Capítulo 8: Frambuesas y zarzamoras

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE LAS ESTRELLAS

CAPÍTULO 8: FRAMBUESAS Y ZARZAMORAS

El descanso que tomamos antes de comenzar la siguiente parte se prolongó más de lo esperado, debido a que Chase salió una vez más al jardín trasero para tomar algo de aire. Todos lo esperamos mientras charlábamos de cualquier otro tema sin relevancia, incluso TaeYang despertó y se fue a lavar la cara para estar despierto por completo y Karlav anunció su retirada debido al agotamiento de no haber podido dormir bien.

—Incluso él se cansa —pensó en voz alta Dean, quien fue el encargado de lavar todos los trastes en esa ocasión—. Casi nunca lo he visto dormir más de cuatro horas. ¿Cómo le hace para mantenerse en pie? De seguro el café ya ni siquiera le hace efecto.

Hikaru acabó por hacerse cargo de la siguiente ronda de aperitivos junto con YoungSoo: simples sándwiches de crema de cacahuate y mermelada de fresa.

—Desde el fallecimiento de Crystal —James comenzó, ganándose la atención de las personas que fueron más cercanas a la nombrada—, ha estado intentando captar alguna señal para encontrarla. Si bien no ha pasado mucho, tampoco podemos darnos el lujo de esperar con los brazos cruzados...Está muy decidido a hallarla, como Iris con Hayden y Aylan.

—El lazo no reaparecerá apenas nazca. Deben pasar varios años, ¿no? —Hikaru preguntó, demostrando que también estaba prestando atención.

James dudó en cómo responder.

—Puede aparecer al instante, como puede aparecer años después —Iris tomó la palabra, explicando por él—. Es debido a eso por lo que estamos tan insistentes con la idea de hallarlos. Sé que mis muchachos acaban de irse y, aun así, eso no impedirá que los busque; por otra parte, Crystal tiene más oportunidad de renacer más rápido por haber sido la primera en morir de ellos tres...

Por eso Karlav estaba tan al pendiente.

—Eso si no decide quedarse mucho tiempo en el Paraíso Perdido... —YoungSoo susurró casi para sí mismo, suspirando de forma larga y pesada—. Ojalá esté lista para volver dentro de poco tiempo, al igual que el resto...

» Si es que aparecen muy rápido los lazos, ¡no los vayan a transformar al instante! Sería muy difícil cuidar a niños vampiros. Nunca hemos tenido el caso, ¿verdad? Evitemos riesgos.

Para que lo dijera alguien que adoraban a los más pequeños de Abaddón, era algo importante. Los niños vampiros, si tenían ojos amarillos, serían mucho más complicados al no contar con la madurez suficiente.

—Por supuesto que no será al instante, ¿no es así, florecita? —Ethan preguntó a su esposa, la cual asintió sin dudarlo ni un segundo—. Yo creo que, por lo menos, deben de tener dieciocho años... Siempre y cuando no haya adversidades, como ha habido en otros casos —como el suyo o cualquier otro miembro del clan Ainsworth.

Yo me levanté de mi asiento cuando chequé el reloj, justo veinte minutos después de que Chase saliera. Dejé que todos siguieran la conversación acerca de las transformaciones, el peso de esperar lo necesario para evitar problemas y sobre qué tan cansado serán para Iris y Karlav los próximos meses (o años, incluso), mientras me dirigía al jardín.

Pasé por un par de pasillos silenciosos y solitarios, hasta llegar a otra de las puertas que me llevaban a la parte de atrás. El patio estaba iluminado con los diferentes faroles de las paredes y, justo detrás del gran árbol central, yacía Chase sentado en uno de nuestros columpios de jardín, con su espíritu protector echado a un lado (Niru, un zorro) y su guitarra acústica apoyada contra el pecho.

—Vas a querer que narre la siguiente parte, ¿no es así? —Preguntó cuando me comencé a dirigir hacia él. Niru levantó la cabeza apenas me vio y, tras soltar un pequeño gruñido, volvió a la posición de antes—. Por eso estás aquí, quieres hacerme hablar —tomé asiento en un pequeño lugar desocupado junto a él y asentí sin rodeos—. De angelical no tienes nada, sin duda.

—Soy más cruel y despiadado que tú —bromeé, ganándome su atención. Tenía los ojos más oscuros de lo normal y una expresión triste adornaba su fino rostro—. Si no quieres hacerlo, puedo hacerlo yo. Creí que sería buena idea dejarte a ti contarlo porque es algo personal...

» Si quieres hablarnos más de ella, puedes hacerlo; si lo que prefieres es platicar de cómo estuve molestándote durante días para que me dejaras morderte, también lo puedes hacer.

» Siempre tendrás una opción.

Lo que yo sabía sobre Dalila era por la boca de otros.

Desvié mi mirada hacia su guitarra, la cual parecía estar afinada. Por unos segundos, me le quedé viendo a la pequeña dedicatoria que se encontraba tallada cerca de un borde, "canta tu propia historia" (regalo de su hermano), y luego volví mi atención al rostro de Chase.

—¿Estás pensando en una nueva canción? —Pregunté.

Él negó.

—Estaba recordando una que escuché en uno de nuestros viajes a Estados Unidos —me explicó—. Encontré los acordes en Internet, así que decidí guiarme con ellos, en vez de sacarlos yo mismo —no era parte de su trabajo, así que podía permitirse ser flojo—. Ella fue la que me hizo quedarme en el mundo de la música.

Rasgó las cuerdas, produciendo un sonido breve y refrescante, antes de girarse a verme.

—Trataré de encontrarla, Chase —prometí con firmeza y su lazo dorado me mostró cuánto apreció mi decisión—; así que, con mayor razón, júrame que también pondrás de tu parte. Necesitas avanzar y abrirte.

Acaricié su pálido cuello y me percaté de cómo podía hacerse pasar por un muchacho de Escocia y todos le creerían, si no fuera por sus ojos finos con doble párpado. Siempre creí que tenía una mirada gatuna y filosa.

Él sonrió, melancólico, y comenzó a tocar la serie de acordes que mencionó antes. Al percatarme que eran los mismos una y otra vez, estuve a punto de decepcionarme un poco y marcharme, hasta que le escuché tararear la letra y susurrar un par de partes que se tuvo que haberse aprendido con aquella única escuchada.

Cantó un poco acerca de extrañar a alguien al que nunca conoció, que su vida (nuestra vida) se volvió muy difícil, que estaba destrozado y, aun así, que le ofrecía la mitad de su corazón.

Su voz áspera y el viento se llevaron consigo al zorro, haciéndolo desaparecer tras un chistoso gañido, y yo comencé a mover un poco el columpio para mecernos al ritmo de la letra.

El poder de Chase era, sin exagerar, uno de los más maravillosos, desde mi punto de vista, pues generaba una serie de manifestaciones encargadas de influir en los sentimientos ajenos a través de su canto.

En esa ocasión, con polvo de estrellas y ligeros brillos coloridos, hizo aparecer una paloma que voló entre nosotros y se posó en la rama más baja del árbol para transmitirme algo de paz, e incluso que olvidara un poco mi inquietud acerca del tema de Dalila.

Cuando se preguntó el color de los ojos de destinatario de su interpretación y de sus gustos, el aroma a frambuesas y zarzamoras me invadió una vez más. Curioso, guie mi atención hacia nuestros alrededores y examiné cada árbol, arbusto y plantita, esperando a que alguien saliera detrás de ellos para presentarse como el causante de esas señales.

Como era de esperarse, no ocurrió nada.

Como si la interpretación de Chase hubiese sido un llamado, los demás salieron al patio con las charolas de los aperitivos y se buscaron un lugar cerca de nosotros. James tomó asiento en donde antes estuvo el zorro y, de esa forma, ambos pudimos darle el ánimo para comenzar su relato.

Conocía a Dalila de los Senderos desde que tenía memoria.

Nacimos el mismo año, con poco más de un mes de diferencia. Ella en mayo y yo en abril. Nuestras madres eran mejores amigas, así que siempre estuvimos presente para el otro, quisiéramos o no.

Desde pequeña, Dalila se mostró ante la sociedad como una jovencita muy educada, atenta y culta, siendo casi igual de inteligente que el mismísimo James Miracle (algo que todos siempre halagaron). Por otro lado, yo, el mayor de los hermanos Spinster, era casi todo lo contrario, ya que siempre fui mucho más inquieto e imprudente al hablar.

Todo el mundo la amó, en especial los ancianos de Septentrión, ya que cocinaba el mejor suflé de chocolate en toda la nación; sin embargo, también los más jóvenes la quisieron mucho, pues les solía ayudar a estudiar y a elegir qué hacer con sus vidas, en caso de sus poderes no ser de ayuda para conseguir un empleo estable.

Para haber nacido en la época del reinado de Dirk, Dalila se convirtió en lo más cercano a un líder que los niños y jóvenes tuvimos en la zona Norte de Abaddón. A sus quince años, gran parte de la población infantil y adolescente llegó a recurrir a ella en búsqueda de respuestas, ayuda o mera compañía para no sentir cómo se ahogaban en los clásicos problemas juveniles.

Antes de contar cómo formé parte de esas personas, es necesario remontarnos a años atrás, cuando éramos un par de niños de nueve años y nos divertíamos junto a unos Matthew y Demian de siete y una Elizabeth de ocho.

Una tarde en la que nos encontrábamos los cinco jugando en el jardín delantero de los Avery, oímos cómo él y la otra niña del grupo discutían.

—¡Debes de tratar de bien a mi muñeca! —Se quejó Lizzy—. Si juegas así de brusco con mi muñeca favorita, ¿cómo planeas sobrellevar nuestro lazo?

Tanto ella como Dalila solían usar palabras complicadas que nosotros, un grupo de niños tontos, ni siquiera sabíamos en qué contexto usar. Fue ahí cuando descubrí que las mujeres maduraban más rápido que los hombres.

—¡Soy tu destinada, Demian! Merezco respeto ¡y mis juguetes también!

—¡Le ha dicho "torpe" a mi soldado! —Replicó nuestro amigo—. Obvio que lo iba a vengar. Que seas mi lazo rojo no significa que veré en silencio cómo tus juguetes insultan a los míos.

De niño, Demian fue rechoncho y bajito.

Ya en la adolescencia, creció lo suficiente para superar la altura a mi hermano e hizo tanto ejercicio que se volvió el más fuerte de nosotros cinco; según Elizabeth y otras muchachas, se convirtió en la clásica descripción de un Dios griego en las historias de romance adolescente.

—¿A qué se refieren con "destinada" y "lazo rojo"? —Preguntó Matthew.

Era un niño mucho más tranquilo y maduro que yo, siempre movía sus piernas por debajo de la mesa y mordía sus uñas, llegando a provocarse pequeñas heridas en los dedos.

—¿Acaso no han tenido esa plática con sus padres...? —Nosotros tres negamos al mismo tiempo apenas Lizzy formuló su pregunta.

Nuestra amiga se llevó las manos a las mejillas e hizo una expresión similar a la de "El grito", haciéndonos carcajear y alivianar el ambiente de incertidumbre, minimizando así nuestra inquietud.

—Todos tenemos un lazo rojo en nuestro dedo meñique, el cual aparece cuando encontramos a nuestra alma gemela... —Explicó con su típica paciencia—. Es decir, la persona con la que pasaremos el resto de nuestras vidas. ¡Los astros, las constelaciones y, en general, las estrellas suelen decidirlo!

Dalila y yo nos vimos por instinto nuestros dedos, ella el izquierdo y yo el derecho, topándonos con el esperado hilo. Al haber estado juntos desde bebés, como uña y mugre, ese detalle pasó desapercibido; nacimos con él, así que crecimos con él.

Fue debido a ello por lo que, cuando nuestras miradas se encontraron, recuerdo haberla visto sonreír con las mejillas rosadas.

—¡Eso nos hace pareja a nosotros también! —Exclamé, como todo un tonto que tarda en procesar la información que le dan.

Demian y Lizzy exclamaron a la par, sorprendidos, cuando se percataron de nuestra complicidad y aplaudieron al mismo tiempo; Matthew, por otro lado, se quedó pensando mucho más tiempo de lo que debería haberlo hecho.

—¿Entonces eso significa que haríamos cosas de papás con esa persona? —Preguntó y observó sus dedos.

Para él, no era visible nada, puesto que aún no hallaba a su destinado. HyunSeok apareció muchísimos años después, cuando Lesath tomó el puesto como fundador del clan Calligaris y se llevó consigo a mis amigos y a mi hermano.

—¡Sí! —El otro chiquillo respondió—. Besos, abrazos, palabras bonitas y discusiones tontas, cosas así... ¡Lizzy aún no quiere darme un beso! Dice que estamos muy jóvenes para eso. Yo digo que no es cierto, soy muy maduro para mi edad.

Clásico de cualquier niño de siete años.

Dalila fijó sus ojos en mí una vez más, divertida por las caras de asco que Matty hizo ante la idea de ser romántico con alguien más y por la nueva discusión del otro par. Sus irises le brillaron en su clásico tono bermellón, más rojizos que anaranjados, y se acercó a mí con la misma sonrisa de antes.

—¡Si eres mi destinado, eso nos volverá esposos en el futuro! —Dijo con entusiasmo y, por Orión, con los ojos más brillantes que alguna vez vi—. Seguro que serás una muy buena pareja, ¡lo único malo es que necesitarás esperar a que sea mayor! Papá me dará permiso de tener novio hasta los quince.

Para un pequeño tonto de nueve años, eso fue asqueroso, así que hice una mueca y decidí apartarme unos centímetros al notar que se acercó de la nada a mi rostro.

—Eso no me interesa —contesté, contrario a la reacción que tuve. Me mostró la lengua y se dio media vuelta antes de correr hacia donde dejó apilados sus peluches para retomar su juego—. No me interesa —me repetí a mí mismo más bajito y con los manos cerrados en puños. ¿Por qué las estrellas tenían que elegir mi futuro? ¿No podía hacerlo yo? ¿Cómo sabían qué era lo correcto para mí, si ni siquiera yo lo sabía en ese entonces...? Ni aun en la actualidad.

No podía gustarme una niña, ¡mucho menos Dalila, era mi mejor amiga! Eran muy exageradas y delicadas, así que no soportaría jugar a las guerras conmigo sin saltar a la defensa de la reina o del rey.

Contrario a lo que un Chase de nueve años quería, los años fueron pasando y, con ello, nuestros sentimientos y vivencias también. Presenciamos juntos el suicidio de sus padres y celebramos su muerte para que pudieran reencarnar juntos en un futuro no tan lejano, así que se quedó a vivir con nosotros desde los trece. Se volvió la cuarta Spinster (y la favorita de todos, incluso de papá y mamá).

...

Para cuando cumplimos quince años, fue en el momento en que todo inició a empeorar sin que nos diéramos cuenta.

Dalila comenzó a ser frecuentada por grandes multitudes cada cierto tiempo y ella (amable, como siempre) los atendía, como si fuera un trabajo. Recibíamos visitas a todas horas, todos los días, de personas de todos los territorios, ¡incluso de Anemoi!

Una noche en la que nos encontrábamos viendo las estrellas en el muelle de un estanque de Amadahy, fue cuando le confesé una de mis inquietudes: el futuro. No un futuro romántico con ella, ya que ambos sabíamos que estaríamos para el otro hasta el momento en que fuese oportuno ser novios, casarnos y tener una familia, si no uno laboral.

Para esa edad, la mayoría de los muchachos ya tenían elegido qué hacer con sus vidas, mientras que yo no.

—¿Te decepcionarías de mí si no sé en qué trabajar? —Pregunté, girando mi cabeza hacia ella—. No tengo aspiraciones, ¡y tú tienes un montón! Me siento ridículo.

Para ese punto de mi vida, el haber descubierto mi amor por la música no me parecía lo suficiente bueno, como para dedicarme a ello. Midnight Pleasure no era más que un sueño de un trío de jóvenes hormonales y cansados de sus vidas ordinarias que romantizaban las vivencias de una estrella de rock.

—Oh, Chase —exclamó con una risita.

No la oí.

—Quizá deberíamos de mudarnos a una granja, al sur de Septentrión —suspiré—. Yo me haría cargo de los animales y las plantas, tú podrás ir y regresar cada que quieras y tendríamos lo suficiente para subsistir. Podríamos conseguir vacas para la leche y, con ella, haríamos quesos y otras cosas...

—Chase... —Repitió esa vez, un poco más seria y con el ceño fruncido.

Aun viéndola a los ojos, no pude callarme.

—Siempre he querido una mini-vaca, de esas que tienen pelo suavecito, lo sabes, ¿no? —Asintió—. También quisiera tener pollitos, ¡pero a ti te dan miedo las aves, así que podemos no tenerlas!

De pequeña, una paloma se robó su sándwich en el colegio y otra le picoteó en la cabeza varias veces.

Hablé tanto sobre nuestra futura granja, de cómo creí que sería lo único en lo que sería bueno (sin siquiera saber cómo mantener viva a una flor) y de cuánto me encantaría adoptar quién sabe qué tantos animales, que no me di cuenta de cuándo se acercó tanto a mí hasta que me tomó de las mejillas y las apretó, formándome una expresión cero atractiva y muy chistosa.

—Señor Sallow, le pido de la manera más cordial que se calle o me volveré loca, como usted —me interrumpió con un tono de voz mucho más grave de lo que solía usar conmigo y se acercó para apoyar nuestras frentes contra la ajena—. Si tanto te preocupa nuestro futuro, tu futuro, deja tu diarrea verbal para dejarme hablar, ¿te parece?

» ¡Bien! Te trataré muy diferente a cómo suelo hacerlo con la gente a la que ayudo, primer aviso.

—Aconséjame algo, lo que sea —rogué.

Era un asco sentirse sin motivación para hacer algo considerado "productivo" por la mayoría, inclusive para un ser que está destinado a vivir tantos años, y lo era mucho más cuando eres un preadolescente destinado a la jovencita más trabajadora de todo Septentrión, la hija y heredera de la familia de los Senderos.

—¡Música! —Le faltó un poco más para que su grito llegara hasta Anemoi. Se acercó a sostenerme por los hombros y me abrazó, firme y dulce—. O cocina, chefcito.

La miré mal apenas pronunció ese tonto apodo que me comenzó a seguir desde entonces.

Ella carcajeó. Su risa siempre estuvo cargada de vida y luz, la dosis diaria de vitalidad que perdí tras su fallecimiento.

—Bueno, cocina no, ¡aunque sí tendrás que cocinarme seguido porque soy una mujer ocupada! —Ambos reímos. Era una chica de negocios—. Acerca de la música, lo digo por lógica. Demian y Matty lo harán, ¿por qué tú no? Además, tienes un poder que puede ser de mucha ayuda.

Siempre fue más relajada conmigo de lo que llegó a serlo con el resto de la gente, por eso su consejo no se oyó tan profesional como los que daba a los demás.

De esa forma fue cómo apareció la primera fanática de Midnight Pleasure, también la inspiración de mis primeras canciones y la compañera perfecta para escribirlas. Con los meses, Elizabeth se volvió nuestra joven (muy joven) mánager.

Lo único que requeríamos era un empujoncito.

Esa noche en la que se acercó a robarme mi primer beso al notarme todavía tenso, confirmé que sus ojos bermellón aumentaron de intensidad y que el rojo anaranjado trascendió al peor nivel de lo que un pueblerino normal en la época de Dirk Miracle podía tener: los ojos carmín.

Ella nunca quiso llegar a tanto. Todos la vimos como un ejemplo a seguir, como la mujer más bella por dentro y por fuera que tuvo Septentrión en muchísimas generaciones, y contribuimos (sin darnos cuenta) a su evolución.

A su desgracia.

A su muerte.

Yo me encontraba en casa de Lizzy enseñándole a hornear una tarta de manzana cuando sucedió.

Días después de nuestra noche juntos, una tropa de guardias reales marchó en fila rumbo a la residencia de los Senderos, a donde Dalila decidió regresar al cumplir los quince para darle vida a su antiguo hogar en honor a sus difuntos padres.

Desde nuestra cita, no la había visto, ya que pasó todos esos días encerrada en el estudio de su casa y no salió ni para tomar el Sol.

Búscame, encuéntrame.

Los susurros de la gente interesada no tardaron en llegar a casa de los Bennett, de donde mi amiga y yo salimos a toda prisa apenas noté mucha alteración a través de mi lazo. Saltamos montones de hojas secas, esquivamos a perros y niños pequeños, y gritamos a todo pulmón para que la gente se quitara de nuestro camino.

Galletas de avena y mora azul, frambuesas y zarzamoras, delicadeza y extravagancia.

Corrimos uno junto al otro, con la respiración acelerada y el corazón latiéndonos muy apurado, aun sabiendo que no llegaríamos a tiempo.

El estruendo de una puerta siendo derribada al final de la calle de Dalila nos hizo saber que era tarde y el pinchazo en mi pecho que me dejó sin aire fue el encargado de confirmarnos que nuestra amiga, y mi alma gemela, dio su último suspiro en la casa que unió a sus padres, la misma que la vio crecer y que, posteriormente, fue el lugar en que sus papás y ella murieron.

Me iluminaste y coloreaste mi mundo.

La angustia me invadió, una sensación caliente que recorrió todo mi cuerpo y provocó que cayera de rodillas en medio de la calle, con un dolor en el pecho que me dejó un vacío que nada ni nadie llenó hasta que me encerré en la música por años.

Arde.

Quema.

Estás aquí.

Por favor, no.

¿Por qué te vas?

¿Por qué te vas?

¿POR QUÉ TE VAS?

Dalila. Dalila. DALILA.

—No me miren así. Tampoco les voy a contar toda mi vida y mis pesares, ¿entienden? —Se quejó apenas notó nuestras miradas expectantes, como si hubiéramos estado esperando a que continuara y que nos dijera todo con lujo de detalles, como solía hacerlo con sus canciones y sus sueños.

Suspiré al ver que no agregaría nada más sobre Dalila y agradecí, al menos, porque tuvo un gran avance.

—Cuando conocí a Scorpius —continuó—, me negué a la mordida durante varios días debido a que eso significaba que tendría más oportunidades de hallarla y no estaba listo. Más allá de la tristeza que me generó su muerte, estaba molesto por cómo actuó sus últimos días y cómo no luchó por nosotros, por ella.

Sonreí, lastimero, y acaricié otra vez su cuello.

Chase era un poco complejo, al menos a diferencia de todos nosotros, así que era necesario tenerle mucha paciencia.

—La hallaré —volví a prometer—, solo ten en cuenta que no recordará nada de su pasado y que el único con coraje serás tú... Hasta que decidan dar el siguiente paso lograrán comprender lo que en verdad sucedió y, para eso, creo que pasará un buen tiempo.

Fortalecer el lazo rojo era, sin duda, el momento más íntimo de todos los demonios y vampiros. James y yo lo habíamos hecho un par de veces; Hikaru y YoungSoo, un centenar.

A pesar de la sorpresiva paz, cuando Chase comenzó a tocar de nuevo la guitarra para arrullarnos y relajarnos un rato, una sensación de incertidumbre invadió mi pecho y un malestar se posicionó en la boca de mi estómago. Tuve que levantarme con el pretexto de necesitar un vaso con agua para poder alejarme.

Los de mi clan me vieron un poco extrañados, en especial James, quien no tardó en seguirme al notar cómo intenté ocultar un sorpresivo temblor en mis manos.

Llegamos a la cocina y me sujeté al borde de la barra para tomar grandes cantidades de aire por la boca, despreocupado por la mala imagen que daría al no estar nadie más que mi esposo.

Hiperventilé un par de veces, sorprendiéndolo, y tuve que sacudir yo mismo mis manos para intentar enfocarme en algo que no fuese en su curioso e inexplicable temblor.

Me sentía nervioso al haberme dado cuenta de algo al final del relato.

Dalila compartía el aroma que tanto me estuvo atormentando durante la noche, uno muy parecido al de Aira (imposibilitando que fuese suyo por su clara relación con Crystal).

—¿Scorps? —Preguntó Tambor al verme tan inquieto.

No tuve ni la menor idea de cómo expresarme.

Me sirvió un vaso de agua y me ayudó a sentarme.

Era la primera vez que reaccionaba así ante la señal de un posible miembro, también la primera vez en la que sucedía tantas veces en tan pocas horas.

—¿Qué ocurre, Bambi?

La puerta de una habitación se abrió y se cerró casi al instante en que cambió el ritmo de la melodía que el músico de nuestro clan hizo. De alegre y rápida, pasó a nostálgica, triste y algo romántica

—El alma gemela de Chase —pronuncié tras pasarme un gran trago de agua—. No sé a qué se deba, he estado sintiendo su esencia varias veces a lo largo de la noche.

James parpadeó y me sujetó por los hombros para invitarme a alzar la mirada y verlo a los ojos. Lo hice sin dudarlo y admiré en silencio la pequeña sonrisa que formó con sus labios y no me rehusé a cuando me acogió entre sus brazos en un reconfortante abrazo.

—¿Por qué no lo dijiste antes? ¡Eso pondrá demasiado feliz a chefcito!

—Porque no es un lazo, James. No es más que una esencia, como si fuera un fantasma —expliqué y él comprendió (o pareció hacerlo)—. No quiero darle falsas esperanzas. A lo mejor no son más que ideas mías...

Una de las puertas que daban al jardín fue abierta y cerrada como la de antes y nos hizo girarnos hacia el exterior de la casa. Justo a medio camino rumbo al gran árbol, Aira trotó con sus pijamas arrastrándose por el césped húmedo y un semblante mucho más afligido del que yo mostré.

James y yo la seguimos y nos detuvimos bajo el techado exterior de la casa, a metros suyos.

—Esa canción —llegamos a oír su voz ronca por haberse despertado recién.

Era una de las piezas exclusivas y personales que Chase nos permitió a nosotros, a los Ainsworth y a los Calligaris escuchar: la favorita de Dalila, un obsequio que le hizo por su arduo trabajo antes de la tragedia.

Hablaba de cómo alguien iluminaba la vida del cantautor y lo hacía sentir con vida, ignorando cuán oscuro pudiera ser el mundo a su alrededor; cómo no sabía qué fue lo que hizo antes para merecer una estrella tan brillante en su vida y, en especial, de cómo los dos se convirtieron en uno porque no importaba dónde estuvieran o si se encontraban separados, siempre se harían sonreír.

—Esa canción —repitió— Mareritt siempre la está tarareando.

Su primo que se quedó en Estados Unidos, el mismo que dejó también el mundo del patinaje artístico tras un accidente que tuvo en la pista y que luego se vio en la necesidad de denunciar a su entrenador por intento de violación y perder el caso.

—Nunca supo la letra —siguió, sin darse cuenta del silencio que se instaló en todos—. ¿Quién la canta? Necesito buscarla y hacérsela llegar para que deje de torturar a mis tíos y a mamá todos los días... Yo quiero...

Por fin, calló al darse cuenta de dos cosas: en primer lugar, la estábamos viendo con un semblante confundido y el hilo negro de Chase casi ahorcándonos, robándonos cualquier rastro de oxígeno; en segundo lugar, porque se percató de algo a lo que le habíamos sacado tantas veces la vuelta: su familia.

Todos los vampiros presentes tuvimos una vida dura, por lo que no fuimos cercanos a nuestros padres o abuelos (o fallecieron, como en el caso de Ethan, antes de la transformación); en cambio Aira, sabiendo que tiene a una familia que, quizá, la estuviera dando por muerta en el mundo humano, tenía un dolor que no había desbloqueado hasta esa noche.

Derramó una lágrima y luego otra, otra y otra.

Secó cada una.

No fue suficiente.

Siguieron saliendo más y más.

Iris, Ethan y Chase fueron los primeros en ir a su encuentro para apoyarla, ignorando nuestro aturdimiento; los demás nos quedamos al margen para procesar la cantidad de información que acabábamos de recibir.

¿Por qué Mareritt cantaría una canción que no había sido lanzada ni siquiera en el mundo demoniaco? ¿Era él quien producía ese aroma? Y, si así era, ¿por qué aún no podía ver su lazo?

La posible alma de Dalila estaba tan cerca y tan lejos.

https://youtu.be/P2gkdNXdlj8

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