Capítulo 16: Estrella estrellada

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE UN SUEÑO

CAPÍTULO 16: ESTRELLA ESTRELLADA

Después de la última reunión con el Gran Consejo y su recomendación sobre los entrenamientos, las señoras Maine fueron las que se ofrecieron para los enfrentamientos cara a cara, Víctor para el desarrollo de habilidades de combate y Scorpius con la meditación que necesitaban hacer los líderes para reforzar las barreras protectoras.

No pudieron ser demasiadas sesiones, al menos no en donde estuviéramos presentes nosotros, ya que teníamos una misión pendiente; aun así, tía Emma y Shirley nos dieron un régimen que consideraron necesario para que estuviéramos en forma, mismo que autorizaron Aira y Mareritt apenas le echaron un vistazo.

—Sabemos que no necesitan esto, que su naturaleza los hace fuertes y resistentes —habló tía Emma cuando notó la cara derrotada de YoungSoo—, en especial los demonios. Véanlo como una forma para que estén activos y se conecten mejor como equipo y con el nuevo territorio en el que estarán.

Después de la reunión con el señor Colom, esa tarde nos encontrábamos en los jardines del palacio. El sol me quemaba y enrojecía la piel, más de lo que ya estaba por las flechas de Young y de los golpes que no pude esquivar del príncipe.

—Trabajaron bien cuando nos enfrentamos y quiero pensar que dieron lo mejor de ustedes la noche en que falleció Aldo —su amiga prosiguió. Algunos estábamos sudando y recostados en la hierba, otros estaban sentados en sillas incómodas—; sin embargo, deben de pensar como cazadores. No me sorprendería que ellos sean más animales que personas.

Era verdad, hasta cierto punto.

Si nosotros muchas veces reaccionábamos por impulso a causa de nuestros espíritus protectores y en los momentos de angustia o enfado dejamos que nos consumieran, no queríamos ni imaginar lo que pasaría si uno de ellos se enojaba o frustraba.

—Los cazadores trabajamos en equipo, respiramos y palpitamos en conjunto. Somos uno mismo, incluso la bala es parte de mí —Shirley torció sus dedos índice y corazón para asemejar el eslabón de una cadena—. Ustedes suelen trabajar en parejas, ya sea de manera consciente o no. No somos tan diferentes, después de todo.

Y las almas gemelas tenían una conexión muy parecida a lo que buscaban explicar. James y su esposo eran un ejemplo de ello, de respirar a la par y disfrutar de la sincronía de sus (casi siempre) silenciosos corazones.

—Todo esto es para perfeccionar, nada más. En la cacería, no hay espacio para errores. Hay que actuar y pensar rápido —Emma tenía la cabeza de su hijo recostada sobre su hombro. No parecía importarle el sudor de su cabello—. Estás en la línea que divide la vida y la muerte entre el depredador y tú, de cazar o ser cazado.

—Y hay que ser honestos —Aira llamó nuestra atención a nuestras espaldas, tenía a Víctor y a Ryuunosuke detrás—, más que ser un clan, ellos son como una manada impulsada por las emociones negativas de Clyde y Cepheus. Si atacas a uno, atacas a todos. No será nada fácil enfrentarlos, estén perdidos o no en sus instintos.

Por muy hogareño que sea el perro, sacará las garras y los colmillos para defender a su familia.

No estábamos lejos de ser parecidos. La diferencia era que nos movíamos por tener que acotar a los mandatos y detener las amenazas hacia nuestro territorio, y el coraje de ver sufrir a nuestros amigos, familiares y parejas por su culpa.

—Tampoco hay que hacer como si no lo supiéramos —Ryuu lamentó. Su acento al hablar era suave y terso, casi podía sentirlo bajo mis manos—. Irán por ustedes. Son su mayor amenaza para ellos, más que cualquiera de nosotros. Son a quienes van dirigidos esos sentimientos, esos impulsos.

A los líderes y sucesores.

Jugaban con nosotros para que el resto de los clanes estuvieran ocupados en otras cosas y no pudieran recurrir a nuestra ayuda. No podíamos dejar las demás posiciones sin protección, seguía siendo una posibilidad que aparecieran ahí o hicieran algo.

No teníamos ni idea de cómo pensaba Clyde.

Había cientos de posibilidades, miles.

Para el mediodía del día siguiente, ya reunidos todos en Amadahy y antes de irnos, Finn y su hermano se despidieron con un abrazo y susurros que no pudimos escuchar.

Nos pareció sospechoso a casi todos los que lo notamos, hasta sus almas gemelas estaban confundidas y no hicieron nada más que verse entre ellas; aun así, decidimos no decir nada y atribuirlo a que arreglaron sus diferencias ante la delicada situación en la que se encontraba el reino. Y nosotros.

—Quisiera ir contigo —Emma lamentó. Tenía atrapadas las mejillas de Mar entre sus delgadas manos y lo veía con los ojos cargados de lástima—. Desearía no haber prometido quedarnos aquí para que la gente del señor Karlav nos cuidara. Estaba tan abatida que no pensé con claridad.

—Ustedes tienen un trabajo aquí, mamá. No están solo siendo protegidas —la calmó. Sus labios se abultaban como los de un pez y hablaba de forma golpeada y pausada. Me pareció adorable—. Mientras yo esté con los muchachos en la bahía, tú y mi tía ayudarán con las prácticas... Y te hablaré todos los días, no me veas de esa forma. En caso de no hacerlo, le puedes preguntar a Aira o a los papás de Cheese.

Volvió a abrazarlo, sin importarle las quejas.

Era la primera vez que se separaban por un tiempo indefinido, con un final igual de indefinido. Incluso en las competencias menos importantes y más cercanas a su hogar, Emma o Aldo lo acompañaban. Era duro para una familia tan cercana y que había pasado por tanto en los últimos años.

Con un beso tronado en su frente y una mirada en la que me pedía cuidarlo, se separó y nos permitió tomar el poco equipaje que nos quedaba por llevar a la casa para poder acercarnos a donde estaban todos los demás.

Scorpius, apenas visible entre la silueta de su esposo y la de Hikaru, pareció divertido por la escena anterior. Lucía como un pollito con su camisa de rayas amarillas y blancas.

—Gracias por confiarnos siempre a sus hijos —dijo, rodeando a los hombres frente a él para dar la cara. Los señores Craig, mis papás, los Hwang y las Maine eran los que estaban hasta el frente—. Prometo hacer todo lo necesario para que vuelvan sanos y salvos, con nuevos aprendizajes y más fuertes que antes. Por favor, cuiden nuestro hogar en nuestra ausencia. Cuiden a Abaddón.

Iris le lanzó un beso desde la multitud. Ethan pidió a sus amigos que tuvieran cuidado. Lesath y Finn pidieron que les compráramos un regalo. El rey, el más visible de entre todos, le sonrió a su heredero. Aira me amenazó para cuidara a su primo con mi vida. Matthew y Anne amenazaron a Mareritt con lo mismo. Las carcajadas de Demian, Lizzy, Ryuu y Víctor fueron lo último que oí antes cruzar el portal.

...

Nuestra casa en la bahía de Santa Cruz era enorme, casi espeluznante. A excepción de la residencia Mun (después Sallow) y los castillos, nunca nos habíamos hospedado en un lugar tan grande.

La propiedad constaba de dos edificios. El primero y más grande tenía dos habitaciones destinadas al descanso, una cocina bien equipada, una sala de estar con una gran televisión y varios baños; el segundo nada más eran otras dos habitaciones con sus baños y una salita en común. El jardín que los unía tenía al cuerpo de agua artificial que nos ayudó a aparecer directo ahí: una piscina.

Agradecí a Orión porque no tendríamos que caminar quién sabe cuánto para llegar a dejar las maletas, como tuvimos que hacer en Colombres. Con el horrible calor húmedo que había, los picantes rayos de sol y el viento salado, no habría soportado en lo más mínimo el trayecto a pie.

—¡Hikaru y yo pedimos la recámara más grande! —Avisó YoungSoo.

Nadie lo detuvo cuando corrió a ver cada uno de los cuartos disponibles. Sabíamos la razón por la cual quería la mayor cantidad de espacio posible: llevaba un montón de ropa por extender y planchar y muchos accesorios que no quería perder.

Los demás hicimos un juego de azar para saber cómo acomodarnos y así fue cómo Dean y TaeYang se quedaron en la primera parte de la casa con YoungSoo y Hikaru, mientras que James y Scorpius se quedaron en la segunda con Mareritt y conmigo.

—Al menos no me debo de preocupar por escuchar sonidos indeseados —comenté, volviendo a tomar las maletas y ganándome un empujoncito por parte de mi pareja—. ¿Qué? Es la verdad. Son muy...

—¡No quiero saber eso! Llevamos una buena racha sin hacer comentarios o chistes de ese estilo —Se quejó y sus orejas se sonrojaron un poco.

El otro par rio, pisándonos los talones.

—Saquen lo esencial por ahora —Scorps avisó, deteniéndose en la sala que unía nuestras alcobas. Su destinado tenía un brazo rodeándole la cintura—. Saldremos a almorzar y a hablar sobre lo que haremos estos primeros días, así que procuren no tardar, ¿bien?

Asentimos como respuesta.

No habíamos caído en cuenta del hambre que teníamos y de lo cansados que estábamos por todas las emociones (y golpes) de esa semana. Tener un rato con todos los muchachos nos sentaría bien, después de casi no haber estado juntos desde la noche en que hicimos la Fiesta de Sanación.

Tras cerrar la puerta de nuestra habitación y encender el aire acondicionado para no morir derretidos, nos pusimos de acuerdo con qué extremo sería de cada uno para no confundir nuestras cosas. Yo era muy desordenado; Mar, para nada.

—¿Qué suelen hacer en estos viajes? No creo que haya mucho tiempo para vacacionar... —Acertó mientras sacaba un conjunto cómodo para el clima de la ciudad—. Sé que es trabajo, pero ¿qué hacen cuando no hay pistas o cosas así?

—Cuando hay oportunidad, salimos a conocer lo máximo posible para estar preparados para lo que venga, ya sea el caso de un humano manchando el nombre de los vampiros y demonios, el presentarnos con un integrante nuevo del clan —similar a lo que hicieron los Ainsworth con Hayden— o una de estas situaciones tan... Desafortunadas. Los líderes de los clanes deben de prometer al territorio en cuestión que lo cuidarán durante su estadía.

—Con las barreras.

—Sí. Y con sus vidas —agregué. Escuché el sonido de ropa cayendo a mis espaldas y le di privacidad—. Antes del miedo a lo desconocido de los humanos y su necesidad de querer todo para sí mismos, en los cuatro mundos hubo magia. La Tierra tenía a los gigantes y desaparecieron cuando reconocieron la amenaza del hombre en sus tierras.

—Durmieron por tanto tiempo que, lo más seguro, es que estén muertos —completó.

Le di la razón y me comencé a cambiar, echando la ropa sucia en el cesto de tela que llevamos entre nuestras cosas.

—Su magia se quedó. A veces ayuda a los más necesitados y demuestra que los milagros existen —si para mí era extraño explicarle eso a alguien que fue humano hacía unos meses, no imaginaba lo rápido que su cabeza debía de estar intentando procesar todo lo referente a ese tema—. Si está dentro de sus facultades durante su estadía, los líderes prometen defender sus tierras por respeto a quienes estuvieron aquí y que nos dan un hogar temporal.

Esa era otra de las razones por las cuales no podíamos permitir que las quimeras, que Clyde Bellemore, violara de esa manera la integridad de sus animales. Individuos tan poco empáticos por su alrededor eran una amenaza para el pueblo de Abaddón y para la misma Tierra.

Mareritt llevaba unos shorts de mezclilla que le llegaban a la mitad de los muslos, una de mis camisas fajada con un cinto para marcar su cintura y unos tenis que parecían muy cómodos.

Nunca me cansaría de admirar los diferentes atuendos que tenía preparados para todos los días, ni de la sonrisa que me regalaba cada que me descubría pensando en lo lindo que se veía. No necesitaba decir nada para que lo supiera.

Le di mi teléfono y mi cartera para que las echara junto a sus pertenencias en su mochilita, antes de entrelazar nuestras manos y encaminarnos al jardín para esperar a todos.

—No sabía que mi mamá te dio camisas de mi papá —señaló la prenda verde con la que combiné unos pantalones y una camiseta—. Seguro que le parecía muy divertido ver cómo su ropa te queda un poco grande.

Mi nariz se frunció por la risa que solté.

TaeYang y Dean ya estaban afuera, ambos usando pantalones estilo palazzo y lentes de Sol. Nos avisaron que echaron un bloqueador solar para que nos pusiéramos después y continuaron con lo suyo, tomándose un par de fotos que Tae consideraba muy estéticas.

—Respondiendo tu duda —retomé, sentándome en uno de los sillones para exteriores—, nosotros casi nunca vamos a las misiones del Gran Consejo. Si vamos, son más relajadas y sí tenemos tiempo para muchas cosas, a comparación de esta.

—Así que no sabes, en pocas palabras —asentí, ganándome una carcajada de su parte. Se sentó sobre mis piernas—. ¿No pudiste haberme resumido todo?

—Me gusta dar una explicación previa —también a Iris y a sus muchachos. Limpié los restos de labial que le quedaron en la frente por el beso de su mamá—. No cuentas un chisme sin antes haber dado contexto de la situación. ¿Qué prefieres? ¿Que hable mucho o hable poco y te quedes con dudas?

Me dio la razón justo cuando Scorpius y James salieron hablando sobre cómo lamentaban no tener la oportunidad de salir a explorar con calma, como si hubieran estado pensando lo mismo que nosotros. Oí el sonido del seguro cuando cerraron.

YoungSoo y Hikaru tocaron el claxon del vehículo que usaría la mitad de nosotros. Sonó tan fuerte que a TaeYang casi se le cae el celular del susto y los pájaros salieron volando de sus escondites.

—¿Estará emocionado por presumir su cambio de look? Porque yo fui el que le recomendó el tono miel que trae ahora...

Todos reímos ante el comentario de Dean y cruzamos por el interior la casa para cerrar bien la puerta corrediza y la que daba con el pequeño jardín delantero. Tenía algunas florecitas que supervivían al calor, pese a que parecía que alguien les había echado agua hacía poco.

...

Las calles de Santa Cruz eran igual de horribles que las de Colombres, si acaso con baches de menos profundidad. La gente pasaba sin fijarse en el semáforo, los vendedores ambulantes se atravesaban justo cuando la luz iba a cambiar a verde y los niños lloraban por un helado o por volver a la orilla del mar para mojar sus pies.

—Para haber vivido estos pocos meses en Abaddón, creo que ya me acostumbré al ritmo de vida tan tranquilo que tiene sus habitantes. Esto es demasiado ruido —Mareritt admitió, siendo quien estaba tras el volante y seguía las indicaciones del GPS para llegar al restaurante de mariscos que no sé quién le recomendó a Scorps.

—Es que nos has estado en alguna de nuestras festividades —Tae le recordó desde el asiento de atrás, estresado por culpa de un niño que casi se cruza la calle sin ver que venía un carro muy rápido—. Te perderás el Baile de los Muertos, que es la más próxima. Se juntan un montón de personas, parece hormiguero.

—A mí me gusta más la Semana del Cultivo —su esposo confesó. Iba detrás de mí y oía su cabeza chocando con el vidrio de su ventana cada que no podíamos esquivar un bache—. Orión, ¿los alcaldes no hacen nada por sus ciudades o qué?

Para nuestra fortuna, no vivíamos lejos del restaurante y encontramos lugar muy cerca, justo debajo de un árbol.

—Si los pájaros lo manchan de popó, yo no limpiaré —avisé, saliendo del auto.

—Yo tampoco —dijeron al mismo tiempo la pareja, imitándome.

Mar se quejó y se me quedó viendo con ojos de perrito regañado, provocándome suspirar.

—Lo haremos juntos y será cuando esté atardeciendo —porque no quería asolearme de más y tampoco sabía decirle que no.

Los muchachos se rieron por lo fácil que cambié de opinión y se reunieron con los otros cuatro, quienes ya estaban viendo qué mesa era la mejor para poder sentarnos todos junto a nuestras parejas.

El restaurante era al aire libre con un techo altísimo y columnas resistentes decoradas con bombillas. Su estilo era muy simple: sillas y mesas de madera, fotografías de famosos que asistieron (y las cuales no sabía si eran reales o editadas), una barra de salsas y condimentos y varias televisiones que sintonizaban el mismo canal de deportes.

—¿El señor de allá estará borracho? —Preguntó YoungSoo y señaló hasta el otro extremo de la calle, donde cruzando la banqueta se encontraban algunos camastros para tomar el sol sobre la arena—. No creo que se quiera broncear con este clima y esa ropa.

Los escasos movimientos que hacía con los brazos parecían sin rumbo y, si me concentraba lo suficiente, podría percibir el aroma de alcohol proveniente de él.

—Como quisiera ponerme muy ebrio en la playa.

—Ojalá. A lo mejor así te caes al mar y te comen los cangrejos.

—Los cangrejos no comen carne, genio.

—Claro que lo hacen, pelos de elote. De presas pequeñas, como tú comprenderás.

—¡Retráctate, James Miracle! Maldita cabeza de tapioca.

Agradecimos por los menús que nos trajo una mesera e ignoramos la discusión de YoungSoo y James, tranquilos por ver cómo poco a poco todo volvía a ser como antes. Hasta Mar parecía estar acostumbrado.

—Decidí que comiéramos juntos para hablar sobre lo que haremos estos días —la voz serena de Scorpius los interrumpió—, así que les pediré que se comporten unos minutos en lo que pedimos y les cuento los detalles. Ya después podrán pelear todo lo que quieran.

No objetamos e hicimos lo que nos pidió.

Cuando volvió la señorita, pedí limonada mineral y camarones a la diabla.

—Te vas a enchilar —me advirtió mi pareja, que se inclinó por unos tacos de camarón que pudiera preparar a su gusto en la barra—. Agradece que ustedes no tienen agruras porque ya no cargo pastillas para eso.

Así fue como todos escogimos platillos que tarde o temprano terminaríamos compartiendo con los demás y pudimos dirigir nuestra completa atención a nuestro líder para que pudiera hablar. Él ocultó una risita por lo obvios que fuimos.

Nuestros hilos vibraron con su voz.

—No habrá tiempo para reconocer el territorio, como siempre hacemos —comenzó, preparando la respuesta que yo no pude darle a Mar—. Al menos no de la misma manera, ya que no sabemos si las quimeras siguen aquí o no. Yetzel nos dijo las zonas en las que hubo más movimiento los últimos días, así que mandaremos a nuestros espíritus protectores en lo que nosotros intentamos recorrer lo mayor posible los alrededores.

» La ciudad está rodeada de muchos pueblitos y lugares turísticos que pudieron haber usado para ocultar su rastro humano, así que debemos de ser muy cuidadosos con lo que nos rodea. Les mandaré por mensaje las direcciones a las que quiero que manden a sus espíritus a partir de esta noche y no quiero objeciones al respecto.

Hikaru levantó la mano.

—El tuyo irá con el de Chase, no te preocupes.

Hikaru bajó la mano.

Él tenía un hámster. Era pequeño, gordito, adoraba dormir y casi siempre Niru era el que lo acompañaba. Era un poco torpe y se caía en los lugares menos indicados, así que era mejor prevenir que lamentar.

—Santa Cruz y sus alrededores está llena de ecosistemas muy diferentes, así que los tomé en cuenta para el completo bienestar de ellos y, por tanto, de nosotros mismos —explicó, de hecho—. Inclusive anoté las islas más cercanas, de la más a la menos concurrida para aprovechar esta oportunidad que tenemos de usar los portales por toda el agua que nos rodea.

» Tomé en cuenta Cabo San Lucas, La Ventana, El Triunfo y Todos Santos. Este último pueblo se adapta mucho a lo que James y yo concluimos habría escogido Cepheus para esconderse, así que será una de las principales opciones. Ya lo verán más tarde.

—Nuestros animales conocerán mejor Santa Cruz que nosotros —reímos por la bobería que dijo TaeYang—. Me imagino que, en ese caso, nosotros estaremos en lugares más cercanos.

Scorpius lo señaló con un extremo de su tenedor para darle la razón cuando la mesera trajo nuestros platillos.

—Iremos a la playa Balandra, está como a media hora —contestó con la mirada fija en su filete de pescado empanizado—. También tengo pensado que demos una rápida visita a los museos para conocer lo máximo posible todo el territorio en el menor tiempo. Es entretenido y aprendemos de manera resumida, matamos dos pájaros de un tiro...

—¿Entretenido para quién...? —Susurró YoungSoo, más acostumbrado a lo práctico que a lo teórico, como yo.

Los camarones sí eran muy picantes.

Mareritt se rio de mi desgracia.

—Y también iremos a una plaza que no está muy lejos de aquí. Los detalles se los haré llegar más tarde —revisó la lista mental de sitios hasta que confirmó que no faltara nada—. Ahora, Mar, necesitaré ayuda de tu familia en algo.

La risa se detuvo.

—¿Crees que puedas pedirles sus cámaras para que podamos vigilar nuestros alrededores? Y si no es mucha molestia y manejan cámaras trampa, también pídelas —tenía las mejillas rosadas. No creí que estuviera del todo cómodo con tener que pedirles favores a las señoras Maine—. Serán de mucha ayuda para cuando detectemos movimientos irregulares. No debe de ser difícil, no es temporada de turistas.

—Claro, no te preocupes. Esta noche se los hago saber.

Con una sonrisita apenada, nuestro líder asintió.

—Y no quiero echarles a perder la comida; no obstante, les recuerdo que mañana desde temprano iniciaremos con el plan hecho por Shirley y Emma...

Mi quejido junto con el de YoungSoo y Hikaru desapareció tan pronto como oímos el comienzo de una nueva sección del programa que reproducía la televisión. Eran noticias del mundo deportivo contadas desde lo que parecía ser una mesa de discusión de diferentes conductores.

El conductor del programa comentó:

—Después de las fuertes acusaciones que recibió su último entrenador por parte de distintos atletas estos meses, los fanáticos del patinaje sobre hielo han tachado a Asher O'Hara como oportunista y mal competidor al haberse aliado a Lucas Davis, en vez de haber apoyado del que presumía ser su mejor amigo.

Y otro más dijo:

—En efecto, ¿acaso pensaba que dejando de seguir al acusado podría evadir su destino? Justo anoche me encontré un artículo de Sofía Meléndez titulado "La estrella que se estrelló antes de tiempo" en el que se hablaba sobre esta situación.

Las risas de una tercera conductora fue lo último a lo que presté atención en su totalidad cuando noté un hilo tensándose alrededor de mis dedos. Cortaba mi circulación y detenía mis movimientos.

Mis manos hormigueaban por tocar las de Mar, así que eso hice antes de que fuera demasiado tarde y para que de esa forma pudiera calentar el repentino frío que amenazaba con salir más temprano que tarde.

—Mareritt... —James intentó hablar.

Él tomó aire y apretó los labios en una línea recta.

—¿Por qué se detienen? Sigan comiendo —forzó una sonrisa.

Nadie le creyó, pero sabíamos que era mejor que él hablara al respecto cuando se sintiera cómodo, si es que en verdad consideraba que fuera necesario.

No soltó mi mano durante el resto de la comida, ni volvió a reírse de mi cara roja por el picante o las bromas que intentaron hacer TaeYang y YoungSoo.

Mareritt seguía herido, por mucho que dijera haber superado su pasado.

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