Capítulo 3: Inefable

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HIJOS DE LA NOCHE

HIJO DE UN SUEÑO

CAPÍTULO 3: INEFABLE

Decidimos hablar con Scorpius esa misma noche, después de haber reconsiderado el tiempo que teníamos y de hacer una lluvia de ideas para escoger la forma en la cual nos acercaríamos. A mi parecer, queriendo ser tan práctico como siempre, creí que estábamos dándole muchas vueltas al asunto; por otro lado, para la señora Emma (la cual acabó enterándose gracias a su hijo), fue lo mejor.

—Sé que se conocen por mucho más tiempo de lo que yo lo hago —aclaró al notarme todavía indeciso. Nos encontrábamos en el recibidor— o que tienen una conexión complicada de explicar con pocas palabras y expresiones mundanas, ¿sí?

—Tampoco creemos que seas tonta, mamá... —Mareritt calló cuando la mujer alzó la mano para que la dejara continuar. Vestían pijamas combinados y recién me habían ofrecido las que eran de Aldo, a pesar de suponer que me quedarían un poco grandes.

—Lo que quiero es que tomen en cuenta la perspectiva de una madre —en eso tenía razón. Justo por eso Karlav se había sentido desplazado y culpable los últimos años—. La perspectiva de una madre que vio a su hijo aterrado y que no hacía nada más que dormir durante meses, que se culpaba por no haber actuado cuando tuvo el tiempo y que se llenó de furia e impotencia por haberse sentido débil y vulnerable en el momento más desafortunado de su vida.

El día en que nos dejaron Aylan y Hayden, los Sallow, los Ainsworth, Aira y Karlav nos reunimos para compartir diferentes historias antes de recibir la noticia de que nuestros líderes querían expandir el legado Sallow Mun... Aquella noche en la que decidí abrir mi gran boca.

En medio de nuestros relatos, recordaba cómo Iris se había puesto de pie para seguir a un inquieto Scorpius, justo cuando se presentó la idea de Mareritt como un integrante del clan. Los demás se quedaron conmigo para hablar sobre lo maravilloso que era contar con una pista así; sin embargo, también pude oír cómo Iris animó a Scorps con que Mar hallaría a alguien de confianza en él y en mí.

Las palabras de Emma me remontaron a ese breve instante, incluso si no fue un comentario para mí en su momento.

—Independiente a como acabe esa conversación —retomó con el tono quedito que acostumbró a tener tras el fallecimiento de su esposo. Sus ojos se fijaron en nuestro futuro sublíder—, seguro que podrás conectarte con él y comprenderlo, hijo.

Un indicio de sorpresa recorrió en la mirada del implicado.

—No lo presionen, tampoco den por hecho nada —era algo que ya habíamos tomado en cuenta—. Aun si están preocupados por él y que quieran ayudarlo, al igual que a toda su familia, no saben lo que está pasando por su cabeza.

Le di la razón sin darme cuenta.

Los lazos no captaban toda la energía que uno acumulaba en su interior, al menos no toda que apuntaba haber en él por la situación en cuestión. Necesitaría un catalizador para dejar salir todo aquello que lo acongojaba, algo ajeno a su unión con nuestro príncipe.

Viéndolo así, me daba miedo ser ese punto de quiebre y no saber cómo reaccionar. No quería ser el cabezota que no pensaba antes de hablar, como solía serlo en algunas ocasiones.

—Debemos hacerlo —Mar alentó con la expresión más seria a la de antes. Fue como si hubiera escuchado mis pensamientos—. Tú tienes una relación especial con él por ser el siguiente líder y yo puedo ayudarte a interpretar —me sonrió y dio un apretón a mi mano. No supe en qué momento las habíamos entrelazado y cómo no me desvanecí de la emoción—. Somos buen equipo.

Sí. Tenía razón.

Las estrellas nos unieron por una razón.

—Aunque no necesiten oír esto para saberlo —Emma volvió a hablar, encaminándose a la cocina para preparar la cena—, traten de no saturarlo, ¿bien?

Mareritt y yo asentimos.

Habíamos preparado un panqué marmoleado, galletas con chispas y chocolate caliente para no llegar con las manos vacías a su habitación y apelar por un aperitivo antes de la cena. A diferencia de mi madre, Scorps decía: "cuando el corazón duele, no hay nada mejor que comida casera hecha con amor".

—¿Te pondrás el pijama de papá antes? —Preguntó mi destinado cuando nos quedamos a solas. Noté sus mejillas sonrosadas al girarme a verlo—. Me gustaría que nosotros comenzáramos a la par, paso a paso.

El conjunto era seminuevo, el señor Maine apenas pudo usarlo una o dos veces durante el último invierno que tuvieron en Estados Unidos. Mamá e hijo se encargaron de lavarlo bien para mí.

—Dame un minuto.

Solté nuestras manos y tomé el cambio que había dejado en uno de los muebles, antes de retirarme al baño más cercano. Era de franela, con un estampado de ositos que no era típico de mí y de color beige. Ignoré que me quedara casi tan grande como me imaginé porque usar algo así significaba que me aceptaban como un Maine.

Y la usaría las veces que Mareritt quisiera, si eso implicaba que, cada que me la pusiera, me regalaría una sonrisa como la que me dio esa noche al verme salir del baño.

No estuve seguro de si el cambio de ritmo del corazón que oí fue por el suyo o el mío.

—El concepto del siguiente álbum de Midnight Pleasure debe ser algo adorable —sentenció y casi acepto en medio de mi estado atontado, si no fuera porque me imaginé las voces de mis compañeros reprochándome. Cargó la bandeja con el chocolate caliente y me dejó la de los postres—. Vamos, Cheese.

...

Quien nos recibió en la alcoba de Scorpius fue James, el cual se sorprendió un poco al vernos con las manos tan cargadas. Todavía no se bañaba y desprendía un curioso aroma, resultado de la unión del suyo con el de su alma gemela. Sus ojos lucían tan cansados, que casi no reconozco la mirada serena que siempre nos dirigía a los muchachos y a mí.

—Justo acaba de despertar de una siesta —su voz también tenía cierto agotamiento. Notamos cómo intentó ocultarnos ese hecho parándose firme y cerrando un poco la puerta detrás de él—. ¿Necesitan algo?

"¿Por qué tan duro, Tambor? Lo único que quieren es visitarme", hubieran sido las palabras de Scorps en otro momento.

Me sentí vacío imaginándome ese escenario. Extrañaba a la principal fuente de energía del clan, el único que saltó a la defensa de un completo desconocido cuando yo hablé de más, al joven que veía como a un niño al cual proteger y del cual se enorgullecía por lo mínimo (pese a ser mayor que él). Extrañaba a quien me abrazaba cuando las palabras eran insuficientes para decir lo que pasaba por mi mente y corazón, ese que no necesitaba explicaciones.

No era un hermano, como Matthew; no era un mejor amigo, como Demian; no era un amor romántico, como lo que sentía por Mareritt. Era una relación inefable, la contraparte que necesitaba mi vida para seguir adelante y la figura de protección y el lugar seguro al que yo moría por acudir cada que no podía externar mis pesares.

Desde lo que pasó con Cepheus, nada era lo mismo entre los dos.

Si así fuera, si todo estuviera bien, él habría ideado una infinidad de citas para que Mar y yo nos arregláramos, habría hablado del amor incondicional, de las segundas oportunidades y de cómo todas las parejas se enfrentaban a distintas complicaciones que debían de afrontar juntas. Su esposo lo habría visto con un brillo inexplicable en los ojos y lo tomaría de la mano para darle fuerzas si lo veía titubear (o detenerlo si se iba por las ramas).

Si no fuera por la necesidad de comer y su intento de cumplir con su responsabilidad de no alterarnos (lo hacía, de todas formas), se habría quedado en la cama todo el día, durmiendo o viendo a la nada con James acariciándole el cabello y murmurando cosas que ninguno de los demás podíamos oír. Palabras de amor y dolor, de fuerza y valentía, de protección y perdóname, perdóname por no haberlo evitado, perdóname por no hacer más.

—Queremos hablar con él —dije sin rodeos.

El príncipe me vio con duda, como si no estuviera viendo al mismo cantante e integrante de los Sallow que vio antes de la tragedia. Decidí no atormentarme y verlo fijo para regresarle el gesto de seriedad.

—Iré a ducharme —avisó al cabo de un rato. Regresó al interior para ir por sus cosas y darle aviso al fundador de nuestra presencia—. Cuando termine, supongo que vendré por él para cenar.

Al salir, nos dio una sonrisa por cortesía y me pregunté si había vuelto a ser el James Miracle que se encerró en sí mismo después de la muerte de la reina Mun. Nunca lo conocí en esa etapa de su vida, al menos no a profundidad.

Ingresamos en silencio.

La habitación tenía el mismo olor combinado de los príncipes con un toque amargo al que reconocí como la tristeza y el desaliento que los estuvieron rodeando las últimas semanas. La decoración era igual que la mía: una cama enorme con una sobrecama gruesa, muebles de madera blancos con detalles dorados y accesorio del típico estilo old money que caracterizaba al rey.

Buscamos a nuestro ángel con la mirada al mismo tiempo, encontrándolo sentado en medio de un montón de almohadones y cojines en el medio de la cama, recargado en el respaldo. Apenas se distinguía como una manchita paliducha con ojos entre las decoraciones marrones, beiges y verdes oliva. Su gran almohada con la funda tamaño real de Jean Kirschtein estaba apoyada en una silla.

No dijo nada cuando nos vio. Tenía los ojos clavados en la puerta detrás de nosotros y, a los segundos, los dirigió a la ventana que daba con el cielo estrellado en compañía de una enorme luna.

—Trajimos aperitivos nocturnos —Mareritt tomó las riendas.

Se desplazó con ligereza por la pieza y llegó a la mesita de noche más cercana para apoyar su charola. Hice lo mismo, casi pisando sus talones.

Él ni siquiera se esforzó en seguirnos con la mirada.

—Queríamos ver cómo seguías —en pocas palabras, esa era la razón—. Preparamos las galletas que Cheese dijo que te gustaban.

Intenté sentir sus lazos ante su silencio.

Nada.

Tenía su cabello rubio despeinado, sus pocos rizos caían sobre su frente y sus ojos azules parecían ausentes. Era como si su cuerpo estuviera con nosotros y su mente no. Su pijama estaba un poco arrugado y tenía el peluche de un conejo escondido entre las cobijas.

Scorpius parecía una estatua de jardín, de esas personas talladas en piedra para inmortalizar su belleza que solían rodear de un manto artificial de agua o de bellas flores.

—¿Podemos sentarnos a tu lado? —Pregunté al notar la mirada que Mar me echó en busca de ayuda.

Como era de esperarse, no obtuve respuesta.

—¿Scorps? —Intenté llamar su atención llamándolo con su nombre y reposé con suavidad una mano sobre su hombro.

Mi tacto le hizo reaccionar al instante.

Desgraciadamente, no fue como hubiera querido, ya que soltó un respingo y terminó contrayéndose en su lugar tras darme un manotazo y apartarse lo máximo posible de mí. Sus pupilas se dilataron y su pulso se aceleró al toparse conmigo.

Los ojos que siempre me veían con comprensión y amor esa noche me vieron como si fuera un completo desconocido.

No pude ocultar lo afectado que me sentí. Mi destinado tuvo que tirar de nuestro lazo para animarme en silencio, comprensivo por la reacción de ambas partes.

Scorpius se aferró a su vientre apenas procesó de quién se trataba y desvió la mirada, avergonzado.

—Lo siento —susurró.

Hacía mucho no oía su voz.

Siempre que salía para hacernos compañía, no abría la boca más de lo necesario y se quedaba sentado o de pie junto a su pareja, alejado de todos, hasta de su prima. Era mejor que nada, comprendíamos que no sabía cómo lidiar con todo lo ocurrido en los últimos días.

Esa noche, se oía como si tuviera la garganta seca, con la lengua pegándose a su paladar en cada sílaba.

Le aclaré que fue mi culpa por haberlo tocado de forma tan repentina.

—¿Por qué no se sientan? —No le repliqué que acababa de preguntarle si podíamos hacerlo—. Hagan a un lado las cosas, pónganse cómodos.

Eso hicimos. Los dos tomamos asiento en extremos opuestos, una vez acerqué de nuevo la charola con postres para tenerlos al alcance de todos, incluso si sabíamos que ninguno comería la gran cosa.

—Me alegra verlos juntos —eso era cierto. Su lazo transmitía verde esperanza en el fondo de su oscuridad y pesadez—. Siento que hace siglos no hablamos. ¿Cómo están? ¿Han visto a los demás muchachos? Los vi hace dos días, creo. Cuando salgo de aquí, todavía no hay nadie despierto o ya se fueron todos a otras partes. James y yo hemos estado...

Él comenzó a hablar y hablar, como si antes no hubiera estado en completo silencio y pareciera haber tenido la cabeza en otra parte. La gran cantidad de palabras que soltaba terminó por marearme, incapaz de seguirle el hilo a la conversación y siquiera comprender más allá de dos o tres cosas de entre todo lo que decía. Era un severo caso de diarrea verbal.

Mientras yo me perdía cada vez más en cada tema nuevo, Mareritt lo soportó con una sonrisita y asintió o negó a cada una de las preguntas que lo ameritaba.

—Así que me puse a pensar en los posibles regalos para esta Navidad...

Fruncí mi ceño. En un parpadear estuvo en un tema diferente por completo al del inicio.

—Scorpius —interrumpió entonces con suavidad mi pareja y se estiró para tomar una de sus manos. El mencionado sonrió a duras penas—, venimos para saber cómo te sientes. Queremos que hables con nosotros, que no te guardes estas cosas.

» Sé que James es un excelente enfermero, solo recuerda que tienes a todo un clan y a una gran familia en la cual confiar y que está dispuesta a escucharte, a apoyarte y a pasar todos los silencios que quieras cuando no quieras decirnos nada. Estamos aquí para ti... Lo sabes, ¿verdad?

No sabíamos de qué hablaban él y su pareja (o si lo hacían seguido esas semanas). Era algo de ellos. La única vez en la que oí que hablaban era sobre la lista de nombres que hicieron para su futuro bebé.

Ese día agradecí que todavía tuvieran esperanza, aun si nosotros parecíamos hundirnos cada vez más por la falta de comunicación.

—Claro que lo sé —asintió nuestro líder después de unos segundos.

—Entonces, me imagino que también comprendes que Chase y yo estamos preocupados por ti y el futuro del clan, ¿no es así? —Volvió a asentir. Éramos su mano izquierda, después de todo—. ¿Te gustaría hablar de eso? Claro, no tiene que ser hoy, ni mañana. Podemos estar sentados y no hacer nada, o salir a caminar juntos.

» Lo único que queremos es que recuerdes que nos tienes aquí, que puedes venir a pasar el rato con nosotros, si eso quieres. Que podemos ir por un helado, podemos acostarnos afuera, ver una película, visitar "Arca de Noé" para ver cómo les va a tus niños...

» El que los demás no se hayan acercado no significa que te estén dejando por tu cuenta, que no se estén esforzando a su forma para ayudarte. Tu esposo sabe que su lugar en esta lucha que estás viviendo es a tu lado, Dean y TaeYang salen todas las mañanas a buscar los productos frescos para tus desayunos favoritos, Hikaru ha estado curando tus heridas, yo estoy echando una mano a Iris con los pendientes del Gran Consejo (cuando estoy de ánimos) ¡y hasta Chase toca durante el mediodía para ti!

» Todos están dándote tu espacio para que renazcas de entre las cenizas, como un precioso pájaro fénix.

Su hilo dorado vibró en una risita genuina por el entusiasmo en su discurso, sabiendo que tuvo que haberle costado no ser tan directo, como acostumbraba a ser. Su hilo negro divagó antes de aligerarse un poco.

Yo oculté mi sorpresa ante la declaración de Mareritt mientras me comía un trozo de panqué. Si bien no estaba seguro de si la música era dirigida a Scorps, era cierto que a esa hora siempre acababa tocando algo en el piano central del castillo o con mi guitarra acústica. No me había percatado de ese detalle en mi rutina, ni que él estaba tan al pendiente de mí, como para darse cuenta.

—Ni siquiera yo entiendo cómo me siento —confesó al soltar un suspiro—. Por eso no me he acercado a ustedes, porque temo que mi incertidumbre los dañe más de lo que mi pesar lo está haciendo.

» James es como un ancla para mí, algo que me mantiene atado a la tierra y evita que me encierre en mis pensamientos. Tengo tanto en qué pensar, tanto qué reprochar a mis decisiones y a mí mismo, tantas escenas que quiero eliminar de mi cabeza y que desharía no sentir como si las reviviera en mis sueños.

» Tenía pensado hablar con ustedes, volver al trabajo porque tenemos cosas que atender... No obstante, no puedo. Por Orión, no puedo dejar todo atrás así de fácil.

Dejé mis manos en mi regazo y me limité a oírlo.

—Ya hablé de esto con Tambor —en el pasado, me hubiera reído del apodo—. Creo que las dos emociones que me describen más durante estos días son el enojo y la decepción... Tal vez, también la frustración. Es un conjunto de cosas que no sé cómo procesar.

» No sé qué tan arrogante se oiga esto de mí, pero nunca supe describir si mi belleza era un beneficio o una maldición. Esta duda incrementó cuando las estrellas tuvieron la fascinante idea de darme un poder tan peligroso, como lo es la persuasión. ¿Qué se supone que debo de hacer con él? ¿Cómo puedo controlarlo? ¿Por qué en unas cosas es tan sencillo usarlo y en otras tan complicado?

» Desde el primer momento en que vi a Cepheus, le dije a YoungSoo que no me transmitía confianza y de lo mal que me sentía porque era el único familiar vivo de mi pareja. Ni siquiera podía hablarle sin sentirme sucio, como si me desnudara bajo su mirada inexplicable y ausente.

» Cuando sus intenciones de pretenderme fueron obvias y no se detuvieron, como las del resto de las personas que terminaron fijándose en mí, no supe cómo reaccionar. Pese a que los regalos cesaron cuando se lo pedí con amabilidad y las invitaciones incómodas disminuyeron de igual forma, seguía haciendo comentarios desafortunados a los que todavía no sé cómo tendría que haber reaccionado.

» Trabajaba para el Gran Consejo, era un buen compañero laboral y a veces pienso que habríamos sido buenos amigos, si no fuera por cómo me miraba.

Y no era yo.

No era yo el causante.

No me amaba. No me amaba. No me amaba.

Él no amaba a Scorpius Sallow.

Estaba obsesionado conmigo.

Él amaba a Clyde Bellemore.

—Su obsesión fue tan grande que, cuando estuvo frente a frente con el amor de su vida, no supo lidiar con las emociones y acabó hundiéndose —se detuvo unos segundos. Sus deditos rozaron el pelaje de su peluche y lo atrajo a él apenas supo de qué se trataba—. Me he preguntado si habría podido evitarlo, si esto es culpa mía por no saber controlar mi habilidad o si su obsesión no era efecto de ella.

» El único punto al que llego siempre es uno: todo esto no habría pasado si mi poder no fuese ese... ¡Y es algo que no pude evitar! ¿Qué culpa tengo yo de tenerlo? ¡Ninguna, lo sé!

Y, aun así, no dejo de recaer todo el peso en mis hombros. ¿Por qué? ¿Por qué debo de estar pensando en cómo justificar sus acciones, si él me hizo daño? Me incomodó, me hizo sentir acosado, me raptó, él y Clyde me golpearon al grado de dejarme marcas que apenas se están recuperando y desapareciendo...

Guardó silencio y cerró sus ojos para calmarse con un par de respiraciones.

La noche en que lo salvamos y Cepheus perdió la oportunidad de renacer, James lo encontró con la ropa hecha girones, manchado de sangre y heridas que tardaban más de lo normal en sanar. Scorpius lloraba y gritaba por no haber podido hacer nada para salvarlo porque él sabía que sería su fin.

—Amaba a Clyde —susurró, por fin—. Lo amaba tanto que le dolía no poder ofrecerle una vida juntos, por segunda ocasión. Yo lo estaba volviendo loco, lo único que quería era paz y dejar libre a su alma gemela. Quería liberarla de la carga de reencontrarse y que supiera cuántas veces lo hizo sufrir en diferentes vidas.

—Me tranquiliza saber que seas consciente de que no era tu culpa —dije y él se giró a verme, esa vez con la expresión que lo caracterizaba, como la de un muñequito de porcelana—. Las estrellas confiaron en ti, por algo te premiaron con una habilidad tan importante. Saben cuán compasivo eres, lo buena persona que siempre intentas ser. No es como que haya caído en las manos equivocadas.

» James y tú suelen decir que, si hubieran hablado con él, se hubiera solucionado. La verdad, yo no lo creo... No cuando tú le hiciste saber muchas veces cómo te sentías. Él decidió tomar ese camino, no es algo que estuviera a tu alcance de corregir.

» Lo que no sé si hubiera cambiado es la charla sobre la disputa de la corona. Si lo hubiera hecho James, quizá tendría mayor paz mental en estos momentos, aunque no creo que hubiera cambiado algo. Cepheus pensaba que era la víctima cuando nunca intentó cambiar y, cuando lo quiso hacer, fue demasiado tarde.

Me sonrió, sincero. Fue él quien se estiró lo suficiente para tomar una de mis manos entre las suyas y darles un apretón. Quise tirarme a sus brazos y que me arrullara con sus anécdotas.

—Mi enojo surge en el preciso instante en que me descubro buscando razones para entenderlo —nunca me había puesto a pensar en lo complejo que debía de ser el mundo de las víctimas que buscaban algo para excusar al abusador—. Me usaron como herramienta para su experimento y para desarrollar un odio hacia mi persona que no me corresponde.

» ¿Por qué no puedo detenerme a pensar en mí, en llorar y gritar al recordar el dolor de ser golpeado y el miedo de ser tocado bajo los efectos del veneno? ¿Por qué imploré para que se diera una segunda oportunidad y que intentara estar con su alma gemela? ¿Por qué siento pena por ellos?

—Porque no eres una mala persona —tranquilicé y le regresé la sonrisa para suavizar mi siguiente comentario—. Debes aprender a pensar un poco más en ti, eso es todo. No puedes salvar a todo el mundo.

...

Cuando llegó James, Scorpius prometió que nos mostraría algo importante cuando estuviera preparado mentalmente y una vez asegurara la ayuda de Ethan. Explicó que era importante para comprender más a profundidad lo que era incapaz de decir en voz alta por las razones antes mencionadas.

—Lamento mi estado de hace rato —se disculpó cuando íbamos de salida Mar y yo—. No sé cómo explicar esos lapsos en los que no estás pensando en nada y tampoco eres consciente de tu alrededor.

No le dije a Mareritt cómo sentí que nos acababa de mentir para omitir algo. 

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