ¿Era paranoia por todo lo que nos tocó vivir en esos últimos meses?

—No pasará nada si no estoy un día —agregué con firmeza—. Es más, ¡ni un día será! Un par de horas, más o menos.

Abrió los labios y un balbuceo salió de ellos, provocando que sus mejillas se tornaran rosas. Los cerró apenas vio mi curiosidad de saber lo que quería decir y dirigió su vista al libro que leía anteriormente.

Alcé una ceja, confundido.

Dejé el tema al ver que los demás bajaron ante el llamado de Chase, quien gritó que la comida estaba lista. Lo último que vi de él fue la disminución de la intensidad de los colores de su aura cuando TaeYang llegó a su lado para abrazarlo y besar su coronilla.

Tambor me susurró que, quizá, temía por mi seguridad tras haber descubierto que sus padres lo "dejarían solo" y no quería que su líder hiciera lo mismo.

Decidí creerle.

¿Por qué desconfiar de otro Sallow, en cualquier caso?

A la mañana siguiente, me despedí de mis muchachos y besé los labios de James antes de abrir el portal a Montemayor desde el lago del pequeño bosque, el mismo que me transportó en un abrir y cerrar de ojos a un estanque artificial de alguna empresa.

Atravesé toda la explanada para llegar hasta el otro extremo, donde el estacionamiento y la salida a la calle principal se encontraba, según los mapas para visitantes que encontré pegados en una pared. Deseé buenos días a varios trabajadores y actué como si fuera alguien más del área de ventas para no llamar la atención.

Por como me vestí, supongo que no dudaron de mis palabras y por eso no me detuvieron para nada más que pedir mi número telefónico. Tuve que romperles las ilusiones mostrando mi anillo de bodas y, a los que insistieron, me di la necesidad de darles un número falso.

—¿Ya estás en la ciudad? —Me preguntó Donovan cuando le llamé.

—Estoy afuera de VARYD —respondí al leer el enorme logo del lugar.

—¿La empresa de harina para antojitos mexicanos y no sé qué tanto? —Produje un sonido positivo—. Con todo respeto, ¿cómo carajo acabaste ahí y no se dieron cuenta?

Escuché su risa a lo largo de todo mi relato, refrescante y animada.

Me dio alivio al sentirlo más relajado, a comparación de la tarde anterior. A Iris y a sus integrantes les alegraría saberlo.

Esperé en una tienda de conveniencia poco más de veinte minutos para que llegara a recogerme debido a que, según él, aparecí al otro extremo de la ciudad y que tuve suerte de no haber acabado en otro municipio. Aproveché para comprar sándwiches, bebidas y chucherías para el camino al campus de la universidad y nuestra estadía en el Chupón.

Una vez llegó, lo reconocí por hacerlo en la camioneta de su padre y por la clásica música de alguna agrupación asiática a todo volumen que disfrutaba junto a su hermano.

Salió vistiendo un conjunto deportista de un chándal y una camiseta, con el cabello peinado con un poco de agua y me miró de arriba a abajo, con curiosidad, desde detrás de sus lentes oscuros para el Sol.

Sonrió de lado.

Era muy atractivo.

—Ahora comprendo por qué lograste convencer a los de la compañía.

Rodeó el vehículo y se acercó a abrazarme con toda la naturalidad del mundo, lo cual me alegró demasiado, pues yo no sabía cómo acercármele.

—¿Hay algo de malo en cómo me veo? —Pregunté al apartarme y echar la cabeza hacia atrás.

Era casi tan alto como James.

Yo usaba una camisa con mangas obispo color beige, un pantalón negro de talle alto, algunas joyas que mi esposo me regaló en el pasado y zapatos oscuros con un poco de plataforma para no sentirme tan bajito, como de costumbre.

—Tío Scorpius —su apodo me robó una sonrisa. Echaba de menos eso—, vienes muy elegante. ¿Qué le diremos a los estudiantes, si se te quedan viendo extraño al verte subir así al cerro? Pensarán que soy un cholo y que quiero hacerte cosas raras allá arriba.

—¿Un cholo? —Repetí.

Me abrió la puerta y me subí.

Olía a aromatizante de vainilla para automóviles.

—Alguien de barrio pesado —aclaró una vez se subió también.

Asentí, agregándolo a mi vocabulario.

Chase era un cholo moderno.

—Te ves muy guapo —confesé—. No sé por qué pensarían eso.

Se sonrojó por mi honestidad y nos puso en marcha, una vez ambos nos pusimos los cinturones y puse la bolsa de compras a mis pies.

Esa mañana, el clima estaba más bochornoso de lo que imaginé; en Colombres, antes de irme, estaba un poco más fresco y sin tanto aire caliente.

—¿Soportarás subir y bajar con ese calzado? Podemos pasar a casa de mis padres y pedirle tenis a mi mamá —me le quedé viendo unos segundos, recordándole que ellos no podían saber que estaba ahí—. Bien, bien —giró en una calle—. Nada de tenis.

—Tengo un gran aguante. Ser y verse bonito debe ser un deporte —me alagué a mí mismo.

Se rio con todo el cuerpo. Su hermano nos contó varias veces que era uno de sus encantos.

Su perfil se parecía mucho al de Hayden, con la diferencia de estar un poco más bronceado por el constante ejercicio que hacía al aire libre, sin mencionar sus grandes bíceps.

"Hayhay" era mucho más delgado y sus músculos eran sutiles, bien proporcionados para un bailarín de su talla a pesar de su pérdida de peso por las quimioterapias y el resto de los tratamientos por el cáncer.

—¿Cómo has estado? —Quise averiguar y, al instante, agregué—: ¿Has dado un paso en tu relación con Alex? Recuerdo haber oído mucho de él y que ustedes tenían mucha química a lo largo de nuestros encuentros.

—¿Quién te habrá dicho esa falacia? —Mintió.

Su aura se tornó de rosa amistoso y amoroso.

Fue tan puro que me pregunté en cómo rayos habían ignorado sus sentimientos por tanto tiempo, aún en la actualidad, cuando nada más que la inconformidad de los señores Leyton se les interponía. ¡Era siglo XXI y Alex su único hijo! Seguro que se darían cuenta de su error, si decidían apartarse de él por amar a otro hombre y gritarlo a los cuatro vientos.

—No estoy listo para una relación —siguió mintiendo— y él ahora está intentándolo con otro muchacho. Creo que se conocieron en una aplicación o algo así. Se ven muy lindos juntos.

—¡Falacias son las que me dices! —Puntualicé y abrí una botella de agua sabor frutos rojos—. ¿Sabes lo emocionado que estaría tu hermano, si tomaras el toro por los cuernos y te lanzaras? ¡Lo tienes justo enfrente de ti, Don! —Apretó los labios en una línea recta—. Y, según entendí, muy dispuesto a ofrecerte más que el corazón.

Aylan me contó una vez que, cuando ellos se veían, era como si el mundo desapareciera a su alrededor, como si estuvieran dispuestos a subir la montaña más alta por el otro, para darle su sangre, sudor y lágrimas; su cuerpo, corazón y alma.

Mi sobrino era todo un soñador romántico en algunas ocasiones.

—¿Cómo fue la boda de Aylan y él, a todo esto?

—¡Oh, oh! El que evites el tema lo hace más sospechoso aún.

Mordió su labio inferior y, al saber que no estaba dispuesto a hablar del tema, le comencé a contar todo lo que pasó desde agosto del año pasado, cuando falleció Hayden.

Platiqué de mi idea para animar a los Ainsworth, la noticia de la decisión que tomamos James y yo con Lizzy y Demian, la evolución de Aira y su don, los sueños de Chase y la razón detrás de ellos, el seguimiento de la misión contra las quimeras y el descubrimiento que hicimos de Mareritt como nuevo Sallow, su habilidad y su lazo con chefcito.

—¿¡Entonces Mareritt Maine ahora está con ustedes!? —Exclamó, sorprendido.

Nadie nos pidió identificación para entrar y aparcar en el estacionamiento de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, por donde subiríamos al cerro por un camino que los alumnos conocían a la perfección por subir a hacer "travesuras" con sus parejas, lejos de las miradas de los profesores.

—¡Guau! Qué envidia —respondió al verme asentir—. Papá ama los deportes invernales y seguro que ya se sabe todo el problema con Davis al derecho y al revés.

—Y tiene poderes de Elsa —carcajeó.

Al tener mi edad, congeniamos mejor de lo que hicimos antes y fue tan agradable como pasar las horas con YoungSoo o Dean (antes de la última semana), que me lamenté por no tener un lazo dorado con él para convertirlo y quedarnos juntos, para que jugara voleibol con Víctor, hablara por horas con Ryuunosuke y esperara el tiempo necesario para reencontrarse con su hermano.

—Desde que me mandaste los mensajes —me encaminó a unas escaleras que nos llevaron hasta la plaza principal de la facultad—, vine todos los días para preguntar a algunos estudiantes si habían sentido o visto algo raro estos meses.

—¿Y qué te dijeron?

Las instalaciones me habrían parecido grandísimas y preciosas, si no fuera porque muy apenas pude ignorar que la pintura se estaba cayendo en algunas partes por el paso de los años y a su horrible color representativo: naranja. Tenía muchos edificios, dos cafeterías, un sitio de difusión cultural y todo estaba rodeado de árboles y flores por su localización, casi en la cima del Chupón.

Me sentí universitario de nuevo.

Mi última carrera la concluí a finales del 2000, literatura moderna inglesa.

—Que, a excepción de dos venados, nada de qué alarmarse —eso me hizo verlo con el ceño fruncido—. Aclaro, eso no significa que sea mentira la información que te dieron. Es para declarar que, si es que hay una quimera o varias, no han bajado hasta acá.

—Qué extraño. Hubo ataques antes de estos avistamientos —pensé en voz alta—. No creo que sus sentidos sean tan sensibles, como para no bajar. La única posibilidad es que se estén alimentando de animales, como los vampiros recién...

Me interrumpí al verlo tensarse con una mueca de asco.

No tardé en disculparme, apenado. Los Lawson lo atacaron antes del enfrentamiento contra mi prima y sus muchachos. Tuvo que ser un suceso un poco traumático.

—Es una buena teoría —susurró.

Un par de jóvenes se detuvieron a saludarlo en algunas ocasiones, reconociéndolo por las fotografías en los clubes deportivos donde se inscribió, mismos con los que ganó varios premios para la facultad en su época como alumno. Un grupito aprovechó, al igual que los trabajadores de la empresa, para preguntar si yo estaba soltero y, si era así, si podían tener mi número.

—Lo siento —Don respondió por mí—. Está casado, muy feliz ¡y es gay, Mariana!

—¡Pero eres tan joven!

Fingí avergonzarme. Detestaba que me dijeran eso.

—¡Eres muy lindo, en cualquier caso! ¡De seguro tu Instagram es muy aesthetic! —Alagó un muchacho moreno y bajito.

—Súper sí. Estudiar aquí te vendría como anillo al dedo —agregó una muchacha con mechas de cabello teñidas de rosa.

Al lograr separarnos de ellos, el Lynx me explicó que la facultad era reconocida por ser la que tenía más gente "adicta a la moda" y que también sus estudiantes iban más a tomarse fotos en los paisajes naturales, en vez de estudiar; sin mencionar que muchos tenían el sueño frustrado de ser reconocidos en diferentes redes sociales.

—Es una competencia para saber quién se viste mejor para crear un estatus.

Llegamos a lo más alto de las instalaciones y pudimos ver que, justo detrás del otro lado del estacionamiento dedicado a los profesores, estaba el comienzo del caminito que mencionó. No había gente cerca, así que aprovechamos para apurarnos.

—Si como estudiante no oyes algo parecido a "¡me encanta lo que llevas puesto!" al menos una vez a la semana, catalógate como alguien invisible —me asombré—. Las muchachas usan tacones y minifaldas sin importarles el clima y algunos muchachos se atreven a vestirse "muy icónicos", sin saber que se ven ridículos. Los hombres batallan más en verse bien, sin duda.

—Eso es porque se encasillan en buscar ropa en las áreas de varones —reproché—. ¡Hay un paraíso en los departamentos femeninos! Y en las tiendas de segunda mano.

Sonrió y me ayudó a cargar la bolsa de las botanas.

—En otros campus o en Ciudad Universitaria, más al centro de Montemayor —continuó—, no se preocupan tanto por el qué dirán. Justo es en CU donde está la Facultad de Arquitectura, donde estudió Hayden; por eso él vestía como vago. ¡Ahí hasta se van de pijamas! Creo que pierden la pena al saber que no son los únicos en trasnochar por hacer tarea hasta tarde.

—¿Son muy diferentes los proyectos que les encargan?

—¡Demasiado! Mi hermano tenía planos, maquetas y quién sabe qué tanta cosa; mientras que yo tenía cosas más... Digitales. Por eso lo ayudé siempre que podía.

Pasamos por un montón de yerba amarillenta, árboles crujientes y hojas secas por seguir el camino. De un momento a otro, nuestros celulares perdieron señal por la altura y el ruido del gentío fue cada vez más distante, a diferencia del de los aleteos de pájaros y sus horribles cantos chillones que se hicieron más presentes.

Él me platicó sobre su vida universitaria con lujo de detalle, en especial los recuerdos en los que estaba implicado Hayden y las dificultades que vivieron esos años por sus tratamientos, los grandes gastos económicos escolares, hospitalarios y del día a día, las tareas complicadas que tuvieron que hacer desde el hospital y la cantidad de vueltas que tenían que hacer en camión o en automóvil para ir y venir entre un lugar y otro.

Su tono nostálgico y divertido jamás lo abandonó, al igual que su expresión desolada y un tanto afligida. Podía expresar una cosa con su voz y otra muy diferente con su rostro, como un hombre misterioso sin querer serlo.

Me le quedé viendo gran parte del trayecto, maravillado. Sus facciones masculinas y bien marcadas se combinaban a la perfección con su personalidad, tan natural y fresca que aliviaba cualquier mal, aun si él estuviera pasando por un pésimo momento.

Quise saber cuántas veces Hayden lo llamó su lugar seguro porque, pese a no poder confirmarlo por su clara ausencia, era obvio que lo fue. Se convirtió un salvavidas de risas, apoyo y ternura que lo sacó día a día de la cama durante su época más difícil, antes de conocer a Aylan.

Más que su hermano, se volvió su mejor amigo.

Donovan perdió una parte importante de su vida, a su alma gemela no romántica.

Se me hizo un nudo en la garganta al imaginarme perdiendo a YoungSoo, como Iris perdió a Crystal y como Elizabeth también lo hizo con Dalila.

—¿Estás oyéndome?

Tomó mi mano cuando el camino se hizo más difícil y las rocas aparecieron.

—Estaba pensando en algunas cosas —admití.

—Ah, ¿sí? —Se burló.

Al subir a la parte más alta del Chupón, decidimos pasar unas horas ahí y comimos los aperitivos que compré antes de encontrarnos en lo que esperábamos a ver si encontrábamos alguna cosa fuera de lo común, aparte de los asquerosos insectos y algunos animales inofensivos.

Mis ciervos nos protegieron con facilidad gracias al ambiente que nos rodeaba.

—¡Ah! Ya tengo una rayita de señal —festejó tras casi dos horas ahí—. ¿Cómo se llaman los grupos en los que Cepheus les dijo haber visto información? Vamos a ver si ha habido actualizaciones para saber dónde buscar.

Al escribirle el nombre de los foros de Facebook, pasó los siguientes minutos con el ceño fruncido, como si algo oliera mal. Deslizó el pulgar varias veces, dio clic en diferentes partes de la pantalla y paseó su mirada de su celular a mí.

De un instante a otro, su expresión cambió a una inquieta y un poco consternada al pasar casi diez minutos en silencio. Su aura también pasó a ser violeta intuitivo e índigo "buscador", como me gustaba llamarle a mí.

Sin razón alguna, las manos me comenzaron a sudar y mis piernas temblaron por la ansiedad. ¿Acaso era peor de lo que pensamos? ¿Hubo actualizaciones en estas últimas horas? ¿Estábamos en el cerro equivocado?

—¿Qué ocurre? —Cuestioné.

—Tengo una buena y una mala noticia —comenzó y me pasó su teléfono una vez echó nuestra basura en una bolsa—. Te las diré tal cual porque no tengo mucho tacto. La buena es que no hay avistamientos de quimeras en Montemayor —eso me alivió y confundió al mismo tiempo.

—¡Eso es bueno! ¿Cómo lo sabes?

Esa vez, su sonrisa no fue despreocupada, como de costumbre.

—Los grupos que te pasó el querido primo de tu esposo está lleno de perfiles falsos y bots —resumió, robándome el aire por la incredulidad de haber recibido información falsa y habérnosla creído todo ese tiempo—. Los únicos perfiles que se esfuerzan en parecer reales son los que hicieron los posts y ni así lo logran por completo, ya que tienen muy poca información... Y los artículos que están en ellos no son periódicos estatales o municipales, como para que estén al tanto de los supuestos avistamientos. Ni siquiera sé si existen.

Mis ciervos desaparecieron.

No dudé en ponerme de pie y en aventar con un poco de brusquedad su móvil contra su pecho, incapaz de creerme sus palabras. Estuvimos perdiendo el tiempo por culpa de un descuido y, para ese punto, me pregunté en por qué demonios confiamos en Cepheus para esa misión tan importante... Peor aún, ¿cómo no nos dimos cuenta de semejante detalle? ¡Perfiles falsos!

¡PERFILES FALSOS!

¿Qué?

Avisé a los Sallow que iría de regreso cuanto antes y que vigilaran el campo de protección con mayor atención durante ese rato.

Donovan y yo comenzamos a encaminarnos a paso rápido hasta la explanada y me llevó por diferentes atajos para llegar hasta donde estacionó la camioneta. Mi rabia pareció habérsele contagiado, pues casi voló a la par que yo apenas procesó la gravedad de la situación.

Tiré de los hilos de mi clan para reforzar nuestra unión, tan solo para evitar molestarme más. Ellos respondieron al instante, junto con Mareritt y, desde uno mucho más tenue, Aira. Deseé que estuviera con su familia para que, en el peor de los casos, tuvieran protección.

Cepheus mintió con los avistamientos en el Chupón, aunque confiamos en él y dejamos de lado la mala espina que nos daba. ¿En qué más mintió? ¿Fue un error? ¿Desde cuándo nos estuvo viendo la cara de estúpidos, en caso de no serlo?

Peor aún, ¿hasta qué punto era inocente? 

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